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General: Pobres del mundo, uníos!
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De: jususverbo7  (Missatge original) Enviat: 11/07/2006 07:15

Pobres del mundo, uníos!

Elaine Tavares

ALAI-AMLATINA 13/09/2005, Florianópolis.- El filósofo argentino
Enrique Dussel ya enseñó que sólo hay un presupuesto ético
universal: la vida del pobre. Él dice que éste debe ser el parámetro
para „surear‰ (orientar hacia el sur) cualquiera de nuestras
acciones. El pobre, el caído, el oprimido, el masacrado, el
excluido de la vida digna. Para Dussel, la víctima es real, y
necesita del gesto ético. Eso vale tanto para quien vive en
Florianópolis cuanto para los que viven en Malasia o Siberia. El
pobre, dice Dussel, está perdido y sólo en el dolor. Necesita que
las manos se extiendan y lo amparen, no como un gesto para
aliviar la conciencia burguesa, sino como un compromiso real,
verdadero.

El grito ético de Dussel parafrasea otro, del siglo XIX, cuando Marx
y Engels proclamaron, en los albores del capitalismo:
„trabajadores del mundo uníos‰. Hoy, en el 2005, el grito que se
hace necesario es: „pobres de todo el mundo uníos‰. Y cualquiera
que vea televisión sabe el motivo. La tragedia en Nueva Orleáns
desveló al mundo cuánto los ricos y poderosos están incómodos
con los pobres. Ningún discurso puede ser más contundente
como la acción que fue practicada en aquella ciudad de mayoría
negra. Amenazada por el huracán, el gobierno estadounidense
lanzó el aviso de alerta para sus iguales: los blancos y ricos.
„Sálvese quién pueda‰, decían los mensajes oficiales. Quién tuvo
coche y dinero para salir de la ciudad, se fue. Los pobres, los
desvalidos, los desheredados, sin dinero y sin ticket de avión,
tuvieron que quedarse. Y allí estuvieron abandonados a las aguas,
a la enfermedad, a la muerte. Los que sobrevivieron, ahora son
vistos como un „obstáculo problemático‰ en la vida feliz de Texas.

Los pobres de Estados Unidos vieron y sintieron en la piel el dolor
de ser dejados a su suerte, cosa que los soldados
estadounidenses hacen todos los días en las regiones del mundo
que ocupan con sus armas y botas. Así son dejados los pobres
de Afganistán, de Irak, de Colombia, de Granada, de Palestina, de
Paraguay y de tantos otros países. Los ricos cogen sus familias,
sus perros, sus joyas, y, protegidos, se mandan a cambiar, Los
pobres se quedan inermes ante la tragedia. Es así en cualquier
lugar. Ora donde los estadounidenses invaden con tropas y
bombas, ora donde invaden con políticas económicas
depredadoras y acuerdos comerciales espurios. El país de Bush
es un Midas al revés: todo lo que toca lo convierte en dolor.

En África, todos los días son días de huracán. Allí se propaga la
enfermedad, el hambre, el dolor, la miseria humana. El gran
continente, ocupado, dividido y devastado por el poder europeo,
hasta hoy no se ha levantado. Allá, millones de pobres viven la
desesperación del abandono, muriendo como moscas sin que
ningún helicóptero salvador asome en el horizonte. Y, cuando
viene es para traer más desgracias. La „gran esperanza blanca‰ -
siempre humanitaria en las películas de Hollywood ˆ es, en verdad
depredadora y salvaje. En África, los poderosos matan a los
pobres en nombre de los diamantes, minerales y el marfil. La vida
del pobre vale nada. La vida vive de terca

Y así es en todo el planeta. Basta pasar por una librería
cualquiera y tomar el libro del fotógrafo Sebastián Salgado llamado
Êxodus. En él está expuesta, a través de crudas imágenes
congeladas, la vida del pobre, del migrante, del que necesita andar
por el mundo buscando un pedazo de pan. Del que está
abandonado, perdido, asustado, casi perdido de su humanidad.

Pero ni aún frente a tanto dolor, el mundo burgués se compadece.
En Europa, niñas queman edificios donde viven negros africanos
escapados del hambre. En París, queman a los argelinos que
buscan un lugar para vivir en paz. Queman indios en Brasilia, por
pura broma con un „desigual‰. La vida del pobre es nada. Aquí, en
la India, en Senegal, en Alaska.

Entonces, nuestro desafío se encuentra allí: estar con el caído,
caminar con él, promover la vida de quien está perdido. No por
compasión. El pobre no necesita de la pena de nadie. Lo que los
pobres necesitan es del compromiso y de la visión. Compromiso
de quien - aunque pobre- aún tiene lo básico para vivir, y visión
para sí mismo. En el otro ˆ hermano- puede encontrar un abrazo
de amparo y posibilidad de emerger. Pero, lo más importante es
la visión. Poder ver que, unidos, son mayoría y pueden vencer
cualquier dolor. Y, así, juntos, podremos construir el mundo
socialista, aquel en que todos tengan derecho a la vida digna, con
riquezas repartidas y felicidad. Ese es nuestro compromiso ético.
¡Así será!



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