Más corral que corralito

Las empresas españolas que invirtieron en el corral de los Castro le piden al Gobierno español que negocie con los tiranos para que éstos les devuelvan lo que creían suyo y que dejó de serlo cuando lo pusieron al servicio de la felonía castrista. ¿Cómo pueden tener tan poca vergüenza? Nadie les obligó a arriesgar el capital de sus accionistas en los escombros que no alcanzan a ocultar la barbarie.

Cuando le pidieron permiso al tirano para invertir en su finca ya sabían de todo lo que éste había robado a cientos de miles de españoles. ¿Cómo pueden ser tan desahogados y pedir para ellos lo que antes negaron para otros? ¿Por qué tendríamos que ayudarles a recuperar lo que, cuando más lo necesitaban, pusieron al servicio de los negreros para que pudieran multiplicar la represión y la patraña?

Ahora que conocen de su propio desastre dicen que se plantean marcharse de la granja castrista. Ya no confían en los cambios que les prometían los asesinos en serie. Se conforman con salvar los muebles que fabricaron gracias a que los negreros con los que se asociaron pusieron a su servicio una legión de esclavos que por no poder no podían ni pasar una noche en los hoteles en los que trabajaban por un salario esclavista.

Dicen que quien roba a un ladrón merece cien años de perdón. ¿Qué trato merecen los que intentaron enriquecerse gracias a lo que antes robó el ladrón que ahora les roba? Lo mejor que pueden hacer es conformarse con sus pérdidas, pedir perdón por despreciar el sufrimiento ajeno y marcharse de Isla Cárcel. Más tarde o más pronto tendrán que hacerlo. Mejor se van antes de que las víctimas de los bandidos con los que se asociaron recuperen la patria que entre todos les robaron. Nadie se atreverá a exigirles que respeten lo poco que quede del capital extranjero que ayudó a esclavizarlos. Ni siquiera Moratinos. Entonces ya no podrá enredar en favor de los negreros.