Las encuestas y estadísticas oficiales no son fidedignas. En ocasiones las personas, por miedo, contestan de una forma y luego, en un ambiente en que no se sienten presionadas dan una versión bien distinta, sobre un mismo tema.
La cuestión de qué labores prefieren los jóvenes cubanos en la actualidad, si las estatales o las no estatales, es un ejemplo de ello; y si lo dijo la Agencia Prensa Latina (PL), de seguro apoya la imagen de perfección que trata de imponer, de manera sutil, el gobierno y Estado cubano.
Por eso esta agencia subraya que los jóvenes prefieren los puestos laborales estatales. La juventud a modo general se siente por muchas razones insegura. De ahí que haya distintas respuestas para el mismo tópico.
Basta salir a la calle entre las 9 de la mañana y las 3 de la tarde para ver jóvenes que pasean por La Rampa, se van de tiendas, o hacen la fila para entrar al cine en un horario en que se supone debieran estar ocupados.
Una joven que hace poco decidió pedir la baja de su trabajo explica que “trabajaba mucho, hacía más de lo que me pedían, pero eso cayó mal. Un día cuando llegué me habían cambiado de puesto, el sueldo ya no iba a ser el mismo y me fui, ya buscaré algo qué hacer”. Para esta muchacha no hubo un aliciente, un reconocimiento, un estímulo a su labor. Ahora en la calle, ya no tiene la entrada con la que ayudaba a su familia. Al hablar dejaba entrever su tristeza por haberse sentido manipulada y marginada.
Este caso no es aislado y en conjunto se convierten en trabajadores inestables: un tiempo en un oficio, otro tiempo en otro bien diferente, y cuando no aparece nada quedan fuera de una actividad que les corresponde realizar y, que de no hacerla los puede convertir en lacras, al encaminarse hacia facetas ilegales o a extremos, como puede ocurrir con los que ejercen la prostitución.
Otros, que son los menos, reciben la orientación de los padres u otros familiares adultos que los obligan a hacer estudios y graduarse para desempeñarse en ese perfil una vez que comiencen su vida laboral.
De este grupo, los más beneficiados son los que estudian o se capacitan en labores o profesiones de gran demanda con la que pueden alcanzar buenas remuneraciones, o la promesa de un familiar radicado en el exterior que pudiera resolverles un contrato de trabajo en un país desarrollado, u otras variantes tentadoras.
“Lo que estudié no fue lo que de verdad me gustaba pero mis padres me sentaron y me dijeron que tenía que llevar un diploma (universitario) a la casa. Cumplo con todo y no lo hago mal pero no pude escoger, si los puntos no te dan, pierdes la carrera de tus sueños, a veces me siento que no sé qué quiero”- admite un joven cuyo estándar de vida es bueno pero no se siente realizado.
Así están otros que son dentro de los pocos, minoría: los que pudieron estudiar lo que deseaban y trabajan en puestos afines. “Mi trabajo no es malo, me gusta, pero el salario es muy bajo, no importa que seas graduado universitario quienes lo hacen de muchos años se quejan de lo mismo. A mí me ayuda mi familia para poder vestirme a la moda, pasear y todo lo que nos gusta a los jóvenes”-dice una recién graduada del nivel superior.
Otros no hay tiempo para conversar con ellos. Esos son los que duermen desde el amanecer hasta las primeras horas de la noche, en que se visten con ropas y calzado de marca, usan perfumes reconocidos y tienen autos o motos, cuyos conductores son sus choferes particulares.
Pueden verse en parejas para evitar que la policía les pida identificación, pues en ocasiones no son residentes capitalinos y “se buscan la vida alquilados en una casa, apartamento o un cuarto: “¡En lo que aparezca!, con tal de no volver al hueco de donde salieron”- exclama una joven que sólo obtuvo la instrucción obligatoria en Cuba- el noveno grado- pero ya se encuentra en sus trámites para casarse con su novio extranjero que le dobla la edad. “Él tiene dinero, el dinero lo es todo aquí, al fin voy a vivir con tranquilidad”- concluye.
Calles y avenidas capitalinas como Carlos III, Reina, Belascoaín, Galiano o L improvisan tiendas cuyas mercancías ciegan por su colorido a chicas y chicos que al menos se acercan a lo que opinan es lo mejor, las cuales son traídas de otros países, aunque su calidad no sea la mejor.
En estas vendutas, unas más informales, otras que nada tienen que envidiarle a una tienda estatal, y hasta mucho mejor, porque el trato es eficiente se ven grupos de jóvenes que muestran los artículos y explican al detalle. Estos son los que prefieren el trabajo no estatal y pueden verse también en cafeterías y restaurantes particulares de buena afluencia de público.
Así las referencias dadas por PL no pueden ser tan abarcadoras ni tan absolutas. Hay para todos los gustos incluyendo las necesidades propias de quienes viven en un país donde la gran mayoría de los trabajadores no son eficientes, y por tanto no pueden recibir estimulaciones; entonces qué quedará para los jóvenes.