LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES DE LA SEMANA DE PASIÓN
El lunes de la Semana de Pasión, como se ha dicho, lo pasó el Señor en
Betania con Lázaro, Marta y María. Las profundas enseñanzas dadas a las dos
hermanas durante ese tiempo están hermosamente descritas en la alegoría de la cena
que se le ofreció en casa de Lázaro, y a que se refiere el capítulo doce del Evangelio
de San Juan. Los procesos iniciáticos están frecuentemente velados con cenas o
banquetes, puesto que alcanzar tal exaltación de conciencia es, verdaderamente, un
banquete para el alma, más allá de toda comparación..
Aunque Marta, la neófita, estaba preparada para su promoción espiritual por su
servicio, el texto deja entender claramente que aún no lo estaba para participar en la
comida iniciática. Lázaro, el "recién nacido", se sentó a la mesa con el Maestro y
participó con Él, libremente, del pan de los cielos y de las aguas de la vida eterna.
María estaba en el mismo umbral del Templo de la Luz, como indica su
ceremonia de dedicación, consistente en ungir los pies del Maestro durante la cena.
El martes, el Maestro comenzó a impartir a otros hombres y mujeres lecciones
avanzadas, conducentes al glorioso Rito de la Resurrección. El Libro de los
Proverbios fue el texto empleado en esa ocasión, debido a que sus poderes
mantrámicos son tales, que pueden estimular y elevar ciertas corrientes del cuerpo
vital, que han de activarse en el proceso iniciático.
El miércoles, Judas sucumbió a la tentación de los sumos sacerdotes, que
tipifican la humana razón o mente mortal, no iluminada por el poder del espíritu. Las
treinta monedas de plata se refieren numéricamente, a la tríada (3+0) compuesta por
el cuerpo físico, el cuerpo de deseos y la mente inferior o concreta. Cuando esos
cuerpos o principios actúan en el nivel inferior, como sucedió con Judas al llevar a
cabo la gran traición, se destruyen siempre a sí mismos, como ocurrió con él, al
suicidarse. Este fracaso de Judas indica que no había logrado pasar el Primer Grado o
Rito de la Purificación.
EL JUEVES SANTO
Para preparar el Rito de la Eucaristía, que tuvo lugar el Jueves Santo, Cristo
comisionó a dos de Sus discípulos para ir a la ciudad, donde encontrarían a un
hombre con un cántaro de agua. Debían seguirle hasta una casa en la que debía
prepararse una gran "habitación superior" para la llegada del Maestro y Sus
discípulos. Irían a celebrar juntos allí la cena de Pascua.
Estas instrucciones son, realmente, un anagrama críptico perteneciente al
desarrollo esotérico del aspirante. El hombre que lleva un cántaro de agua hace
referencia a Acuario, el signo del Portador de Agua, regente de la Nueva Edad, en
que el espíritu de la verdadera iluminación será derramado de nuevo sobre toda la
carne, y cuya preparación tenía lugar entonces. La "habitación superior" es la cabeza,
la cual, cuando está "amueblada y a punto", gracias al despertar de los centros
espirituales de su interior, proporciona la visión de los mundos internos y superiores.
Con la glándula pineal y el cuerpo pituitario despiertos y activados, se levanta el velo
del Sancta Sanctorum y el hombre se encuentra en presencia de su propio Yo
Superior, como creado a imagen y semejanza de Dios y capaz de manifestar los
poderes del hombre crístico.
A la luz de esta lectura simbólica, puede deducirse cuál era el status espiritual
de Pedro y Juan, los dos discípulos enviados delante por el Maestro. Ambos habían
sido ya encontrados dignos de entrar en la "sala superior". Suyo era entonces el
privilegio de preparar el camino para cualquiera que, en cualquier tiempo futuro,
desease seguir sus pasos.