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General: Fidel Castro divulga cartas enviadas a Allende
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De: talita7194 (Mensaje original) |
Enviado: 29/06/2008 02:54 |
Fidel Castro divulga cartas enviadas a Allende "Me cupo el honor de haber compartido con él 14 años de lucha antiimperialista desde el triunfo de la Revolución Cubana", en 1959, sostuvo Castro, al dar a conocer varias cartas "confidenciales" que escribió a Allende. La Habana. El ex mandatario cubano Fidel Castro evocó este viernes al ex presidente chileno Salvador Allende como "un ejemplo verdaderamente clásico de la lucha por vías pacíficas para establecer el socialismo", y divulgó varias cartas confidenciales que le dirigió. "Me cupo el honor de haber compartido con él 14 años de lucha antiimperialista desde el triunfo de la Revolución Cubana", en 1959, sostuvo Castro, al dar a conocer varias cartas "confidenciales" que escribió a Allende entre 1971 y 1973 y en las cuales "abordaba temas de interés con la mayor discreción".
El escrito del líder histórico de la Revolución Cubana, que ocupó dos páginas y media del diario oficial Granma, devino colofón de un programa de actividades políticas y culturales preparado en Cuba para conmemorar el centenario del nacimiento de Allende, el 26 de junio de 1908.
Allende fue investido presidente en noviembre de 1970, pero su mandato fue truncado por el golpe de Estado militar del 11 de septiembre de 1973. Murió "heroicamente defendiendo el Palacio de La Moneda. Combatió como un león hasta el último aliento", afirma Castro.
El ex gobernante cubano sostuvo que, según algunos testimonios, Allende se quitó la vida para no caer prisionero, en tanto otros aventuraron que la muerte sobrevino por fuego enemigo, versiones que "no siempre coincidían" porque se luchaba desde diferentes puntos de la sede gubernamental, bombardeada por la fuerza aérea.
"El Palacio ardía atacado por tanques y aviones (...). No hay contradicción alguna entre ambas formas de cumplir el deber. En nuestras guerras de independencia hubo más de un ejemplo de combatientes ilustres que, cuando ya no había defensa posible, se privaron de la vida antes de caer prisioneros", sostuvo Castro.
Allende se suicidó disparándose en la boca con el fusil ametralladora que le regalara el propio Castro, mientras La Moneda ardía en llamas. La causa de su muerte fue objeto de controversia durante algún tiempo. Ahora, las precisiones de Castro parecen dirigidas a puntualizar un testimonio suyo, de 1974, que forma parte del libro "Las grandes alamedas: El combate del presidente Allende", del periodista argentino Jorge Timossi, publicado en la edición del jueves de Granma.
En ese texto, Castro detallaba, presumiblemente basado en relatos de protagonistas de aquellos acontecimientos, que Allende fue herido en el estómago y luego en el pecho "y ya moribundo es acribillado a balazos" por efectivos militares que habían logrado ocupar "un ángulo de la planta alta" de La Moneda.
"Al ver caer al presidente, miembros de su guardia personal contraatacan enérgicamente y rechazan de nuevo a los fascistas hasta la escalera principal. Se produce entonces, en medio del combate, un gesto de insólita dignidad: tomando el cuerpo inerte del presidente lo conducen hasta su gabinete, lo sientan en la silla presidencial, le colocan su banda de presidente y lo envuelven en una bandera chilena.
"Aún después de muerto su heroico presidente, los inmortales defensores del palacio resistieron durante dos horas más las salvajes acometidas fascistas. Sólo a las cuatro de la tarde, ardiendo ya durante varias horas el Palacio Presidencial, se apagó la última resistencia", dice el relato de Castro inserto en el libro de Timossi.
En las cartas publicadas este viernes, Castro da muestras de que seguir meticulosamente los acontecimientos en Chile bajo el gobierno de la Unidad Popular, da consejos y deja claro que en más de una ocasión reiteró a Allende sus ofrecimientos de "cooperar frente a las dificultades y peligros que obstaculizan y amenazan el proceso".
"Hay mucho que decir todavía sobre lo que estuvimos dispuestos a hacer por Allende, algunos lo han escrito. No es el objetivo de estas líneas", afirma en los tramos finales de su artículo, el quinto que publica desde el 18 de junio.
En su carta del 29 de julio de 1973, Castro recomienda a su amigo no olvidar "la formidable fuerza de la clase obrera chilena y el respaldo enérgico que te ha brindado en todos los momentos difíciles; ella puede, a tu llamado ante la Revolución en peligro, paralizar a los golpistas, mantener la adhesión de los vacilantes, imponer sus condiciones y decidir de una vez, si es preciso, el destino de Chile".
En otra, fechada el 11 de septiembre de 1971, aclara que el portador de la carta viaja para tratar los detalles de la visita que realizaría ese mismo año a Chile. "Va un esquema de recorrido y actividades para que tú añadas, suprimas e introduzcas las modificaciones que estimes pertinentes", afirma en ese texto.
Castro rememoró que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos organizó tres acciones para intentar asesinarlo durante ese viaje, aunque detalló sólo un caso, quizás el más conocido.
"En una entrevista de prensa anunciada con anterioridad, había una cámara suministrada por una emisora televisiva de Venezuela equipada con armas automáticas, manejada por mercenarios cubanos que con documentos de ese país (Venezuela) habían ingresado a Chile", aseguró.
Ese complot fracasó porque "el valor les falló a los que solo tenían que apretar el gatillo durante el largo tiempo que duró la entrevista y las cámaras me enfocaron. No querían correr el riesgo de morir. Me habían perseguido, además, por todo Chile, donde no me volvieron a tener tan cerca y vulnerable", asegura el ex gobernante.
Castro no especifica si estas misivas publicadas como parte de su reflexión en honor al chileno integran el paquete de documentos inéditos que el historiador cubano Eusebio Leal entregó a la Fundación Salvador Allende, con motivo de la conmemoración del centenario.
Según medios de prensa chilenos, ese material, que se mantuvo hasta ahora guardado en La Habana, incluye cartas enviadas a Allende por Castro, por el ex presidente peruano Juan Velasco Alvarado y por el poeta Pablo Neruda, además de la que le dirigió el luego asesinado general chileno Carlos Prats cuando renunció a la jefatura del ejército.
Esos documentos habrían sido entregados por el propio Allende, en 1973, a su hija Beatriz y a la embajada cubana en Santiago, lo que permitió que se salvaran del bombardeo a La Moneda y a su residencia de Tomás Moro, el día del golpe militar |
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De: talita7194 |
Enviado: 29/06/2008 09:59 |
AZALITA...querida¡ siento tener que reafirmarte lo que siempre se ha sabido como la unica realidad...que camarillas fascistoides lo asesinaron en octubre de 1970 no solo a SALVADOR ALLENDE, tambien al general Rene Schneirder, al general Carlos Prats y a miles depersonas .. y como se ha publicado en Mexico................ HOY Y SIEMPRE RENDIREMOS HOMENAJE A QUIENES CAYERON EN EL CAMPO DE HONOR EN DEFENSA DE VALORES Y PRINCIPIOS QUE TRASCIENDEN GENERACIONES Y PUEBLOS.... |
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De: Azali5 |
Enviado: 29/06/2008 11:23 |
28 Octubre 2006 UNA VERSIÓN RESUMIDA DE ESTE REPORTAJE FUE PUBLICADA EN ‘LA NACIÓN DOMINGO’ SANTIAGO DE CHILE, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2006. La metralleta que le regaló Fidel Castro, con la que dicen se habría matado el Presidente, no estuvo ese día en La Moneda. Al menos mientras se combatió. Todos los testigos oyeron UN SOLO TIRO en el momento final de Salvador Allende, que bien pudo provenir de su propia pistola. Dudas sobre fotos y croquis hechos ese mismo día por Investigaciones (bajo control militar). Revelarían una falsificación del sitio del suceso, y destruyen los testimonios de un médico y un general. Por Camilo Taufic
Once de septiembre de 1973. Según la versión oficial, el Presidente Allende decidió a la 1:50 de la tarde poner fin a la resistencia armada y ordenó rendirse a sus acompañantes. Les pidió bajar desde el segundo piso de La Moneda en llamas, por las escaleras de piedra que daban a Morandé 80. Descenderían de uno en fondo, con la Payita adelante, y él mismo cerrando la fila de unas 35 personas, en último lugar. Todos iban semi asfixiados por el humo y las lacrimógenas lanzadas por los atacantes, y aterrados por los balazos que todavía resonaban en la calle y en los edificios circundantes. Pero sin que los demás se diesen cuenta, Allende volvió atrás, y se introdujo en el Salón Independencia. "Se sentó en un sofá, sujetó el fusil AK que le había regalado Fidel Castro entre sus rodillas, puso el cañón bajo su mandíbula y apretó el gatillo. Salieron dos tiros". El doctor Patricio Guijón —único testigo confeso durante 30 años— también regresó, "con la intención de recoger para su hijo un recuerdo de lo allí vivido: la máscara antigás que había abandonado momentos antes". Desde un pasillo, frente a la puerta entreabierta del Salón Independencia, vio al Presidente dispararse. Corrió hacia él, pero ya estaba muerto. Entonces, según la versión oficial, "se sentó junto al cuerpo del Presidente, tomó la metralleta y la puso atravesada sobre las piernas del occiso, sin preocuparse de huellas ni de nada". Luego estuvo "velándolo durante 10 ó 15 minutos". Hasta que un grupo de militares, encabezados por el general Javier Palacios, jefe del asalto a La Moneda, irrumpió en el lugar, y comprobó que la parte superior de la cabeza del Presidente había estallado, dejando la masa encefálica esparcida alrededor, sobre el sofá y en el suelo. "Se veía el impacto de dos balazos incrustados en un gobelino que colgaba en la pared situada detrás". El general Palacios (fallecido el 26 de junio del 2006), "pensó en un primer momento, según la nota necrológica que le dedicó El Mercurio, inculpar al Dr. Guijón por la muerte de Allende", pero después cambió de parecer, y —al parecer— el Dr. Guijón cambió también el relato de lo que había visto. Y no es un mero juego de palabras… Pero antes que nada, el general Palacios tomó entonces el radio-teléfono y se comunicó con el almirante Carvajal, para que le retransmitiera a Pinochet: —"Misión cumplida, Moneda tomada, Presidente muerto".
TARDE Y MAL A las 19,10 horas del mismo 11 de septiembre, se reúnen por primera vez (en el edificio de la Escuela Militar) los cuatro integrantes de la Junta Militar, que han asumido el poder como comandantes en jefe de las FFAA y Carabineros. Pinochet, Merino, Leigh y Mendoza se ponen rápidamente de acuerdo, antes de dirigirse por cadena de televisión al país: control riguroso de la población, largo estado de sitio con toque de queda, ruptura de relaciones con los países de la órbita soviética. "Lo que les toma más tiempo es la disyuntiva de cómo informar de la muerte de Allende. El acuerdo final es emitir un comunicado, que saldrá recién el jueves 13, y mantener en reserva el lugar de su sepultación", según relata Ascanio Cavallo, en la serie "Las 24 horas que estremecieron a Chile", publicada en ‘La Tercera’ en septiembre de 2003). El Presidente Allende es enterrado en secreto en el Cementerio Santa Inés de Viña del Mar, el día 12, trasladado por un avión FACH hasta Quintero, y de allí en una ambulancia, con fuerte custodia militar. Sólo se permite viajar junto al ataúd a la viuda, Hortensia Bussi, a cuatro parientes más, y al comandante Roberto Sánchez, ex edecán aéreo del mandatario muerto. A Tencha Allende no se le permite ver los restos de su esposo, la tapa del féretro soldada y sellada con remaches de metal. Un informe "técnico" sobre el deceso del Presidente depuesto es entregado recién el 20 de septiembre, en conferencia de prensa, por el general Ernesto Baeza Michelsen, nombrado en la tarde del 11 director de Investigaciones, y que había renunciado al cargo el día 12, molesto al parecer por los tejemanejes realizados por el Servicio de Inteligencia Militar, para adaptar el cadáver y el Salón Independencia a la versión que se difundió luego sobre las circunstancias del suicidio de Allende. Un testimonio singular: "El inspector Pedro Espinoza y el subinspector Julio Navarro —de la Brigada de Homicidios, la BH— reciben la orden de partir a La Moneda. Deben llevar todos los elementos para hacer un peritaje, incluido el experto planimetrista, un fotógrafo y el perito balístico. Un vehículo militar los lleva primero al Ministerio de Defensa. Sólo entonces se enterarán de quién es el muerto. —"Lo asesinó un GAP —informa allí el general Brady. "Cuando llegan a La Moneda, entran al ‘sitio del suceso’ y reciben una segunda y contradictoria versión. —"Se suicidó… —dice el general Palacios, en el Salón Independencia". (Relato de Patricia Verdugo, en el libro ‘Interferencia Secreta, 11 de septiembre de 1973’). Los expertos policiales de la BH son reemplazados esa misma tarde por laboratoristas "químicos y físicos" de la Policía Técnica, que firmarán un "Acta de análisis de las muestras halladas" de una carilla, agregando –sin reconocer la autoría— el informe truncado de la BH (otras tres carillas, que aparecen con numeración diferente y las iniciales de otro mecanógrafo, en la reproducción de todo el documento). El Acta fue publicada el año 2000, por Mónica González, en el libro ‘La Conjura: los mil y un días del golpe’.
DICHOS Y SILENCIOS La renuncia de Baeza a la dirección de Investigaciones, y su rápida reconsideración, tras fuertes presiones de Pinochet, ignoradas hasta hoy por la opinión pública, son recogidas en el libro del ex embajador norteamericano en Santiago, Nathaniel Davis, ‘The last two years of Salvador Allende’, publicado en 1985. El autor cita como fuente a Robert W. Scherrer, el delegado del FBI para el Cono Sur, con sede en Buenos Aires. El mismo que descubriría años mas tarde los falsos pasaportes con que el grupo de asesinos de Orlando Letelier viajó a Washington D.C. A su vez, el fiscal estadounidense que investigó en Washington el caso Letelier, Eugene M. Propper, en su libro "Laberinto" escrito en colaboración con Taylor Branch, también alude al conflicto entre el nuevo director de Investigaciones con la Junta Militar: "El general Baeza —escribe Propper— ordena a los detectives de la BH entrar en La Moneda y realizar una investigación a fondo sobre la muerte de Allende. Esta medida provoca la primera controversia entre los nuevos gobernantes militares, la mayor parte de los cuales se opone violentamente a que el ‘sitio del suceso’ sea examinado por profesionales. Quieren presentar el fallecimiento de Allende como un suicidio. El general Baeza argumenta que es una cobardía y que tal historia no podrá sostenerse como convincente. Al día siguiente [12] dimitirá a causa de esto, y solo Pinochet será capaz de persuadirle de que permanezca como nuevo jefe de Investigaciones del Gobierno militar". La versión de Propper, extrañamente, aporta además el nombre del oficial chileno del Ejército "que había matado al Presidente Allende". Su fuente es, siempre, el delegado del FBI, Robert W. Scherrer. "Después de pasarse casi dos días bebiendo cafés y tragos con varios confidentes chilenos, Scherrer descubrió [en 1977] lo que quería saber: el capitán René Riveros era un héroe especial para algunos de sus colegas de las FFAA chilenas, porque él fue quien mató al Presidente Allende en el asalto a La Moneda. Este hecho era entonces un secreto de Estado radiactivo", escribe Propper. En concreto, y citando verbalmente un informe de la Brigada de Homicidios, todavía atribuido a ella el 20 de septiembre de 1973 (amplia versión en El Mercurio del día siguiente, pág. 17), el flamante director militar de Investigaciones, general Ernesto Baeza, informa que "el cadáver (de Allende) yacía sentado sobre un diván de terciopelo rojo granate adosado al muro oriental, entre dos ventanas que miran a la calle Morandé, con la cabeza y el tronco levemente inclinados hacia el lado derecho, miembros superiores ligeramente extendidos, extremidades inferiores extendidas y un tanto separadas". FOTO-CLAVE http://www.lacoctelera.com/myfiles/documentosdelpaskin/Allende_RIP-PreGuijon.jpg La foto Nº 1416/73-A, sustraída a fines de 1973 del expediente de Investigaciones, y efectivamente tomada el 11 de septiembre, reproducida en estas páginas de La Nación de Santiago, es la primera de una serie oficial, que va de la A a la Z, hasta hoy guardada en secreto. La foto citada se puede encontrar en diversos sitios de Internet; no se indica procedencia y figura como de "autor anónimo". Muestra la real posición del cuerpo del Presidente muerto, que no está sentado, sino tendido en el sofá, hasta donde al parecer fue arrastrado (de ahí la posición rígida de las piernas), cargado sobre una frazada doblada puesta bajo su espalda, como se aprecia claramente en la foto. El cineasta Patricio Guzmán, autor del galardonado documental ‘Allende’, que estuvo a primeras horas del 11-S filmando en las afueras de La Moneda, declaró hace pocas semanas a la BBC de Londres que, con anterioridad a esta foto, el cuerpo de Allende muerto yacía tendido en el suelo. EL TIRO POR LA CULATA Pero el 20 de septiembre de 1973, el general Baeza, que ya había olvidado su transitoria renuncia, añadía que "Los proyectiles suicidas fueron disparados con el arma puesta entre las rodillas y el cañón pegado a la barbilla" (¿cómo las piernas separadas, entonces?). Y agregaba: "Arma utilizada: fusil-ametralladora núm. 1.651, de fabricación soviética, en cuya culata se leía la inscripción: "A Salvador, de su compañero de armas, Fidel". Todo claro, salvo que el fusil-ametralladora AK-S, que aparece en el Croquis Nº 15254 de la Policía Técnica de Investigaciones, dibujado ex profeso entre las piernas de Allende muerto, no tiene culata, en el sentido tradicional del término, esto es, culata de madera, como en la foto de la célebre metralleta que luce en sus manos su creador, el general del Ejército Soviético Mijail Kalashnikov. (Foto ya publicada por La Nación de Santiago de Chile, el 30 de junio de 2006, última página). El arma dibujada en medio del cuerpo de Allende por el "perito" de Investigaciones, en el croquis aquí reproducido, es uno de los AK-47-S, o AK-S, que portaban los miembros del GAP que combatieron en La Moneda. Ese día había una treintena de ellos en Palacio. (Los expertos han observado que falta en el croquis un detalle fundamental: la mira del fusil, que es mayor, incluso, al diámetro del cañón). El AK-S es el usado internacionalmente por paracaidistas y otras tropas especiales, o por guerrilleros. De "culata rebatible", es decir, plegable, y en la práctica un tubo de metal liviano que termina en una especie de semi herradura, para apoyarla en el hombro, si se va a disparar apuntando con precisión. (Hay fotos de Allende junto al "Coco" Paredes haciendo prácticas de tiro en El Cañaveral con una de esas metralletas (cualquiera) de la guardia presidencial). En combate, la culata "rebatible" del AK-S se gira en 180 grados y se pone sobre el cañón, para disparar desde el costado, colgando en ese caso de una correa que pasa detrás del cuello, y haciendo desaparecer la extensión posterior a la empuñadura. (Ver foto de los GAPs que acompañan a Allende alistándose para la batalla en el interior de La Moneda). Un arma tan de campaña no está hecha para intercambio de regalos entre Jefes de Estado, lo que refuerza que Fidel le obsequiara a Allende el modelo clásico de AK-47, con culata rígida de madera.
EL AK NO ESTUVO La presencia de la dedicatoria "en la culata" (una lámina de bronce atornillada en ambos extremos a la madera), la recuerda expresamente el Dr. Oscar Soto, médico de cabecera del Presidente, en su libro "El último día de Salvador Allende’, pagina 66, y también Tati, Beatriz Allende, la hija mayor, en su discurso en La Habana, en el homenaje masivo a su padre, organizado por Fidel Castro, el 28 de septiembre de 1973, en la Plaza de la Revolución "ante un millón de personas". Pero aparentemente, del fusil-ametralladora dedicado por Fidel Castro, no salió ningún tiro el 11 de septiembre, ni el arma estuvo en La Moneda, al menos mientras Allende vivió. Desapareció ese mismo día, y nunca más se lo ha vuelto a ver, posiblemente destruido –junto a todas las otras pruebas físicas de las armas y proyectiles que pudieron intervenir en la muerte de Allende— por orden del general Javier Palacios, siguiendo instrucciones de la Junta Militar. El asesor político de Allende y perseguidor implacable de Pinochet, el abogado español Joan Garcés, frecuentaba tanto la casona presidencial de Tomás Moro como el refugio de El Cañaveral, camino a Farellones, donde Allende compartía algunos días con Miria Contreras Bell, la Payita, sus familiares y amigos. "La metralleta obsequiada por Fidel Castro a Salvador —le ha confirmado Garcés a su amigo Víctor Pey (el dueño de El Clarín)— nunca salió de El Cañaveral; siempre estuvo allí, expuesta en una pared del living". La noche del 10 al 11 de septiembre, tanto Joan Garcés como el periodista Augusto Olivares pernoctaron en Tomás Moro, junto a la guardia presidencial, en las proximidades de las habitaciones donde descansaba Allende, en vigilia por los acontecimientos que presagiaban la proximidad del Golpe de Estado. En la madrugada volaron a La Moneda, tras los autos que llevaban al Presidente y su escolta, armada con fusiles-ametralladora AK-S para cada uno de sus integrantes. Éstos eran 20 ó 23, según distintas fuentes, pero el arma obsequiada por Fidel Castro seguía en El Cañaveral. Es cierto que la Payita, al enterarse del golpe de Estado, bajó inmediatamente hacia Santiago, junto a 13 GAP, entre ellos su hijo, Enrique Ropert, de 19 años. Pero no pudieron llegar con sus armas hasta la misma Moneda. Se ignora si bajaban con el AK obsequiado por Fidel Castro. Los hombres de El Cañaveral fueron hechos prisioneros en la Intendencia, incluido el hijo de la Payita, desarmados todos inmediatamente, y sólo ella, a duras penas, y sin llevar en las manos nada más que su cartera, gracias a su audacia y encanto, logró atravesar las barreras policiales y meterse en el Palacio Presidencial. Desde allí trataría en vano de rescatar a su hijo, que hasta hoy permanece como detenido-torturado-desaparecido. Así, en el mejor de los casos, la metralleta de Fidel quedó secuestrada en la Intendencia (Morandé esquina Moneda), aunque lo más probable es que "nunca haya salido de El Cañaveral" como sostiene Joan Garcés. Pero en la Intendencia, a media mañana, se habían instalado los militares, y desde allí (o desde El Cañaveral, también ocupado por fuerzas insurrectas) fue fácil trasladar aquel AK a La Moneda, una vez concluida la batalla, disparar dos balazos a la muralla, atravesando el gobelino, e inventar la fábula del "suicidio de Allende con el obsequio de Fidel" que propagandísticamente asociaba —y en forma subliminal— el final de la vía pacifica al socialismo con el castrismo… Un recurso que ni los militares, ni la derecha, ni la Embajada norteamericana iban a dejar de lado.
UN SOLO DISPARO Desde los detectives de la guardia presidencial, que defendieron la vida de Allende en La Moneda, hasta los doctores del Instituto Médico Legal, que practicaron la autopsia esa misma noche del 11-S, ante los jefes de Sanidad de cada una de las ramas de las FFAA, muchos coinciden —con distintos grados de certeza— en que el Presidente murió de un solo balazo. Incluso, en un informe oficial, se menciona expresamente un cartucho de bala de pistola, que yacía (muy visible) a los pies del occiso, ya percutado, aunque se elude identificar el arma de donde provino. Estos testimonios y documentos destruirían la tesis sostenida hasta su muerte, en junio pasado, por el general Javier Palacios Ruhman, de que Allende se suicidó utilizando una metralleta AK que disparaba 20 balas en un segundo, independientemente de si había sido regalada por Fidel Castro o no. Es cierto que el ‘Kalashnikov’ también se podía disparar tiro a tiro, es decir, uno a uno, pero no de dos en dos, ni de cuatro en cuatro. Considerado en ese momento el mejor fusil de asalto del mundo, ó se lo disparaba en ráfaga, vaciando el cargador, o se iba operando tiro a tiro. Es cierto también que le habría bastado un solo disparo del AK a Salvador Allende para quitarse la vida. ¿Pero cómo justificar entonces los dos balazos incrustados en el gobelino que cubría la pared posterior al sofá donde fue depositado su cuerpo ya sin vida? ¿O se necesitaba reforzar la idea de "varios" disparos de una metralleta para justificar la presunta utilización del arma obsequiada por Castro? En los informes posteriores de la Policía Técnica y de autopsia (noche y madrugada del 11 y 12 septiembre 73), en ningún párrafo se indica el calibre de la —o las— balas que ultimaron a Salvador Allende, de tal manera que no se determinó finalmente si eran de metralleta o de pistola. Esto ha sido apreciado como altamente "sospechoso" y "más que grave" por distintos autores, entre ellos el chileno Hermes Benítez, que escribió recientemente en Canadá el libro "Las muertes de Salvador Allende", presentado el pasado lunes 4 de septiembre en Santiago por la editorial Ril. En sus últimos años, el general Javier Palacios hizo declaraciones oficiosas, relatando que luego de los "dos" disparos suicidas, un tercer proyectil había quedado atascado en el cañón de la AK-47 regalado por Castro a Allende. (Arma que nunca volvió a aparecer o ser vista, ni por expertos ni por profanos). Y, además, la experiencia internacional parece desmentir a Palacios. Los soldados norteamericanos que combatieron en Vietnam, enfrentando a guerrilleros que se batían con el mismo tipo de metralleta, tenían una gran admiración por esa arma, y su afirmación de que "puede pasar un tanque sobre ella, y sigue funcionando" es utilizada hasta el día de hoy en la publicidad de los fabricantes rusos, que continúan exportándola a todo el mundo. Agregan (siempre con el apoyo de citas estadounidenses) que aunque caiga al barro en medio del combate, o se lo encuentre abandonado y oxidado, tras una ligera limpieza, el AK sigue disparando como si nada, con la misma velocidad de tiro.
DRES. Y DETECTIVES Tres de las mejores periodistas de investigación de América Latina, Mónica González, Patricia Verdugo y María Olivia Monckeberg, entrevistan en la revista ‘Análisis’ del 22 de junio 1987, a los detectives (funcionarios oficiales; no del GAP), que combatieron lealmente junto al Presidente Allende en La Moneda, y sus declaraciones son sorprendentes. En el reportaje del trío estelar, "Así murió Allende: hablan los detectives de La Moneda", se adhiere sin vacilar a la tesis del suicidio. "Que la izquierda estuviera manteniendo el mito del Presidente asesinado, no le hacia bien a nadie" —recordaría años después Patricia Verdugo. Las periodistas recogen el relato de los ex funcionarios de Investigaciones Juan Seoane, Quintín Romero y David Garrido. "La nota reconstruye lo ocurrido en esa fría mañana de septiembre: la conversación telefónica entre el almirante Patricio Carvajal y Allende, exigiéndole que se rindiera. La decidida negativa del Presidente. Las bombas cayendo sobre La Moneda. La decisión de Allende de quedarse y resistir. El ruido de UN disparo (textual). La certeza de que el presidente se ha suicidado". Algunos de esos detectives y un ex GAP sobreviviente, repiten ante las cámaras de televisión de Canal 13, pasadas las 23 horas del 11 septiembre 2003, en un programa a treinta años del golpe: "Sentimos UN disparo muy diferente cuando se mató Allende". (Visto y registrado por el autor de esta nota). Yo mismo le pregunté hace algunos meses a otro de los resistentes en Palacio, el secretario de prensa e íntimo del Presidente Allende, Carlos Jorquera, con la confianza de una amistad de varias décadas: —Negro: ¿Tenía una pistola el Presidente Allende? —Pero claro que la tenía, Turco. Hasta yo la anduve trayendo una vez, todo el día, cuando fuimos a Bogotá (en la gira por países sudamericanos, en 1971), porque él, por protocolo, no la podía ir cargando, obviamente".
NUNCA EN PLURAL En el informe final de la autopsia médica, concluida en el Hospital Militar la madrugada del 12 de septiembre, se afirma textualmente que ""La causa de la muerte (de Allende) es LA herida a bala cérvico-buco-cráneo-encefálica reciente, con salida de proyectil... EL disparo corresponde a los llamados "de corta distancia" en medicina legal... EL disparo ha podido ser hecho por la propia persona". En ningún párrafo del documento se admite que puede haber sido más de un tiro la causa de la muerte del Presidente de la República. Así se registra que "en ambas manos hay salpicaduras de sangre, especialmente en la derecha". (Probaría suicidio con pistola; derecha muy lejos si bajó hacia gatillo de la metralleta). "En la región submentoniana, inmediatamente por detrás del borde inferior del hueso maxilar inferior, se observa UN orificio de entrada de proyectil…" —señala la autopsia del Instituto Médico Legal. "EL proyectil perfora el piso de la boca…" —agrega en singular. Se describen luego los daños causados por la bala en su trayectoria hacia arriba, en la lengua y dientes, y agrega: "EL proyectil, continuando con su avance, se abre paso a través de la masa encefálica…" , y describe los destrozos causados en el cráneo del presidente. Agrega: "EL proyectil sale finalmente al exterior por la parte alta y la mitad posterior de la bóveda craneana…presentando una zona constituida por diversos desgarros de disposición radiada, a expensa de los cuales es posible reconstruir UN orificio, irregularmente redondeado". (3a. hoja de la autopsia nº 2449/73).
"CONCLUSIONES: 1º.- Cadáver de sexo masculino, identificado como SALVADOR ALLENDE GOSSENS. 2º.- La causa de la muerte es LA herida a bala cérvico-buco-cráneo-encefálica, reciente, con salida de proyectil. 3º.- La trayectoria intra-corporal seguida por EL proyectil, estando el cuerpo en posición normal, es: de abajo hacia arriba, de delante hacia atrás y sin desviaciones apreciables en sentido lateral. 4º.- EL disparo corresponde a los llamados ‘de corta distancia’ en medicina legal. 5º.- El hallazgo de carbón y productos nitrados en los tejidos interiores del (de EL) orificio de entrada, como la mucosa de la lengua y en una esquirla ósea en la base del cráneo, justifica la apreciación de que EL disparo ha podido ser hecho con el cañón del arma directamente apoyado sobre los tegumentos". 6º.- EL DISPARO ha podido ser hecho por la propia persona. Saludan atte. a US (firmado) Dr. José L. Vásquez R.; Dr. Tomas Tobar Pinochet, Instituto Médico Legal. AL SEÑOR FISCAL DE LA PRIMERA FISCALÍA MILITAR, PRESENTE. (Texto completo, en Mónica González, ‘La Conjura: los mil días del Golpe’, págs. 489-494). TODO MUY RARO El Dr. Tobar se suicidaría años más tarde. Nunca se ha informado públicamente de ello, ni de las causas que motivaron su decisión. Siendo el principal de los anátomo-patólogos ejecutantes, logró resistir las presiones de los golpistas para "registrar" disparos múltiples en el cadáver de Allende, que no los había. El médico-director de los servicios de Sanidad del Ejército, Dr. José Rodríguez Véliz, que debía presenciar la autopsia junto a sus iguales en rango, de la Armada, FACH y Carabineros, se abstuvo y salió del pabellón, pretextando que había sido compañero de curso del Presidente Allende mientras estudiaban Medicina en la Universidad de Chile. Sólo los laboratoristas de "física y química" de la Policía Técnica (y no los detectives de la Brigada de Homicidios, finalmente) consignaron que, si bien "la muerte del Señor Allende Gossens, se produjo como consecuencia de UNA herida a bala… no se descarta la posibilidad de que se trate de dos trayectorias correspondientes a dos disparos de rápida sucesión". Lo que nadie supo hasta el año 2003 –al menos públicamente— es que, en el momento de morir, acompañaban o estaban en las proximidades de Allende, y no en la fila de los que bajaban por las escaleras, al menos ocho personas, la mayoría de ellos médicos, aunque algunos de éstos lo hacían en su calidad de expertos en defensa militar, y sin la bata blanca que llevaban los otros. Según relató del Dr. José Quiroga, cirujano que actualmente reside en Los Angeles (California), y entonces miembro del equipo médico que cuidaba al Primer Mandatario, no sólo el Dr. Patricio Guijón vio morir a Salvador Allende, sino también el entonces ministro de Salud, Arturo Jirón, Hernán Ruiz Pulido (cardiólogo), el abogado Arsenio Poupin, Subsecretario General de Gobierno, Enrique Huerta, Intendente de Palacio, que profesaba una lealtad sin límites al Presidente, y el detective David Garrido. Pero, además de los nombres revelados por el Dr. Quiroga en el diario La Opinión de California (11.09.2003), integraban también el grupo dos o tres "súper-gaps", uno de los cuales era el Nº 1 del aparato político-militar del PS, de nombre de guerra, "Máximo": el estudiante de medicina Ricardo Pincheira, de 28 años.
OTROS SECRETOS Fue "Máximo" quien impidió que ingresara al Salón Independencia (el "living" le decía ella, tal vez porque quedaba al lado del comedor de Palacio), Miria Contreras, la Payita. Ella había detenido su descenso por las escaleras hacia Morandé 80, cuando se dio cuenta que Salvador Allende se retrasaba, y luego oyó "los disparos" —dijo ella, la única que habló en plural, en carta secreta a Beatriz Allende, la hija mayor del mandatario, dando a entender que sabía del suicidio—. Le escribió a fines de 1973, mientras se encontraba escondida (no asilada oficialmente) en la Embajada de Cuba en Santiago. La carta fue publicada sólo en años recientes por ‘The Clinic’. "Al final todos tuvimos que bajar a la carrera" –contó el Dr. Quiroga desde Los Angeles, California--, urgidos por los soldados que nos exigían abandonar de una vez La Moneda". Lo hicieron en medio de patadas y culatazos de la soldadesca, que también alcanzaron a la Payita y otras mujeres. Una vez afuera, por una misteriosa razón secreta, que aun hoy, 33 años después no se ha develado, terminada la conquista a sangre y fuego de La Moneda, el General Palacios liberó horas mas tarde a todos los médicos que se manifestaron como tales, salvándose de correr la suerte de los otros defensores de la sede del gobierno constitucional, algunos de los cuales hasta hoy figuran en las listas de detenidos-torturados-desaparecidos y/o fusilados. "Después, sólo permaneció arriba el Dr. Patricio Guijón Klein, junto al cadáver de Allende, como él mismo ha testificado" –concluyó Quiroga. En verdad siempre ha parecido rara la historia de este extraño "testigo único", impedido de salir del país por décadas, debido a un irregular "arraigo militar", que él ha acatado en silencio y resignación. ¿Cuál será el motivo? En una célebre entrevista concedida a la revista ‘Cauce’ en septiembre de 1984, el Dr. Guijón dijo repetidamente que vio a Allende "cuando se pegaba EL balazo". Así: "EL balazo"… Pero insistió en que el líder de la Unidad Popular, que encarnó los sueños de toda una generación de izquierdistas, en Chile, América Latina y otros lugares del mundo, se apuntó a sí mismo con una metralleta. ¿Creerle o no? ...El misterio continúa. |
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De: Azali5 |
Enviado: 29/06/2008 12:47 |
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De: talita7194 |
Enviado: 29/06/2008 14:11 |
¿Creerle o no? ...El misterio continúa. ese es el final de tu telenovela?????? |
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De: Azali5 |
Enviado: 29/06/2008 15:35 |
Cretina, cuidadito en poner tus palabras en mi boca  |
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De: talita7194 |
Enviado: 29/06/2008 16:59 |
pero azalita... el articulo que copiaste es lo que finalmente resume, nolo has leido o solo le diste click.... |
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De: Azali5 |
Enviado: 29/06/2008 18:23 |
Creti, yo busco informacion, yo cuando posteo algo, no quiere decir que tenga que creer lo que dicen, busco diversas opiniones del hecho, no soy marioneta como tu, que solo repites los panfletos de tu cagandante en feje. |
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De: talita7194 |
Enviado: 29/06/2008 19:47 |
De:  Azali5 | Enviado: 29/06/2008 5:09 | Creti, yo busco informacion, yo cuando posteo algo, no quiere decir que tenga que creer lo que dicen, busco diversas opiniones del hecho, no soy marioneta como tu, que solo repites los panfletos de tu cagandante en feje. | o sea que..... infiero que lo que acabas de postear no lo crees ni tu....es un cinismo decir que Allende se suicido.. |
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De: Azali5 |
Enviado: 29/06/2008 21:11 |
OCTUBRE DE 2003 Allende y Pinochet, el escombro de las estatuas por Carlos Franz Franz, novelista y ensayista chileno, se acerca a los dos mitos políticos que ha dado su país, Salvador Allende y Augusto Pinochet, al cumplirse treinta años del golpe militar. Este ensayo muestra cómo estas figuras antagónicas tienen otra lectura posible, un reverso de la moneda en clave chilena, sin que eso signifique, ni mucho menos, situarlos en un mismo universo moral. Hay esta escena: Allende en el palacio de La Moneda, casi solo, asediado por tierra y por aire, entre el cañoneo, esperando las bombas. Acaba de trasmitir su famosa despedida: "Mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las anchas alamedas por las que pase el hombre libre." Y ahora va corriendo por la Galería de los Presidentes, agachado, mientras silban las balas. Lleva un casco de combate y la ametralladora con la que poco después va a suicidarse. De pronto se detiene, mira las estatuas de la treintena de mandatarios que lo precedieron en el cargo. Luego, sin dar explicaciones, les ordena a sus dos escoltas que las derriben, que derriben uno por uno los bustos de esos "viejos de mierda", grita. Las estatuas empiezan a caer, caen los mármoles de sus pedestales, los bustos ruedan por el suelo, las frentes trizadas, las narices rotas, los ojos vacíos. Las estatuas son los primeros escombros. Después el palacio arde y todo es escombros.
Dos mitos políticos ha dado Chile al mundo contemporáneo: Allende y Pinochet. No es poco, si se piensa en la remota provincia antártica de la que estamos hablando. Este 11 de septiembre de 2003 se cumplieron treinta años del golpe de Estado, tres décadas desde que estos nombres se anclaran en la imaginación colectiva de una buena parte de Occidente como epítomes del demócrata y del tirano, es decir, como clichés. Siendo clichés chilenos, sin embargo, esta mitología austral ha venido preñada de ambivalencias, de semiverdades, de incongruencias incómodas, a veces enfurecedoras para nuestros observadores externos, que nos quisieran simples y ejemplares. En nuestro Walhalla de los antípodas, los héroes de pronto echan fuego como dragones, y los dragones de pronto se echan a volar como palomas. ¿Quién nos entiende? Tomemos a Allende. Para unos, el héroe del pueblo que intentó una revolución socialista por medios pacíficos y legales y que tuvo que suicidarse entre las ruinas de su régimen, ese día. Para otros, en cambio, Allende fue un marxista astuto con opciones jugadas en la Guerra Fría, un fellow traveler de la Unión Soviética, a la que en su discurso del Kremlin, en 1972, llamó, famosamente, "nuestro hermano mayor" (¿provocación orwelliana o candidez?). Un lobo totalitario con piel de oveja democrática, cuya táctica era aprovechar las estructuras legales republicanas para subvertirlas desde dentro e instaurar, a corto o mediano plazo, un régimen a la cubana. Y tomemos a Pinochet. El dragón, el Dictador latinoamericano por antonomasia, brutal y despiadado, que oprimió, torturó y asesinó durante casi dos décadas a su pueblo, en nombre de un puñado de privilegiados. Opinión aparentemente universal si nos fiáramos sólo de las tertulias y los medios progresistas. Y sin embargo, para muchos ây no sólo en Chile, en lugares improbables como la ex Unión Soviéticaâ, Pinochet sigue pasando por el adalid que derrotó al comunismo, que dirigió una revolución silenciosa (¡el reaccionario revolucionario!), fundando un nuevo país al que sus exiliados lloraban por volver, al revés que en Cuba, donde no dejan irse a nadie. Dictador que, por último âoh alquimia de la mitología chilena, dragón convertido en palomaâ, entregó el poder democráticamente a sus opositores. Triste privilegio chileno, o argucia propia de toda mitología, hemos dado al mundo dos mitos cuyo poder, cuya fascinación, cuya trascendencia âespeculo yoâ convive con sus contradicciones, sus ambivalencias, con el hecho de que no podemos utilizarlos intelectualmente sin acabar por ser utilizados por ellos. Caballos de Troya que cada vez que los entramos a la fortaleza de nuestras convicciones, nos asaltan con el enemigo escondido en su vientre. En este aniversario, historiadores, políticos, sociólogos, ¡hasta economistas!, prodigan sus interpretaciones de lo ocurrido hace tres décadas, y sacrifican en el ara de sus respectivas devociones. Por mi parte, como escritor, no soy quién para contestar la pregunta de esas esfinges. Al contrario, sospecho que debemos leerlos como se leen los dramas, como se asiste al teatro, dispuestos a entregarnos al conflicto de sus símbolos, so pena de perdernos la complejidad de sus significados, dispuestos a aceptar que los rostros son máscaras, y que el discurso es sólo una parte del gesto. Dos gestos me llaman la atención, dos momentos en el drama de esos mitos, dos instantes que, no por casualidad, quizás, ocurren al final de la carrera de ambos personajes, cuando hacen mutis (es decir, cuando los actores dejan de hablarnos y salen, sacándose las máscaras). Uno es el sentido del suicidio de Allende, en 1973, negado por sus partidarios, al principio, aceptado luego a la letra, como estigma de santidad, sin escudriñarlo. El otro es el momento, un cuarto de siglo después, cuando Pinochet, el dictador y supuesto estadista, elude el juicio en Londres y en Chile y calla para siempre, escabulléndose por la puerta falsa de la demencia. Uno se hace responsable del modo más radical de todos, matándose; el otro elude su responsabilidad de la manera más artera, declarándose loco. La rima asonante de ambos gestos es tan manifiesta que implora un drama que la represente.
Allende, el suicida incómodo |
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De: Azali5 |
Enviado: 29/06/2008 22:35 |
De:  Azali5 | Enviado: 29/06/2008 5:09 | Creti, yo busco informacion, yo cuando posteo algo, no quiere decir que tenga que creer lo que dicen, busco diversas opiniones del hecho, no soy marioneta como tu, que solo repites los panfletos de tu cagandante en feje. | o sea que..... infiero que lo que acabas de postear no lo crees ni tu....es un cinismo decir que Allende se suicido.. OYE CRETI, NO LO DIGO YO, ALLENDE SE SUICIDO Hace falta escribirlo en letras grandes a ver si se entera | Pero quien demuestra que no lee lo que pega eres tu como buena tarupida que eres, leete lo que trajiste a ver si te enteras. esto es parte de lo que posteaste, creti. |
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De: talita7194 |
Enviado: 29/06/2008 22:35 |
Allende Ampliar la imagen Un simpatizante del presidente se manifiesta frente a La Moneda Foto: Ap Cien años sobrepasan el ciclo vital activo de los seres humanos pero son un pestañeo en el de los pueblos. Así podría resumir el sentido de la historia de Salvador Allende, una sucesión de etapas que se condicionan unas a otras en las que el progreso de la humanidad resulta de la acumulación de organización, experiencia y esfuerzos colectivos e individuales. Sus bisabuelos, los hermanos Allende Garcés, combatieron junto a O’Higgins y Simon Bolívar en Chile y Nueva Granada por una América republicana que aspiraba a ser dueña de sus destinos. Su abuelo, Allende Padín, sirvió a la sociedad como médico y Gran Maestre de la Masonería, su padre como jurista. Allende Gossens nacido en 1908 consagró su vida a combatir la explotación social y defender la causa de las libertades. Sus postulados los enraizaba, como en sus antecesores, en libertad, igualdad, fraternidad, humanismo universalista. Sus acciones, naturalmente, hay que considerarlas en su interacción con las realidades en que tuvieron lugar. Allende y la coalición del Frente Popular |
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De: maikohara4 |
Enviado: 30/06/2008 05:59 |
Viva Chile,Viva Salvador Allende Heroe Latino Americano. |
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De: matilda |
Enviado: 30/06/2008 11:59 |
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De: matilda |
Enviado: 30/06/2008 17:59 |
Hay una cuestión que me parece, vá mas allá de si a Allende lo mataron o se suicidó, como sea que haya sido a Allende lo mataron, o acaso ésa no era la intención? Claro que lo asesinaron, el régimen más horripilante de la historia chilena fué también el más ignorante de las normas y el más descarado ante la opinión pública internacional. Pero dejando de lado toda especulación sobre su muerte,el hecho en sí es que aconteció como le convenía a Pinochet (Pinocho lo dijo,creía firmemente en aquéllo de "muerto el perro",que casualidad ,no?) sus días terminaron junto con los de su gente y lo importante es que nadie en Chile, me consta cree en los infundios que sobre él se derraman, saben que asalariados del lápiz hay en todas las latitudes, si de lago se enorgullecen los chilenos , es de haber tenido un presidente como Allende. Salvador Allende por Punto Final Hablar y pensar sobre Salvador Allende y su ejemplo es indispensable para todos los que creen y luchan por la democracia. Especialmente para la Izquierda. Los rasgos que marcan su vida (y también su muerte) le dan una especificidad singular que explica su importancia histórica y revolucionaria. |  |  19 de julio de 2006
Desde Santiago (Chile)
Destacamos, ante todo, su profunda y entrañable relación con los sectores populares, que inició cuando era estudiante de liceo y profundizó después en la universidad, en el grupo Avance y en el naciente Partido Socialista, a comienzos de la década de 1930. Fue un compromiso indisoluble y una lealtad que se fortaleció con el tiempo. No ha habido otro dirigente político en Chile que conociera más profundamente el país y su gente. A lo largo de cuatro campañas presidenciales y otras tantas parlamentarias y como senador por cerca de treinta años, adquirió la experiencia que lo convirtió en personalidad política de primera línea en la escena nacional. Era activo participante en innumerables actos, charlas, giras, reuniones con toda clase de personas. Nadie conocía mejor los pequeños pueblos, las viejas oficinas salitreras, los minerales, las ciudades de provincia, las barriadas proletarias de Santiago, los cerros de Valparaíso, ni recordaba -con asombrosa precisión- a todo el que alguna vez conversó con él. Como Recabarren, Allende parecía tener vocación de pedagogo social, favorecida por su condición de médico. Hablaba con el mismo entusiasmo ante auditorios mínimos como ante decenas y cientos de miles de personas. Fue dirigente y maestro pero también aprendió mucho del pueblo. Creció como líder mientras el pueblo crecía en conciencia y organización. Aprendió que el pueblo reclamaba más y más profundas políticas de Izquierda y sobre todo, lealtad, para confiar en dirigentes que no lo traicionaran. Nunca se sintió caudillo ni mesías, porque prefería definirse como "un militante del pueblo, un servidor del pueblo". Esa pedagogía mutua permitió la construcción política plural que fue la Unidad Popular, centrada en la alianza socialista-comunista, pionera en muchas aspectos. Una alianza política que expresaba, a la vez, un muy amplio espectro social, cuya espina dorsal fueron los trabajadores, los campesinos, los pobladores y los jóvenes. Hombres y mujeres que exigían cambios de fondo con la perspectiva de una sociedad socialista. Fue éste, también, el sello de su actuación parlamentaria. Siempre defendió al pueblo, denunció los atropellos a las libertades y se opuso firmemente a la Ley de Defensa de la Democracia. Defensor intransigente de la soberanía nacional, se enfrentó al imperialismo y las empresas norteamericanas que saqueaban al país. Como líder popular tuvo un pensamiento creativo, al margen de sectarismo y recetas dogmáticas. Su marxismo era tolerante y abierto. Tal como a comienzos de los años treinta se opuso a la pretensión sectaria de estudiantes universitarios y pequeños grupos de Izquierda de constituir "soviets", buscó un camino que se ajustara a la realidad de Chile. El socialismo adecuado a nuestras condiciones históricas era su gran objetivo. Actuó convencido que era posible conquistar el poder aprovechando al máximo la legalidad conquistada por el pueblo, combinando elementos de continuidad con rupturas provocadas por movilizaciones de masas para vencer la resistencia de los sectores reaccionarios y el imperialismo. Junto con la mayor parte de la Izquierda siguió ese camino durante su gobierno. Fue derrotado y murió en el intento. "Habiendo combatido y fracasado, se dio un final de romano", escribió Edward P. Thompson, el gran historiador inglés. Más que otros líderes chilenos entendió la dimensión internacional de la lucha liberadora. Fue partidario del campo socialista encabezado por la Unión Soviética, lo que no le impidió mantener una mirada crítica o no callar ante lo que le parecía mal. Fue cercano a las causas del Tercer Mundo, especialmente a la revolución cubana, a la gesta del Che Guevara y también a la lucha sin paralelo de Vietnam por su libertad frente a la agresión de Estados Unidos. Finalmente, la consecuencia. Es decir, su coherencia entre palabra y conducta. Allende dijo que era un hombre de Izquierda, que se sentía junto al pueblo y que luchaba con él, y lo demostró a lo largo de su vida. Dijo que no dejaría de gobernar ante las presiones y que moriría si era necesario en defensa de su gobierno. Así lo hizo. Dijo que sería leal al pueblo y nunca lo traicionó, y trató hasta el último día de cumplir el programa prometido. Podemos decir que Allende no le falló a los chilenos. La duda angustiante es si efectivamente los chilenos estuvimos a su altura y si entendimos de verdad el contenido y alcance de su proyecto liberador. Empieza septiembre y, como siempre, ya se ven en barrios y poblaciones las palabras "Allende vive" escritas en los muros. Significan, por un lado, lo obvio: Allende no ha muerto, porque su memoria se mantiene y vence al olvido. También apuntan a algo más. A que Allende es apuesta de futuro. Porque si vive, quiere decir que crece, se ramifica, se extiende y deja huellas. Es una semilla. |
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De: Lealtad_siempre |
Enviado: 30/06/2008 17:59 |
Como bien dice matilda, uno de los objetivos del golpe más sangriento de Chile, era acabar con la vida del Presidente Allende, este prefirió acabar con la suya antes de caer en las manos de los esbirros y sicarios del imperialismo, lo cual como es obvio, no le quita ni un apice de valentía a su actitud y tampoco nubla para nada su imagen. Y estoy absolutamente segura, que como dijera Salvador Allende, en América hoy se ABREN LAS GRANDES ALAMEDAS, por eso es que América cada vez tiene más color y olor de pueblo. Mi eterno respeto, al Primer Presidente Socialista electo en urnas en América, mi respeto a quién pensó que podía hacer de Chile un país más justo y creyo en el ser humano, mi respeto para Salvador Allende en su centenario, su vida y obra refleja la vida y obra de un grande, de un hombre leal, de un hombre que amaba a su pueblo, que amaba a su gente. Lealtad. |
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