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General: Libertad económica y transparencia
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De: SadCHARLOTE  (Mensaje original) Enviado: 11/08/2006 18:55

Libertad económica y transparencia

Raúl Soroa

LA HABANA, Cuba – Agosto (www.cubanet.org) - La miseria provocada por el Período Especial permitió a los cubanos liberarse de la tiranía del automóvil y de la electricidad. La falta de petróleo nos trajo apagones y coches tirados por caballos.

La familia volvió a reunirse a la luz de las velas o de las lámparas de keroseno, sin refrigeradores, regresando a la sencillez de la vida natural de los siglos anteriores al capitalismo industrial.

El desastre fue tal que las bicicletas, antes sólo objeto de uso de niños y adolescentes en los parques y plazas, se convirtió en el principal medio de transporte. Calles desiertas, hambre, escasez total fue el resultado del fracaso de un proyecto, fracaso agravado por la caída del Socialismo en Europa del Este, principal sostén del régimen de La Habana.

Para enfrentar la situación creada en los 90, al desaparecer el enorme subsidio soviético, el gobierno revolucionario se vio obligado por las circunstancias a tomar una serie de medidas de carácter económico que permitieran cierta libertad, con la autorización del trabajo por cuenta propia a nivel familiar y en sólo algunos renglones no vitales de la economía.

Cuba desde la Ofensiva Revolucionaria de 1968 había cerrado cualquier resquicio de libertad económica, el Estado controlaba totalmente la producción y los servicios, así como al transporte, almacenamiento y consumo.

La crisis de los 90 sólo podía enfrentarse con cambios radicales en la economía y la política. Algunos reformistas estuvieron de acuerdo con esos cambios, pero la mano férrea del supremo gobernante impidió cualquier desvío radical del proyecto comunista caribeño. Se tomaron sólo algunas medidas cosméticas que permitieron desacelerar el colapso del sistema.

Se autorizó la creación de empresas mixtas con capital extranjero. El país se abrió al turismo internacional, se permitió la administración de algunos hoteles y empresas por parte de administrativos de firmas foráneas. Se dolarizó la economía, los familiares de cubanos radicados en el exterior pudieron brindar ayuda monetaria a sus parientes en la isla a través del envío de remesas familiares.

Muchos cubanos tuvieron la esperanza de que las cosas fueran, al fin, a cambiar. Se abrieron los restaurantes paladares, reaparecieron los taxistas particulares, los plomeros y albañiles, los artesanos y los muy necesarios mercados campesinos. Se rumoraba que seguirían las transformaciones, que se iba a autorizar la existencia de cooperativas gastronómicas, que se eliminaría el monopolio estatal de los servicios.

El cubano respiró aliviado. Por fin una hendija, una estrecha hendidura desde donde darle salida a tanta creatividad cautiva, donde poner en funcionamiento tanta capacidad e inteligencia acumulada. Pero el respiro fue corto, en cuanto el régimen logró los niveles de supervivencia mínimos, comenzó a cerrar la brecha.

La aparición en la escena internacional de un personaje como el presidente de Venezuela Hugo Chávez, un populista amigo incondicional de Fidel Castro dispuesto a llevar adelante una revolución anti-capitalista en su país, que tiene además en sus manos una de las más grandes reservas de petróleo del mundo, y dispuesto a brindar todo su apoyo y sus petrodólares al régimen castrista, más las pretensiones chinas de introducirse en el mercado latinoamericano a través de Cuba, dieron a Fidel Castro la posibilidad de retrotraerse a sus condiciones anteriores.

China ofreció créditos blandos al régimen que le permiten subsistir, y Venezuela puso a disposición de Castro todo su petróleo y demás riquezas. En esas condiciones, Castro no tuvo problemas para poner fin a todas aquellas medidas que las circunstancias le obligaron a tomar.

El régimen de La Habana, una mezcla letal de estalinismo, maoísmo, populismo sublimado por las ideas de Castro, es enemigo de la libertad económica y política, la existencia de cualquier forma de propiedad privada se contradice con la esencia del sistema.

Hoy se cierran una tras otra las paladares, desaparecen los taxis particulares. Bajo la presión constante del régimen, todo vuelve a ser como antes.

Cuba se hunde en la pobreza, la violencia y la frustración. Los pocos recursos con que realmente cuenta el país son aventados en proyectos ilusorios o en el financiamiento de la subversión en Latinoamérica o en la “siembra socialista” de Hugo Chávez.

La industria azucarera cubana, otrora motor impulsor de la economía cubana, languidece en medio de sus centrales desmantelados, tierras infértiles, bateyes abandonados. La producción, que llegó a alcanzar los ocho millones de toneladas, hoy no sobrepasa el millón y medio. Sus técnicos, ingenieros y obreros calificados, apartados de una industria en la que se formaron sus tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, esperan a que lleguen tiempos mejores.

La formación de la riqueza de un país es obra del individuo que se mueve dentro de su proceso, dirigido por la libertad económica. La iniciativa privada genera la riqueza de una nación. En todos aquellos países donde el Estado impone una férrea planificación y control de la economía, la riqueza no crece o queda en manos de la élite partidista en el poder.

Sin democracia no hay crecimiento económico sostenible. Si los creadores de la riqueza no son libres, no puede haber desarrollo económico sostenible para todos. En Cuba domina un sistema totalitario, la democracia es un chiste en boca de los personeros del gobierno, y el país se hunde en la inopia. El cubano no es un hombre libre ni política ni económicamente. El régimen le domina mediante el control absoluto de su supervivencia. La precariedad de su existencia es el arma fundamental del totalitarismo.


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