La
presencia de un enviado especial del presidente francés Sarkozy en la
Habana se constituye en el último lance de la creciente política
“democrática-occidental” para tratar de apoyar al ‘presidente’ Raúl
Castro (aislándolo de su hermano Fidel) y de la cual la Latinoamérica
de Lula da Silva ha sido líder, enviado a la Habana a numerosos
presidentes de la región.
El objetivo principal de la mencionada política lulista hacia la
isla estaría encaminado a permitir a Raúl una independencia formal --al
menos en el plano exterior-- de los caprichos de su predecesor, que no
lo deja gobernar internamente con sus intervenciones escritas en la
prensa.
Sin embargo, este plan de Lula tendría sentido si de gobernantes
latinoamericanos se tratara. ¿Qué hace entonces un enviado del
presidente francés en la isla? El gobierno de Sarkozy no es
precisamente un gobierno “socialista” (aunque su enviado especial si lo
es). Hay por tanto algo oculto, tanto en el destalle, como en el hecho
que fue recibido por el mismísimo Raúl.
Sarkozy es un ‘animal político’ por excelencia, sobre todo en lo que
a política exterior se trata. Ya vimos su actuación activa, central y
personal en la reciente guerra del Cáucaso, cuando Rusia invadió el
territorio de Georgia. También entró en los meandros de la más reciente
guerra judaico-palestina, cuando Israel atacó la Franja de Gaza. Ahora
Sarkozy ha focalizado Cuba.
Desde Francia, los cubanos residentes nos alertan que “nada bueno”
está detrás de ese interés. Sin embargo, es lógico que exista esta
preocupación en el país galo, cuando se hacen evidentes movimientos
importantes en el tablero internacional respecto a Cuba. Estos podrían
afectar los intereses franceses asociados a la exorbitante deuda cubana
con el “Club de París”, que recientemente ha escalado el nivel
astronómico de los 20 mil millones de dólares.
Con este movimiento, Francia se desmarca del liderazgo de España en
el seno de la Unión Europea, la que hasta ahora había llevado la voz
cantante dentro de la UE. La razón es clara. La política española hacia
Cuba ha sido marcada por la revancha que España cree hacer contra EUA,
cuando contemporiza con la dictadura castrista contra el “imperialismo
yankee”.
Francia con razón, ve que la política norteamericana --ahora
encabezada por Barack Obama-- terminará imponiéndose en la isla por
sobre la torpe política española (discriminatoria hacia los cubanos y
cómplice interno de la dictadura contra los empleados de sus empresas).
Es evidente que esta política conduciría a un desastre, pudiendo
arrastrar los intereses de la UE.
Sarkozy entra en escena con un espíritu más abierto --y sobre todo--
consiente que será EUA y no España (por geopolítica) el que terminará
influyendo en el futuro de Cuba a medio plazo. Vendiéndose en el
vistoso e importante papel internacional de puente entre EUA y Cuba
--algo que ya Lula da Silva se ha brindado a hacer, pero para tomar la
isla como plataforma brasileña y así exportar (etanol) a EUA-- Sarkozy
se ve con el Premio Nobel prácticamente asegurado.
Los objetivos del presidente galo en el plano político son dos:
Primero, posicionarse dentro de Europa como una opción más fiable para
los intereses europeos en Cuba (la deuda del Club de París), que la
propia España, con su clara política revanchista anti-norteamericana,
lo que no interesa para nada a los países europeos. Segundo, “figurar”
adicionalmente en la escena internacional, siendo centro de la solución
de un conflicto histórico de los norteamericanos.
Muy probablemente EUA dará luz verde a Sarkozy con sus gestiones.
Así tira a España como interlocutor europeo (incómodo, recordemos que
España administra múltiples negocios de EUA en la isla, confiscados
antes por la dictadura cubana) con la isla y matiza con esta
intervención posibles compromisos que tenga EUA que hacer con la
dictadura. Estos cambios ya están en los planes norteamericanos, pero
serían más fácil de materializar (por el lobby cubano en EUA) si una
potencia europea se lo pide en nombre de la ‘concordia mundial’, como
Sarkozy hará.
El papel (por desgracia) de la oposición política cubana --interna y
externa-- será insignificante. Ya Obama por su parte tiene asegurado un
ambiente de componenda con organizaciones de oposición al castrismo
dentro de EUA, en fase con sus planes de contemporizar con Raúl.
Todos los días aparecen en la prensa norteamericana noticias
asociadas a la aceleración de esta política, sea mediante acuerdos en
el Congreso, sea por recomendaciones de “ONGs” vinculadas a intereses
económicos estadounidenses que soslayan al pueblo cubano. Se nos hace
ver que “Raúl Castro garantizará la ausencia de un éxodo balsero a
EUA”, aunque jamás garantice la libertad y la democracia que quieren
los cubanos, pero que no “juega en esta liga”.
Recuerdo nítidamente como la generación mártir de los años sesenta
del siglo pasado que fue, o fusilada, o pasó largos años en el presido
político cubano, expresaba insistentemente que aquella lucha a muerte
contra la dictadura de Fidel Castro había que hacerla para
posteriormente hacer otra contra los norteamericanos que intentarían
apoderarse de la isla entonces. La historia se repite y aunque aquella
lucha no se ganó, la razón de aquellos jóvenes idealistas permanece,
como permanecen las razones de su lucha posterior por una Cuba
independiente y democrática sin Zapateros, Obamas, ni Sarkozys.