Una de las inconciencias más habituales consiste en ignorar el tema más humano que poseemos, el más universal y el que nos unifica en una especie que, de tanto miedo a morirse, vive muriéndose, matándolo todo y soñando en cosas que ni remotamente somos.
Posiblemente en la conciencia de la muerte regresemos a ver nuestra herida, reconocerla en el otro, en saber que la muerte es una sombra que nos acompaña, recordándonos que vivir es un milagro maravilloso y lleno de misterios.
Que en lo finito caben verbos muy importantes y olvidados en la vida mítica:
cuido, sentir, detenerse, compasión, finitud, caerse, arrodillarse.
Y seguramente en estas nuevas aguas de lo humano, encontremos aguas más limpias donde lavar lo que nos duele, donde descansar lo que nos pesa y no seguir arrollándonos con la velocidad, la indolencia, la inconciencia, lo exitoso, lo lumínico.
El veterinario que ve a mis animales siempre les dice a los padres que es importante que los niños tengan mascotas de corta edad (pajaritos, peces, conejos, pollitos, perros, gatos) que "Se supone" mueran primero que ellos y les dejen de legado, además del amor, la idea de la pérdida, de lo finito.
Sólo cuando comprendemos y acariciamos nuestra idea de mortalidad, es cuando podremos valorar tanto la vida, que sabremos que ésta no puede oponerse a la muerte, simplemente se opone al no nacer.
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga