Los cinco cubanos eran integrantes de la Red Avispa, la mayor organización de espionaje en la historia    de Estados Unidos, que fue desmantelada en 1998. 
El segundo en rango de la Red Avispa era el mayor Ramón Labañino    Salazar, el del extremo izquierdo de la foto, que fue alumno mío en la Universidad de la Habana, en la primera mitad de la década del ochenta. Labañino fue sentenciado a cadena    perpetua sin derecho a salir, por espiar en dos bases militares en La Florida. 
En ese mismo grupo de la entonces Facultad de PEN-Industria se encontraba estudiando el que después    sería el jefe del espionaje castrista para México y Centroamérica. ¿Cuántos futuros espías habré tenido como alumnos? 
 
 
 
Levy, quien trabajó para Castro, reveló al FBI la existencia de la Red Avispa 
  
Edgerton Ivor Levy se ha refugiado en el trabajo, el amor a la familia y el    disfrute de las bondades simples de la vida. El hombre que fue pieza clave para el desmantelamiento de la mayor red de espionaje cubano en Estados Unidos en cinco décadas, prefiere estar alejado    del acontecer público y trabaja en silencio para dejar testimonio escrito de su experiencia como agente de inteligencia enviado por La Habana. 
  
Por estos días acaba de concluir un libro que narra sus vivencias desde que    fue captado y preparado por los servicios de inteligencia castrista para venir a Miami con la máscara de un desertor que huye con su familia. Acompañado por su esposa y el hijo de ambos, de 4    años, Levy llegó a Cayo Hueso el 24 de junio de 1993, en un simulacro de salida ilegal desde la base de Tropas Especiales en Jaimanitas, al oeste de La Habana. “Cuando el FBI decidió acabar con    la actividad de la red, tenía una gran incertidumbre en cuanto a cómo iba a ser interpretada nuestra participación en estos hechos”, comentó Levy, de 64 años, en entrevista con DIARIO LAS    AMÉRICAS. “De ahí que en enero de 1999 opté por comenzar a escribir y dejar aclarado por qué me encontré envuelto en estos acontecimientos”. 
  
La misión encomendada a Levy y su esposa, entrenados como los agentes Ariel y    Laura, de la Dirección de Inteligencia (DI) cubana, era a largo plazo. Habían recibido entrenamiento técnico y preparación sicológica para asentarse en el área de Miami, sobrevivir por su propia    cuenta y emprender las tareas de penetración en la comunidad exiliada. Pero el matrimonio, ambos profesores de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de la Habana, decidió asumir    la encomienda como una oportunidad única para escapar de la isla. Y tras el arribo a Estados Unidos, buscó de inmediato comunicarse con el FBI para revelar los verdaderos propósitos de su    aparente fuga fantástica a Miami. De manera que las autoridades estadounidenses tuvieron conocimiento del caso desde que Levy entró en contacto con el jefe de la Red Avispa, Gerardo Hernández, a    mediados de 1994. 
  
Diez de sus integrantes fueron arrestados en la madrugada del 12 de    septiembre de 1998, mientras al menos seis escaparon a Cuba. La red estaba integrada por al menos 27 miembros, entre agentes y oficiales ilegales. Con posterioridad, otros dos agentes fueron    arrestados y dos más terminaron deportados a la isla. Cinco de ellos fueron condenados a largas sentencias de prisión en el 2001. Levy sostiene que el responsable por el desmantelamiento, arresto    y encausamiento de los miembros de la red no es otro que Fidel Castro. “Al ordenar Fidel Castro el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate [en 1996], involucró a miembros de la Red Avispa    en ese crimen y el FBI se vio obligado a tratar el caso como una actividad criminal… Eso explica la obsesión de Fidel Castro con este caso y sus promesas de que volverán”. 
  
Cuba despliega actualmente una intensa campaña propagandística para la    liberación de los cuatro agentes que permanecen encarcelados en Estados Unidos, presentándolos como héroes y luchadores antiterroristas. Pero Levy tiene otra versión sobre lo que constituyó un    complejo andamiaje de penetración en el sur de la Florida. “El verdadero objetivo del espionaje cubano en Estados Unidos es el trabajo de penetración e influencia en las esferas de Gobierno,    militar, académica, medios de prensa y organizaciones sociales”, manifestó Levy. “Los casos de Ana Belén Montes, la espía sembrada por Cuba en el Pentágono, y el matrimonio de Kendall y Gwendolyn    Myers, que por 30 años pasaron secretos del Departamento de Estado a La Habana, prueban del empeño del régimen en vulnerar la seguridad nacional estadounidense”. 
  
Según el exagente, desde que inició sus actividades en el sur de la Florida,    la Red Avispa dirigió sus principales esfuerzos a penetrar el Comando Sur, mediante la “Operación Surco”, que fue una prioridad planteada por el general de brigada Eduardo Delgado Rodríguez, jefe    de la Dirección de Inteligencia, aún antes de que el Comando Sur se trasladara para Miami en 1997. A mediados de 1996, el matrimonio de los agentes Joseph Santos y Amarylis Silveiro -que se    declararon culpables y cooperaron con las autoridades estadounidenses- comenzó la realización de un levantamiento operativo del área donde se alzarían las edificaciones del Comando Sur. 
  
Ambos agentes habían sido originalmente preparados para trabajar contra la    Estación Aeronaval de Roosevelt Roads, en Puerto Rico, antes de recibir instrucciones de reubicarse en Miami. “Las órdenes y la supervisión correspondían al oficial Hugo Soto”, recordó Levy.    Soto, que escapó a Cuba a raíz del desmontaje de la red de espionaje, aparece en los documentos desclasificados por la fiscalía con los alias de Ricardo Villarreal, Horacio y Roco. Levy y Soto se    conocían de Cuba y se reencontraron en Miami. Soto había cumplido una misión anterior en México, donde fundó una agencia de turismo con el apoyo monetario de la familia de su esposa mexicana. “La    agencia de turismo le permitió trasladarse por América Central para mover armamentos y explosivos”, señaló Levy. “Él me confesó que estuvo vinculado al atentado contra [Luis] Posada Carriles en    Guatemala en 1990, pues trasladó las armas y se las entregó a quienes realizaron la acción”. 
  
Una vez establecido en Estados Unidos, Levy tenía la orientación de asistir a    una reunión el primer y tercer domingo de cada mes en las afueras de una tienda K-Mart en North Miami. Debía ir con un libro bajo el brazo y vestido con una gorra, pulóver blanco, jeans y tenis,    y repetir la visita horas después. Cuando ya estaba dudando de que lo contactarían, en mayo de 1994 se produjo su primer encuentro con Gerardo Hernández, quien lo abordó con la contraseña    acordada en Cuba. “Yo dejé en Cuba unos yugos que eran un recuerdo de mi padre y él tenía que entregármelos aquí preguntándome si había perdido algo”, relató. Levy mantuvo relaciones con los    oficiales ilegales Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Hugo Soto y alias Remigio Luna. No conoció personalmente a ningún agente de la red, aunque supo de la actividad que    realizaban algunos de ellos. 
  
En 1997, el oficial Ramón Labañino -quien cumple una condena de 30 años-     asumió la supervisión del trabajo de Levy. Labañino, un especialista en la penetración de objetivos militares, fue asignado para dirigir la infiltración en el Comando Sur. Entre 1993 y finales de    1996, se mantuvo operando contra la base de la fuerza aérea de Mac Dill, en Tampa, donde se controla y dirige el tráfico aéreo militar de Estados Unidos hacia y desde el Caribe, Centro y    Suramérica. “Labañino era un tipo de comportamiento violento y un virulento defensor del régimen. Tuvimos discusiones bien serias en más de una oportunidad y nos amenazaba constantemente con    enviarnos de vuelta a Cuba si no teníamos resultados operativos”, explicó Levy. 
  
Levy fue instruido por Labañino para penetrar el círculo cercano de los    congresistas cubanoamericanos Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart, con la tarea de obtener “resultados inmediatos”. “La idea era tratar de llegar a conocer cosas que podían ser utilizadas    en contra de los congresistas, como elementos de su vida personal, para desprestigiarlos y socavar la importancia de su labor en la comunidad”, explicó. Al preguntársele si estaría a favor de la    liberación de los cuatro agentes que aún siguen presos, respondió: “Cuando me decidí a cruzar el Estrecho de la Florida, arriesgando la vida de mi esposa y la de mi hijo menor, sabía a lo que me    atenía. Cuando decidí no prestarme a realizar actividades ilegales en este país, estaba seguro que de haberlo hecho habría consecuencias. Estamos hablando de personas que no fueron obligadas a    hacer lo que ellos determinaron hacer y por lo tanto, deben atenerse a sus decisiones”, opinó. 
  
Confesó que el peor trauma que le tocó vivir en estos años fue “el    sentimiento de inseguridad de lo que podría acontecer y los riesgos a que ha estado sometida mi familia”. “Es algo que ha prevalecido siempre”, afirmó Levy. “El estrés a que estuvo sometida mi    familia fue desgarrador”. La pareja dejó detrás a tres hijos, una hembra y dos varones, de matrimonios anteriores. “Afortunadamente, hoy día todos están con nosotros”, manifestó con evidente    satisfacción. “Ya tenemos cinco nietos, nacidos en este país de libertad”. ¿Cómo te gustaría que te recuerde la historia? “Como alguien que quiso poner al descubierto las verdaderas intenciones    de Fidel Castro hacia Estados Unidos, en detrimento del pueblo cubano”. ¿Y te imaginas en algún momento regresando a Cuba? “Realmente no, pero voy a sentir una inmensa alegría el día que vea    renacer una Cuba democrática”. 
  
Miembros de la red que    cooperaron con Estados Unidos 
  
Alejandro    Alonso: 
Agente Franklyn y 0-5, Residente en Miami. Misión: Infiltrarse en bases    militares y organizaciones de exiliados como el Movimiento Democracia. Sentenciado a siete años.
 
  
Esposos Linda y Nilo    Rodríguez: 
Alias Los Juniors, agentes Judith y Manolo. Residentes en Miami. Misión:    espiar la Base Aérea de Homestead y la Base de la 82 División de Infantería Aerotransportada en Fort Bragg, Carolina del Norte. Sentenciados a siete años cada uno.
 
  
Esposos Joseph y Amarylis    Santos: 
Agentes Julia y Mario. Residentes en Miami. Misión: penetrar las redes de    computación del Comando Sur. Sentenciados a cuatro años (Joseph) y tres años y seis meses (Amarylis).
 
  
Esposos George y Marisol    Gari: 
Agentes Luis y Margot. Residentes en Florida. Misión: observación de la Base    Aérea de MacDill (Tampa) e interceptación de correspondencia de cubanoamericanos fichados por la inteligencia cubana, valiéndose de que Marisol era empleada del Servicio Postal en el Aeropuerto    de Miami. Sentenciados a siete años (George) y tres años y seis meses (Marisol).