La «rotación recurrente» es el fenómeno conformador de todo el proceso económico y, por lo mismo, de las categorías de la economía política. La «presión» que ejerce el fenómeno de la rotación recurrente expulsa del esquema económico lo que Marx señaló como base –la infraestructura económica- en su explicación del mecanismo social e histórico. La centrifugación que ejerce la rotación recurrente provoca la fuga de lo que en el esquema marxista era primero, colocando en la base de todo al propio proceso en movimiento.
Para Gustavo Bueno la distinción que Marx expresa en su materialismo histórico entre base y superestructura no tiene consistencia dado que es un puro artificio en el que la superestructura es prácticamente la totalidad de las cosas y la infraestructura es la economía. Pero esta economía no está explicada, no sabemos de dónde sale, el esquema marxista adolece de definición. Base y superestructura deben ser reinterpretadas para que el esquema cobre sentido. Todo lo superestructural (filosofía, teología, derecho, religión…) tienen papel en el proceso transformador. Para Marx lo superestructural es mera derivación del modo de producción y de la economía que lo sustenta, de manera que ni filosofía ni religión ni derecho… tienen papel en los cambios históricos. Pero esto no es tal, y lo que para Marx es último para Bueno es primero, de manera que lo superestructural y fruto de las relaciones económicas va a ser lo fundamental en esta vuelta del revés del marxismo.
Como ya hemos afirmado más arriba, para Gustavo Bueno la economía dejará de ser ese débil e indefinido soporte de todo el armazón y en su lugar se colocará el armazón mismo. Un armazón que es el «esqueleto» generado por el funcionamiento del sistema, y que como todo esqueleto es posterior pues lo genera el propio organismo: “Un soporte que ha brotado del propio zigoto, que no es el mismo la fuente de los demás tejidos (aunque algunos broten incluso a su través), sino que se constituye conjuntamente con la diferenciación del todo, al cual, sin embargo, sostiene”. En esta vuelta del revés de la teoría de Marx, la base de todo el sistema es producto de su mismo funcionamiento, de manera que lo que se denomina en la teoría marxista superestructural, como es la ideología, la historia, el arte… es todo lo contrario, pues todo lo que denominamos «cultural» es parte constitutiva -el esqueleto- del lugar en el que a posteriori se llevara a cabo la propia actividad económica:
En cambio, si entendemos la «base» en el sentido anterior, la tesis materialista (de Marx), según la cual la base económica de un sistema social determina su curso histórico, deja de ser una opinión más o menos respetable y fértil y se convierte en una evidencia axiomática, incluso en una tautología: porque negar esta tesis equivaldrá ahora a negar la recurrencia del sistema. Quien afirma, por tanto, que la base es un determinante ‘en última instancia’, resulta tan sorprendente como aquél que se declaraba panteísta moderado.
El marxismo está patas arriba, pues Gustavo Bueno ha demostrado que es primero lo cultural que lo económico, que para que haya economía política es necesario el Estado, es necesaria la patria. La definición del materialismo filosófico para la «patria» es que ésta es la tierra de los padres, la tierra en que está la riqueza y que se tuvo primero en cuenta como «suelo» para la agricultura y la ganadería. Esta tierra fue fruto de una apropiación originaria, una apropiación que no es generadora de ningún derecho, pues el derecho emanará de la organización social que, con el tiempo, se desarrollará en ese territorio. El territorio se mantendrá como propio a lo largo del curso histórico y tras ejercer la defensa del mismo ante otros intentos de apropiación (esta definición de la patria se opone a la defensa de título de propiedad de la «tierra santa» por parte de los hebreos o a la que señalan algunos musulmanes hoy día respecto de la que llaman -con prurito de propiedad- «al-Andalus», como en sentido contrario a los derechos de propiedad que defienden en España los vascos o los catalanes).
Para el marxismo la propiedad era fruto de la lucha de clases. Engels afirmó que los explotadores habían inventado el Estado para defender y mantener sus propiedades frente a los que eran sus explotados:
Pero acababa de surgir una sociedad que, en virtud de las condiciones económicas generales de su existencia, había tenido que dividirse en hombres libres y en esclavos, en explotadores ricos y en explotados pobres; una sociedad que no sólo no podía conciliar estos antagonismos, sino que, por el contrario, se veía obligada a llevarlos a sus límites extremos. Una sociedad de este género no podía existir sino en medio de una lucha abierta e incesante de estas clases entre sí o bajo el dominio de un tercer poder que, puesto ostensiblemente por encima de las clases en lucha, suprimiera sus conflictos públicos y no permitiese la lucha de clases más que en el terreno económico, bajo una forma sedicente legal. La «gens» había dejado de existir. Fue destruido por la división del trabajo, que escindió en clases a la sociedad, y fue remplazada por el Estado.
Y a partir de que surja el «derecho al territorio» tendrá cabida también el «derecho a la propiedad». Dice Bueno que en primer lugar estaría la apropiación de un territorio, de un territorio que es la plataforma de supervivencia y también de riqueza de los que lo ocupan. El derecho a tal territorio emanará solo de la fuerza que muestren a resistir, pues no hay derecho consolidado a lo largo del tiempo, ni siquiera al autoproclamarse «primeros ocupantes». En segundo lugar tendremos la «propiedad» que es la distribución y continua redistribución de la apropiación anterior. Con ello surgirá el «derecho de propiedad», su rudimento será el del «derecho del más fuerte» y su consolidación se dará en los distintos códigos expresados en las distintas sociedades estatales dadas a lo largo de la Historia. De esta secuencia emana la imposibilidad de unas clases, poseedoras y desposeídas, que pudieran darse antes de la conformación del Estado. Esta es la tesis de Gustavo Bueno: las clases surgirán dentro del Estado, y con ella se opone frontalmente a la tesis del marxismo relativa a la conformación del Estado como fruto de una lucha de clases originaria y que puede leerse en el anterior fragmento de Engels
CONCLUSIÓN :
El marxismo, su economía política, era un gigante con pies de barro. No pasaron ni veinte años y la praxis marxista, personificada en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se vino abajo. Tal debacle vino a significar que la trasformación social no podía ser llevada a cabo por un sujeto inexistente, metafísico, como era el «género humano» tan mentado en los textos marxistas e incluso constantemente cantado en las reuniones de comunistas de todo el orbe. El elemento trasformador, el elemento que ejerce la tracción en la historia de hombres y mujeres, no puede ser un ente metafísico sino que es el individuo cuando se relaciona con otros individuos de forma compleja, cuando conforma Estados, cuando los intereses de los Estados chocan entre sí