La flexibilización y los ajustes en el
 mercado laboral que hoy pone en práctica la Unión Europea en medio de 
la crisis, se contraponen con las políticas de crecimiento del empleo y 
ampliación de los derechos de los trabajadores características de los 
gobienos latinoamericanos.
                
"Aquello que no se legisla explícita y taxativamente a favor del débil, queda legislado implícitamente a favor del poderoso”.
Este impresionante, contundente, pensamiento de don Raúl Scalabrini 
Ortíz, que data de 1948, resume y sintetiza en forma asombrosa -si bien 
no está dirigido, específicamente, al ámbito laboral- como debe ser el 
desarrollo legislativo del Derecho del Trabajo.
Nada se descubre al decir que en la relación Capital–Trabajo la parte 
más débil es la que encarnan los trabajadores, que solo ostentan la 
fuerza de trabajo. Claro, salvo que se aplique la doctrina Lanata, donde
 el más débil en este caso sería El Capital.
"En los años 90 en la Argentina y actualmente en Europa se 
puso y se pone en debate ese objetivo del Derecho del Trabajo para 
realizar una metamorfosis."
                
En ese sentido, el Derecho del Trabajo se alzó, históricamente, para 
combatir ese desbalance real que impone el capitalismo entre obreros y 
patrones a favor de estos últimos.
Sin embargo, en los años 90 en la Argentina y actualmente en Europa se 
puso y se pone en debate ese objetivo del Derecho del Trabajo para 
realizar una metamorfosis.
En vez de cuidar al más débil, se pone en escena “El Empleo” y, por lo 
tanto, la legislación laboral ¿gira? en torno a ese “nuevo paradigma” 
que es el cuidado, la salvaguarda de la fuente de trabajo.
En realidad, bajo esa fachada, se esconde la desregulación y 
flexibilización del derecho del trabajo con el objeto de restringir 
conquista sociales.
Se pretende de esa forma la transformación de una herramienta que surge 
como piso legal protector de los trabajadores, para “garantizar” con la 
excusa del “Empleo” la renta de los sectores más concentrados de la 
economía en época de crisis.
La trama se desanda rápidamente cuando esas reformas en pos de 
“conservar” el empleo, lo primero que atacan, precisamente, es la 
estabilidad en el empleo y proponen además fórmulas de despido flexibles
 y disminución de las indemnizaciones por despido.
Vaya forma de proteger el trabajo, reduciendo derechos de los 
trabajadores y promocionando los despidos. Cualquier razonamiento 
lógico, sin ser demasiado “intelectual”, se puede dar cuenta que estas 
medidas con el objetivo de garantizar el empleo son un contrasentido.
Así, se emplean términos eufemísticos como los de "flexibilidad 
laboral", "flexiguridad" o "flexiseguridad". La galería de términos es 
interminable y ninguno se explica por si mismo sin una interpretación 
diabólica.
Lo cierto es que la experiencia argentina de la década del 90 pone de 
manifiesto en forma clara, concreta y precisa que las reformas al 
Derecho del Trabajo, transmutándolo en “Derecho al Empleo”, no es otra 
cosa que una máscara para cercenar derechos de los trabajdores y 
trasladar tasa de ganancias a los “Grandes Hacedores del Capital” solo 
con la búsqueda del “ajuste laboral”.
Por el contrario, en ese esquema, no se busca que los trabajadores sigan
 en sus puestos laborales, sino mellar su capacidad de conflicto en 
momentos de decrecimiento de la economía. Se busca, precisamente, una 
alta tasa de desempleo, porque los planes de ajuste son imposibles sin 
ella.
El tándem flexibilidad–desempleo funciona como un gran disciplinador 
social puesto que ante los trabajadores que quedan ocupados está el 
mensaje claro, amenazador e implícito de: “Te reforme la ley para 
despedirte más fácil y mirá sino como está el panorama afuera”.
Esta máxima se desempeña como un gran descalibrador sindical y, el 
sistema que se impone, arbitra la ruptura de la solidaridad social, 
ensalzando el sálvese quien pueda, promoviendo la cultura individual y 
egoísta por sobre lo colectivo.
"Como contraposición al marco legal flexibilizador que se 
pretende imponer en Europa, se alzan varios gobiernos latinoamericanos 
que se autoimponen ponerle límites concretos a los ajustes y a la 
flexibilización."
                
La Eurozona, que en algún momento se quiso promover como la Europa 
Social, no pudo combatir con la filosofía real que subyacía en el 
tratado que dio lugar a la hoy ¿Unión? Europea.
Esa filosofía liberal en el fondo está efectuando una ruptura de hecho, 
porque su propio concepto de individualismo a todo nivel va en contra de
 las construcciones colectivas, y un proceso de integración no es otra 
cosa que una de las más grandes y difíciles construcciones colectivas, 
que solo puede tener éxito si hay desarrollo social; cosa que tanto el 
Capital como la doctrina liberal ponen en crisis.
Como contraposición al marco legal flexibilizador que se pretende 
imponer en Europa y que se quiso imponer aquí entre los noventa y 
principios de los dos mil, se alzan varios gobiernos latinoamericanos 
que se autoimponen ponerle límites concretos a los ajustes y a la 
flexibilización.
Como ejemplo en la Argentina, en plena crisis y cuando se estaba en el 
infierno mismo las respuestas fueron: a) la suspensión de todos los 
despidos, b) la duplicación de las indemnizaciones y c) la disposición 
que toda posibilidad de despido debía comunicarse al Ministerio para que
 este intervenga previamente, así como, d) los aumentos de salario por 
decreto y, posteriormente, e) la eliminación de los denominados contrato
 basura y de la Ley Banelco – símbolo de la flexibilización y de la 
corrupción.
Una postura totalmente opuesta a la flexibilizadora y ajustadora Europea, con los resultados al canto.
Nada bueno surge para los trabajadores de un gobierno cuya filosofía es el liberalismo o el conservadurismo.
http://www.telam.com.ar/accesible/notas/201306/20413-ojo-que-el-mas-debil-no-es-el-capital.html