LA MONTAÑA HUMILDE
Esto ocurrió hace mucho tiempo, aunque hay
quien pueda recordarlo. . .
Hubo un planeta pequeño, muy joven,
completamente liso, y le salió una montañita
que creció hasta quinientos metros.
Así estuvo un millón de años, pero
en este tiempo comenzaron a surgir
en la llanura otras montañitas, que
también crecieron.
La montaña primera, irritada
por la pérdida de su dominio,
hizo esfuerzos y creció otros
trescientos metros. Y a medida
que transcurría el tiempo,
creció algunos metros más
en proporción a su orgullo...
Hasta que comprobó que en
sus cumbres ya no había vida a
causa del frío y de los fuertes vientos,
contrastando con las otras montañitas,
acariciadas por suaves brisas y cubiertas
de árboles donde anidaban mil clases de pájaros. ¡Qué envidia! Por fin no lo pudo
aguantar más y estalló convertida
en fiero volcán, envenenó el aire,
mató toda vida, desoló sus propias
laderas, secó y arruinó todas las
montañas a su lado. Pasada la
furia loca, vio su obra, y...
apagándose, se arrepintió.
De sus laderas brotaron lágrimas
en forma de fuentes purísimas a
cuyas aguas regresaron de nuevo
los pájaros y con ellos las semillas.
Volvió a brillar el sol cuando se
disiparon las cenizas. Como su
tierra era nueva, salida de las
entrañas del planeta, rica en
minerales y gérmenes de vida,
la montaña se hizo pronto
hermosa, muy verde y adornada
de nubes que le dieron sombra y caricias.
Su vida se contagió a las otras
tierras y siempre vivió erosionándose,
callando, humildemente,
convirtiéndose en un frondoso
valle de ríos y bosques que aún hoy
se puede reconocer.
Existe aprendizaje para todos.
Para los que se sienten como
la montaña que una vez fue
egoísta, todavía hay tiempo para florecer.
Para los que están a punto de
volverse volcanes, pueden evitar llegar más allá. Pero nunca es demasiado tarde
si actuamos hoy con humildad.
- Dany Susevich

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