Una de las características fundamentales del PGP (Pensamiento Genuinamente Progresista) es haber renunciado a la lógica racional en beneficio de la obediencia a determinados dogmas políticos. Los análisis que se están haciendo sobre la situación cubana y sobre el futuro de la isla sin Fidel son un buen ejemplo de ello.
Cuba siempre ha sido para la feligresía del PGP una pista de patinaje intelectual y ético donde hemos visto costaladas memorables como aquella de Joaquín Sabina que atribuyó el fenómeno masivo de la prostitución en Cuba a la fogosidad erótica del Caribe. Semejante muestra de indigencia moral no mereció ni un leve reproche de la comunidad bienpensante y el cantautor siguió siendo un personaje tan respetable como para compartir mesa y mantel con los Príncipes de Asturias en una comentada cena privada.
Incluso quienes por fin admiten que Cuba es una dictadura, inmediatamente colocan su muletilla antiamericana: EE.UU. tiene una gran parte de culpa en el mantenimiento del régimen por su ¡hostilidad contra el castrismo! Al parecer Fidel se habría mantenido en el poder durante décadas únicamente gracias al nacionalismo y no al terror; como si no hubieran tenido nada que ver los fusilamientos, las decenas de miles de presos políticos o los comités de defensa de la revolución que han extendido hasta el último rincón de la isla el control político y la represión. Si la hostilidad de EE.UU. ha tenido como consecuencia el fortalecimiento del régimen, cabría preguntarse cuál ha sido el resultado práctico de los jueguecitos diplomáticos de guayaberas y corbatas que nos hemos traído los españoles con el dictador. Sin duda hemos contribuido durante los últimos años al desarrollo de una boyante industria turística en Cuba, pero dudo que hayamos colaborado siquiera mínimamente al desarrollo de la libertad.
Nuestra obediente cofradía progre también ha fijado su línea roja ante el futuro después de Castro: mantener a los exiliados en el exilio al menos simbólico; no tienen nada que decir sobre el futuro de la isla. Curiosamente los cubanos de Miami destrozan unos cuantos tópicos de uso común en el PGP: viven perfectamente adaptados a la democracia y son tan trabajadores que han convertido a Miami en el estado más floreciente de EE.UU.; incluso las cubanas del exilio, a pesar de la fogosidad erótica del Caribe, no se dedican a la prostitución. Pero según nuestros progres los exiliados son muy radicales y no podrían liderar un futuro integrador para Cuba. Aquí aparece la más formidable y reciente contradicción: quienes con mayor entusiasmo patrocinan para Cuba el modelo de la transición española por su carácter integrador y pacífico son los mismos que con idéntico entusiasmo llevan meses dedicados en España a cargarse los consensos que hicieron posible aquel proceso ejemplar. 

 

Shalom