COMO SE COMPRA UN PERIODISTA

¿Existe libertad de expresión en Miami? -¡Por supuesto que sí!. Pero el problema estriba en que unos tienen más libertad de expresión que otros. Mientras unos tienen la posibilidad de expresarse por tiempo muy limitado a través de una pequeña emisora de mil vatios de potencia, otros se expresan a través de varias emisoras con decenas de miles de vatios, las veinticuatro horas del día; y a través de numerosos programas en varias cadenas de televisión y, además, por si fuera poco, en varios periódicos, revistas y espacios cibernéticos. En otras palabras, unos tienen “libertad de expresión” para hacer llegar noticias y opiniones a un reducido grupo de oyentes, mientras que la “libertad de expresión” de otros puede alcanzar, a toda hora y por distintas vías, a cientos de miles de personas.

¿A qué se debe esta enorme diferencia? –La razón principal es que los medios  pertenecen por lo general a corporaciones y constituyen un mercado accesible solamente a los que pueden disponer de grandes capitales. Por tanto, si el mercado de la opinión y las noticias tiene dueños, los periodistas asalariados tendrán los grados de libertad que el propietario del medio les conceda.

En el caso específico de Miami la situación empeora porque, además de las limitaciones que impone el sistema, el periodista está sometido a las fuertes presiones de un segmento poderoso de la ultraderecha acostumbrado a imponer en forma maniqueísta sus criterios.  Por ejemplo, todo periodista, verdadero o fabricado, que llega de Cuba –y ésto es válido también para otros profesionales- si quiere trabajar en el ghetto tiene que recitar, no una vez sino en cada jornada, la letanía anticastrista. ¿No es ésta una forma de venta prostituida y no al mejor sino al único postor?.

En la antigua Cuba, la del panegírico y la crónica social, para algunos periodistas y artistas era hasta un orgullo el estar en la nómina de Palacio. Uno de ellos –que anda todavía por Miami- se hizo famoso porque, desde su espacio televisivo, le reclamó a Batista por no haberle enviado el cheque del mes. Y por pagados, muchos no tuvieron más remedio que asistir al homenaje de desagravio al tirano después del asalto al Palacio Presidencial. Hay fotos de aquel repugnante evento en que aparecen conocidas figuras de los medios informativos del ghetto.

Otra forma de vender la conciencia, aunque se considera aquí muy honorable y natural, es la recomendación de productos comerciales. No es raro que un distinguido periodista, después de un sesudo comentario, nos diga que ha probado tal o cual producto y que ha comprobado que es la octava maravilla del mundo. No me refiero, desde luego, a los anuncios comerciales que financian los programas sino al generalmente falso y siempre pagado testimonio personal acerca de la supuesta calidad de un producto o de un servicio.

Pero el grueso del dinero es el que proviene de los fondos públicos de Estados Unidos y se distribuye generosamente entre las diversas organizaciones del exilio atendiendo al nivel de cipayismo y con la intención de promover la agitación en Cuba. Con este propósito, la administración Bush presupuestó, en el año 2005, más de cincuenta millones de dólares, de los cuales apenas algunas migajas llegaron a los opositores en la Isla. Estos fondos nutren las nóminas de Radio y Televisión Martí y de otros numerosos medios de información, incluyendo el Internet. ¡Sería interesantísimo conocer en detalle como se distribuye este dinero!. Tal vez sabríamos entonces de donde surgen los ímpetus guerreros y si tienen ciertamente las manos limpias, algunos conductores de programas de radio y televisión.

Claro que, ya no estamos en los tiempos en que ciertos periodistas vendían sus servicios por un cheque. Los procedimientos actuales son mucho más sutiles. Alguien pudiera preguntarse, por ejemplo, de qué sirven los numerosos millones de dólares que se siguen asignando cada año a una televisión que en Cuba no se ve. La respuesta es que, aparte de sostener una bien pagada burocracia, esos millones permiten la promoción de espacios contra Cuba en otras empresas de televisión. ¿Cómo? –Mediante la compra de programas a dichas empresas, siempre que en ellos se ataque al gobierno cubano. De este modo, el periodista  puede vender sus servicios a los dueños del ghetto de manera legal.

En agosto de l997, cuando se producían acciones terroristas contra instalaciones del turismo en  Cuba, Luis Posada Carriles, desde El Salvador, envió un fax a sus socios más cercanos, una copia del cual fue obtenida por el New York Times y publicada en su edición del 12 de Julio de 1998. En el fax, Posada Carriles se quejaba de la poca respuesta de los medios informativos ante el estallido de bombas en La Habana. Al final, el Decano de los terroristas afirmaba: “¡Si no hay publicidad, no hay pago!”. Sí. amable oyente, escuchó usted bien: “¡Si no hay publicidad, no hay pago!”. Así que no lo olviden los plumíferos de Miami. Si no existe la noticia hay que inventarla, y si no logran que rebote, al menos en el Herald, ¡olvídense del cash!.