—¡A ver! ¡Hasta en la ortografía se expresa la democracia! En la mañana del sábado 24 el Concejo Municipal de Caracas en sesión solemne lo declara Huésped de Honor. Fidel agradece la distinción. En el salón un óleo llama su atención. Recoge el momento en que los próceres venezolanos firman el acta de independencia. —Imaginen aquel 5 de julio de 1811, subraya, aquellos héroes se sintieron felices ese día, porque creyeron haber conquistado la libertad definitiva del pueblo. Y, sin embargo, cuánto ha tenido que luchar Venezuela después de esa fecha. ¡Es que la historia de América se ha escrito con dolor, con sudor, con lágrimas, con sangre! En la estancia espera la comisión congresional compuesta por Jóvito Villalba, Gonzalo Barrios, Miguel Ángel Landáez y César Rondón Lovera, que lo acompañara hasta el Parlamento. En horas del mediodía, exactamente a las doce, comienza la reunión conjunta del Congreso para rendirle homenaje al ilustre visitante. Entre los diputados aplaude con euforia el poeta Gonzalo García Bustillos que cuarenta años más tarde será el embajador de Venezuela en Cuba. Rafael Caldera, presidente de la Cámara declara abierta la sesión y le concede la palabra a Domingo Alberto Rangel, de Acción Democrática, quien habla en nombre de los congresistas. —Estamos recibiendo a un hijo de Venezuela, afirma, porque Fidel Castro tiene carta de naturaleza en nuestro país. Venezuela madre de libertadores, debe premiar como hijo suyo a quien ha sabido liberar de la opresión y el terror a un país hermano. Resalta el orador: —La figura que ahora nos visita y quiero decirlo sin incurrir en el pecado de sacrilegio, tiene rasgos que lo semejan de manera notoria, con aquel joven Simón Bolívar. Y precisa. —Castro es hoy un héroe, quizás el único héroe que ha producido América Latina desde que terminó la gesta de los Libertadores. Le toca responderle a Fidel. Se pone de pie. El público que ha colmado las tribunas le pide que descienda del presidium. Solicita permiso para complacerlos y se dirige al puesto dejado vacante por Rangel. Es su cuarto discurso en las últimas veinticuatro horas. Desde lo alto de "la barra" alguien exclama: "Aquí no ha habido una verdadera revolución". Fidel levanta la vista como buscando al que ha gritado. No se inmuta. Lentamente comienza su intervención: —Pero puede haberla. No toda revolución tiene que ser violenta. Aquí en Venezuela, ahora que el gobierno constitucional comienza sus funciones y las leyes se discuten en este Congreso. No se debe dejar morir el espíritu de la revolución, el espíritu del pueblo. En su discurso analiza pausada y serenamente, el drama de América. Antes de terminar lee un documento escrito por él cinco días después del golpe del 10 de marzo de 1952. Su contenido a casi siete años de distancia es asombroso. Advertía con percepción extraordinaria, todo lo que ocurriría durante el mandato del dictador Fulgencio Batista: malversaciones, crímenes, muertes y la reacción del pueblo. Es un manuscrito visionario. Otra vez la batalla contra el tiempo. Lo esperan en la Ciudad Universitaria. En el Aula Magna el rector Francisco De Venanzi en unión del Consejo Universitario y todos los catedráticos en pleno junto al estudiantado le da la bienvenida. La algarabía es tremenda. Los estudiantes aplauden, gritan, golpean rítmicamente el piso, agitan pañuelos blancos. Fidel es uno de los suyos. Es un hermoso desorden. —Esto me recuerda las reuniones en la plaza Cadenas en la Universidad de La Habana —comenta Fidel. Es como si regresara a sus días universitarios, tan próximos y tan distantes. Por un momento retorna al mitin de la campana de La Demajagua, a las campañas contra K—Listo Kilowat —costo de la electricidad— y a las pedreas contra las perseguidoras de la tiranía. El rector anuncia la creación del Comité por la Liberación de Santo Domingo. Fidel es el primer contribuyente con cinco bolívares tras lo cual dice que así se inicia la "Marcha del Bolívar por la Libertad de la República Dominicana". Seguidamente el contralmirante Larrazábal hace su aporte. Entre los invitados está el poeta chileno Pablo Neruda. El autor de Residencia en la Tierra y Veinte Poemas de Amor y una canción desesperada se encamina al podio para leer su poema Un Canto para Bolívar. Antes, expresa sus sentimientos. —En esta hora dolorosa y victoriosa que viven los pueblos de América, mi poema con cambios de lugar, puede entenderse dirigido a Fidel Castro, porque en las luchas por la libertad cada vez surge el destino de un hombre para dar confianza al espíritu de grandeza en la historia de nuestros pueblos. Cuando Neruda concluye se dirige a la mesa presidencial. En los momentos en que saluda a Fidel exclama: —Sí algún día se escribe la historia de este poeta quiero que se diga que una vez vio, habló y estrechó la mano del genuino libertador de Cuba. Se ve a Fidel emocionado. Son sinceras muestras de afecto, cariño hacia el pueblo cubano a través de su persona. Una joven del Orfeón Universitario le obsequia su boina azul. Se la pone y se dirige a la tribuna. No muestra signos de cansancio. El contacto con la juventud actúa como un estimulante. —Ningún sitio de Venezuela me ha sido más familiar que la Universidad. Yo, que he sido estudiante, en ningún sitio me podía encontrar mejor que reunido con ustedes. Concentración popular en la Plaza del Silencio, donde el Comandante en Jefe pronunció un emotivo discurso ante el pueblo venezolano. Cada discurso de Fidel representa una tesis nueva, una idea original. Explica la génesis y orientación de la revolución. Plantea que se impone la creación de una agencia informativa al servicio de la democracia, para que defienda a los pueblos americanos y sirva de contrapeso a las campañas confusionistas empeñadas a desfigurar la verdad. En sus palabras se refiere a la necesaria solidaridad con la lucha del pueblo dominicano. Antes de concluir afirma: |