Tomamos nota de los errores de los demás y
con frecuencia los registramos en nuestras mentes y nos apoyamos en su recuerdo para sentirnos superiores.
Casi nunca percibimos nuestros fallos con la
misma claridad. Necesitamos valor y determinación
para hacer un inventario de todos nuestros rasgos,
tanto los agradables como los desagradables.
También necesitamos un sincero deseo de conocernos
a nosotros mismos antes de evaluar plenamente el
valor de nuestros rasgos.
Sin embargo, podemos estar seguros de que
descubriremos en nosotros las faltas que
hemos observado en los demás.
Usar lo que nos molesta de los demás paga guiar
nuestros propios esfuerzos por mejorar es
un valioso ejercicio de desarrollo personal.
Por ejemplo, si el cinismo de alguien nos provoca
sentimientos negativos, podemos estar seguros de
que nosotros también reaccionamos con cinismo de vez en cuando. Luego, podemos tomar la decisión de
"limpiar nuestra propia casa".
No somos perfectos, pero podemos tratar de
gustarnos a nosotros mismos y de que los demás
nos gusten.
Si nos amamos y nos perfeccionamos,
nos resultará más fácil aceptar a otra persona..