UN ASESINO MENOS QUIEN SERA EL PROXIMO.
Fallece a los 84 años el doctor Eduardo B. Ordaz
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
EL DOCTOR Eduardo Bernabé Ordaz fue sepultado en el Cementerio de Colón en La Habana.
El doctor Eduardo Bernabé Ordaz Ducungé, quien dirigió por cuatro décadas la más importante institución psiquiátrica cubana, fue sepultado ayer con honores militares y disparos de salva en el Cementerio de Colón de La Habana, sin que faltara la ofrenda floral del gobernante Fidel Castro.
Ordaz falleció el domingo a los 84 años, víctima de una insuficiencia renal crónica que lo había alejado de sus responsabilidades médicas y gubernamentales en los últimos dos años.
La exaltación del legado de Ordaz en Cuba tuvo, sin embargo, la contrapartida crítica de la comunidad exiliada de Miami, donde su contribución médica es calificada como un ejercicio servil al régimen castrista y su policía política.
Con Ordaz desaparece una figura emblemática de la generación revolucionaria que llegó al poder en 1959.
Para sus apologistas dentro y fuera de Cuba, fue el hombre que transformó el Hospital Psiquiátrico de La Habana en una institución modelo a nivel internacional; para sus detractores, una suerte de Joseph Menguele cubano, culpable por emplear la psiquiatría como un recurso de represión.
Graduado de Medicina en la Universidad de La Habana en 1951, Ordaz se incorporó un año después a los grupos revolucionarios de acción y sabotaje que desafiaron el golpe militar de Fulgencio Batista. Participó en actividades clandestinas y fungió como médico del Ejército Rebelde hasta 1959, cuando fue ascendido al grado de comandante y poco después designado al frente de Mazorra.
''Quedará en la historia como un individuo que no tuvo el valor suficiente para tener una conducta ética en sus funciones médicas'', señaló anoche el doctor Armando Lago, coautor del libro La política de la Psiquiatría en la Cuba revolucionaria (1991). ``Empañó su reputación permitiéndole a la Seguridad del Estado el control de pabellones de castigo''.
Fueron justamente las denuncias de ese libro, publicado en inglés en Estados Unidos, las que por primera vez describieron las instalaciones y el personal médico de Mazorra como instrumentos impunes de tortura y humillación contra los opositores políticos del régimen.
El gobierno cubano negó rotundamente esas acusaciones, calificándolas de propaganda difamatoria del sistema de salud en la isla.
Pero Lago asevera que el impacto de su investigación influyó en los círculos científicos e intelectuales de todo el mundo, impidiendo incluso que tuvieran éxito las reiteradas candidaturas en favor de Ordaz al Premio Nobel de Medicina y de la Paz.
El poeta exiliado Esteban Luis Cárdenas, quien fue llevado en 1970 al Pabellón Castellanos de Mazorra, recuerda: ``allí ví los horrores que no cabían en mi imaginación''.
''Mazorra era un pequeño infierno'', rememoró Cárdenas, quien fue considerado entonces con trastornos mentales por su negativa a incorporarse al servicio militar.
La controversia sobre Mazorra resurgió en Miami en el 2002, durante el juicio contra el enfermero Eriberto Mederos, acusado de aplicar electroshocks a prisioneros políticos de modo indiscriminado. Pero el psicólogo Eddy Suárez, quien laboró como asistente en Mazorra entre 1972-1980, manifiesta otra visión del médico fallecido.
'Es obvio que era un hombre del gobierno, pero tuvo la sensibilidad para acoger y darle trabajo en el hospital a mucha gente que había sido `tronada' en otros lugares por motivos religiosos e ideológicos'', expresó Suárez, que emigró en el éxodo del Mariel.
Ordaz recibió en 1997 la medalla de la Organización Panamericana de Salud (OPS). Fue fundador del Partido Comunista de Cuba y diputado al parlamento cubano entre 1976 y el 2003.