Gustavo Vinocur, el hombre que venció las tinieblas
JENNIFER MOONEY PIEDRA
The Miami Herald
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NISSA BENJAMIN/HERALD STAFF
Gustavo Vinocur durante el inicio de la ceremonia de graduación en el recinto norte del Broward College, donde obtuvo un título en educación de Ciencias Sociales.
Mientras Gustavo Vinocur caminaba a través del escenario, sujetándose del brazo de su hija, la muchedumbre no se mantuvo calmada. Desconocidos se pusieron de pie y aplaudieron al tiempo que gritaban vítores. Algunos debieron secarse las lágrimas.
Un hombre de edad madura que se gradúa de la universidad no es una historia poco usual. Pero la historia de Vinocur sí lo es.
Hace casi cinco años, a los 41 años, Vinocur se quedó ciego de repente. El padre soltero no podía trabajar ni criar a sus dos hijos adolescentes, pero se las agenció para superar su incapacidad y lograr un éxito académico, con una calificación de 4.0.
Ayer, Vinocur, que en la actualidad tiene 45 años, llevaba puesta una toga y un birrete de color azul marino y gafas oscuras durante el inicio de la ceremonia de graduación en el recinto norte del Broward College, donde obtuvo un título en educación de ciencias sociales.
Llevándolo del brazo iba su hija de 21 años --y su más ardiente admiradora-- Mónica Vinocur.
"Con todo lo que ha pasado, él decidió que este era su objetivo y fue quien tomó la iniciativa'', dijo la joven. "Estoy increíblemente orgullosa de él''.
Vinocur, que se graduó con honores y de quien el presidente del Broward College, J. David Armstrong Jr., dijo que era una "persona digna de admiración'' es más modesto sobre sus logros.
"No creo que sea para tanto'', dijo Vinocur.
Tampoco está muy impresionado por lo que le reserva el futuro.
El próximo otoño, Vinocur empezará a estudiar en la Florida Atlantic University y buscará una licenciatura en educación de ciencias sociales. Sin embargo, no tiene planeado detenerse ahí.
"Quiero lograr una educación total, así que quiero obtener un doctorado'', dijo Vinocur, agregando que su meta principal es trabajar eventualmente como maestro.
El llama a esto su "segunda oportunidad''.
Vinocur nació y se crió en Argentina y se mudó a Nueva York con su familia cuando era adolescente.
Se matriculó en la State University of New York, pero tuvo que parar sus estudios cuando se casó, le nacieron dos hijos --Michael y Mónica-- y tuvo que trabajar para mantener a su familia.
Después Vinocur se divorció y se estableció en el sur de la Florida, donde consiguió un empleo en el hospital Coral Springs Medical Center, en el departamento de admisión de pacientes.
En febrero del 2004, se acostó una noche con una visión perfecta. A la mañana siguiente, se despertó y no podía ver nada.
La vida de Vinocur había cambiado de la noche a la mañana.
Los médicos atribuyeron su ceguera repentina a una enfermedad ocular llamada retinopatía. Vinocur pensó que había perdido todo.
"Un día estaba manejando, ganando un salario, pagando mis cuentas, usando una computadora'', dijo. "Y al día siguiente, no podía hacer nada de eso. Sentí que había caído en un abismo''.
Vinocur todavía tiene problemas cuando tiene que hablar del momento en que se dio cuenta que se había quedado ciego.
"Aún estoy ajustándome'', dijo, cerrando sus ojos por un momento, como si luchara por no llorar. "No ha sido nada fácil''.
Dos días después de haber perdido su visión, Vinocur llamó a Lighthouse of Broward, una agencia educacional y de rehabilitación para los ciegos o los que tienen incapacidad de la visión.
Vinocur aprendió a caminar con un bastón, usar de nuevo una computadora y cómo continuar con su vida. Alguien lo convenció que regresara a la universidad.
Pero tuvo que enfrentarse a un reto tras otro.
Desde el punto de vista financiero, Vinocur ha pasado grandes trabajos para sobrevivir. Depende de los cheques de incapacidad física del Seguro Social para poder pagar todo: el alquiler, la electricidad, el agua, el teléfono, la comida y su educación.
Cuando Vinocur se matriculó en el Broward College hace unos dos años, la oficina de servicios de incapacidad en el recinto de la escuela en Coconut Creek lo ayudó a acomodar sus necesidades especiales.
"Cuando vino aquí por primera vez, realmente no estaba seguro si podría hacerlo'', dijo Laura Ruben, especialista en servicios para incapacitados del Broward College. ‘‘Pero lo ha hecho estupendamente bien''.
Aprender es más complicado para Vinocur que para la mayoría de las personas incapacitadas visualmente porque tiene un daño en los nervios de las yemas de los dedos y no puede utilizar el sistema Braille.
En la computadora, Vinocur usa un teclado con botones en ciertas teclas, que le sirven como guía. Un programa de lector de pantalla también lo ayuda, repitiendo cada letra o palabra que escribe, de modo que pueda escucharla. El programa es también útil cuando Vinocur navega por la internet, ya que lee en voz alta el contenido de la página web y lo ayuda a navegar.
Vinocur usa una grabadora digital en clase y luego transcribe las lecturas en notas, que su computadora le lee a su vez.
"Mis oídos son mis ojos'', dijo. "Son los que me dan toda la información''.
Los exámenes académicos también le resultaron un reto.
Estudiantes voluntarios le leen las preguntas y luego escriben sus respuestas. Los exámenes de opciones múltiples resultan especialmente difíciles, ya que Vinocur tiene que recordar la pregunta y todas las posibles opciones de respuesta.
Cuando los libros de texto no están disponibles en formato de audio, Vinocur escanea todas las páginas --que a veces son miles-- en la computadora, que después se las repite a él.
"La escuela es un compromiso de siete días a la semana para mí'', dijo. "Es lo más difícil que jamás he hecho''.
Vinocur recorre el recinto de la escuela sólo con un bastón. Recientemente, dejó la oficina de servicios a los incapacitados, se guió a sí mismo por un pasillo tocando una de la paredes, atravesó una puerta de cristal, bajó unas escaleras y fue directo a la parada del autobús.
Por $5 diarios, el transporte público lo lleva de ida y vuelta desde su casa en Fort Lauderdale hasta la escuela de Coconut Creek.
Vinocur dijo que pasa sus momentos más felices en la casa, donde vive con su hija y su nieta de 14 meses, Saniyah Kenon, a quien llama "la cosa más preciosa de mi vida''.
No sólo abuelo y nieta juegan juntos, sino que a veces Saniyah se sienta en su regazo, mientras él trabaja en la computadora.
Su misión en la vida es enseñarle a ella --y a otros-- que todo es posible.
"No quiero que la gente piense que porque soy ciego no puedo hacer nada. ¡Ni hablar de eso!'', dijo. "La vida es lo que uno hace de ella''.
jpiedra@MiamiHerald.com