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General: Yoani Sanchez
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De: Azali5 (Mensaje original) |
Enviado: 22/01/2009 03:39 |
 Espero en un banco del Parque Central a unas amigas, que ya llevan media hora de retraso. Ha sido un día duro y tengo pocas ganas de conversar con alguien. Un muchacho -que no rebasa los veinte- se me sienta al lado. Habla pésimamente el inglés, pero lo usa para preguntarme de dónde vengo y si comprendo el español. En un primer impulso tengo ganas de decirle que se largue, que no estoy para jineteros a la caza de turistas, pero lo dejo avanzar en su fallida estrategia de seducción. No sabe que mi pálido pellejo lo he heredado de dos abuelos españoles, pero mi pasaporte es tan azul y nacional como el que tiene él. Si no fuera por su falsa apreciación de que soy extranjera, nunca se me acercaría. No soy un buen partido âeso se ve a la legua- pero él calcula que aunque parezca una forastera pobre, al menos puedo generarle una visa para emigrar. Llega a decirme, estimulado por mi mutismo: âLady, I love you” y después de semejante declaración de amor, no puedo seguir conteniendo la risa. Le apunto en mi peor slang centrohabanero âNo gastes balas conmigo, que soy cubicheâ. Se levanta como si lo hubiera picado una bibijagua y se va insultándome. Lo escucho cuando exclama en voz alta âesa flaca parece yuma, pero es de aquí y vale menos que la moneda nacionalâ. Mi día ha cambiado repentinamente y empiezo a reírme sola en aquel banco, a pocos metros del Martí de mármol que adorna el parque. La revancha le llega rápido al frustrado Casanova. Una nórdica en bermudas pasa por su lado y él le repite el mismo estribillo que me soltó a mí. Ella sonríe y parece deslumbrada ante su juventud y sus trencitas que terminan en cuentas de colores. Los veo irse juntos, mientras el ágil mancebo le declara su amor, en una lengua de la que apenas conoce una docena de palabras. |
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De: Azali5 |
Enviado: 22/01/2009 13:51 |
 Ante las promesas de futuro que nunca se concretan, me inclino por el porvenir que comience hoy mismo, por los sueños que se materialicen en esta jornada. Ya tuve mis ojos puestos en el mañana, respiré bocanadas de porvenir y me creí el espejismo de lo que vendría. A estas alturas, sólo apuesto por lo viable. Me he levantado trastocando una de esas quiméricas consignas -que tanto escuchamos por la tele- para hacerla más real. Un mundo posible es mejor -me he dicho- y comienzo a sentir que vamos a lograrlo. Que el planeta, mi isla y mi ciudad encontrarán soluciones realizables, no otra andanada de utopías. |
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De: Azali5 |
Enviado: 22/01/2009 13:52 |
 Inspirada en una de esas tantas propagandas turísticas, se me ha ocurrido una idea para atraer visitantes a la Isla. No se trata de un viaje ecológico para apreciar la naturaleza o de un tour histórico por las plazas y monumentos del país. Una estancia a “lo cubano” podría ser el slogan de esta campaña turística, condenada de antemano al desinterés de sus posibles receptores. Ven y vívelo, rezaría en la portada de la libreta de racionamiento que se le entregaría a cada uno de los que se apunten a esta aventura. El hospedaje no se parecería a las habitaciones de lujo que muestran los hoteles de Varadero o Cayo Coco, pues nuestros turoperadores sugerirían cuartuchos en Centro habana, solares en Buena Vista y un abarrotado albergue de damnificados por los huracanes. Los turistas que compren este paquete no podrán manejar moneda convertible y para sus gastos de dos semanas contarían con el salario medio de un mes: trescientos pesos cubanos. De esta forma, no podrían montarse en taxis de divisa ni conducir un auto rentado por las carreteras del país; el uso del transporte público sería obligatorio para los interesados en esta nueva modalidad de viajes. Los restaurantes les estarían vedados a quienes opten por esta excursión y recibirían un pan de ochenta gramos cada día. Quizás y hasta tengan la suerte de alcanzar media libra de pescado antes de que salga el vuelo de regreso. Para moverse a otras provincias no contarían con la opción de Viazul, aunque en lugar de estar tres días en la cola para un boleto, podría dárseles la ventaja de comprarlo después de sólo una jornada de espera. Tendrían prohibido el subirse a un yate o contratar una tabla de surf, no fuera a ser que terminen su estancia a noventa millas y no en nuestro “paraíso” caribeño. Al finalizar su estancia, los arriesgados excursionistas obtendrían un diploma de âconocedores de la realidad cubanaâ, pero tendrían que venir algunas veces más para ser declarados âadaptadosâ a nuestro absurdo cotidiano. Se irán más flacos, más tristes, con una obsesión por la comida que saciarán en los supermercados de sus países y, sobre todo, con una tremenda alergia ante los anuncios turísticos. Esas doradas propagandas que muestran una Cuba de mulatas, ron, música y bailes no podrán esconder el panorama de derrumbes, frustración e inercia que ellos ya han conocido y vivido. |
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