La crisis de los batistianos en la Florida
Por Manuel E. Yepe
A cincuenta años de la defenestración del tirano Fulgencio Batista por la insurrección popular armada que abrió el camino a la revolución cubana, su evocación ocupa nuevamente un lugar en la actualidad continental.
El asesino de miles de cubanos cuando se desempeñaba como virtual custodio de los intereses de Estados Unidos en la isla siguió vigente en la política nacional cubana por intermedio de una amplia legión de sus acólitos que, para huir de la justicia tras el triunfo de la revolución, se instalaron en aquel país con el dinero robado de las arcas públicas y sirvieron a la superpotencia de fachada, y también de herramienta, para sus acciones hostiles contra la revolución.
Aquellos que se desempeñaban en la policía o el ejército de la dictadura fueron actualizados en las técnicas represivas y terroristas más avanzadas y empleados en las agresiones contra Cuba o enviados como asesores e instructores a otros países de la región.
Quienes integraban el círculo más cercano del tirano y más tarde sus descendientes y los íntimos de éstos, constituyeron los núcleos primarios de las organizaciones contrarrevolucionarias cubanas de Miami, financiadas por Washington para "reinstalar la democracia a Cuba".
Invariablemente manipulados por los cuerpos de inteligencia y subversión estadounidenses, su favor en el terreno de la política doméstica fue disputado por los dos partidos del sistema político norteamericano, con mayor éxito para el republicano. Según las conveniencias coyunturales del escenario político, se mantenían fragmentados o se unificaban circunstancialmente en alguna forma de organización que sirviera a proyectos de la Casa Blanca.
Por muchos años se les conoció como la mafia miamense, por los métodos de terror que empleaban para ejercer su hegemonía y así presentarse como representación indiscutida de la comunidad cubana en ese territorio.
Por entonces, el papel de esa mafia en la política interna de los Estados Unidos y especialmente de la Florida se hacía notar en acciones y métodos terroristas, maniobras electorales fraudulentas y escándalos políticos en los Estados Unidos así como en varios países de América Latina.
Se sabe que jugaron un papel protagónico en el caso Watergate, el fraude comicial de la Florida que dio la presidencia a George W. Bush en el año 2000, y probablemente en el asesinato del Presidente John Kennedy y las acciones terroristas del 11 de septiembre de 2001.
A partir de que la Casa Blanca pasó a manos de la extrema derecha bajo Ronald Reagan, comenzó a observarse un cambio de imagen y métodos en la extrema derecha cubana encabezada por los batistianos, en interés de que el liderazgo de la comunidad hispana fuera asumido por la cubana.
Convertidos en personalidades de la política interna de los EEUU, varios "batistianos" llegaron a ocupar cargos en el Congreso, el Gobierno, el servicio exterior y el sistema Judicial.
Entre los que asumieron cargos que llegaron a considerarse casi inamovibles, por lo difícil que parecía disputárselos en el ambiente de la Florida, estaban los representantes republicanos Ileana Ros-Lehtinen, Rafael Díaz Balart y Mario Díaz Balart.
Los tres tienen en común la característica de ser descendientes de políticos o militares muy cercanos al dictador Batista.
La reelección de ninguno de los tres había sido considerada discutible anteriormente, dada las características del ambiente político de Miami que, evidentemente, ha comenzado a cambiar.
Primero se supo que los hermanos Díaz Balart nada tenían garantizado y que, por el contrario, las encuestas los señalaban como posibles perdedores frente a sus respectivos rivales del partido demócrata Raúl Martínez y Joe García, también de origen cubano.
Posteriormente se conoció que los pronósticos respecto a la Ros Lehtinen, enfrentada a una aspirante demócrata poco conocida de origen colombiano, Annette Taddeo, tampoco garantizaban su reelección.
Comoquiera que en el Congreso de los EEUU las relaciones con Cuba se consideran asunto doméstico del estado de la Florida y la práctica que allí prevalece aconseja que un legislador que no tenga una plataforma conocida sobre un asunto doméstico de un estado debe guiarse por la posición de los legisladores de ese estado a la hora de votar, estos tres jurados enemigos de Cuba han desempeñado un papel muy dañino a los vínculos bilaterales como ejecutores de los designios de los grupos de poder de la extrema derecha en el establishment estadounidense.
Valdrá la pena seguir de cerca el desarrollo de las elecciones en este estado para estar en capacidad de prever si la temperatura de las aguas en el Estrecho de la Florida será propicia, por primera vez en medio siglo, a la atmósfera de buena vecindad que merecen los pueblos de las dos naciones.
En cualquier caso, sean cuales sean los resultados de los comicios, el desmontaje del poder batistiano en Miami, parece ser irreversible.