Un hombre decidió ir al mercado con su hijo de doce años. 
Se montaron los dos en su mula y emprendieron la marcha. 
Al rato, las personas que se encontraron en el camino, 
empezaron a murmurar y a decir:
-¡Qué abusadores! No tienen la menor consideración con el pobre animal.
Lo van a reventar de cansancio.
¡Cómo se les ocurre ir ambos montados en la mula!
Al oír estas críticas, el padre decidió proseguir el viaje a 
pie y se bajó de la mula. Pronto, sin embargo, escucharon las nuevas 
críticas de los que topaban en su marcha:
-Los jóvenes de hoy han perdido todo respeto y educación. 
¡Habráse visto: ese muchacho en la flor de la vida montado en la mula 
y el pobre padre caminando!
El muchacho se bajó de la mula y el padre se montó en ella para 
de este modo continuar el camino. Una vez más, enseguida pudieron 
escuchar las murmuraciones:
-¡Qué hombre tan desconsiderado!: Bien tranquilazo en la mula 
y el pobre muchacho a pie. Mira que hay hombres desalmados... 
Consideran y tratan a sus propios hijos como esclavos.
Entonces el padre le dijo a su hijo:
-Sólo nos falta que ambos carguemos a la mula y estoy seguro que 
también se burlarían de nosotros. Montemos los dos en la bestia, 
que es lo que pienso más conveniente, y que los demás digan 
y piensen lo que quieran.
(Versión libre de la fábula de Lafontaine)
Enseñemos a actuar coherentemente, según lo que pensamos y creemos, 
sin ser veletas que nos movemos al menor soplo de opinión. 
Enseñar a ser personas capaces de actuar como hombres de pensamiento 
y de pensar como hombres de acción. Sí, escuchemos siempre 
a los demás, pero analicemos y procesemos sus palabras, para ir al fondo 
de lo que nos dicen y descubrir porqué nos lo dicen, de modo que 
mantengamos siempre una postura firme frente a supuestas 
informaciones, rumores, modas, valores, propagandas...
Aprendamos a escuchar, para rechazarlos y no seguirlos, 
los mensajes de los propagadores de falsas ilusiones, de los que 
siembran el desaliento y la desesperanza. Escuchemos y sigamos a 
aquellos cuyas palabras dan vida, estimulan, alientan el 
entusiasmo y la esperanza...