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Respuesta  Mensaje 1 de 8 en el tema 
De: Mambi  (Mensaje original) Enviado: 24/04/2006 19:01

Felix mostro en uno de sus escritos una parte de este estudio pero me dio la impresion de que al no mostrar el estudio completo se tergiversaba la imagen del exilio actual mostrandolo compuesto solo de blancos adinerados bien alejados de las raices populares del pueblo cubano y esto No es cierto porque la inmigracion cubana de los ultimos 30 años esta formada matoritariamente de jovenes obreros y profesionales nacidos DESPUES de 1959 y esa parte del estudio si da una imagen mas real de esta.


Miami, el gran complejo demosocial

La población cubana del Gran Miami es hoy un abigarrado conglomerado de gentes procedentes de zonas urbanas y de campesinos y pescadores, de blancos, negros y mulatos, de pobres, clase media y millonarios, de profesionales altamente especializados, de grandes empresarios y de trabajadores de todo tipo, incluyendo los de categoría más modesta, de individuos con escasa instrucción y de otros con títulos universitarios superiores. Todo ello es el resultado de cuarenta años de olas inmigratorias, cada una de ellas, en términos generales, con unas características específicas. Estamos, pues, ante una especie de gran palimpsesto demosocial situado al otro lado del estrecho de la Florida, a unos 166 kilómetros de La Habana.

La emigración siguió un claro patrón social: los primeros en salir eran los que tenían fuertes lazos con el gobierno derrocado, y los pertenecientes a la clase alta; siguieron después los de las clases medias: hombres de negocios, ejecutivos y profesionales, principalmente médicos, abogados, ingenieros y maestros. Tan temprano como en 1962 le tocó el turno a la clase trabajadora: oficinistas, empleados de fábricas, artesanos y obreros con especialización y sin ella.

2.1. De 1959 a 1962: el «exilio dorado»
Un total aproximado de 248.070 cubanos entraron en Estados Unidos entre los últimos días de 1958 y octubre de 1962, cuando se suspenden los vuelos regulares entre La Habana y Miami, a causa de la llamada «Crisis de los misiles».6 Se trataba de gentes procedentes de la capital o de otras grandes ciudades, con un alto grado de escolarización, y que habían venido desempeñando profesiones bien remuneradas. El grupo estaba lejos de ser homogéneo, pues aunque las citadas eran las características más sobresalientes, no dejaban de encontrarse en él pescadores, campesinos, conductores de camiones, mecánicos y vendedores, es decir, representantes de todo el espectro laboral. Entre los que llegaron entonces, figuraban 14.000 niños sin sus padres y sin familia alguna.

En efecto, un elevado 62 % de estos refugiados procedía de La Habana; un 25 %, de otra ciudad grande (de más de 50.000 habitantes); un 11 %, de pueblos (entre 50.000 y 250 habitantes); y solo un 2 %, del «campo» (localidades de menos de 250 habitantes).7 Al comparar estos porcentajes con los de los lugares de residencia que muestra el censo de población cubano de 1953 (N = 5.829.000) se observan grandes desigualdades. Aquí, la cifra mayor, un 43 %, es la de los habitantes de zonas rurales, y le sigue, con un 26 %, la población que habitaba en pueblos o en pequeñas ciudades. Los residentes habaneros aparecen con un 21 %, y los de otras ciudades de importancia, con un 10 %.8

Además del carácter eminentemente urbano de estos refugiados, hay que destacar también la abundancia de profesionales de alto nivel y de educación avanzada (Cuadro 1).
Mientras que la fuerza laboral de la Cuba de 1953 descansaba en los renglones más bajos, esta muestra de refugiados cubanos habla de la existencia de grupos mucho más nutridos en los niveles altos. Los profesionales y semiprofesionales, por ejemplo, están superrepresentados por un factor superior a 5, y en cambio, las personas dedicadas a la agricultura y a la pesca, están infrarrepresentadas por un factor cercano a 14.

Esto explica sobradamente el paralelismo que se observa entre estos datos y los relativos a la educación. En este primer grupo de exiliados (N = 1.085),9 un escaso 4 % no ha completado sus estudios primarios, un 60 % tiene años de bachillerato, un alto 23,5 % ha llegado a la universidad, y un 12,5 posee alguna diplomatura o licenciatura. El contraste con la realidad cubana de principios de la década de 1950 es notable. Según los datos del Censo (N = 2.633.000), un 1 % de la población adulta disponía de un título superior, y apenas un 3 % había cursado años de universidad, mientras que un 44 % se encontraba entre la primaria y el bachillerato, y un altísimo 52 % no había logrado terminar los estudios de la primera etapa.

Los contrastes entre los exiliados de esta primera ola y la comunidad de origen se hacen también patentes al examinar el factor ingresos; los sujetos entrevistados (N = 199) informaron de haber recibido durante 1958 los sueldos expuestos en el gráfico 2.
El análisis llevado a cabo por Fagen, Brody y O’Leary (1978: 20-21) indica que menos de un 23 % ganó sueldos inferiores a los 2.000 pesos; un 56 %, obtuvo entre 2.000 y 8.000, y un 21 %, recibió más de 8.000. La media de ingresos fue de 5.960 pesos. Para 1957, la renta per cápita en Cuba fue de 431 pesos, pero teniendo en cuenta que entonces solo uno de cada tres adultos estaba empleado, el producto nacional bruto de cada trabajador era de 1.293 (Russett y otros, 1964).Se supone que si los cubanos llegados a Miami ofrecieran un paralelo con la situación cubana general, su media de ingresos debería haber estado por debajo de esta cifra, pues los sueldos constituyen solo uno de los componentes del producto nacional bruto; en cambio, la media de aquellos recién exiliados multiplica los 1.293 pesos por un factor superior a 4. Un estudio monográfico sobre este asunto (Álvarez Díaz y otros, 1963) pone de manifiesto que en 1958, un 60,5 % de los hombres empleados ganaba menos de 900 pesos al año. En cambio, obsérvese que en la muestra miamense de cabezas de familia, solo un 7 % tiene ingresos inferiores a los mil dólares.

Es de lamentar que no se tengan datos precisos sobre la composición racial de estos primeros exiliados, pero el Research Institute for Cuba and the Caribbean de la Universidad de Miami ha calculado que, aproximadamente, un 2 % de ellos eran negros y un 3,5, mestizos. Según el censo de 1953, el total de la población negra ascendía en Cuba a un 12,4 %, y la mulata, a un 14,5 (Center for Advanced International Studies, 1967). Estas cifras indican que el grueso de esta primera ola inmigratoria era preponderantemente blanca.
La mayoría de estos exiliados llegaba a Estados Unidos con la firme convicción de que allí estarían por breve tiempo, hasta el momento preciso en que una nueva situación política les permitiera la vuelta a la isla. Lejos de sus mentes, pues, el convertirse en «americanos» y comenzar una nueva vida: eran exiliados políticos, no inmigrantes.

La situación para ellos no fue fácil, pero tampoco demasiado difícil. Es verdad que los profesionales, excepción hecha de los maestros, como se verá, se enfrentaron a contratiempos muy duros al no poder dedicarse a sus respectivas profesiones: era necesario revalidar títulos, pero ello significaba presentarse a exámenes de gran complejidad en inglés, y pasarlos, por supuesto. Aun los que tenían un buen dominio de esa lengua se veían obligados a tomar cursos y seminarios para actualizarse en diversos temas y disciplinas. Los demás debían comenzar por adquirir la lengua. Entre tanto había que sobrevivir, de manera que empezaron a desempeñar trabajos de cualquier tipo: fregando platos, ayudando en las tareas más simples de la construcción, etc. No faltó tampoco la práctica ilegal de médicos y dentistas, que prestaban sus servicios a clientes también cubanos a precios muy módicos. Las mujeres, por su parte, se emplearon con mayor facilidad como costureras, cocineras, domésticas, camareras, cajeras, manicuras y oficios similares que no requirieran un aceptable manejo del inglés.

Al mismo tiempo, sin embargo, había aspectos positivos. Estados Unidos en general y Miami en particular eran lugares relativamente conocidos de antes: los viajes turísticos habían acercado a algunos a estas realidades; para otros, eran las producciones cinematográficas de Hollywood, la televisión, las revistas y otros medios de presentar la American way of life, muy frecuentes en la Cuba que acababan de dejar, los que se habían encargado de producir una cierta familiaridad con el nuevo entorno. Un número mucho más limitado había estudiado en escuelas y universidades norteamericanas y tenían por ello una idea más adecuada del país anfitrión. Aún menor era la cantidad de hombres de empresa que mantenían desde antes relaciones económicas con  Estados Unidos.
Otro elemento altamente positivo fue la ayuda que recibieron del Estado, la más generosa de cuantas el país había brindado a inmigración alguna. Se les concedió un estatus especial, el de parole, que les permitió trabajar, aun sin ser residentes permanentes; se fundó el Cuban Refugee Program, dependiente del Department of Helth, Education and Welfare —trabajaba conjuntamente con los Departamentos de Estado, Trabajo, Defensa y Agricultura— que suministraba a los recién llegados pequeños cheques mensuales, servicios médicos, formación para nuevos empleos, cursos para adultos y productos alimenticios. El gobierno otorgó un fondo especial para que el distrito escolar del condado de Dade pudiese acoger a los más de 35.000 niños que para entonces (enero de 1961) asistían a sus escuelas públicas.

También llegó, y de manera igualmente generosa, la ayuda privada: se estableció el Centro Hispano Católico (1959) e inmediatamente después, el Catholic Relief Services, el Protestant Latin American Emergency Committee y la United HIAS (en cooperación con el Greater Miami Jewish Federation); todas estas instituciones, más algunas iglesias y sinagogas particulares, ofrecían desde información hasta asistencia económica en pequeña escala. Otra institución que se volcó con los cubanos fue la Cruz Roja. A la Iglesia Católica había que agradecerle, además, que recibiera en sus escuelas parroquiales a tres mil niños, a los que ayudaba con becas diocesanas (García, 1996: 18-24).


2.2. De 1965 a 1973: los «Vuelos de la libertad»

En los tres años que mediaron entre la «Crisis de los misiles» y la inauguración de los llamados «Vuelos de la libertad», la emigración hacia la Florida fue menos abundante: entre el 22 de octubre de 1962 y el 28 de septiembre de 1965 entraron en Estados Unidos unos 56.000 cubanos más. El fin del contacto aéreo directo entre La Habana y Miami propiciaba casi en exclusiva la llegada a través de terceros países, principalmente México y España, o bien mediante vías clandestinas.

La mayoría de estos nuevos exiliados eran familiares de los que estaban establecidos o padres de los niños que habían sido enviados solos a suelo estadounidense. Cinco mil, casi todos prisioneros tras el frustrado episodio de bahía de Cochinos, llegaron en vuelos especiales organizados por la Cruz Roja, y unos cuatro mil, entre hombres, mujeres y niños, cruzaron el estrecho a bordo de una buena variedad de «objetos flotantes». Sus características sociales eran muy similares a las de los refugiados de la primera ola; ellos también recibieron la simpatía y la colaboración, tanto del gobierno como de instituciones privadas.

Pero, a pesar de las relocalizaciones, que llevaron a un buen número de inmigrantes lejos de Miami y sus alrededores, el aumento de la población que se produjo con esta nueva llegada, y los altos índices de desempleo —un 6 %— que sufría entonces la zona comenzaron a producir un cierto malestar entre grupos nativos: suponían que los cubanos, al aceptar retribuciones inferiores a las establecidas, estaban desplazando a los anfitriones de sus puestos de trabajo. Sin embargo, tanto Washington como el estado de la Florida se apresuraron, con estadísticas en la mano, a desmentir la suposición. El resumen que ofrece García (1966: 37) del resultado de los estudios llevados a cabo sobre el asunto deja en claro que los inmigrantes cubanos, no solo no estaban usurpando el sustento a los residentes nativos, sino que habían establecido muchos negocios que creaban nuevas posibilidades de empleo. Los informes también subrayaron otros hechos: el flujo de cubanos no tenía incidencia alguna en los índices de criminalidad de la zona; el turismo, a pesar de la delicada situación económica, había experimentado un notable avance, y no se habían creado barrios de chabolas, aunque el aumento demográfico había hecho difícil el tema de la vivienda, sino que, por el contrario, florecían las empresas de bienes raíces. Se insistía también en que los millones de dólares enviados al sistema escolar público del condado habían mejorado considerablemente las escuelas, pese al aumento de la población estudiantil, y como colofón, se explicaba que el dinero que Washington había enviado a la zona (para tener una idea aproximada: 70 millones de dólares, solo entre enero y mayo de 1963) había fortalecido la economía local, a despecho de la recesión que se sufría. Las cosas parecieron quedar en su sitio.

Del 30 de septiembre al 30 de noviembre de 1965 es el puente marítimo, que tuvo por base a Camarioca, pequeño pueblo pesquero de la costa norte de Matanzas, creado gracias a presiones internas. Se logró así que los cubanos de Miami pudiesen llevar consigo a 2.866 familiares en los más de 150 botes que lograron atravesar el estrecho en sus viajes de regreso. Según Portes, Clark y Manning (1985: 42), un 80,1 % de estos emigrados salían de Cuba por razones políticas, un 12,3 % perseguía la reunificación familiar, un 3,7 % huía por imperativos económicos, y el restante 3,9% había sido expulsado por las autoridades del país. A pesar del alto porcentaje de individuos que escapaban debido a una frontal discrepancia con el gobierno isleño, a los de este grupo no les fue concedida automáticamente la condición de refugiados, ni recibirían, por lo tanto, los beneficios que tal estatus llevaba aparejados. Los casos, previa solicitud, deberían ser estudiados uno a uno, ya que el procedimiento de entrada era completamente irregular.
El fugaz episodio de Camarioca se cerró con algunas tristezas: los varios naufragios que se sucedieron por lo inadecuadas de ciertas embarcaciones y el sobrepeso. Estas muertes, las primeras de una larga historia, produjeron, al menos, una feliz decisión: la firma de un Memorandum of understanding entre Cuba y Estados Unidos, por el cual se iniciaron los llamados «Vuelos de la libertad». Inaugurados el 1 de diciembre de 1965, duraron ocho años; en los dos aviones que a diario despegaban del aeropuerto de Varadero salieron del país otras 297.318 personas (Clark, 1977: 75).

La prioridad para obtener asiento en estos vuelos era para los parientes de quienes ya vivían en Estados Unidos, aunque las autoridades cubanas no permitieron la salida de presos políticos, de jóvenes en edad militar (entre los quince y los veintiséis años) ni de aquellos profesionales o técnicos que fueran necesarios para la producción económica de la isla. Una condición esencial era que el destino final no fuera Miami ni su entorno, y efectivamente, más de la mitad de estos inmigrantes fundaron sus hogares en diversos estados de la Unión. Mientras esto ocurría permanecían en unas barracas prefabricadas que albergaban a unos cuatrocientos individuos, levantadas junto al aeropuerto internacional miamense; pronto fueron bautizadas la Casa de la libertad. Mientras esperaban la salida para sus destinos recibieron, además de la ayuda oficial, la de firmas comerciales y la de las iglesias.
Las características sociales de los llegados anteriormente comenzaron a cambiar con los nuevos exiliados. Solo un 12 % eran profesionales o administrativos, mientras que un alto 57 % eran oficinistas, empleados múltiples y trabajadores agrarios. Como resultado de las restricciones impuestas por Cuba, las mujeres y los viejos constituían mayoría. La novedad era, sin duda, la importante representación de la comunidad china y de la judía —procedente esta última de países centroeuropeos—, asentadas en Cuba durante largos años. Los primeros, dueños de pequeños negocios (puestos de fruta, restaurantes y lavanderías), los segundos, enfrascados en actividades comerciales de más vuelo. La comunidad negra, sin embargo, seguía con una representación mínima.

A la terminación de estos vuelos, la población cubana del exilio era ya muy heterogénea, con representantes de todas las clases sociales, todas las profesiones y oficios, varios grupos étnicos y religiosos, y aunque seguían primando los de la provincia de la Habana, había nutrida representación de las demás. García (1966: 44) subraya el hecho de que, junto a esta variedad, también existían en el exilio diferencias políticas que cubrían un amplio espectro ideológico.
Los «Vuelos de la libertad» hicieron renacer entre los residentes anglos de Miami un gran malestar; en periódicos y en cartas enviadas a la Casa Blanca volvían a esgrimirse los argumentos de antaño, a los que se añadían ahora el descontento con las ayudas entregadas a los exiliados, superiores a las de los anglos pobres, negros especialmente, ciudadanos de Estados Unidos. No obstante, las autoridades federales, estatales y locales continuaban manteniendo sus programas de cooperación y, además, crearon otros nuevos, entre los que figuraban los de educación bilingüe para integrar a los estudiantes cubanos y cursos de formación para adultos, con los que poder conseguir empleo. De todos, el proyecto estrella fue, sin duda, el llamado «Aprende y supérate», concebido especialmente para mujeres sin familia: clases intensivas de inglés y diversos cursos de formación profesional (costura, manejo de equipos de oficina, secretariado, enfermería, etc.). La asistencia a estos programas era obligatoria; se requería que las participantes estuvieran dispuestas a abandonar Miami, en caso de que no hubiese trabajos disponibles en la ciudad. Muchas de ellas no tuvieron que ausentarse.

2.3. 1980: el éxodo de Mariel
Aunque entre octubre de 1978 y abril de 1980 el gobierno cubano permitió la salida de unos catorce mil presos políticos y sus familiares, fue necesario esperar unos meses más para que la emigración pudiera protagonizar otro capítulo de gran alcance: el episodio de Mariel. La antesala de esta experiencia fue, en marzo de ese mismo año de 1980, la violenta entrada (empotrando sus automóviles contra las verjas) de un grupo de cubanos en la Embajada del Perú en La Habana, solicitando asilo político. Cuando el gobierno permitió su salida, un aluvión de más de diez mil personas entraron en la sede diplomática para solicitar visados. Ante este sonadísimo hecho, las autoridades cubanas informaron de que permitirían la salida a todos los que la desearan. Así nació Mariel.

Pese a que la guardia costera estadounidense realizó 988 operaciones de rescate, que salvaron la vida a miles de pasajeros, 25 de las más frágiles embarcaciones zozobraron en el estrecho. La historia volvía a repetirse: al conocerse la noticia, los cubanos de Miami zarparon hacia el puerto de Mariel en cualquier cosa que pudiera navegar con tal de recoger a su familia, e incluso a desconocidos que estuvieran deseosos de marchar de la isla. Las penalidades y los infortunios de estos viajes, algunos escalofriantes, han sido descritos con pormenor por algunos de sus protagonistas, entre ellos Reinaldo Arenas en su obra Necesidad de libertad.

Cayo Hueso, el primer puerto de llegada a la Florida, improvisó oficinas para inscribir a los recién llegados, someterlos a exámenes médicos, fotografiarlos, tomar sus huellas dactilares y llenar los largos cuestionarios preparados al efecto. Pero pronto estas instalaciones fueron insuficientes y se crearon otras dos, una en el parque Tamiami y otra en las barracas de Opa-Locka. Los centros de procesamiento que proseguían con los trámites trabajaban día y noche, y clasificaban a los inmigrantes en dos grandes grupos: los que se reunirían con sus familiares y aquellos que debían ser reclamados por un patrocinador (individual o institucional). Estos, que tenían que esperar algo más de tiempo, fueron instalados en una gran variedad de lugares disponibles: iglesias, gimnasios, estadios, hoteles... y hasta en tiendas de campaña, levantadas debajo de los puentes de las autopistas.

En poco más de cinco meses habían salido de la isla 124.776 personas (Bowen, 1980), entre las cuales el gobierno insular tuvo cuidado de incluir —sin que Estados Unidos tuviese ningún control sobre ello— un número de indeseables sociales, desde ladrones y asesinos hasta prostitutas, más un grupo menor de enfermos y deficientes mentales y de gentes con algún tipo de invalidez.10 Se comprende que esta circunstancia, estupendamente magnificada por los medios de comunicación estadounidenses e internacionales, terminara con el estatuto de refugiados (a pesar de que muchísimos declararan que salían del país por causas políticas), que se concedía a la mayoría de los cubanos, anulando, a manera de excepción, todas las restricciones aplicadas a las demás nacionalidades: en su defecto, fueron considerados entrants, término novedoso y ambiguo al mismo tiempo, hasta que pudiesen alcanzar un estatus más permanente, si es que acaso podían lograrlo. Se comprende que la opinión pública reaccionara en términos muy negativos y que también fuera desfavorable el recibimiento dado por los inmigrantes cubanos de antes, que veían peligrar la buena imagen que tanto les había costado construir. Algunos confesaban que se sentían más discriminados por sus propios compatriotas que por los «americanos». No puede olvidarse que la impresión de ver a miles de estos cubanos deambulando por las calles sin hogar y sin trabajo era desalentadora, pero mucho más lo fue el hecho de que en ese mismo año de 1980, los latrocinios y los crímenes cometidos por algunos marielitos alcanzaran cotas alarmantes. No eran pocos los que se preguntaban si aquellas gentes, nacidas y criadas bajo otro sistema, serían capaces de adaptarse a un régimen democrático.

Cuando terminaron las investigaciones, estas arrojaron un primer saldo de 1.500 individuos subnormales o con problemas mentales; 1.600 alcohólicos, adictos a drogas, tuberculosos o con trastornos cardiovasculares, y 4 leprosos; pero lo más asombroso de todo era que 26.000 poseían expedientes carcelarios (García, 1996: 64). Todos ellos fueron internados en campamentos especiales, mientras se determinaba si se trataba realmente de criminales. Muchos fueron puestos en libertad, al comprobarse que su estancia en las cárceles cubanas obedecía a motivos políticos o a pequeños delitos, pero 1.769 —un 1,4 % del total— fueron enviados a cárceles federales. Por último, se decidió, sin demasiado éxito, devolver a Cuba a algo menos de mil delincuentes (Hoobler, 1996).
Un 73 % de los que integraban el grupo de los marielitos logró quedarse en la Florida, y de ellos, un 75 % consiguió trabajos y fundó hogares en la zona metropolitana de Miami, llevando una vida completamente normal, que en nada se diferenciaba de la de los llegados con anterioridad. Cuando todo quedó esclarecido, el antiguo exilio extendió su mano.

En ciertos aspectos, este grupo mostraba diferencias importantes: un 70 % eran hombres jóvenes, de una media de treinta años, procedentes de muy diferentes zonas de la isla, entre los que se encontraba una gran proporción —cerca de un 40 %— de negros y mulatos. Sus índices de educación eran ligeramente más altos que los de los cubanos llegados a través de los «Vuelos de la libertad», pero su perfil laboral era paralelo a los de la clase trabajadora de aquellos: obreros manuales, empleados de fábrica, trabajadores profesionales y técnicos.

2.4. La década de 1990: los «balseros»
La emigración permitida tuvo su último capítulo hasta la fecha en 1987. Un acuerdo especial entre Cuba y Estados Unidos, firmado en 1984, posibilitó entonces que otros 20.000 cubanos al año pudieran abandonar la isla y a cambio, el gobierno insular se comprometía a aceptar 2.746 marielitos indeseables. Se dio prioridad a aquellos que reunían los requisitos para recibir asilo, la mayoría de ellos presos políticos y sus familiares. No llegó a salir el número pactado, ya que en mayo de 1985 Cuba suspendió el acuerdo como medida de protesta por la fundación de Radio Martí. Para entonces habían sido repatriados solo 201 marielitos. Entre 1988 y 1993, otros tres o cuatro mil individuos lograron alcanzar la Florida a través de vuelos regulares. El resto de la historia pertenece al trágico capítulo de los «balseros».

Durante estos años, con muy pocas excepciones, el único puente disponible hacia la Florida era el extremadamente frágil y peligroso construido por los balseros: 125.000 personas han logrado sobrevivir al fatídico viaje. Solo en 1994, clímax de esta arriesgada operación, huyeron unos treinta mil individuos entre hombres, mujeres, niños y ancianos, como todos los demás, a través de unas balsas de manufactura casera, algunas de las cuales llegaron a flotar por puro milagro. No todos llegaron directamente a la Florida; un nutrido grupo de ellos fueron llevados a la base norteamericana de Guantánamo, en el oriente de la isla, y allí permanecieron a la espera de que pudiesen ser acomodados en terceros países o de que Cuba permitiera su regreso. Poco tiempo después se instalaban todos en Estados Unidos.

Este último éxodo está integrado por individuos de todas las características sociales, pero predominan los obreros de las ciudades, los jóvenes profesionales y los trabajadores agrarios, la mayor parte de ellos, nacidos tras el triunfo de la revolución. Los balseros llegados después de 1994 tienen estatus de «inmigrantes ilegales», por lo que se enfrentan a la posibilidad de ser devueltos al país de origen, como cualquier otro inmigrante de igual condición.11 Entre tanto se regulariza su situación, permanecen en campamentos de refugiados, bien «protegidos» por cercas de alambres de púas. La situación se ha ido normalizando. Hoy, la inmigración cubana de Miami ha llegado a constituir un núcleo amplio y muy heterogéneo, y si en un principio esta población discrepaba significativamente de la composición social de la de la isla, en la actualidad los paralelos son casi perfectos.
 
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Respuesta  Mensaje 2 de 8 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 24/04/2006 20:43
Si miras en otro debate, " Lo que no dicen los gusanetes "verás que el mensaje 40, a las 15,43 horas ponía este mismo texto, en lo referente a la composición del exilio hasta el año de 1962, ya que me refería a la composición del exilio del cual se formó la brigada 2506.

Pero incluso antes, el 16/ 4 puse un mensaje, titulado
"El español en Miami English only?" que recogía esa web.
En ambos casos puse el link donde se encontraba todo.

Lo que me extraña es que lo uses para "llevar el agua a tu molino".
A mi me preocupaba que lo estimaseis partidista,

Pero bueno, si así es, ya me contarás que interes tengo en ocultar que:

De 1965 a 1973: los «Vuelos de la libertad»

Composición social:
"Sus características sociales eran muy similares a las de los refugiados de la primera ola; ellos también recibieron la simpatía y la colaboración, tanto del gobierno como de instituciones privadas."

Vaivenes de la politica yanqui hacia ellos:

"A pesar del alto porcentaje de individuos que escapaban debido a una frontal discrepancia con el gobierno isleño, a los de este grupo no les fue concedida automáticamente la condición de refugiados, ni recibirían, por lo tanto, los beneficios que tal estatus llevaba aparejados.

La prioridad para obtener asiento en estos vuelos era para los parientes de quienes ya vivían en Estados Unidos...Una condición esencial era que el destino final no fuera Miami ni su entorno,
La comunidad negra, sin embargo, seguía con una representación mínima.


Hasta los yanquis anglos se dieron cuenta del trato de favor:

Los «Vuelos de la libertad» hicieron renacer entre los residentes anglos de Miami un gran malestar...se añadían ahora el descontento con las ayudas entregadas a los exiliados, superiores a las de los anglos pobres, negros especialmente, ciudadanos de Estados Unidos.

Respuesta  Mensaje 3 de 8 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 24/04/2006 22:21
2.3. 1980: el éxodo de Mariel

Ahora dicen que no sabía que había en lo del Mariel:

124.776 personas (Bowen, 1980), entre las cuales el gobierno insular tuvo cuidado de incluir —sin que Estados Unidos tuviese ningún control sobre ello— un número de indeseables sociales, desde ladrones y asesinos hasta prostitutas, más un grupo menor de enfermos y deficientes mentales y de gentes con algún tipo de invalidez.


Esto habla de la "solidaridad" entre cubanos , en teoría, de la misma ideología politica:

Se comprende que la opinión pública reaccionara en términos muy negativos y que también fuera desfavorable el recibimiento dado por los inmigrantes cubanos de antes, que veían peligrar la buena imagen que tanto les había costado construir
"los latrocinios y los crímenes cometidos por algunos marielitos alcanzaran cotas alarmantes. "
"1.500 individuos subnormales o con problemas mentales; 1.600 alcohólicos, adictos a drogas, tuberculosos o con trastornos cardiovasculares, y 4 leprosos; pero lo más asombroso de todo era que 26.000 poseían expedientes carcelarios "


La década de 1990: los «balseros»

Un hecho poco conocido:
el gobierno insular se comprometía a aceptar 2.746 marielitos indeseables.

Algo dificil de creer y que no ha sucedido:
Los balseros llegados después de 1994 tienen estatus de «inmigrantes ilegales», por lo que se enfrentan a la posibilidad de ser devueltos al país de origen,


Mira esto es lo que yo querái dejar claro, que los de la brigada 2506 no eran representantes de la sociedad cubana, sino de la parte más favorecida por la epoca anterior: blancos, de La Habana, con estudios universatarios, negocios, tierras, etc.

"y si en un principio esta población discrepaba significativamente de la composición social de la de la isla,"

Respuesta  Mensaje 4 de 8 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 24/04/2006 22:21
Y para mayor abundamiento de datos, esta es la reseña que del libro de García, de donde salen esos datos, se hizo en su día

García, María Cristina. Havana USA. Cuban Exiles and Cuban Americans in South Florida, 1959-1994. Berkeley, Los Angeles, London: University of California Press, 1996, 290 pp.
Desde 1959 hasta la fecha periodistas, escritores y académicos han gastado ríos de tinta para explicar la revolución cubana y sus derivaciones políticas, económicas, sociales, militares, deportivas, culturales, diplomáticas, etc. El mismo término Revolución/revolución, escrito por unos en mayúscula y por otros en minúscula, sirve incluso para anunciar la posición política de los autores con respecto a los cambios ocurridos en Cuba en los últimos cuarenta años. Un ejemplo de ese infatigable interés por tales temas es The South Atlantic Quaterly (96:1 Winter). La revista optó por dedicarle a la isla todo el número ("Bridging Enigma: Cubans on Cuba). En la "Introducción" el ensayista Ambrosio Fornet se refiere a Fidel Castro de la siguiente manera: "El 'Castro' de sus detractores se parece poco al 'Fidel' de sus simpatizantes" (9) [mi traducción]. El libro de María Cristina García está consagrado a un aspecto de dicha revolución donde los protagonistas son, exactamente, los "detractores" que residen en los Estados Unidos. En Cuba Castro los ha llamado, sucesivamente, "gusanos," "escorias," y "comunidad cubana en el exterior." Sin pretenderlo, el título contiene uno de los lados de esa marcada polaridad que ya es habitual, y quizás inevitable, en los estudios sobre asuntos cubanos desde hace cuatro decenios. El sub-título bien podría ser "A Cuban American on Cubans in USA" porque García vive en este país desde su niñez y ahora es Profesora Asociada de Historia en la Universidad Texas A&M. Ella no utiliza ningún guión para enfatizar el binomio Havana USA, probablemente porque en ese marco referencial la ciudad de Miami es parte inseparable del imaginario y de la realidad política de La Habana insular y de la "Havana" peninsular, traumas mediante.
Los temas que interesan a García son varios: la vida cultural, política, económica e intelectual de dicha comunidad (4). Havana USA está dividido en dos partes. La primera ("The Emigration") abarca el período de 1959 a 1973 y el éxodo a través del puerto El Mariel (1980). La segunda ("The Emigrés") se dedica a analizar tres aspectos: "Defining an Identity in the United States"; "The Evolution of Cuban Exile Politics" ; "Cuban Writers and Scholars in Exile" y una "Conclusion." Un punto clave en Havana USA es la aclaración que hace García en cuanto al alcance de la obra con respecto del tema de la revolución que, anoto, ella escribe en minúscula. Dice que hay muchos libros publicados al respecto y estos aparecen citados en la bibliografía. En segundo lugar afirma que no está interesada ni en juzgarla ni tampoco se siente inclinada a evaluar si la decisión tomada por los refugiados de abandonar el país estuvo o no justificada (7). De hecho, eso es lo que hace a lo largo de todo el libro.
García presenta la historia del exilio cubano durante un cuarto de siglo que fue verdaderamente intenso para los dos países. La experiencia de los cubanos radicados en EEUU ha sido y sigue siendo dramática, conflictiva y creadora. Gracias al libro podemos comprobar que la comunidad de cubanos representa lo mejor que una minoría puede lograr en territorio norteamericano bajo los principios socio-económicos y jurídicos de la llamada "gran sociedad" capitalista: avance educacional y económico a través de programas como la acción afirmativa, la igualdad para los empleos, acceso a instituciones financieras, movilidad social, participación y ascenso en varios niveles políticos, desarrollo cultural, transculturación (pioneros de la educación bilingüe, por ejemplo). Por otro lado, García nos enseña cómo desde ópticas tan encontradas como las del Ku Klux Klan (66), la de algunos líderes (el Gobernador de Colorado, Richard Lamm, 66; o el Senador por Alabama, Donald Stewart, 66), e incluso la de ciertos sectores de la intelectualidad progresista (193), la comunidad cubana ejemplifica cuanto estereotipo demonizador y perverso puede emplearse contra refugiados que no son ni europeos ni víctimas de totalitarismos de derecha.
Claro que no todo ha sido color de rosa entre cubanos exiliados y esto es lo que más han explotado sus adversarios. El terrorismo y la intolerancia de determinados sectores están ventilados aquí con nombres y apellidos (140-42). Sin embargo, García aporta algunos datos muy útiles e interesantes para persuadir a los lectores en contra de la validez de la leyenda negra que envuelve a los "anti-castristas." A comienzos de los años noventa, el sur de la Florida se había convertido en sede de la comunidad latina más próspera de la nación. Las mujeres tienen una alta participación en las empresas, al punto de que constituyen el grupo laboral más grande de su tipo en todo el país (109). Desde 1963 el sistema público de educación en el Condado de Dade comenzó a dar los primeros pasos para la implantación de la educación bilingüe (89). A propósito de la imagen de derechistas y ultra-conservadores que pesa sobre los cubanos exiliados hay una información discrepante que García utiliza para cuestionar esa percepción. El Latino National Political Survey llevado a cabo por la Universidad Temple ofrece este resultado: el 45.5 por ciento de los encuestados se definen a sí mismos como "moderados." Quienes favorecen la aplicación de una línea dura contra el régimen de Castro son, a menudo, liberales en temas domésticos (122). En este sentido, el cubano-americano Bob Menéndez, congresista demócrata por New Jersey, es una buena prueba al canto. Apoya el embargo contra el gobierno de Castro y es uno de los redactores de la Ley Helms-Burton. No obstante, combate las legislaciones hechas contra los inmigrantes, y por supuesto no secundó el documento "Contrato con América" propuesto por los dirigentes republicanos.
Para valorar la dimensión de este exilio nada mejor que reproducir una cifra dada en el Capítulo I: "desde el primero de enero de 1959 hasta el 22 de octubre de 1962, aproximadamente 248,070 cubanos emigraron a los Estados Unidos" (13) [mi traducción]. Cuba tenía entonces una población no muy superior a los seis millones de habitantes. Después de leer aquel dato, la pregunta más inmediata que podría venir a la mente es sencilla: "¿Tuvo el general Fulgencio Batista y Zaldívar tantos seguidores entre 1952 y 1959?" Mi propia respuesta es corta y tajante: "¡Nunca!" Entonces, ¿cómo explicarles a los lectores una cantidad tan rotunda de "detractores"? Sencillamente decir, como hace García, que las medidas tomadas por el nuevo estado afectaron inicialmente a los batistianos. A partir de entonces y hasta el presente, la marcha del "proceso revolucionario" ha tocado a muchísimos de los anti-batistianos y pro-fidelistas de las horas iniciales, de las intermedias y de las más recientes. Una de las conclusiones que puede sacarse de las sucesivas emigraciones de cubanos hacia los EEUU consiste en admitir que las continuas diferencias entre Castro y las autoridades estadounidenses -viceversa también--, han dado lugar a que el comandante pueda prescindir de una amplia oposición interna, porque la ha exportado. Al mismo tiempo, los políticos de la Unión han sido capaces de usar el potencial político de los refugiados provenientes de Cuba -con anuencia de estos y por iniciativa de ellos mismos-- con fines nacionales (elecciones locales, estatales y federales) y extra-territoriales (contra-insurgencia en Latinoamérica, Africa y Viet Nam).
García analiza, asimismo, la composición social y racial de los exiliados, además de las modificaciones ocurridas dentro de estas categorías en el plazo de los veinticinco años que cubre su indagación. En relación con los grupos raciales y económicos, fueron los "blancos" industriales, negociantes y profesionales quienes encabezaron la tendencia emigratoria.
Como se ve, el tema revolución se hace ineludible en cualquier estudio sobre los cubanos exiliados, por la sencilla razón de que se trata de emigrados provenientes de un país cuyas políticas interna y externa se ubican en las antípodas de los diseños trazados por administraciones que arrancan en Dwight Eisenhower y llegan a la actual de Bill Clinton. A través de los cubanos de la Florida, la historia narrada por García se integra a dos espacios ideológicos: los Estados Unidos y, por supuesto, La Habana que es insular.
Rafael E. Saumell/Sam Houston State University, Texas

Respuesta  Mensaje 5 de 8 en el tema 
De: maribea05 Enviado: 25/04/2006 05:59
Unas preguntas tontas:
¿en qué grupo pongo a mi tío, recién fallecido, guagüero de la ruta 43, que se fue en 1961? Me da la impresión que no cabe en el de los ricos blancos adinerados latifundistas ni lumpen...
Se pasó dos años, sin saber inglés y chapeando solares. Evidentemente no fue educado en Cuba en ningún colegio de "burgueses".

Y a mi tía, su esposa, galleguita criada en Cuba con el sudor de la frente de la madre y el padre, haciendo croquetas y pagando con esfuerzo propio el uso de una instalación de cafetería en el hospital Clínico Quirúrgico,  que tampoco sabía ni papa de inglés y tuvo que dedicarse a lavar y cuidar ancianos norteamericanos por algunos años?

¿O mi otra tía, que "se dedicó" (debe ser porque era rica y se aburría) a trabajar en hoteles de poca monta en "los miami" tendiendo camas...?

¿Dónde pongo a Suso, el carnicero gallego, y su familia?
El y su mujer, ambos de una aldeíta de Galicia, sabían contar muy bien pero no sé por qué me parece que su nivel de escolaridad era bastante bajo. Y que de ricos no tenían nada. Ni que decir de sus hijas, que salieron adolescentes. Pasaron más trabajo que un forro 'e catre durante algunos años, en la España de Franco...

¿Adónde coloco al Nene, limpiabotas de la esquina de mi casa, Escobar y Neptuno, que se fue bien al inicio...? ¿Entre los dueños de grandes compañías?

¿Y a mi amigo, de extracción campesina, del ejército rebelde, que fue en la aventura de Girón o Bahía de Cochinos, pero que iba con el grupo que se iba a apear en Oriente, y del que no se habla? ¿Latifundista? ¿Porque durmió en tierra cuando niño, no?

¿Y la vecinita Aimé, hija de un matrimonio de empleados de la teléfonica, empleados, NO ejecutivos? Esa estudiaba primaria conmigo, NO estuvo en colegios privados de ricos blancos adinerados bla bla bla

¿Y dónde ponemos a muchos miles, muchos miles, que ni eran blancos puros, ni ricos adinerados, ni latifundistas, muchos de ellos ni siquiera profesionales, que arrambalaron en los primeros cinco años?

¿Y qué hacemos hasta con los mismos profesionales que se fueron, muchos de ellos sin saber hablar inglés porque en Cuba NO se necesitaba hablar inglés para ejercer carreras estudiadas, muchas de ellas quemándose las pestañas por las madrugadas en la Universidad de La Habana sin que ningún papaíto rico (como en el caso de Fidel Castro que lamentablemente no se fue), le pudiera pagar la carrera o las carreras, para hacer carrera (en este caso son válidas todas las redundancias) politiquera y gangueril dentro de la Universidad?

¿Por qué las mentiras?
HAY MUCHA VERDAD EN LO QUE DIGO.
El que la rebata, sí que es un mentiroso con todas las de la ley. No porque yo lo diga, sino porque real y efectivamente, falsea o tapa los hechos.

Vamos a ver, ¿por casualidad los papás de EMEFELIX eran latifundistas, ricos blanquitos millonarios, cuando se fueron de Cuba al inicio mismo del proceso? Bué, no sé para qué me meto en camisa de once varas, a lo mejor sí ;-)

Mejor "nos callamos algunos", si queda algo de vergüenza por salvar!!!
Puaff, como diría Mafalda.

Respuesta  Mensaje 6 de 8 en el tema 
De: maribea05 Enviado: 25/04/2006 11:59
Esto anterior, sin contar con que, como dice Mambí, ¿dónde dejamos a la emigración de los últimos cuarenta años?

Es más, son tan pero tan brutos los defensores del castrismo en ese sentido (para no abundar ahora en todos los otros porque son muchos), que no se dan cuenta que cada vez que digan "mafia" al exilio de Miami, están refiriéndose ya, por purita razón generacional, a los criaditos en esa cosa absurda que se dice llamar revolución y que hace mucho que necesita eso mismo, una revolución.

Igualito que cuando comenzaron a catalogar de delincuentes, indeseables, etc., a los jóvenes salidos por el Mariel. Puro numerito, 1980, gente de veinte a veinticinco años... ¿criados por qué y por quién? ¿Por lo más puro de la revolución?

Lo que más pudiera molestarme (y ya no, la verdad) es la propensión a creer que el resto de los mortales somos estúpidos, no sabemos pensar y no sabemos contar. Yo soy brutita con los números, pero no, no tanto.

Respuesta  Mensaje 7 de 8 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 25/04/2006 17:59
¿en qué grupo pongo a mi tío, recién fallecido, guagüero de la ruta 43, que se fue en 1961?
Evidentemente en el de los de formación universataria no, Maribea, lee bien, y verás como en el estudio ( hecho en USA) encuentras un huequecito, para el, tu tía, el limpiabotas ( ¿ le intervinieron el negocio? ), el carnicero gallego, tu otra tía de cuya actividad en Cuba no dices, y al guajiro belicoso, a tu vecinita la telefonista, y...... esto parece unh anuncio de CocaCola.
Leete bien los porcentajes Maribea, no hablan del 100% , hablan de una manifiesta discordancia entre la composición de la clase social cubana que se que quedó y la que se fue.
No obstante si crees que no han sido contsdos esos amigos y parientes tuyos te vas a la Universdidad yanqui donde una tal García hizo ese estudio y se lo cuentas.

Respuesta  Mensaje 8 de 8 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 25/04/2006 17:59
Recuerda, ¡oh Maribea! que el asunto iba de la composición de la emigración a Miami de la primera etapa, para explicar lo "representativos" que eran d ela sociedad cubana esoso que se cambiaron por compotas.
Si quieres hablar del resto, es otra cosa.
Paero ya puestos, con lo de Mariel pasaría lo mismo que ahora.
Dijeron Uds. que en las carceles estaban llenas de presos politicos, en Cuba se decía que no, pero, ya que el yanqui ( Uds. eran meras comparsas) insistió les regalamos los delincuentes, que dado a donde fueron a parar, el hogar de la Mafia ( la de verdad no la de Miami) se encontraron en su ambiente muy pronto, algunos se pasaron y los tuvimos que volver a aceptar.
¡Hay que ser muy atrevido para vivir en el pais de la maffia  y hablar de formación de la juventud!


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