Los leños ya tiene su brasa encendida. Tus ojos, el tiempo de amar sin apuro. La nieve que junta novelas perdidas, y el cielo que es nuestro y el aire que es puro.
Tu ropa es la alfombra que marca a su paso el mundo esperando de antiguos amantes que olvidan las horas, que tienden sus brazos para que la noche se duerma en menguante.
¡Qué brillo de fuego que tiene tu pelo! tu risa parece sonido de río que gana el silencio, que corre los velos mientras las estrellas titilan de frío.
Desnudo tu cuerpo junto al mío, en sombras. Se oculta la luna. la quietud es breve.
Tus manos, las mías, tu voz que me nombra adentro los leños y afuera la nieve.

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