Y AHORA… ¿QUÉ ME COMPRARÉ?
Por Mariela Pérez Valenzuela
Foto: Cadahía
El consumo es una forma de relación social, que se expresa en un alto número de naciones de una manera irracional, ya que prima la tendencia a comprar solo por el disfrute de adquirir más y más productos, incluso innecesarios.
La línea que separa a un consumidor de un consumista está en que este último padece de una obsesión por las compras, la cual se manifiesta aun en personas pobres, influidas por la propaganda capitalista. Acciones que, por cierto, no solo se dan en las edades juveniles.
Claro que a las muchachas y a los muchachos les gusta vestirse a la moda y estar «en la última», en cualquier país. Tal comportamiento no es criticable cuando va acompañado de un sentido racional. En Cuba no vivimos, ni debemos, en una urna cerrada, y las influencias internas y del exterior hacen mella en las preferencias de un grupo de adolescentes y jóvenes.
Lo que sí se puede reprochar, y no solo a las más jóvenes generaciones, es la confusión que algunos poseen cuando son presa de una ambición sin límite por tener cada vez más productos de última generación. Y que esas muchachas y muchachos no sean lo suficientemente inteligentes para encontrarle un sentido más espiritual y pleno de belleza y de ilustración a la vida.
Algunos opinan —con elementos o no— que la juventud cubana antepone el consumo indiscriminado a la espiritualidad.
Lo primero, pienso, es que debemos recordar los méritos morales de los adolescentes y jóvenes de la Isla, compañeros de las generaciones mayores en los múltiples retos de la Revolución.
Opinan los protagonistas
Carlos Ernesto Álvarez Valdés, de 19 años, asegura que no elige a sus amistades por su apariencia y los bienes materiales que poseen, sino por ser honestas, sencillas e inteligentes, mientras Dariana Vidal Martínez, de 17 años, estudiante de tercer año de Informática en el politécnico Osvaldo Herrera, no se considera individualista y tampoco le gusta ser ostentosa.
Otros adolescentes y jóvenes entrevistados coincidieron en que les gusta vestirse con ropa de marca comercial «si la tengo», «cuando tengo posibilidades», «si me la regalan», y solo uno respondió «sí, para lucirme». Sin embargo, concordaron también, incluso este último, en que ello no constituye ni una prioridad ni una preocupación en sus vidas.
Para Claudia Labrador, de 19 años y estudiante de Comunicación Social en la sede universitaria municipal de La Habana Vieja, algunos jóvenes se discriminan entre sí, sin que ello sea un fenómeno generalizado. «Hay quienes consideran que si el otro carece de sus mismos bienes materiales entonces no está a su altura y no puede ser su amigo. Por el contrario, otros afirman que si la persona no es decente, inteligente, aplicada, debe salir de su círculo de amistades».
Mientras, Daylién González Puig, Licenciada en Historia, estima que entre la juventud hay competencia. «Tú tienes y yo no porque tus padres no poseen el mismo poder adquisitivo que los míos. Así hablan».
Este es un tema que no se puede soslayar, ni tampoco agotar en tan poco espacio. Está muy matizado por opiniones y criterios diversos, por el sesgo de las diferencias. Sin embargo, lo cierto es que hay muchas cosas del mercado contemporáneo sin las que se puede vivir, y no colocar a los adultos que te rodean o ponerte tú en el límite de lo humano y lo ético por aparentar.
El consumo es una forma de relación social, que se expresa en un alto número de naciones de una manera irracional, ya que prima la tendencia a comprar solo por el disfrute de adquirir más y más productos, incluso innecesarios.
La línea que separa a un consumidor de un consumista está en que este último padece de una obsesión por las compras, la cual se manifiesta aun en personas pobres, influidas por la propaganda capitalista. Acciones que, por cierto, no solo se dan en las edades juveniles.
Claro que a las muchachas y a los muchachos les gusta vestirse a la moda y estar «en la última», en cualquier país. Tal comportamiento no es criticable cuando va acompañado de un sentido racional. En Cuba no vivimos, ni debemos, en una urna cerrada, y las influencias internas y del exterior hacen mella en las preferencias de un grupo de adolescentes y jóvenes.
Lo que sí se puede reprochar, y no solo a las más jóvenes generaciones, es la confusión que algunos poseen cuando son presa de una ambición sin límite por tener cada vez más productos de última generación. Y que esas muchachas y muchachos no sean lo suficientemente inteligentes para encontrarle un sentido más espiritual y pleno de belleza y de ilustración a la vida.
Algunos opinan —con elementos o no— que la juventud cubana antepone el consumo indiscriminado a la espiritualidad.
Lo primero, pienso, es que debemos recordar los méritos morales de los adolescentes y jóvenes de la Isla, compañeros de las generaciones mayores en los múltiples retos de la Revolución.
Opinan los protagonistas
Carlos Ernesto Álvarez Valdés, de 19 años, asegura que no elige a sus amistades por su apariencia y los bienes materiales que poseen, sino por ser honestas, sencillas e inteligentes, mientras Dariana Vidal Martínez, de 17 años, estudiante de tercer año de Informática en el politécnico Osvaldo Herrera, no se considera individualista y tampoco le gusta ser ostentosa.
Otros adolescentes y jóvenes entrevistados coincidieron en que les gusta vestirse con ropa de marca comercial «si la tengo», «cuando tengo posibilidades», «si me la regalan», y solo uno respondió «sí, para lucirme». Sin embargo, concordaron también, incluso este último, en que ello no constituye ni una prioridad ni una preocupación en sus vidas.
Para Claudia Labrador, de 19 años y estudiante de Comunicación Social en la sede universitaria municipal de La Habana Vieja, algunos jóvenes se discriminan entre sí, sin que ello sea un fenómeno generalizado. «Hay quienes consideran que si el otro carece de sus mismos bienes materiales entonces no está a su altura y no puede ser su amigo. Por el contrario, otros afirman que si la persona no es decente, inteligente, aplicada, debe salir de su círculo de amistades».
Mientras, Daylién González Puig, Licenciada en Historia, estima que entre la juventud hay competencia. «Tú tienes y yo no porque tus padres no poseen el mismo poder adquisitivo que los míos. Así hablan».
Este es un tema que no se puede soslayar, ni tampoco agotar en tan poco espacio. Está muy matizado por opiniones y criterios diversos, por el sesgo de las diferencias. Sin embargo, lo cierto es que hay muchas cosas del mercado contemporáneo sin las que se puede vivir, y no colocar a los adultos que te rodean o ponerte tú en el límite de lo humano y lo ético por aparentar.
Hablar con los jóvenes
La Doctora en Filosofía Georgina Alfonso González, investigadora del grupo América Latina, Filosofía y Sociedad, del Instituto de Filosofía, y autora del libro Valores y vida cotidiana, accedió a conversar con Muchacha respecto a la necesidad de un consumo responsable, de ahí que el primer tema que surge en este diálogo es el de la diferencia entre necesidad y consumo.
La sociedad no puede prescindir del consumo, pues este posee un valor para las personas. ¿Qué ocurre?, se pregunta. Que el consumo está sustentado en las necesidades personales, pero en la sociedad contemporánea el capitalismo convirtió el mercado en el centro de la vida social, en función de lograr cada vez mayor capital, que se concentra en pocos individuos.
En opinión de la especialista, el consumo responsable es aquel en el que la persona esté consciente de lo que necesita adquirir.
Respecto al caso de Cuba, considera que este no es un asunto simple de analizar porque el consumo del pueblo cubano es muy bajo debido al bloqueo de Estados Unidos, así como por la crisis económica global.
El tema del consumismo, aclara, es un fenómeno del mundo contemporáneo porque el neoliberalismo convierte a las personas en «billeteras andantes».
Según Alfonso González, en las investigaciones aparece con fuerza entre los jóvenes el elemento de la recreación como una necesidad, más que vestirse o comer. En su criterio, en estos momentos subsisten en la sociedad cubana valores de la sociedad capitalista, y el consumismo forma parte de ellos. En los jóvenes cubanos hay potencialidades, ellos no quieren ser consumistas, ni individualistas, no quieren un modo de vida capitalista. Hay que involucrar a los jóvenes en el análisis, porque los problemas de los jóvenes, quienes primero tienen que enfrentarlos y resolverlos son ellos mismos.
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