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General: HOMENAJE A ROSA LUXEMBURGO EN BERLÍN .-
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 09/01/2011 20:02
Rinden homenaje a Rosa Luxemburgo en Berlín
Por: Agencias
Fecha de publicación: 09/01/11
imprímelo    
Berlín, enero 9 - Más de un millar de personas acudieron hoy al cementerio berlinés de Friedrichsfelde para rendir homenaje bajo la lluvia a los líderes comunistas Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, asesinados hace 91 años durante la sublevación espartaquista.

Luxemburgo y Liebknecht están enterrados en ese cementerio, donde cada segundo domingo de enero miles de personas acuden a depositar ramos de claveles rojos sobre sus tumbas.

Durante los años de la República Democrática Alemana (RDA) se congregaban en homenaje a los dos comunistas asesinados en 1919 decenas de miles de personas.

Entre los asistentes al acto figuraron la líder del partido La Izquierda, Gesine Lötzsch, el co-vicepresidente Klaus Ernst, el jefe del grupo parlamentario, Gregor Gys, la vicepresidenta del Bundestag (Cámara baja del Parlamento), Petra Pau, y el ex ministro de Finanzas Oskar Lafontaine.

Lötzsch, que recibió un aplauso de los asistentes, se ha colocado en el ojo del huracán mediático en los últimos días tras unas controvertidas declaraciones al periódico "June Welt", en el que aseguraba:  "El camino hacia el comunismo sólo se puede encontrar haciéndolo y probándolo, tanto en la oposición como en el gobierno".

Rosa Luxemburgo (Polonia, 1871-1919) militante desde sus comienzos en el Partido Socialdemócrata polaco y alemán, fue una de las fundadoras del partido Comunista Alemán y destacada líder del movimiento obrero en ambos países.

Fue detenida, torturada y asesinada junto al también líder comunista Karl Liebknecht el 15 de enero de 1919 por un grupo de "Freikorps" (Cuerpos Libres), la milicia nacionalista de derechas que contribuyó a sofocar la revuelta marxista en Berlín.




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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 09/01/2011 21:02

APA ROSA LUXEMBURGO DE ARAVACA

Asociación de Padres del Colegio Público "Rosa Luxemburgo" de Aravaca

     

Asociación de Padres del Colegio Rosa Luxemburgo de Aravaca, Madrid


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 09/01/2011 21:31
Unas cartas de amor de Rosa Luxemburgo ... ( Y que conste que es la mas grande teórica - mujer - marxista que he leido ...)
 
Suiza, 16 de julio de 1897

No puedo trabajar. Mi pensamiento se vuelve hacia ti constantemente. Es necesario que te escriba unas líneas. Querido mío, mi amado, en este momento no estás aquí, cerca de mí, pero toda mi alma está llena de ti, te abraza. Te parecerá extraño seguramente, hasta ridículo quizás, que te escriba esta carta cuando vivimos a diez pasos el uno del otro, cuando nos vemos tres veces por día, por otra parte –dado que solamente soy tu mujer–, ¿qué es este romanticismo de escribir cartas nocturnas al marido? Mi amor, el mundo entero puede reír, pero tú no, tú naturalmente debes leer esta carta con gravedad, y con el corazón, con emoción, con esa misma emoción con la que leías mis cartas hace mucho –en Ginebra–, cuando todavía no era tu mujer. Porque la escribo con la misma emoción de entonces: como entonces, toda mi alma se arroja hacia ti, y mis ojos se llenan de lágrimas (probablemente te vas a reír de estas palabras: “¡porque ahora lloro por cualquier cosa!).”

Mi amado, ¿sabés por qué te escribo en lugar de decirte todo esto de viva voz? Porque no sé, no puedo hablarte tan libremente de estas cosas. En estos momentos estoy tan sensible y desconfiada como una liebre. Basta un gesto de tu parte o una palabra indiferente para que mi corazón se oprima, para que mis labios se cierren. No puedo hablarte francamente si no me siento rodeada de una atmósfera cálida y confiada, pero ¡esto es tan raro ahora entre nosotros! Así, hoy me sentí invadida por extraños sentimientos que habían suscitado en mí esos pocos días de sociedad y de reflexión; tenía tantos pensamientos para expresarte, pero estabas distraído, alegre, y encontrabas que lo “físico” te resulta inútil, es decir, todo lo que me preocupaba justamente en aquel momento. Eso me hizo tanto mal. Y creíste que yo estaba simplemente descontenta por tu rápida partida.

No me habría decidido –quizás– a escribirte esta carta ahora, si no me hubiera sentido animada por ese poco de sentimiento que me demostraste al dejarme; entonces sobre mí sentí el soplo del pasado, de ese pasado con cuyo recuerdo sofoco mis lágrimas sobre la almohada, cada noche, antes de dormirme. Mi querido, mi amado, estoy segura de que lees con mirada impaciente: “¿Qué es lo que quiere, al fin de cuentas?”. ¿Es que acaso yo sé lo que quiero? Quiero amarte, quiero que reine entre nosotros esa atmósfera dulce, confiada, ideal, como era entonces. Tú, mi querido me comprendes a menudo de una manera simplista. Siempre crees que gruño porque te vas o algo parecido. Y no puedes concebir que lo que me daña profundamente es que nuestra relación es para ti algo estrictamente exterior. Oh, no digas, mi querido, que no comprendo, que no es exterior de la manera en que yo lo entiendo. Sé, comprendo lo que eso quiere decir, comprendo porque siento. Cuando, hace mucho, tú me lo decías, era un sonido hueco, para mí; ahora, una dura realidad. ¡Oh, siento perfectamente esa exterioridad: la siento cuando te veo, sombrío y taciturno, guardar para ti tus preocupaciones o tu pena, dándome a entender con la mirada: no es asunto tuyo, ocúpate de tus cosas; la siento cuando veo cómo, después de una pelea importante entre nosotros, rumias esas expresiones, examinas nuestras relaciones, arribas a conclusiones, tomas decisiones, te comportas conmigo de tal o cual manera, y yo me quedo afuera de todo eso y no puedo sino tentar en mi cerebro el qué y el cómo de tus pensamientos; la siento después de cada una de nuestras uniones, cuando me apartas y, encerrado en ti, te pones a trabajar; la siento, en fin, cuando mi pensamiento abarca mi vida entera, todo mi porvenir, que se presenta ante mi como un maniquí accionado por un mecanismo exterior. Mi querido, mi amado, no me quejo, no quiero nada, quiero solamente que comprendas, que no tomes mis llantos por escenas de comadre, ¿Acaso sé, por otra parte? Seguramente soy muy culpable, quizá la más culpable, si las relaciones entre nosotros no son calurosas y armoniosas. Pero qué puedo hacer, no sé, como, nunca logro culminar una situación, soy incapaz de sacar conclusiones, soy incapaz de atenerme contigo a una decisión determinada; a cada instante me comporto como me lo dictan mis impulsos; cuando en mi alma se acumulan mucho amor y sentimientos, me lanzo a tu cuello; cuando me hieres con tu frialdad, mi alma se desgarra y te odio; sería capaz de matarte. ¡Mi amor, sin embargo eres capaz de comprender y de analizar, siempre lo hiciste para ti y para mi en nuestras relaciones! ¿Por qué no lo quieres hacer ahora conmigo? ¿Por qué me dejas sola? ¡Ah, como te lo imploro”; pero tú, ¿ no es cierto?, cada día que pasa me parece que ya no amas tanto, verdaderamente, si, verdaderamente, siento esto muy a menudo.

Ahora ves en mí todo lo que es malo y feo. Sientes tan poco la necesidad de pasar tu tiempo conmigo. ¿Acaso sé, por otra parte, lo que me sugiere este pensamiento? Todo lo que sé, es que cuando reflexiono, cuando recorro toda la situación algo me dice, entonces, que serías ahora mucho más feliz sin esto, que habrías preferido huir a cualquier parte y desprenderte de toda esta historia. Oh, mi querido, comprendo eso muy bien, veo qué poca luz hay para ti en esta relación, cómo rispo tus nervios con estas escenas, con estas lágrimas, con estas naderías, también con esta falta de fe en tu amor. Lo sé, mi amor, y cuando lo pienso, quisiera de tal modo estar en otra parte, irme al diablo, o más, no existir del todo, tanto me duele cuando pienso que hice irrupción en tu vida, sobria, orgullosa, solitaria, con mis historias de comadre, con mis altibajos de humor, con mi torpeza y ¿por qué, para qué? Buen Dios, para qué hablar de ello; no vale la pena. Mi querido, ¿me preguntarás una vez más qué es lo que quiero? Nada, nada, mi querido, solamente quiero que sepas que no soy ni tan ciega ni tan insensible cuando te canso con mi persona, quiero que sepas que lloro a menudo y amargamente a causa de eso, y una vez más no sé, verdaderamente no sé qué hacer. A veces pienso que lo mejor sería que nos veamos lo menos posible, a veces me transporta un impulso y quiero olvidar todo, arrojarme en tus brazos y llorar, luego me vienen al espíritu pensamientos malditos y me susurran: “déjalo tranquilo, soporta todo eso por delicadeza”; y dos o tres naderías vienen a confirmar esos pensamientos, el odio me sube y quiero hacerte mal, herirte, mostrarte que no tengo necesidad de tu amor, que podría pasarme sin ti y de nuevo me atormento y me torturo y así todo recomienza otra vez.

“¡Cuántos dramas!”, ¿no es verdad? “Triste. Siempre la misma cosa”. Y yo tengo el sentimiento de no haberte dicho ni la décima parte y de no haberte dicho para nada lo que te quería decir.

“La lengua miente a la voz, y la voz a los pensamientos; El pensamiento surge vivo del alma, antes de quebrarse en las palabras”. (Versos de “Los abuelos”, del poeta polaco Adam Mickiewicz).

Hasta pronto, pues. Ya casi me arrepiento de haberte escrito. ¿No estarás enojado? ¿Quizás te rías? ¡Oh, no, no, no te rías!

“Pero tú, ¡oh, mi amada!, tú por lo menos, saluda al fantasma
como antaño!” (Mickiewicz)







Berlín, 6 de mayo de 1899

¡Querido mío, mi amado! Te beso mil veces por tu carta, tan dulce, y por tu regalo que aún no he recibido. Qué pasa este año, es como si el cuerno de la abundancia se derramara sobre mí. ¡Imagínate que recibí de Schonlank los 14 tomos de Goethe en una encuadernación de lujo! ¡Con los tuyos, ya es agregar un nuevo estante a los dos que tengo! ¡Que feliz que estoy por su elección! Rodbertus es mi economista preferido y puedo leerlo cien veces seguidas para mi simple regocijo intelectual. En cuanto al diccionario de bolsillo, ¡ese regalo sobrepasa mis deseos más audaces! Me siento como si hubiera recibido no un libro sino una propiedad, una vez que todo esté reunido, tendremos una biblioteca linda y deberemos (cuando nos instalemos al fin humanamente los dos juntos), comprar una biblioteca con puertas de vidrio para guardar todos esos libros.

Querido mío, mi adorado, cómo me ha regocijado tu carta: la leí seis veces desde el comienzo hasta el fin. Entonces, ¡en verdad estás contento de mí! ¡Me escribes que quizá sólo en mi fuero interno sé que existe en algún sitio un hombre al que llamo querido mío y que me pertenece! ¿Acaso no sientes que todo lo que hago, lo hago siempre pensando únicamente en ti? Cuando escribo un artículo, mi primer pensamiento es que te va a alegrar, y cuando vivo jornadas en que dudo de mis propias fuerzas y no puedo trabajar, una sola idea me inquieta: qué efecto te producirá, si te voy a causar una decepción, si quedaré mal contigo. Cuando tengo pruebas de algún éxito, por ejemplo la carta de Kart Kautsky, entonces las considero simplemente como mi tributo moral hacia ti. Te doy mi palabra, por la salud de mi madre, que la carta de Kart Kaustsky personalmente me resulta indiferente: si me puse tan contenta fue sólo porque, después de haberla abierto, la leí con tus ojos y adiviné la alegría que te iba a causar. Espero impaciente tu respuesta sobre este tema. (Seguramente llegará mañana con los libros; la fiesta será doble). Una sola cosa falta para mi calma íntima: el arreglo exterior de tu vida y de nuestra relación. ¡Tú siente que pronto mi situación (moral) será tal que podremos vivir juntos abiertamente como marido y mujer! Tú mismo lo comprendes. Estoy feliz de que el asunto de tu ciudadanía por fin se encamine a término y que avances enérgicamente hacia el doctorado. Siento a través de tus últimas cartas que estás en muy buen estado de ánimo para trabajar; por otra parte, tus cartas durante la campaña con Schippel, cada día –literalmente– me han estimulado a pensar, y en la última había un pasaje entero que es la perla más hermosa de mis artículos (aquel sobre los efectos derivados de la superproducción para los obreros, que literalmente he deducido de tu carta).

¡Acaso crees que no veo y aprecio que, a la “señal de combate”, acudes inmediatamente en mi ayuda y me empujas al trabajo, olvidando todas tus griterías y todos mis “desfallecimientos”! No puedes saber con qué alegría y con qué impaciencia espero tus cartas: sé que en ellas encontraré mi fuerza y mi alegría, un sostén y un consuelo.

Lo que más gusto me dio, es el pasaje donde escribes que todavía somos jóvenes, que sabremos arreglar nuestra vida personal. ¡Ah, mi amor dorado, cómo deseo que mantengas esta promesa!... Un alojamiento pequeño para nosotros, nuestros muebles, nuestra biblioteca; un trabajo calmo y regular, paseos los dos juntos, de tanto en tanto la ópera, un pequeño círculo de amigos que a vece se invita a cenar, cada verano un mes en el campo sin trabajar en nada… (Y también ¿quizá un pequeño, un bebito pequeño? ¿Es que nunca podremos? ¿Nunca? Querido, ¿sabes lo que me sucedió cuando paseaba por el Tiergarten? ¡Sin ninguna exageración! Un chiquillo de 3 ó 4 años, con un trajecito adorable, y muy rubio, se detuvo frente a mí y comenzó a mirarme. De pronto sentí unas ganas locas de secuestrar al niñito, de huir rápido hasta casa y de guardarlo ahí. ¡Ah, querido, ¿es que nunca tendré un bebé?

Nunca nos pelearemos en casa, ¿no es cierto? Es necesario que la calma y la paz reinen entre nosotros, como entre los demás. Sabes lo que me atormenta; me siento vieja y ya soy fea; la mujer que llevarás del brazo cuando vayas a pasearte por el Tiergarten, no será linda. Nos mantendremos a distancia de los alemanes. A pesar de las invitaciones de Karl Kautsky para la reintegración, eso es lo que me hago, para que sean ellos los que insistan y para que sientan que no me ocupo de ellos absolutamente.

¡Querido, si 1°) terminas con el asunto de la ciudadanía 2°) terminas el doctorado, 3°) te instalas conmigo abiertamente en un departamento nuestro donde trabajemos juntos, entonces todo irá entre nosotros idealmente! Ninguna pareja en el mundo tiene, como nosotros, tantas condiciones para ser feliz. Y si en ello ponemos nada más que un poco de buena voluntad, seremos, debemos ser felices. ¿No hemos sido tantas veces felices, desde que vivimos juntos un poco más de tiempo y trabajamos más por eso? ¿Recuerdas a Weggis? ¿Melide? ¿Bougy? ¿Bionay? ¿Recuerdas cómo el mundo entero nos es indiferente desde que nos entendemos entre nosotros? Por el contrario, temo la menor irrupción de algún extraño. ¿Recuerdas a Weggis la última vez, cuando yo escribía paso a paso (¡siempre pienso con orgullo en ella, qué órbita maestra!)? Estaba enferma, escribía en la cama y me enervaba, y tú eras tan dulce, tan bueno, tan tierno, me calmabas diciéndome con una voz que aún escucho: “vamos, tranquilízate, todo irá bien”. Nunca lo olvidaré. ¿O te acuerdas, en Mélida, después del almuerzo? Te sentabas en el balcón, después del café, ese café tan espeso, como un chico, sudando bajo ese horrible sol, y yo bajaba al jardín con mi cuaderno de Ciencia administrativa. ¿O te acuerdas del domingo cuando vinieron músicos al jardín, que no nos podíamos quedar y nos fuimos a pie hasta Maroggia, y cuando volvíamos, la luna salía sobre el San Salvatore? Nos preguntábamos justamente si yo debía partir para Alemania; nos quedamos en la ruta, abrazados en la oscuridad y mirábamos el cuarto creciente por sobre la montaña. Todavía siento el sabor de esa noche. ¿O te acuerdas cuando volvías por la noche, a las 8,20, de Lugano con las provisiones? Yo bajaba con la lámpara y juntos abríamos los paquetes, luego ponía sobre la mesa las naranjas, los quesos, el salame, la tarteleta envuelta en papel; ah, ves, nunca comimos una comida más suntuosa que entonces, sobre esa mesita, en la pieza vacía, frente al balcón abierto, mientras que el olor del jardín subía hasta nosotros; como un artista freías en la sartén, mientras que a lo lejos en la oscuridad, se oía el ruido del tren de Milán cruzando el puente…

¡Ah, querido mío, querido mío! ven rápido, nos esconderemos del mundo entero en dos piecesitas, trabajaremos solos, nosotros mismos nos cocinaremos y estaremos tan bien, tan bien…!

Mi amor querido, te rodeo con mis brazos y te beso mil veces; quisiera, como a menudo tengo ganas, que me lleves en tus brazos. Pero siempre me contestas que soy muy pesada.

Hoy no quiero escribir nada sobre los asuntos. Mañana, después de mi visita a los Kautsky, iré sin artículo, porque espero tu carta.

Te abrazo y te beso y quiero absolutamente que me tomes en tus brazos.

Tu Rosa








Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 09/01/2011 21:52

Rosa Luxemburgo: “socialismo o barbarie”

Hace 91 años fue salvajemente asesinada Rosa Luxemburgo. El Ciudadano se suma al homenaje de esta valerosa y brillante mujer con un texto escrito el año pasado, al conmemorarse 90 años de su muerte. Además, incorporamos un documental sobre su vida.

Entre las mujeres más destacadas del mundo en la lucha por alcanzar plena igualdad de oportunidades y un sistema social verdaderamente justo y humano, Rosa Luxemburgo ocupa un sitial  prominente por su inteligencia, valentía y legado revolucionario de perenne actualidad.

Nacida el siete de marzo de 1870 en Polonia, esta mujer es considerada ciudadana universal por  la trascendencia de su  pensamiento,  acción antibelicista y su  protagonismo a favor del socialismo y contra la barbarie.

Rosa Luxemburgo, “La Rosa roja”, en Alemania, cuya nacionalidad había asumido y donde libró su batalla de dos decenios contra la guerra y a favor del socialismo,  fue brutalmente golpeada y asesinada por soldados que acataban órdenes de la oligarquía gobernante, el 15 de enero de 1919, hace ahora 90 años y próxima a cumplir ella sus 49 primaveras. Junto a Rosa murió también su camarada Karl Liebknecht (ambos en la foto de cabecera).

Luxemburgo estudió matemática, ciencias naturales, ciencias políticas, literatura, botánica,  geología, marxismo; se doctoró en economía política y ejerció la docencia universitaria.

Sus enemigos no le perdonaron  su prédica contra la guerra que Alemania desató y perdió. Fue fundadora y dirigente de La Liga Espartaco, que dio lugar a la conformación del Partido Comunista Alemán, creado el primero de enero de 1919, y en cuyo congreso de fundación  esta líder socialista pronunciaría su último discurso.

Las huestes reaccionarias no soportaban la influencia que el ejemplo personal y el verbo lúcido de la  revolucionaria  ejercían en las masas obreras, a las cuales pocos días antes habían reprimido con brutalidad los mismos elementos que años después contribuirían al ascenso de Adolfo Hitler al poder y con él a la nueva aventura de exterminio guerrerista.

El inerte cuerpo de Rosa  fue lanzado  desde un puente al canal.  El 31 de mayo aparecieron sus restos  en una alcantarilla. Tras ser reconocidos, recibieron sepultura el 13 de junio.

Cada enero, comunistas,  socialistas y otras fuerzas progresistas en Alemania celebran una manifestación multitudinaria y depositan flores rojas en el monumento que perpetúa la memoria de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

Historiadores hacen notar que en  1962, luego de transcurridos 43 años  del asesinato, el Gobierno Federal alemán declaró que  había sido una ”ejecución acorde con la ley marcial”.

En opinión de David Arrabalí, miembro del Consejo de Redacción de la revista Mundo Obrero, hoy Rosa Luxemburgo se convierte en referente indispensable en los grandes debates de la izquierda:

“… No es sino su voz la que se escucha bajo el lema, aparentemente novedoso: ”Otro mundo es posible”. Ella lo formuló con un poco más de urgencia: ”Socialismo o barbarie”.

Por Roberto Pérez Betancourt, Servicio Especial para la AIN

Fuente: www.tribuna.co.cu



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