El arzobispo Ettore Balestrero es ahora el representante del papa en el país.
El arzobispo italiano Ettore  Balestrero era considerado por los medios romanos la mano derecha de uno  de los hombres más poderosos del Vaticano en los últimos años: el  cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede desde  el 2006.
A sus 46 años, Balestrero, nacido en la ciudad de Génova, ha logrado  edificar una brillante carrera en la rama diplomática de la Santa Sede.
Era, hasta hace poco, subsecretario de la sección para las Relaciones  con los Estados de la Secretaría de Estado del Vaticano, considerado  uno de los cargos más importantes de la curia romana y posición que lo  convertía, según los expertos, en el número dos de Bertone.
Días después de proclamar su renuncia, el pasado 22 de febrero,  Benedicto XVI relevó de su cargo a Balestrero y lo nombró nuncio  apostólico de Colombia, en reemplazo del también italiano Aldo Cavalli,  ahora representante pontificio en Malta.
Los periódicos de Roma que cubren los asuntos vaticanos reaccionaron  con asombro por dicha designación, pues Balestrero estaba en uno de los  mejores momentos de su carrera, en un puesto de gran relevancia.
Pero él, quien cuenta que la decisión de Benedicto XVI estaba tomada  hace varios meses, no se siente venido a menos porque lo hayan enviado a  Colombia.
Aclara que ya ha sido representante pontificio en Corea, Mongolia y  en los Países Bajos, y que precisamente ese tipo de designaciones  obedecen a su dignidad de sacerdote diplomático.
Hoy está aquí, y mañana lo pueden enviar a cualquier lugar del mundo.
Y no solo eso: Balestrero se siente muy feliz y complacido en su  nuevo cargo, y confiesa que está dispuesto a ayudar a construir la paz y  a seguir la línea del papa Francisco de acercar más a la Iglesia a las  periferias, donde están los más necesitados y las víctimas de la  violencia.
Sencillo y muy prudente, amable pero discreto, Balestrero dice que  antes de querer opinar e intervenir sobre la situación del país, debe  escuchar y aprender con humildad.
¿Cómo asumió la noticia de su nombramiento?
Me he sentido muy honrado por la confianza del santo padre, que me ha  enviado a un país importante para la Iglesia y para América Latina,  continente donde vive el 40 por ciento de los fieles de nuestra Iglesia.
Algunos medios italianos expresaron sorpresa por su  nombramiento, pues usted tenía una carrera brillante en el Vaticano.  ¿Qué opina?
La organización de la Santa Sede y su método de trabajo poseen  especificaciones y diferencias respecto a las diplomacias de los demás  países. En la Santa Sede, aquellos que antes de mí han sido  subsecretarios para las Relaciones con los Estados han sido elegidos  para el episcopado, y generalmente nombrados representantes pontificios  en países importantes. Así surge mi nombramiento en un país dinámico y  significativo como es Colombia.
¿Cómo fue trabajar con el cardenal Bertone?
He trabajado mucho para los cardenales Sodano, Tauran, Lajolo y  Bertone. De la personalidad y de las experiencias de vida y de trabajo  de cada uno de ellos, bastante diversas, he buscado aprender todo  aquello que me ha ayudado a amar y servir a la Iglesia con humildad, fe y  competencia. Últimamente había sido el más cercano colaborador del  arzobispo Dominique Mamberti, ministro del Exterior de la Santa Sede.
¿Cuáles serán los puntos en los que se enfocará en Colombia? ¿Cuáles son sus expectativas?
Deseo gastar mis energías para contribuir modestamente al camino de  la Iglesia en este país y colaborar respetuosa y cordialmente con las  autoridades gubernamentales y políticas. Como enseña el papa Francisco,  siento también la responsabilidad de prestar atención a las periferias,  es decir, a los colombianos en situaciones de sufrimiento, de pobreza y  que son víctimas de la violencia.
¿Cuál será su labor frente a temas cruciales de Colombia como la búsqueda de la paz y cómo serán sus relaciones con el Estado?
No conozco todavía muy bien la vida socio-política de este país para  saber cómo puedo contribuir en ella. Debo escuchar y aprender mucho, con  humildad, pero soy consciente de que la Iglesia puede contribuir  eficazmente a la búsqueda de la paz. La Iglesia, ciertamente, está  siempre de parte de la paz, porque cree en un Dios de paz. ¿Cómo puede  un pueblo aspirar a reconciliarse, si sus ciudadanos no logran  perdonarse en la familia, en la escuela y en el trabajo? ¿Y cómo podría  cualquier comunidad que cree en Cristo lograr alcanzar una paz duradera  prescindiendo de los valores cristianos? La Iglesia es fundamental en  estos procesos.
¿Qué posibilidades hay de que el papa venga a Colombia?
Sé que este es un anhelo de todos los colombianos y sé que el papa  Francisco realizará algunas visitas pastorales. Él ya ha estado algunas  veces en este bello país, ama a sus habitantes y aprecia las expresiones  de estima y de afecto que continúa recibiendo de varias instancias. La  reciente canonización de la madre Laura y el cordial encuentro con el  presidente Santos han sido ocasiones propicias para reforzar los lazos  existentes entre su santidad y Colombia.
¿Cuáles cree usted que son los principales desafíos de la Iglesia?
Los desafíos son múltiples, pero más grande es la confianza en  Cristo, que guía a su santa Iglesia en el mundo en medio de las  alegrías, las fatigas y las contradicciones, y a veces, incluso, en las  persecuciones. A nivel general me parece que sean prioritarias la  evangelización y la nueva evangelización. En palabras simples, es  necesario dejarse tocar por Cristo, con la certeza de que él no quita  nada, sino que da todo a aquellos que se acercan a él.
Un sacerdote muy bien preparado
El nuevo representante del papa en Colombia cuenta con una destacada  formación académica y religiosa que le ha permitido escalar importantes  cargos en la Iglesia católica. Mientras estudiaba Derecho en la  universidad estatal de Italia ingresó al seminario y se ordenó sacerdote  en septiembre de 1993, en la Diócesis de Roma. Más adelante obtuvo una  licenciatura en Teología y un doctorado en Derecho canónico. Y en 1996  ingresó a la academia que prepara a los futuros diplomáticos de la Santa  Sede.
Habla cinco idiomas, entre estos el español, que aprendió con su  padre, quien trabajaba en una comercializadora de alimentos que tenía  negocios con América Latina.
De hecho, cuenta, el plan de su padre era que lo reemplazara en su  cargo y por eso, al principio, no estuvo muy de acuerdo en sus planes de  convertirse en sacerdote.
“Cuando me vio feliz de trabajar en una parroquia cercana al  aeropuerto de Roma, se convenció de que el sacerdocio era mi camino y de  que Cristo es mi vida”.
REDACCIÓN VIDA DE HOY