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General: EL CHE DECONOCIDO
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De: EnanazuI (Mensagem original) |
Enviado: 15/06/2008 20:45 |
Castro y el Che, modelos de terroristas Madrid - - Es difícil saber cuántos de los nuevos terroristas etarras habrán encontrado inspiración y modelo para su conducta criminal en los dos personaje más populares y siniestros de la revolución cubana: Fidel Castro y el Che Guevara. Lo seguro es que ninguno de los dos, ni por sus discursos ni por sus actos, les convenció de que matar al prójimo es una cosa muy fea, que imponerse por la fuerza a todo un pueblo, varios millones de personas, mediante el destierro, la tortura, la cárcel y la muerte no es precisamente una epopeya, sino la síntesis de toda la abyección totalitaria del siglo XX, que tiene en el comunismo su cepa más antigua y resistente. Comunistas los cubanos y comunistas los etarras, lo suyo es un matrimonio por amor, como el de Bonnie y Clyde, pero también por interés, como el de Stalin por el oro del Banco de España, que Castro reeditó en Cuba con el inmenso expolio de los bienes españoles. Castro y el Che, el Che y Castro son dos modelos complementarios de terrorismo marxista-leninista. El tiránico, asmático y fotogénico aventurero argentino es el banderín de enganche de todas las bandas del tiro en la nuca. Representa la ferocidad juvenil que se revuelca en la violencia, la venganza que se permite un pelanas sobre la humanidad y la historia, con mayúsculas, a costa de las vidas minúsculas que pilla de por medio y que siega sin piedad. Jugar a morir en la ruleta rusa del terror es la forma ideal de justificar el asesinato del prójimo Al fondo de su deriva guerrillera, entre extática y frenética, se perfila borrosamente una vaga mitología a lo Acorazado Potemkim: masas corriendo enloquecidas por el terror, con los ojos desorbitados y la boca abierta, pidiendo un líder que les haga justicia a tiro limpio, matando a quien sea, pero cuantos más mejor. El líder, el libertador bis, es, naturalmente, él, Ernesto Guevara. Como mecanismo psicológico activador del crimen, hay en el Che, como en todo terrorista, una suerte de culto sadomasoquista al posible martirio propio, desgraciadamente compensado de antemano con el seguro martirio ajeno. Jugar a morir en la ruleta rusa del terror es la forma ideal de justificar el asesinato del prójimo. En Cuba y en Bilbao. El Che, como tanto cursi de izquierdas, tenía en la guerra civil española su motivo estético favorito. Aquella trágica y convulsa España, destrozada por el empeño de toda nuestra izquierda en fabricar un paraíso al soviético modo, era --todavía es para mucha acémila-- una mezcla de Utopía y La isla del tesoro, el Caribe de sus fantasías históricas. La madre del Che, una izquierdista enamorada de la Unión Soviética, fue quien le inculcó aquella mitomanía española, made in Komintern, con Guernica, las brigadas internacionales y la Pasionaria como estrellas fijas. Nunca fue más trucada una fotografía. La supuesta guerra antifascista de Stalin no fue sino un escarceo en sus relaciones con Hitler, culminadas en el pacto nazi-soviético. El Che firmó como ``Stalin II'' alguna pieza hedionda de su correspondencia, pero tropezó con un segundo Stalin de verdad, otro pistolero juvenil de buena familia llamado Castro, que finalmente se lo cargó mandándolo a morir a los Andes tras una temporada de muerto vivo en Cuba. Castro ha sido y es el anfitrión de todos los terroristas de izquierda del mundo desde la Tricontinental de La Habana, ya en los sesenta. Su identificación con ETA no es de ahora y sin duda va a ir a más, a mucho más. El apoyo a la banda es un mecanismo de presión contra el gobierno español para que pague el impuesto revolucionario, que se repartirán Castro y la ETA. Hemos de ver a García Márquez tocar la txalaparta.
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De: matilda |
Enviado: 15/06/2008 23:05 |
El Che y la recreación del marxismo Página/12 Una de las mejores maneras de conmemorar el octogésimo aniversario del nacimiento del Che es recuperar una de sus facetas menos conocidas o, tal vez, la más olvidada: su papel como recreador del pensamiento marxista en clave latinoamericana. Desconocimiento u olvido explicable por la celebridad adquirida como “el guerrillero heroico”, valiente como el que más y a la vez noble y generoso como pocos con sus vencidos. Un hombre cuya absoluta coherencia entre ideas, valores y conductas lo convierte en un paradigma insuperable, especialmente en épocas como éstas, en las que la traición a los viejos ideales –o la desconexión entre lo que se piensa o dice y lo que se hace– ha adquirido proporciones escandalosas. Como bien lo recordaba días pasados Miguel Barnet, este extraño guerrillero cargaba en su mochila la poesía de León Felipe y Pablo Neruda. En sus campamentos en la selva boliviana tenía más de un centenar de libros, muchos de los cuales eran verdaderas joyas del pensamiento social universal. No fue casual su capacidad para recibir críticamente algunas de las categorías del marxismo y para someter a implacable crítica la grotesca deformación que éste había sufrido a manos de la Academia de Ciencias de la URSS y sus insoportables manuales de “marxismo-leninismo”. Hay un paralelo entre Gramsci y el Che: ambos repudiaron las codificaciones “escolásticas” del marxismo. El primero, burlándose en su breve escrito a propósito de la Revolución Rusa, “La revolución contra El Capital”, de la interpretación canónica de El Capital del principal teórico de la Segunda Internacional: Karl Kautsky. El Che, haciendo lo propio con los “ladrillos soviéticos” que también decretaban la imposibilidad de la revolución en los países atrasados. Tanto uno como el otro libraron una exitosa batalla contra el “economicismo” décadas antes de que algunos intelectuales, arrepentidos de sus pecados juveniles, renacieran como infecundos posmarxistas y “descubrieran” el determinismo economicista que, según ellos, condenaba irremisiblemente la teoría marxista al cementerio de las ideas. Carentes del talento y la audacia intelectual que les sobraban a Gramsci y el Che, se rindieron ante las caricaturas y en lugar de repensar creativamente al marxismo optaron por adherir a la ideología dominante de su tiempo. Heredero de una noble tradición, de la cual José Carlos Mariátegui fue el gran precursor, el Che concebía al marxismo en sintonía con la Tesis Oncena de Marx: en vez de interpretar el mundo, de lo que se trata es de cambiarlo. Como Lenin, creía que “el marxismo no era un dogma sino una guía para la acción”. Por eso, si la teoría se daba de bruces con la realidad aquélla debía ser meticulosamente revisada. Si el eurocentrismo del marxismo originario no le hacía lugar a la revolución socialista en la periferia había que depurarlo de esos condicionamientos y, sin tirar al niño junto con el agua sucia de la bañera, recrear la teoría para dar cuenta del inédito desafío. Y si los “manuales” postulaban una visión etapista y mecanicista según la cual no podía haber revolución socialista sin que antes hubiera una revolución democrático-burguesa liderada por la burguesía nacional, lo que había que hacer era arrojar esos textos por la borda y repensar todo de nuevo. En esta operación el Che demostró, al igual que los grandes clásicos del pensamiento marxista, que la teoría no es un edificio acabado sino un emprendimiento en permanente revisión y reconstrucción, y que el abandono de ciertas proposiciones (y sus correlatos político-prácticos) y su reemplazo por otras puede hacerse sin necesariamente menoscabar el argumento central del marxismo, que revela el carácter insanablemente injusto, explotador y predatorio del capitalismo. Demostró también que el proyecto socialista trasciende el marco económico o el productivismo: que de lo que se trata es de crear un hombre y una mujer nuevos, una nueva cultura, una democracia participativa integral, un internacionalismo concreto y eficaz, basado en la solidaridad y el altruismo. Todo esto requiere de un sustento material, pero si esa apoyatura no sirve de fundamento para lo otro el proyecto socialista estará desahuciado antes de nacer. El legado teórico del Che es inmenso y la tarea de recuperarlo recién ha empezado. Sus pesimistas apreciaciones sobre la escena internacional de su tiempo, dominada por la “coexistencia pacífica” proclamada por la URSS, fueron proféticas; su visión de que no se puede construir el socialismo “con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo” es irrebatible a la luz de la experiencia reciente; sus análisis sobre la naturaleza incorregible y brutal del imperialismo se corroboran día a día, desde los “bombardeos humanitarios” de Bill Clinton hasta las torturas a niños y niñas iraquíes de 10 a 12 años definidos por Bush y su pandilla como “amenazas imperativas”, tal como lo expusiera Juan Gelman en este diario el pasado 12 de junio; igualmente preciso es su diagnóstico sobre la centralidad de la ideología cuando dice que “el capitalismo recurre a la fuerza pero además educa a la gente en el sistema” y lo viene haciendo desde hace quinientos años, con lo cual nos convoca a librar la “batalla de ideas” en todos los frentes. Y así podríamos seguir enumerando hitos de una reflexión teórica que no se detiene ante el saber establecido y prosigue incansable su marcha hacia horizontes de comprensión cada vez más profundos y abarcativos. Cuatro décadas después de su cobarde asesinato, el Che está más vivo que nunca. |
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De: LaMulataDeFuego7 |
Enviado: 16/09/2008 21:09 |
CABALLERO DEJEN ALOS MUERTOS QUIETO YO estoy viva cojones me quiero ir pa la Yumaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa |
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