Estados Unidos-Irán
La política del “borde del abismo”
Roberto Bardini
Desde hace décadas existe en las altas esferas del poder en Estados Unidos y Gran Bretaña un término de difícil traducción literal: brinkmanship. Según el diccionario Collins English Cobuild & Thesaurus, la expresión define “un método de conducta que se da especialmente en política, en el que uno se pone deliberadamente en situaciones peligrosas que pueden derivar en un desastre, pero que también pueden resultar exitosas”.
Aplicado a la diplomacia, brinkmanship consiste en “llevar las negociaciones hasta el límite de una guerra”. El método, también conocido como política “del borde del abismo”, consiste en desplegar cierto tipo de jugadas en negociaciones indirectas que obliguen a la otra parte a rendirse.
Se atribuye al político republicano John Foster Dulles (1888 -1959), asesor del presidente Thomas Woodrow Wilson y secretario de Estado del presidente Dwight Eisenwower, la definición de “cuesta resbaladiza” para referirse al brinkmanship.
Dulles sabía muy bien de qué se trataba el juego: participante de la Conferencia de Versalles (1919) al término de la Primera Guerra Mundial, presidente de las fundaciones Rockefeller y Carnegie y del Consejo Federal de Iglesias, accionista de la compañía bananera United Fruit, abogado de Prescott Bush (padre y abuelo de los dos últimos mandatarios republicanos de Estados Unidos) y obsesionado con el poderío militar de China y la Unión Soviética, fue un duro negociador durante la Guerra Fría.
Como secretario de Estado, Dulles formuló una nueva política estratégica basada en la superioridad tecnológica estadounidense y en la adopción de represalias masivas nucleares en caso de una “agresión comunista”. Impulsó una comunidad de defensa europea como barrera a un posible ataque soviético a Occidente e inició la formación de la Organización del Tratado del Sureste Asiático (SEATO) en 1954 y de la Organización del Tratado Central (CENTO) en 1955, integrada por Irán, Irak, Pakistán, Turquía y el Reino Unido. Fue famoso por negarse a estrecharle la mano como saludo al delegado chino Chou en Lai en la Conferencia de Ginebra en 1954, en la que se definía el futuro de Vietnam.
Su hermano menor, Allen Dulles, vinculado al Consejo de Relaciones Exteriores, fue el primer director de la CIA en 1953, promotor ese mismo año del derrocamiento del primer ministro iraní Mohammed Mossadegh y del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz en 1954. También fue responsable de la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961. Allen Dulles reclutó a varios miembros de la Mafia para intentar matar a Fidel Castro y siempre se sospechó que pudo haber estado involucrado en el asesinato del presidente John F. Kennedy, con el que no tenía buenas relaciones.
Estos antecedentes quizá sirvan para comprender los peligrosos movimientos que hoy ejecuta sobre el tablero el presidente George W. Bush con respecto a Irán. Lo que sucede es que el primer ministro iraní Mahmud Ahmadinejad replica de la misma forma. Ninguno de los dos parece estar dispuesto a ceder un centímetro y ambos recurren a jugadas muy arriesgadas, que podrían tener consecuencias imprevisibles.
Irán es el cuarto exportador mundial de petróleo. Ha firmado el llamado “contrato del siglo” con China para suministrarle 110 millones de toneladas de gas natural durante los próximos 25 años. Por otro lado, es socio de Rusia en el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos. Beijing y Moscú están consolidando un bloque geopolítico en Eurasia, de la que Irán forma parte y es una pieza estratégica. Resulta difícil creer que la dejarán caer así nomás. Además, Estados Unidos aún no ha “fabricado” ninguna oposición en exilio, como lo hizo en los casos de Afganistán e Irak.
Por eso el analista ruso Leonid Radzijovski, de Rossiyskaya Gaceta, se lo toma con calma y opina la guerra contra Irán es poco probable. “Se trata de un bluff diplomático y político común y corriente”, afirma. Muy pronto se verá si su optimismo es acertado.
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