ANTONIO JOSÉ MONAGAS |  EL UNIVERSAL
miércoles 31 de julio de 2013  12:00 AM
 
En medio del colapso que  arrastra al país hacia un completo desastre político y económico, hay  realidades donde sucumbe la institucionalidad democrática. Por tan  apesadumbrada razón, se han descalabrado conceptos cuyas secuelas han  constreñido la funcionalidad del país. Peor aún, desmoronaron lo que  quedaba de calidad de vida.
La universidad venezolana cayó en  franca desgracia por causa de la rémora de funcionarios sometidos unos y  aduladores otros que han vivido obnubilados ante la tentación de  convertirse o en frenéticos usurpadores a la orden de un socialismo  cubanizado, o en vulgares atracadores del erario nacional.
Al  momento de encauzar la autonomía como concepto "ancla" del discurrir  académico universitario, forajidos disfrazados de funcionarios han  pretendido desviar su significado por la vía de un fétido oportunismo.  Con un exacerbado moralismo, buscan intimidar al profesorado a cambio de  promesas que dan cuenta de una conciencia postrada al poder político.  Sin duda alguna, les resulta difícil comprender que la autonomía  universitaria no se concibe como una negociación de derechos por  recursos. Es la libertad de pensar el país mirándolo desde la óptica del  desarrollo que, las capacidades y potencialidades académicas puedan  dirimir en función de lapsos imposibles de diferir  frente a una gruesa  crisis que apremia soluciones antes que sus consecuencias devoren las  realidades circundantes.
La autonomía universitaria es, por  encima de convenciones politiqueras enfundadas en un populismo  manipulador, el sentimiento de una nación que apuesta al dominio de las  ciencias, las tecnologías, las artes y las humanidades desde donde ha de  construirse su futuro. Es absurdo pues pensar que pueda haber 
patria sin autonomía universitaria. 
amonagas@cantv.net