ANTONIO MACEO
para niños de todas las edades
En el año del centenario de la muerte
del Lugarteniente General Antonio Maceo y Grajales
y del Mayor General José Maceo y Grajales
Guaracabuya
Diciembre 6, 2001
La Nueva Cuba
Diciembre 7, 2003
Hay
hombres y mujeres buenos y hay hombres malos y mujeres malas. Los
buenos parece como que nacen para hacer el bien, y quieren que el mundo
sea mejor para todos, y sufren por la injusticias que se cometen con
los demás, y se sacrifican por ellos, y cuando mueren, todos los lloran
como si fueran seres queridos. Los malos, por el contrario, llega uno a
creer que vienen al mundo nada más que para hacer daño, para sembrar el
odio y la destrucción, y son egoístas y cruel, y todos se alegran
cuando les llega la muerte, porque solamente así dejan de hacer mal.
Este
pequeño libro trata de un hombre bueno, de un cubano que murió hace
cien años luchando por la independencia de su patria y para establecer
en ella un gobierno de justicia y libertad. Era Antonio Maceo, quien
con sus acciones de guerra llegó a ser el militar más respetado de
Cuba, y es hoy, después de José Martí y Carlos Manuel de Cespedes,
otros dos hombres buenos nacidos en la isla, el más venerado de los
cubanos.
Antonio
Maceo nació en un pueblecito cerca de la ciudad de Santiago de Cuba en
la provincia oriental de la isla, el día 14 de junio de 1845. Su padre,
Marcos, agricultor, propietario y comerciante, y su madre, Mariana
Grajales, habían nacido en Santiago de Cuba, y bautizaron al niño con
el nombre de Antonio de la Caridad, en la misma iglesia en que recibió
bautismo su padre. El segundo nombre se lo pusieron por la Virgen de la
Caridad, que es la patrona de Cuba.
Antonio
Maceo tuvo varios hermanos y hermanas que ayudaban a sus padres en las
siembra de café, tabaco y plátanos que tenían en sus tierras, y en la
cría de ganado. Como eran negros, aunque ninguno fue esclavo, no se les
permitía a los niños más estudio que el de las primeras letras, pero
Antonio se aprovechó del saber de amigos de la familia para aprender
sobre la historia de su país y sobre los empeños en varias partes del
mundo para acabar con la esclavitud.
La
niñez de Antonio fue feliz. En el hogar reinaba la más sana armonía.
Los hermanos se querían como amigos íntimos, y los padres sembraban con
su ejemplo el culto a la honradez, al trabajo y a la justicia. Los que
conocieron a Antonio de jovencito, cuando hacía viajes a la ciudad para
vender los productos que cosechaba la familia, lo describían como
simpático, inteligente, alegre, alto, fuerte y muy bien parecido.
Antes
de cumplir los 20 años Antonio se enamoro de la que iba a ser su
esposa, Maria Cabrales, con la que se casó poco después. Muy pronto
tuvieron una hija , a la que bautizaron con el nombre de María de la
Caridad: mitad del nombre de la madre, María, y mitad del nombre del
padre, de la Caridad; y al año siguiente les nació un hijo, al que le
pusieron José Antonio, la mitad del nombre por el padre y la otra mitad
por el hermano que más quería Antonio, Jose, que llegaría a ser uno de
los más valiosos generales de la Guerra de Independencia.
Ya
en aqulleos días hacían preparativos los cubanos para librarse de la
opresión de los españoles que gobernaban el país, y para declarar a
Cuba una nación libre e independiente. Dirigían la conspiración ricos
propietarios blancos de la región oriental, muchos de ellos masones, y
el 10 de Octubre de 1868, dirigida por Carlos Manuel de Cespedes,
empezó la insurrección. Dos meses después el gobierno de la República
en Armas firmó un decreto ordenando la abolición de la esclavitud, y
muchos negros se unieron a la rebelión contra España.
La
familia Maceo supo del levantamiento, y enseguida se sumó a él. La
madre, Mariana Grajales, reunio a sus hijos en la sala de la casa, y
los hizo arrodillarse para que juraran por Cristo, y ante un crucifijo,
libertar a Cuba o morir luchando por su patria.
Antonio
montó su mejor caballo y se unió a las fuerzas cubanas como simple
soldado, pero, por su valor muy pronto lo hicieron sargento. Como toda
la familia apoyaba la causa de Cuba, el enemigo se presentó en sus
propiedades y les quemó sus casa y pertenencias. Tiempo más tarde
Antonio, subiendo de grados por méritos militares iba a llegar a
teniente coronel. Habia aprendido el arte de la guerra del general
Máximo Gómez, un dominicano que fue a Cuba para ayudar a los cubanos en
su empeño de hacerse libres. Muy pronto, en distintas acciones de
guerra, murieron un hermano de Antonio y el padre de la "tribu heroica"
como se llamó a aquella familia que tantos patriotas dio a Cuba.
Poco
después recibió Antonio la primera herida de las muchas que recibiría
en el campo de batalla. Lo llevaron a curar a un improvisado hospital
de sangre en el que trabajaban su madre, su esposa y otros de sus
familiares, y, a pesar de ver herido a su hijo, y a pesar del dolor por
el que pasaba debido a la reciente muerte de su esposo y de uno se sus
hijos más queridos, Mariana Grajales se encaró con el menor de ellos,
que allí estaba, y le dijo: "¡Y tú, empínate, que ya es tiempo de que
pelees por tu patria!"
Aún
en cama por su herida, Antonio y María tuvieron la pena de saber que
sus dos pequeños hijos habían muerto por las privaciones de la guerra.
Durante diez años continuaron los cubanos su lucha por la libertad, por
eso se conoce esa guerra como la Guerra de los Diez Años, o la Guerra
Grande. Maceo participó en 800 combates y tenía 22 cicatrices de
heridad en el cuerpo. No lograron los cubanos la libertad por la que
habían luchado con tanto valor. Firmaron un acuerdo con España por el
cual ésta la haría algunas concesiones a los patriotas. Maceo, ya como
Mayor General, se negó a rendirse, y junto a algunos de sus hombres
hizo lo que se conoce en la historia como la Protesta de Baraguá,
denunciando el pacto por el que terminaba la guerra, pero poco después
se vio obligado a salir para el exilio con la esperanza de reiniciar
otra insurrección armada para lograr la independencia de su patria.
El
general Antonio, como ya lo llamaban todos los cubanos, inició su
exilio en Jamaica, donde dejó a su madre y a su esposa, y de ahí se fue
a Nueva York en busca de dinero para organizar una expedición que lo
llevara a Cuba. No tuvo éxito y se vio obligado a establecerse con su
mujer en la América Central, pero siguió conspirando, por lo que viajó
entre 1881 y el comienzo de la nueva guerra de independencia, en 1895,
por los centros principales en que se habían establecido los cubanos:
Cayo Hueso, Santo Domingo, Panamá, New Orleans y Nueva York. En esta
última ciudad conoció a José Martí, quien iba ser el encargado de
preparar el nuevo levantamiento con el que se lograría por fin hacer la
isla independiente.
En
1895 Maceo salió de Costa Rica con un grupo de cubanos, y desembarcaron
en la provincia de Oriente. Ya se había iniciado la insurrección en el
poblado de Baire. Poco después llegó a Cuba, también para sumarse a la
guerra, el general Máximo Gómez, José Martí y un puñado de valientes.
Esos tres eran los que iban a dirigir la campaña, Martí, Gómez y Maceo,
y se reunieron para discutir lo que se debía hacer.
Luego
se separaron, cada uno a cumplir lo que poco antes allí habían
acordado, y José Martí fue muerto en combate en un lugar llamado Dos
Ríos, el 19 de Mayo de ese año 1895.
En
recuerdo de su valiente Protesta en Baraguá, cuando termino la Guerra
de los Diez Años,Maceo se dispuso a invadir la isla desde ese mismo
lugar, y salió con sus fuerzas hacia el Oeste.
De
combate en combate fue atravesando toda la isla, derrotando al ejercito
español que hacía e s f u e r z o s desesperados para detenerlo. En una
carta a su querida esposa le escribe: "Para mí no se ha hecho la
tranquilidad. Vivo a caballo corriendo en toda dirrección. Veinte y dos
mil hombres forman diez y ocho regimientos que tengo sobre las
armas".Al pasar por Camaguey, la provincia inmediata a la de Oriente,
varias mujeres le entregaron a Antonio Maceo una gran bandera cubana
para que la llevara hasta la provincia de Pinar del Río, el término de
su gran campaña.
Y
así él lo hizo, y a principios de 1896, en el pueblo de Mantua, que era
donde debía terminar la invasión, Maceo plantó la bandera que le habían
entrgado las camagueyanas. Los españoles estaban ya prácticamente
derrotados. Pero aún una pena mayor tendría que sufrir el general
Antonio: en un encuentro con el enemigo, murió en la provincia de
Oriente, su hermano preferido, mayor general José Maceo y Grajales. "El
león de Oriente".
Se
acercaba el momento de la terminación de la guerra, y de lograr la
independencia. Maceo regresó a la provincia de La Habana, por la que
había pasado poco antes con la invasión. Y el día 7 de Diciembre, un
lunes, a las dos de la tarde, mientras descansaba en una hamaca junto a
sus soldados, en un lugar llamado San Pedro se oyeron disparos de
fusil: era una columna española que había penetrado en el campamento de
los cubanos. Maceo se vistió, montó a caballo y se dispuso a dirigir un
ataque contra el enemigo en la misma forma en que lo había hecho tantas
veces. Seguido de sus hombres ordenó una carga al machete, pero una
bala lo hizo caer con la cara destrozada. Sus soldados trataron de
reanimarlo, pero un minuto después estaba muerto. Varias familiares
suyos ya habían caído en el campo de batalla. "Nosotros, los Maceo",
siempre decia, "tenemos que morir por la patria". Por su valor y
heroísmo, los cubanos lo llaman, con admiración y cariño, "El Titán de
Bronce".
Maximo
Gómez, como Jefe del Ejército Libertador, anunció a sus soldados la
muerte de su Lugarteniente con estas palabras: "La patria llora la
pérdida de uno de sus más esforzados defensores, Cuba llora al más
glorioso de sus hijos, y el Ejercito al primero en la defensa de la
patria".
El
ilustre filósofo y maestro Enrique José Varona, quien ocupaba el puesto
de Martí en la dirección del periódico Patria, de Nueva York, escribió
a raíz de la tragedia occurrido en San Pedro: "Maceo tuvo la suerte de
encarnar en vida una grande y noble idea, y ha tenido la suerte de
seguir siendo después de su muerte, una de las grandes fuerzas que
están en acción para realizar la obra emprendida".
Un
año y medio después de la muerte de Maceo, los cubanos lograron el
triunfo que tantos sacrificios les costó. Los Estados Unidos habían
declarado la guerra a España, desembarcaron en la isla y, dirigidos por
el Ejercito Libertador, hicieron que los españoles se rindieran. Maceo
siempre se opuso a toda intervención extranjera. Más de tres años
estuvieron los americanos en Cuba, y el 20 de Mayo de 1902, les
entregaron a los cubanos el gobieron de la nación.
PENSAMIENTOS DE ANTONIO MACEO
(Tomados de sus cartas, proclamas y otros escritos)
1.Los
imperios fundados por la tiranía y sostenidos por la fuerza y el
terror, deben caer con el estrépito de los cataclismos geológicos.
2.La
libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar
derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos.
3.Protestaré
con todas mis fuerzas y rechazaré indignado todo acto ilegal que
pudiere intentarse vulnerando los sagrados fueros y derechos del pueblo
cubano.
4.No es una política de odios la mía, es una política de
justicia en que la ira y la venganza ceden en favor de la tranquilidad
y la razón, es decir, una política de amor…El lema que juzgo más
elocuente para que luzca en la bandera de nuestra revolución, es Dios,
Razón y Derecho.
5.Una República organizada bajo sólidas bases de
moralidad y justicia es el único gobierno que, garantizando todos los
derechos del ciudadano, es a la vez su mejor
salvaguardia…Inquebrantable respeto a la Ley y decidida preferencia por
la forma republicana, he ahí concretado mi pensamiento político.
6.Yo
desearía para mi país un hombre que tenga la virtud de redemir al
pueblo… sin haber tiranizado a sus redimidos… Nuestra aspiraciones son
amplias, y en ellas caben todos los hombres, cualquiera que esa su modo
de pensar y el juicio que formen de las cosas.
7.El porvenir de Cuba
le pertenece a un pueblo entero y no tenemos derecho a disponer de él
en discordia con sus intereses político-sociales.
8.Muévenos sobre todo el triunfo del derecho de todas las generaciones que se sucedan en el escenario de nuestra Cuba.
9.Siempre
estaré al lado del principio racional, aunque para ello necesite estar
de frente con las condiciones del actual momento.
10.Cuba no debe ni
puede esperar soluciones extrañas; su porvenir está en hacerse reina
absoluta de sus destinos y recoger a sus hijos proscritos por la
tiranía de su opresor.
11.Con la soberanía nacional obtendremos
nuestra naturales derechos, la dignidad sosegada y la representación de
pueblo libre e independiente.
12.Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha.
13.Lo único que yo aceptaría gustoso de mis enemigos fuera el sangriento patíbulo.
14.Que
difiramos en la forma no quiere decir que dejemos de trabajar en favor
de la causa; por el contrario, debemos hacerlo buscando la unión, pues
de las ideas compartidas en armonía resulta mejoramiento, contribuyendo
a engrandecer la obra común.
ANTONIO MACEO
Escrito por José Martí en 1893 después de un viaje a Jamaica, donde visitó a la madre y a la esposa del general Maceo.
De
la madre, más que del padre, viene el hijo, y es gran desdicha deber el
cuerpo a gente floja; pero Maceo fue feliz, porque vino de león y de
leona. Ya está muriéndose Mariana Grajales, la madre, la viejecita
gloriosa en el extranjero, y todavia tiene manos de niña para acariciar
a quien la habla de la patria. Levanta la cabeza arrugada, con un
pañuelo que parece corona. Y uno no sabe por qué, pero se le besa la
mano. A la cabecera de su nieto enfermo, habla la anciana de las peleas
de sus hijos, de sus terrores, de sus alegrías. Acurrucada en un
agujero de la tierra pasó horas mortales, mientras que a su alrededor
se cruzaban sables y machetes. Vio erguirse a su hijo Antonio,
sangrando del cuerpo entero, y con diez hombres desbandar a doscientos
españoles. Y a los viajeros que en nombre de la causa de Cuba la van a
ver a Jamaica, les sirve con sus manos y los acompaña hasta la puerta.
María
Cabrales, la esposa de Maceo, quien es una nobilísima dama, ni en la
muerte vería espantos, porque le vio ya la sombra a la muerte muchas
veces. No hay más culta matrona que ella, ni hubo en la guerra mejor
curandera. Dijo en una ocasión, cuando faltaban mujeres en el campo de
batalla: "Y si ahora no va a haber mujeres. ¿quién cuidará de los
heridos?" Con las manos abiertas se adelanta a quien la visita y le
lleva esperanzas de su tierra. De negro va siempre vestida, pero es
como si la bandera cubana la vistiese. ¡Fáciles son los héroes, con
tales mujeres!
En
Costa Rica vive ahora Antonio Maceo. De vez en cuando sonríe, y es que
ve venir la guerra. Todo se puede hacer. Todo se hará a su hora. Y hay
que poner atención a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta
fuerza como en el brazo. Firme es su pensamiento, como las líneas de su
cráneo. Su palabra es de una elegancia artística que le viene de su
esmerado ajuste con la idea. No deja frase rota, ni usa voz impura, ni
vacila cuando lo parece. Ni hincha la palabra nunca ni la deja de la
rienda. Pero se pone un día el sol, y amanece al otro, y el primer
fulgor de por la ventana sobre el guerrero que no durmío en toda la
noche buscándole caminos a su patria para hacerla libre. Con el
pensamiento la servirá, más aún que con el valor. En el general Maceo
son naturales el vigor y la grandeza.
QUIEN ERA MACEO
Eugenio
María de Hostos, el famoso escritor y maestro puertorriqueño que tanto
hizo por la causa de la libertad de Cuba, conoció a Maceo en Santo
Domingo. Al enterarse en 1896 de la muerte del cubano publicó este
artículo en El Propagandista, de Caracas.
Ha
estado siempre tan presente en los campos de batalla; entró tan pronto
en la guerra; organizó con tal tino el ejercito de Oriente; secundo con
tal brío a su gran jefe y gran amigo Máximo Gómez, en la pasmosa marcha
de Oriente a Occidente; su entrada en Pinar del Río fue tan atrevida:
su patente superioridad intelectual, como soldado en guerrilla y en
batalla; su ímpetu en el combate; su vigilancia en el campamento; el
brillo de sus virtudes de guerrero ha sido tan favorable, que la gloria
militar del soldado ha eclispsado al ciudadano.
Pero
Maceo, antes que todo y más que todo, fue un ciudadano. A sus
cualidades de patriota ciudadano debió sus cualidades de guerrero; a su
patriotismo, su vehemencia; a su civismo, su constancia; a su deseo de
justicia, su clemencia; a su ansia de libertad, su entusiasmo; a su
ardentísimo anhelo de igualdad, el popular ejercicio que hacía de su
superioridad.
Antes
de esta revolución, en que soló la gloria de Máximo Gómez ha competido
con su fama, estuvo Maceo en otra revolución más larga que exigió de él
esfuerzos mayores.
La
familia de Maceo era una familia tipo. Eran ocho y ya no quedan sino
los retoños; los ocho, según parece, han muerto por su patria. La madre
que quedó sola al frente y al cuidado de sus hijos, es singularmente
alabada y respetada de los que la conocieron: Martí, en una de las
últimas páginas que escribió, habla de aquella madre que enseñaba a sus
hijos a acostumbrarse a la idea de morir por su patria, y que les ponía
por sí misma los arreos del combate, Martí habla de ella como de una
matrona romana.
En
aquel hogar de patriotas, de soldados, de ciudadanos y de héroes, el
patriota por excelencia, el soldado más tenaz, el ciudadano más
perfecto, el héroe más brillante, es el que acaba de caer al golpe de
la fatalidad.
MACEO EN LA POESIA
La
admiración de los cubanos por el general Antonio Maceo hizo que los
poetas cantaran sus glorias. A continuación aparecen algunos ejemplos
de composiciones poéticas dedicadas a él.
El combate de Mal Tiempo
En verdes campos de caña, Hijos de Cuba y de España.
De hermosura sorprendente, Estos últimos, con saña,
Se encontraron frente a frente Atacaron prontamente
Al ejército valiente Y al divisarlas huyeron
Que en titánica porfía Los voluntarios del Guayo
Resuelto se dirigía
A la invasión de Occidente. Avanza la hueste hispana
Con bayoneta calada,
Rompen el fuego Las Villas, Y cae en una emboscada
Que a la vanguardia marchaban, De la infantería cubana.
Y al combate se lanzaban Arde la caña cercana,
Desplegados en guerrillas. Huyen las fuerzas contrarias
Avanzan por las orillas Y mientras descargas varias
De aquellos cañaverales, Estremecen la pradera
Los valientes orientales, Le quitamos la bandera
Tan bravos como jinetes, Al batallón de Canarias.
Y esgrimiendo sus machetes
Descargan golpes mortales. Sus cajas de municiones
En medio de aquel tropal. Quitamos al enemigos,
Y veloz como el deseo, Que maltrecho y sin abrigo
Parte el general Maceo Corría en todas direcciones.
Montado en blanco corcel. Los valientes escuadrones,
Todos lo siguen a él Arrementen prontamente,
Y con entusiasmo ardiente,
Que al enemigo acomete, Guardando aquellos pertrechos,
Y entre las balas se mete Exclamaban satisfechos:
Como exhalación radiosa, ¡Vivan Las Villas y Oriente!
Mientras que con voz imperiosa
Manda cargar al machete. Esta acción que preludió
El éxito de Occidente,
Esas legiones de Oriente, A la fama independiente
Cuyas proezas bendigo, De gloria y honor cubrió.
Arrollan al enemigo, Frente a frente se venció
Que huía cobardemente. En aquellos verdes llanos
La retaguardia impaciente A los altivos hispanos
Partió veloz como el rayo, Que al fin el polvo mordieron
Y sin temor ni desmayo Con la carga que le dieron
Por la derecha siguieron En Mal Tiempo los cubanos.
Mal Tiempo, la altiva España,
Hace que el mundo se asombre,
Que su grandeza y su nombre
Se pierde en este campaña.
En el llano y la montaña
Desafiamos su insolencia,
Pues nos dicta la conciencia
Cumplir con nuestro deber,
Hasta llegar a obtener
De Cuba la independencia.
(1895; "Un vate en campaña" La nueva lira criolla, La Habana, 1903)
Himno A Maceo y a la invasión
Muera, muera el cobarde tirano,
Que prisión y castigos inventa;
Para el noble cubano que intenta
Por la patria ganar libertad.
¡Vive Cuba, y abajo el gobierno
Que en mi patria comete atropellos!
¡Dinamita y machete con ellos,
Cuba libre muy pronto será!
Cuba mía, despierta a tus hijos,
Y que colmen tu ardiente deseo;
Ha llegado el guerrero Maceo
Con diez mil bayameses aquí.
Orientales, cargad al machete,
Golpe fiero y veloz como el rayo;
Que no quede ni un solo cipayo
Descendiente del Cid y Colón.
¿Veis a aquel ciudadano que viene
Cobijado en cubana bandera?
Es guerrero que a Cuba venera
Y odia a muerte al cobarde opresor.
A la vista del noble caudillo
De las fuerzas cubanas de Oriente
Brota el grito patriota y ferviente
¡Cuba libre, o morir con honor!
Su retrato mi mente recuerda,
Caballero en corcel prodigioso
Y la enérgica voz del coloso
Hoy repite con fiel expresión.
Despertad, despertad, que ya es hora
De empuñar el machete en las manos:
Vengan, vengan aquí los cubanos
A ganar con honor libertad.
A la vista de noble bandera,
Blanca, azul, con estrella, y punzó;
Patriotismo cubano estalló
Desde Oriente cruzando a través
Dando vivas a Cuba y sus hijos
El cubano al contrario acomete;
Manejando el cortante machete
Que a su patria dará libertad.
(1896, "E.M.G.; La Nueva lira criolla, La Habana, 1903.
A Antonio Maceo (en el día de su cumpleaños)
Tú eres cubano, valiente, Entre la manigua espesa
Y patriota decidido, No puede contigo España
Que al ejército has vencido Y has hecho de ella pavesa
En guerrilla con tu gente. Quemando toda la caña.
De América es el deseo
Que sea Cuba independiente
Y que la vida le aumente
Dios a Antonio Maceo.
Que su próximo natal
Sea en nuestra Cuba cubana,
Para brindar en La Habana
Por su maachete oriental.
Salud, bravo compañero
Que eres más bravo que el sol,
y lo sabe el mundo entero
Y así tiembla el español.
14 de junio de 1896; "Un mambí macho," desde Santo Domingo
El machete [de Maceo]
Te recogió herrumbroso en el sendero
Membrudo brazo de ejemplar cubano;
Limpió to herrumbre el patriotismo sano,
Y brilló cual relámpago tu acero.
Blandiéndote el patriota altivo y fiero,
Trocóse en el horror del bando hispano,
Terrible el golpe, el filo soberano,
El antes dócil e industrioso apero.
Hoy, entre el batallar y la pelea,
Mientras la rabia sórdida arremete,
Surge a tu paso la inmortal idea;
Y es en vano si ciego la acomete
La tropa hispana en infernal ralea,
Porque vence terrífico el machete.
(1896, Enrique Hernandez Miyares)
Antonio Maceo
Vino de las montañas del indomable Oriente
Descendió a las llanuras del bravo Camaguey,
Y como alud que tala, cual bramador torrente
Cayó sobre las tropas de la española grey.
Erguido sobre el blanco bruto de piel luciente
Cruzó en pos de la gloria el suelo siboney,
Y en las Villas, Matanzas, La Habana y Occidente,
Derrotó a los heroicos defensores del rey.
Tenía el alma hecha para domar leones,
Invencible en Mal Tiempo, batió los escuadrones
Aguerridos y bravos de la inmortal nación.
Y cayó en Punta Barva, ungido por la gloria,
Y héroe que escribiera de América en la historia
El capítulo heroico, ¡La Invasión!
(1908, Juan Guerrra Núnez)
San Pedro
Al fin cayó el león; aquí la historia
Hubiera vuelto con cariño arredro:
Este fue su Tabor; este San Pedro
Le abrió las puertas de la misma gloria.
Aquí finalizó su ejecutoria,
La progresión gigante de su medro
Aquel titán de robustez de cedro,
Aquel rebelde de feliz memoria.
Y aquí, en el delirar de su agonía.
Se juzgó necesario todavía
Para las libertades y la guerra,
Sintióse derrotado por la suerte
Y clavó las espuelas en la tierra
¡Para cargar contra la misma muerte!
(1919, Rubén Martinez Villena)
Punta Brava
Punta Brava: cubanía La risa de una bandera.
Del ancho de tu apellido, Te conocí en el dolor
Te sé por el surco herido De una calle abandonada,
Que sembró tu rebeldía. Me llenaste la mirada
Vienes a mi poesía Con una niña de amor.
Hermana del zapateo, Me dijo tu alrededor
Lavada en aquel deseo Un libro de luz, escrito
De sol ávido de altura, Cuando la vena de un grito
Con que te regó la pura Se rompió en claveles rojos.
Sangre de Antonio Maceo. Y se apagaron los ojos
De Maceeo y de Panchito.
Pueblo para la conción
De un inventado sonido Maceo: bronce y crisol
En tu altar hecho latido Y yunque,todo en un hombre,
Arrodillo el corazon. Hizo símbolo tu nombre
Te siento en el almidón Frente al verdugo español.
Que plancha mi guayabera; Pero asesinado el sol
Y estas en esta quimera En cielo de tierra esclava.
De tocar el firmamento, Un fusil cruzó con lava
Que sabe decirle al viento
El Diciembre más ingrato, De la patria de su amor,
Cuba: corazón mulato, Aquel hombre tan valiente,
Se desangró en Punta Brava. Ya con la estrella en la frente,
Había escuchado el clamor,
(Francisco Riverón, El caimán Y se dijo: ‘Yo no creo
sonoro, La Habana, 1958) Que vivir más ya pudiera’,
Y abrazo a su bandera
Maceísmo A morir see fue Maceo.
"La libertad se conquista Hoy sufre otra tiranía
Con el filo del machete", El cubano allá en su tierra.
Pensaba el héroe jinete Y al futuro se le cierra
Con su armadura ya lista. La esperanza que traía.
Pasó a su vida revista, Habrá que ir al Cacahual
La vio digna, lo vio bella, Por el machete oriental
La besó y le dijo a ella, Que ayerr derrotó al tirano,
Generoso y decidido: A que lo empuñe el cubano
‘¡A ti ya naddaa te pido, Tras su bravo General.
Quiero en mi frente una estrella!’
(1996; "Un guajiro de Hialeah", Miami, Florida)