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Hablar de las intervenciones norteamericanas en
nuestro continente supone ocuparse de un tema muy amplio.
Hoy casi no se habla
del asunto y la rica bibliografía que sobre el tópico se generó en las décadas
de 1960 y 1970 hoy es casi una curiosidad historiográfica,
sepultada en el último
lugar de archivos y bibliotecas.
Afortunadamente, algunos nos dimos a la tarea
de recuperar la historia de ese proceso de invasiones,
sin pensar que en el
camino eso iba a coincidir con la nueva política de Estados Unidos,
cuyo epicentro
fundamental en
América Latina es Colombia.
Hay que recordar la cantidad impresionante de agresiones
externas que ha sufrido nuestro continente,
que son tantas que la cuenta prácticamente
se ha perdido,
incluyendo no sólo las afrentas efectuadas por Estados Unidos
sino por todas las potencias europeas.
Al respecto, existe un libro de Gregorio
Selser,
titulado Enciclopedia de las agresiones extranjeras en América Latina,
en el que se contabilizan más de 10.000 ocupaciones, agresiones y desembarcos
de muy diverso tipo desde comienzos del siglo XIX
hasta momentos recientes.
El caso específico de Estados Unidos, lo he periodizado
en tres momentos,
que abarcan un siglo.
Por eso he titulado esta artículo
"Un
siglo de intervenciones directas de Estados Unidos en América Latina", intentando
hacer un bosquejo histórico del período comprendido entre 1898 y 1994. Me he
concentrado en analizar las intervenciones directas,
entendiéndolas como aquellas
en que en algún lugar de nuestra América desembarcaron y permanecieron durante
cierto tiempo
tropas norteamericanas.
Obviamente, la intervención de Estados
Unidos no se limita a eso,
pues ha sido mucho más amplia
e incluye como formas
de intervención las acciones indirectas,
operaciones encubiertas, saboteos,
asesinatos, patrocinio de ejércitos mercenarios
y contrarrevolucionarios, etcétera
Ese siglo de intervenciones de los Estados Unidos
puede,
a su vez, ser subdividido en tres etapas.
A la primera la he denominado
"El nacimiento y consolidación del imperialismo norteamericano",
de 1898 a
1934,
período en el cual se afianza la dominación imperialista de Estados Unidos
principalmente en
América Central y el Caribe,
considerado desde la época como
su
"patio trasero" y su zona "natural" de influencia.
Una segunda fase para periodizar las intervenciones
de Estados Unidos
en el resto del continente es la Guerra Fría,
entre 1947 y
1989.
El término de "Guerra Fría" es muy riesgoso de utilizar,
porque da la impresión que la política norteamericana
sólo durante este período,
para detener al enemigo comunista,
fue agresiva y criminal,
cuando es necesario
recordarlo
la mayor parte de las políticas de Estados Unidos
hacia América Latina
no ha cambiando en lo esencial
desde fines del siglo XIX.
Incluso se puede hacer
una prolongación
de la política norteamericana en América Latina desde 1898
hasta hoy,
encontrando muchos elementos de continuidad.
Señalamos lo de la
Guerra Fría simplemente por la terminología dominante
y por la forma como
influye en América Latina la bipolaridad
que se da después de la Segunda Guerra
Mundial.
Posguerra fría se ha denominado al período posterior
a 1989,
tras la caída del Muro de Berlín.
En este breve lapso de tiempo, Estados
Unidos
ya ha realizado 2 invasiones directas:
a Panamá en 1989 y a Haití en
1994.
Esto no ha sido otra cosa que la expresión directa
de la reafirmación
de la hegemonía de Estados Unidos,
no sólo en América Latina sino en todo el
mundo,
si tenemos en cuenta también los criminales ataques
a Irak, Yugoslavia
y otros lugares del planeta,
orquestados ahora con el manto de la ONU y de la
OTAN.
Si se reafirma la hegemonía norteamericana,
es porque ésta estuvo en cuestión
en distintos lugares del mundo,
después de la Segunda Guerra Mundial,
siendo
tal vez el hecho más significativo
la derrota del Vietnam en 1975
y los movimientos
de Liberación nacional en África y en Nicaragua.
El renacimiento del imperialismo
norteamericano se da en todos los ordenes:
en el plano militar, lo cual se puso
de presente en la Guerra del Golfo Pérsico,
pero que antes ya se había experimentado
en Panamá;
en el plano económico,
con la generalización homicida de la economía
capitalista
en todos los rincones del planeta
y con la imposición de las políticas
del Consenso de Washington
(planes de ajuste, monitoreo del Fondo Monetario
Internacional y del Banco Mundial, prestamos condicionados,
pago de la deuda
externa, etcétera);
en el plano político, la promoción de la democracia parlamentaria,
vista como la panacea que soluciona todos los problemas
internos de los países
latinoamericanos,
pero con la condición
de que reconozcan al neoliberalismo
como el único modelo viable y posible.
Por eso, se puede decir que tras el dominio
de los Estados Unidos
subyace el reconocimiento del neoliberalismo
y de la economía
de mercado
(eufemismo utilizado en lugar de capitalismo)
como base de la existencia
de las democracias
formales imperantes hoy en nuestra América.
Para que todas estas estrategias de Estados Unidos
se impusieran,
fue necesario el aplastamiento previo
de todas las formas de
oposición
y el aniquilamiento de las fuerzas democráticas y revolucionarias.
Estados Unidos acepta el regreso de las democracias formales,
luego de un período
de dictaduras militares,
después que estas últimas han destruido
cualquier germen
de democracia.
Lo que regresa es el gobierno civil
pero con las mismas políticas
neoliberales
de las dictaduras militares,
incluso más radicalizadas en cuanto
a privatización,
desregulación financiera
y flexibilización del trabajo,
es
decir tan dispuestas como sus émulos militares
en defender a los ricos y poderosos
y en atacar a los pobres y necesitados.
El renacimiento del imperialismo norteamericano
tiene como ayer los mismos objetivos:
defender los intereses de las empresas
multinacionales yanquis
garantizar el pago de la deuda externa
a los grandes
grupos financieros del mundo,
facilitar el drenaje de capital hacia los Estados
Unidos,
proteger las inversiones norteamericanas
y controlar zonas estratégicas
vitales
para garantizar así mismo el control
de la explotación de recursos
naturales y de la biodiversidad.
Es ahí donde toma importancia el caso de la
Amazonia,
por ser una de las reservas naturales más importantes del mundo,
espacio
privilegiado de recursos minerales y forestales,
base biológica de la diversidad
que es vista hoy como una zona
de conquista por parte de las multinacionales
de Estados Unidos,
con la finalidad
de controlar la investigación y producción
de medicamentos
y otro tipo de productos,
necesarios en la lucha mundial entre
imperios,
lucha que ha vuelto a renacer en los últimos tiempos.
Este es un
elemento esencial para poder entender
el Plan Colombia,
detrás del cual se dibuja
una estrategia global de Estados Unidos,
en la cual el asunto de las drogas
no es sino un pretexto para poder
intervenir a sus anchas en América Latina.
En este contexto,
Estados Unidos no esta dispuesto
a aceptar
ninguna alternativa al modelo de mercado que ellos impulsan,
como
quedó demostrado en Haití entre 1990 y 1994.
En momentos en que terminaba la
"Guerra Fría",
se produce en ese país un suceso inesperado,
puesto que en las
elecciones presidenciales de 1990
todo el mundo daba por hecho que el ganador
sería
el candidato de los norteamericanos,
que, dicho sea de paso, había sido
un
alto funcionario del Banco Mundial.
Pero al realizarse las elecciones,
el candidato
de los Estados Unidos sólo obtiene un 13%
de la votación resultando ganador
un sacerdote
cuyo programa se basaba en la defensa de los pobres,
muy al estilo
de la Teología de la Liberación.
Durante el gobierno de Jean Bertrand Aristide
Estados Unidos despliega toda su brutalidad
para derrocarlo con el socio,
el
Vaticano
y mediante la organización de grupos paramilitares,
ligados a las clases
dominantes y a la casta militar,
que tradicionalmente ha gobernado en ese empobrecido
país.
Estados Unidos respalda el golpe de estado
contra el Gobierno de Aristide,
e impulsa el exterminio físico de las bases sociales de su gobierno.
Conseguido
este objetivo
el mismo estado norteamericano adelanta la llamada
"intervención
humanitaria"
para poner a Aristide nuevamente en el poder.
Pero cuando este
regresa a la Presidencia
las condiciones políticas de Haití se han modificado
tanto
que ya no es posible organizar un gobierno popular,
puesto que los sectores
políticos que lo apoyaban
han sido desarticulados y sus principales activistas
fueron asesinados por la dictadura militar,
apoyada en la sombra por Estados
Unidos y la Santa Sede, El Vaticano
Desde ese punto de vista, Haití es un ejemplo aleccionador
del modelo de democracia que impulsa Estados Unidos
y de lo que va a pasar hacia
el futuro cuando
triunfen proyectos políticos nacionalistas y democráticos
que no coincidan con las políticas
y modelos impuestas por los Estados Unidos.
Cualquier proyecto político de esta naturaleza que triunfe
va a ser aplastado
a sangre y fuego.
Y en esto el
"nuevo orden" hegemonizado por los
Estados Unidos,
en el que supuestamente nos encontramos,
es exactamente al viejo
orden imperialista,
vigente en nuestro continente desde 1898,
en el que Estados
Unidos ha vulnerado
la libre autodeterminación de los pueblos
y los intentos
de construir modelos de sociedad democráticos y populares.
Pero, por supuesto,
como también ha sucedido en este largo siglo,
las acciones criminales de los
Estados Unidos
tampoco impedirán la lucha y resistencia de los pueblos latinoamericanos,
porque al fin y al cabo, pese a toda la propaganda,
la historia no ha terminado,
y los sueños de justicia, libertad e independencia tampoco.
El presente artículo es una selección de una conferencia dictada por el autor.
Profesor Universidad Pedagógica Nacional.
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