|
|
General: Mauricio Trump
Scegli un’altra bacheca |
|
Rispondi |
Messaggio 1 di 5 di questo argomento |
|
| Da: Ruben1919 (Messaggio originale) |
Inviato: 12/11/2016 20:17 |
16:50 › PANORAMA POLITICO
Mauricio Trump
Por Luis Bruschtein
“Todos tenemos un amigo que votó a Macri y ahora se lamenta porque ganó Trump” dice una frase que circula por las redes. Ironías aparte, tiene algo de razón, Macri es más parecido a Trump aunque quisiera parecerse a Hillary. Los dos son de derecha, pero Hillary es más presentable. Para los macristas, el triunfo de Trump en Estados Unidos fue como si los hubiera sorprendido un espejo caminando por Florida y los enfrentara a la imagen del empresario rústico, ignorante y oportunista para los negocios, que se desayunó al sistema político y alcanzó la presidencia. Trump y Macri fueron socios en un emprendimiento inmobiliario en Manhattan. Forman parte del mismo universo cultural. El aparato mediático del macrismo, Canal 13, TN, Lanata y demás, se apresuraron a disimular esas semejanzas, lo hicieron como si les dieran vergüenza. “Trump es de derecha, como el kirchnerismo pero sin doble discurso”, dijeron.
Macri y Trump son parte de la propagación en todo el mundo de una hegemonía conservadora y regresiva. Se habla de Hillary como progresista y Trump conservador. Pero cada uno representa un aspecto diferente de la derecha. Es un fenómeno paradójico. Los obreros empleados y desempleados del cordón de óxido de los viejos estados industriales que hace pocas semanas votaron al izquierdista Bernie Sanders en la interna demócrata, ahora lo hicieron por el conservador Donald Trump. El principal motivo que traccionó esos votos las dos veces fue la necesidad de generar empleo y defender el que hay, un reclamo que relegó otros aspectos. Hubo “progresistas” que en Argentina votaron a la derecha y preferían que gane Hillary en Estados Unidos. Y hubo progresistas peronistas y no peronistas que preferían a Trump por sus promesas de menos intervencionismo. Cualquiera de los dos era un desastre para Argentina. Es posible que el intervencionismo de Trump sea menor, pero será más agresivo, sobre todo en la competencia con China. Rusia es más un problema para Europa y Alemania. Con Macri, Argentina quedó muy vulnerable ante la gestión de Trump. El presidente es más parecido a Trump y hasta puede entender su lógica chabacana de country de ricachones, pero necesitaba desesperadamente que ganara Hillary para mantener el Transpacífico, los tratados de libre comercio y las bajas tasas de interés de la Reserva Federal.
Hay similitudes para repartir. Pero a nadie le causaría sorpresa si se topara a Macri, Trump y Silvio Berlusconi abrazándose en Olivos. El abrazo kirchnerista, en todo caso fue entre Néstor, Lula y Chávez. Son fotos diferentes, con éticas y lógicas opuestas.
Los medios conservadores argentinos sueñan con parecerse a los grandes medios norteamericanos como The Washington Post o The New York Times, llamados “los medios serios” que apoyaron abiertamente la campaña de Clinton. Una gran cantidad de medios respaldó a la candidata y creó la sensación de que Trump no tuvo respaldo.
No fue tan así, porque en gran parte de su campaña recibió el soporte activo de Rupert Murdoch, el magnate mundial que encabeza un poderoso grupo multimedia que abarca desde prensa deportiva hasta la empresaria y bursátil, del ex News Corporations, hoy dividido en 21th Century Fox y NewsCorp. A los que se sumó una miríada de publicaciones localistas y el respaldo de los grandes Chicago Tribune y Los Angeles Times. The New York Times y The Washington Post son leídos por las capas medias y altas urbanas, pero los medios gráficos y de televisión, amarillistas y gritones, de Murdoch, son medios populares, que llegan a millones de esos trabajadores y campesinos del país profundo que pusieron su voto por Trump. Todos los medios, los que respaldaron a uno y otro son de derecha. En el sistema de medios norteamericano no existen medios importantes que expresen una mirada progresista y popular.
La batalla también se dio en las redes. Trump usó una artillería pesada de botts y trolls, y docenas de personas creando contenidos y estrategias provocativas para involucrar audiencias, además de su intervención personal. En Twitter, Trump tiene 11 millones de seguidores, en tanto que Clinton, con una campaña muchísimo más costosa y el apoyo de los medios “serios” tenía ocho millones. En Facebook, la relación era 10,2 millones de “me gusta” en la página del republicano, a 5,5 millones de la demócrata. Las declaraciones más bizarras del empresario recalentaban las redes. Podría decirse que el lenguaje ramplón y berreta que usó Trump encajaba mejor en la lógica crispada de las redes.
Otro parecido: la etiqueta más popular de Trump en Twitter fue #CorruptaHillary. Fue su caballito de batalla: “Hillary es tan corrupta que la echaron de la Comisión Watergate. ¿Cuán corrupto tienes que ser para que te echen de la Comisión Watergate? Bastante corrupto”, repitió en varios de sus discursos. La acusación de corrupción a su adversaria llevó a la presidencia a un empresario de la construcción, donde todos los norteamericanos saben que se lava dinero y que allí anidan mafias de las más pesadas. En Argentina, ese mismo discurso “anticorrupción” contra su oponente llevó al poder a un empresario que hizo su fortuna como proveedor del Estado que, como todo el mundo sabe, es un negocio plagado de tramposos y coimeros. La coincidencia es también que ambos presidentes fueron socios.
Los servicios de inteligencia: otro respaldo que se escapa en la mayoría de los análisis. El FBI respaldó abiertamente a Trump con fuertes operaciones de inteligencia. Pocos días antes de la elección, James Comey, director del FBI, hizo filtrar una carta donde informaba al Congreso que se había abierto una investigación sobre e-mails de Clinton. Fue un golpe mortal a la ex primera dama, terminó de alejar a mujeres, latinos y negros que directamente no fueron a votar. Ojo: en el equipo de Trump sobresale Rudolf Giuliani, lobbista del mundo de las armas y de la seguridad y un contacto directo con los servicios.
Es difícil englobar esta irrupción generalizada de las derechas con respaldo de masas en el mundo. Tienen signos diferentes en cada país y los significados tampoco son los mismos cuando se trata de economías centrales o economías periféricas. Y es difícil hacerlo en un mundo cambiante donde al producirse con rapidez muchas veces los procesos son asincrónicos: Macri y Trump surgen cuando decayó la estrella de Il Cavaliere Silvio Berlusconi en Italia.
Cuando habla de los derechos de las minorías, de la inmigración o de las mujeres, Trump saca conceptos del ideario restaurador y neoconservador que busca restringir derechos. “A todas las mujeres les gusta que les digan un piropo, aquellas que se ofenden, no les creo. No puede haber nada más lindo que un piropo, por más que esté acompañado de una grosería, que te digan qué lindo culo tenés, está todo bien”. Bueno, ese no fue Trump, fue Macri. Trump dijo: “Cuando eres una estrella, las mujeres te dejan hacerles cualquier cosa, agarrarlas por el coño, lo que sea”. Bernasconi tiene a docenas. Para Trump, los inmigrantes latinos son lo peor, “violadores y ladrones”. Va en línea con lo de “resaca” como los calificó el senador Miguel Angel Pichetto y ratificó Claudio Avruj, el secretario de Derechos Humanos de Macri, que antes había dicho que acabaría “con el curro de los derechos humanos”. Trump prometió que sacará el plan de salud para los pobres, el Obamacare. Hay muchas acá sobre ese tema, desde la frase del radical Ernesto Sanz de que la plata de la AUH se va por la canaleta de la droga o la que dijo hace pocos días el mismo Macri al canal de La Nación de que había “muchos argentinos que son pobres y no se habían dado cuenta”. Se dan cuenta con él, pero eran pobres de antes.
Es probable que muchos votos de Trump hayan sido antisistema. Pero Trump es producto del sistema. Los mismos medios y periodistas que en Argentina estaban desolados por la derrota de Hillary Clinton, coincidían con Trump en su diatriba contra los inmigrantes. En Argentina se viene una crisis social muy fuerte y esos discursos que estimulan la guerra entre pobres son funcionales a la derecha. Ellos aquí y Trump allá, son una consecuencia del esquema de valores que puso en juego el neoliberalismo en su confrontación crispada con las experiencias democráticas y populares: la antipolítica, la exaltación de la riqueza como máxima virtud, la naturalización de la pobreza, la leyenda del empresario sin cultura ni escrúpulos que triunfó. Trump abona al mismo clima de época que Macri, que Uribe y el No a la paz en Colombia y que el Brexit en Gran Bretaña.

|
|
|
Primo
Precedente
2 a 5 di 5
Successivo
Ultimo
|
|
Rispondi |
Messaggio 2 di 5 di questo argomento |
|
“Los amigos Mauricio Trump y Donald Macri”
Ramón Puerta, hoy embajador argentino en España, le abrió a Mauricio Macri su estancia, sus consejos políticos y la obra pública en Misiones. Mauricio puso a Puerta y la provincia en contacto con el magnate Donald Trump, quien se hizo cargo del Casino, el primero privatizado del país. Amigos en común, negocios inmobiliarios y vínculos con la Cosa Nostra norteamericana, unen a Mauricio y Franco Macri con Donald Trump.
Por Norberto Alayón*
(para La Tecl@ Eñe)
Según el testimonio de Gabriela Cerruti (en su libro “El Pibe” del 2010) “Mauricio Macri y el misionero Ramón Puerta (actual embajador argentino en España) se conocieron en la Universidad Católica de finales de los setenta, cuando buscaban su título de ingeniero. Tenían la misma edad y la misma pasión por las niñas jovencitas. Desde entonces se hicieron buenos amigos y solían compartir desde viajes por el mundo a negocios fabulosos en la provincia de la que Puerta fue tres veces gobernador.
Puerta fue bautizado por Carlos Menem como “el alumno más aplicado del modelo” y tuvo el récord de haber privatizado el Banco de la Provincia de Misiones, que su abuelo había fundado.
Ramón Puerta se dedicaba a disfrutar los placeres de la vida en sus plantaciones cuando Mauricio Macri ya visitaba Misiones con su padre para ver avanzar las obras de la represa Yacyretá. La construcción de la represa fue decidida por el gobierno peronista en 1973, pero su licitación se entregó en plena dictadura militar a un consorcio integrado, entre otros, por IMPRESIT-SIDECO.
Yacyretá fue terminada recién en 1998 y acumuló causas judiciales y comisiones investigadoras por los precios exorbitantes que terminaron pagándose por sus obras; la utilización ilegal de mecanismos de reembolso, como los de la promoción industrial, que fueron adjudicados a los consorcios extranjeros mediante falsa documentación, y las denuncias de ambientalistas y hasta el Banco Mundial por la afectación a la zona, a los ríos, las Cataratas del Iguazú y el desplazamiento de más de cuatro mil familias que vivían en la zona.
Los sobreprecios por Yacyretá y las maniobras de dilación fueron tan exorbitantes, que tuvo la rara paradoja de ser nombrada por el presidente Carlos Menem (que sí poseía buen conocimiento de estos temas) como “el monumento a la corrupción”.
Mauricio Macri llegó a cambiar su domicilio y fijarlo en Misiones para poder acceder tanto a votar a su amigo, como a participar de todas las contrataciones del Estado que exigían residencia en la provincia.
En algunos años, las empresas de Mauricio Macri se hicieron cargo de la construcción del puente Posadas-Encarnación; la fábrica de Celulosa Puerto Piray (que quedó a medio construir y fue adquirida así por el Citibank); el asfaltado de la ruta 12 que accede a Cataratas del Iguazú; la pavimentación de la ruta 103; y el asfaltado de la pista del Aeropuerto de Apóstoles.
El gran negocio para SIDECO fue la construcción de la represa Urugua-í, que no sólo copió el modelo de generación eléctrica de Yacyretá sino también el esquema de pagos y reembolsos. La obra presupuestada en 80 millones de dólares costó finalmente 300 millones y terminó en una causa por defraudación y estafa contra el gerente del emprendimiento, Néstor Grindetti, quien iba a ser luego ministro de Hacienda de Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires. (Grindetti es actualmente el intendente de Lanús en la provincia de Buenos Aires y titular de cuentas offshore no declaradas, en los “paraísos fiscales” de Panamá).
Mauricio logró hacerse acreedor del contrato para construir la costanera de Posadas, un paseo con vista al nuevo espejo de agua de la ciudad, que formaba parte del plan de obras post-Yacyretá. La costanera se convirtió en un lugar de paseo obligado de los misioneros y en un chiste ineludible: “Cada metro de la costanera cuesta más que un metro de subterráneo en París”.
Si Gregorio Chodos ofició de padrino y protector en su vida privada y empresaria, y Nicolás Caputo de amigo todo terreno en las buenas y en las malas, fue sin duda Ramón Puerta el gran jefe, compinche, consejero, de Mauricio Macri en su carrera política. Tanto fue así que Macri pensó seriamente en iniciar su carrera política como candidato a diputado nacional por Misiones en el año 1999, acompañando la lista que llevaba a Ramón Puerta de candidato a senador.
Si Puerta le abrió a Mauricio Macri su estancia, sus consejos políticos y la obra pública en Misiones, Mauricio le llevó a la provincia un contacto inestimable: el magnate Donald Trump se hizo cargo del Casino, el primero privatizado del país. Trump se asoció para esto a Miguel Egea, ese oscuro personaje del menemismo relacionado con ex represores de la Escuela de Mecánica de la Armada.”
Rodrigo Lloret, en el diario Perfil, menciona que “los empresarios Trump y Mauricio, devenidos en políticos, se conocieron cuando el argentino tenía 24 años y el norteamericano 40. “Es una larga historia, de hace mucho tiempo. Fue cuando tuve que cerrar un negocio familiar en Nueva York”, le dijo Macri a la cadena estadounidense CBS, cuando le preguntaron por sus vínculos comerciales con el republicano. En esa entrevista, transmitida para los Estados Unidos, Macri reconoció que las gestiones que tuvo que realizar con Trump representaron su debut en los emprendimientos internacionales.
La historia fue revelada en Estados Unidos en la biografía del magnate neoyorkino, titulada Trump: The Deals and the Downfall (Trump: los negocios y la caída), escrita por el periodista Wayne Barret, que realizó investigaciones para Newsweek y también fue docente de periodismo en la Universidad de Columbia.
Desde 1979 hasta 1984, el Grupo Macri quiso construir conjuntamente con el Grupo Trump un edificio de 150 pisos en Nueva York, sobre una propiedad que Franco Macri había comprado en el lado oeste de Manhattan. El Proyecto Lincoln West no prosperó, pero generó una muy buena relación entre los empresarios y, con el tiempo, Trump empezó a visitar a sus amigos argentinos para alojarse en la quinta Los Abrojos - el refugio que Macri tiene en el partido bonaerense de Malvinas Argentinas -, o en la mansión que la familia del ex presidente de Boca tiene en Punta del Este
“Me encanta Buenos Aires, es una hermosa ciudad. Conozco grandes hombres de negocios en la región, como Macri. Es un buen tipo”, confesó Trump en 2012 al diario La Nación, cuando anunció una inversión de 100 de millones de dólares en la Trump Tower, construida, precisamente, en Punta del Este. “Conozco a los dos (Macri), al padre y al hijo, que ahora es jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Me caen bien y creo que son una gran familia.”
El 31/7/15 , Laura Cortés escribió en InfoBaires 24 “el periodista norteamericano Joe Goldman, quien vive hace varios años en el país y se desempeña como corresponsal y productor de ABC News, se refirió a la biografía no autorizada del magnate ultraderechista Donald Trump, escrita por su amigo personal, Wayne Barrett. Allí, Barrett revela los estrechos vínculos de Trump con la familia Macri; tanto con Franco como con el ahora candidato presidencial por el PRO, Mauricio.
“El grupo Macri intentó hacer negocios construyendo un edificio de 150 pisos en Nueva York sobre una propiedad que Franco había comprado en el lado oeste de Manhattan”, contó Goldman.
Efectivamente, a principios de los ’80, la familia Macri, enriquecida durante la dictadura cívico-militar que se encargó de estatizar su deuda, decidió globalizar su negocio comprando propiedades en la ciudad de Nueva York. “Macri Group” adquirió el 65% de Lincoln West, el predio más importante y caro de toda la isla de Manhattan.
El empresario estadounidense había sido su dueño hasta 1979, cuando se desencadenaron una serie de protestas vecinales y quejas de urbanistas por la insólita idea de erigir un edificio de semejante tamaño. Por eso, Trump utilizó a los Macri como fachada, mientras él tramitaba los cambios de ordenanzas, leyes de vivienda, medio ambiente y demás, que estaban frenando su millonario negocio.
El pequeño hijo del empresario Macri, de por entonces 21 años de edad, se involucró personalmente en el proyecto faraónico que desarrollaron las empresas de manera conjunta. Por esa razón, cuando Trump vino a la Argentina, en 1984, “Mauricio Macri fue el encargado de hacer el tour para él, incluyendo un asado en el campo y golf con Donald Trump y su esposa Ivanna”, precisó Goldman.
En definitiva, ese fue el debut de Macri hijo en los negocios familiares. El periodista norteamericano agregó, además, que Trump “no es muy bien visto en los Estados Unidos por sus vínculos con gángsters y con la mafia de Nueva York y Atlantic City”. Pero si hay algo que tienen en común los dos candidatos a presidente, es su claro tinte xenófobo, su impronta conservadora y neoliberal y su larga lista de turbias amistades.”
Juan Cruz Sanz, en Infobae del 27/9/16, hace referencia al libro de Franco Macri del 2013 (“Charlas con mis nietos”), en donde se puede leer: “Estábamos con Mauricio en Nueva York en medio de difíciles negociaciones con Donald Trump por Lincoln West, un proyecto inmobiliario que pretendimos realizar y que terminamos vendiendo a Trump por 95 millones de dólares en diciembre de 1984.”
El 25/9/16, en la publicación “Nuestras Voces”, Gabriela Cerruti escribe una nota titulada “Buenos Muchachos”, donde expresa que “Mauricio Macri y Donald Trump prefieren no recordar sus años juveniles en Nueva York, cuando compartieron negocios, relaciones con la Cosa Nostra y megaproyectos inmobiliarios. Los vínculos de Trump con la mafia se colaron en la campaña electoral, y Macri conoce bien el tema. Alguna vez recibió de manos del hoy candidato republicano un cheque por ciento cincuenta millones de dólares.
El secreto mejor guardado entre Donald Trump, Mauricio y Franco Macri es qué sucedió en aquella suite del Sherry Netherlands Hotel en la que sellaron un acuerdo de negocios y silencio. Mauricio se quedó con un cheque de 150 millones de dólares y la amistad perpetua del magnate de la televisión norteamericana. Trump, con un negocio inmobiliario en West Manhattan y la promesa de inversiones en la Argentina.
“Me acuerdo lo que me impactó ese cheque”, recuerda el ahora Presidente argentino. “Me acuerdo que cuando vi esa cantidad de ceros pensé: nunca más voy a ver un cheque así en mi vida”. Fue el primer gran negocio de la Familia que quedó en manos de Mauricio y el intento de los Macri por hacer pie en la intrincada Manhattan de los años ochenta. Pero Nueva York, y en particular el negocio inmobiliario, el de la recolección de residuos y el de los juegos de azar, estaba dominado en ese momento por las cinco familias de La Cosa Nostra. De la mano del alcalde Edward “Ed” Koch, Trump llevaba adelante en ese momento proyectos inmobiliarios y se quedaba con los principales casinos de la ciudad.
Fue Koch, precisamente, uno de los nexos entre Macri y Trump. Alentado por los millonarios negocios que hacía en la Argentina durante la dictadura militar y con muchos dólares para sacar del país, los Macri llegaron a Nueva York para asociarse con Waste Managment Inc y formar Manliba, la empresa de recolección de residuos con la que se privatizó por primera vez ese servicio en la ciudad de Buenos Aires durante la intendencia militar del brigadier Orlando Cacciatore.
Waste Managament Inc y SIDECO también incursionaron como sociedad en el negocio en Brasil, quedándose con ENTERPA AMBIENTIAL SA de Brasil durante el mismo período en que FLEG TRADING ponía los 9,3 millones de dólares para adquirir la parte de SOCMA AMERICANA en OWNERS. Waste Managment Inc. fue investigada por sus vínculos con las cinco familias de La Cosa Nostra, principalmente los Genovese, y treinta y dos de sus principales directivos terminaron en prisión.
El encargado de abrir las puertas a los Macri en ese mundo ítalo neoyorkino fue Giorgio Nocella, un amigo que llegó de la mano del Avvocato Giovanni Agnelli, uno de los hombres más poderosos de Italia en los años ochenta. Agnelli, Capo de la Fiat, presentó a Nocella y Macri, y desde entonces pasaron a formar una Familia en la que compartían cumpleaños, negocios y sociedades offshore. Varias de esas sociedades son las que han aparecido recientemente en los Panamá Papers y los Bahamas Leaks que han publicado diarios de todo el mundo, como “Página 12” y “La Nación” en la Argentina.
Nocella llevó a Sideco y los Macri a Venezuela, para incursionar en el negocio del petróleo y las autopistas, y allí conocieron a Diego Arría, intendente entonces de Caracas y hoy ferviente opositor al gobierno de Hugo Chávez, y a Abraham Hirschfeld, un sofisticado personaje centro de relaciones políticas, empresariales y mafiosas en los Estados Unidos. Ese grupo de negocios es el que desembarcó en Nueva York para intentar el sueño americano aliados con Donald Trump.
Alentados por haberse quedado con el negocio de la basura, Franco envió a Mauricio Macri a instalarse en los Estados Unidos para llevar adelante su proyecto inmobiliario. Se trataba de un complejo de torres en Penn Station, una vieja playa de maniobras de ferrocarriles en la zona Noroeste de Manhattan. Las tierras habían sido adquiridas por Trump y Hirschfeld en un principio, pero era necesaria una ardua negociación con la política local para conseguir la rezonificación del lugar y el crédito para financiarlo.
Trump le vendió entonces su parte a los Macri que se asociaron con Hirschfeld, conocido como “el señor garaje” porque había adquirido todos los terrenos fiscales y baldíos de Nueva York para convertirlos en playas de estacionamiento. En el final de la década del 90, Hirschfeld terminó finalmente en prisión, condenado por haber contratado un sicario para asesinar a un socio, y desde allí mandó matar también a la jueza que seguía su causa. Un poco después, fue el primero en proponer a Donald Trump como candidato a presidente.
Macri llevó como asesor para el emprendimiento a José Alfredo Martínez de Hoz. Debían armar una ingeniería financiera que permitiera obtener un préstamo del Chase Manhattan. Al mismo tiempo, trataban de convencer a la opinión pública progresista de la ciudad para que no se opusiera a la construcción de torres y para despegarse de la imagen del grupo argentino cercano a los militares que se había instalado en la prensa del lugar como el Village Voice, que publicaba permanentemente artículos en contra de la incursión macrista.
Un personaje inesperado se sumó al grupo: de la mano de José López Rega y su vínculo con Licio Gelli, el ex secretario de Vivienda de Isabel Perón, Juan Carlos Basile, comenzó a oficiar de nexo con los sindicatos de la construcción y las Familias. “Mauricio me llamó a Buenos Aires, nos encontramos en el edifico Catalinas y le dije: ustedes creen que porque conocen las Familias italianas tienen todo cerrado. Pero Nueva York es distinto, son cinco grupos y tienen repartidos los negocios”.
Con la ayuda del alcalde Koch y muchos millones distribuidos en prensa, propaganda, sindicatos y concejales, el proyecto finalmente fue aprobado. Pero el Chase Manhattan, que tenía que otorgar el crédito para la financiación, exigió que se sumara un “emprendedor reconocido” y allí volvió Trump a escena. Fueron meses de negociaciones en los que Mauricio terminó haciéndose íntimo amigo.
“Yo creo que me ayudó en esa negociación la audacia de mis veintipico. Trump era loco, caprichoso, y yo llegaba tarde a las reuniones, se las cambiaba de horario. No, Donald, salgamos con chicas esta noche y mañana reunámonos a la tarde…”, cuenta Mauricio. Trump vino varias veces a Buenos Aires, donde se alojaba en la quinta Los Abrojos de los Macri en Malvinas Argentinas, y en Terrazas de Manantiales. También recorrió Misiones, donde años más tarde lograría de la mano del actual embajador en España, Ramón Puerta, quedarse con la privatización del primer Casino privado de la Argentina.
En algún momento, la negociación fracasó. Trump no se sumó al proyecto sino que volvió a comprar la parte de Macri con ese cheque en esa reunión. Franco siempre creyó que había un acuerdo entre Mauricio y Trump para que ellos llevaran adelante todo el trabajo y la inversión para conseguir la aprobación del proyecto y la rezonificación y devolvérselo al ahora candidato republicano.
Junto a la publicación de The Washington Post también un libro en Buenos Aires vuelve sobre la oscura relación de Trump con Mauricio Macri. A veinte años de su secuestro, Natasha Niebieskikwiat sostiene que Franco Macri estaba convencido que era una venganza de Trump. Tanto que así se lo dijo al entonces embajador de Estados Unidos en la Argentina, Terence Todman, que le sugirió que contratara a un investigador ligado a la CIA, Mike Akerman. El ex “topo” de la Central de inteligencia americana es desde entonces el hombre encargado del espionaje y la seguridad de Socma, y estuvo implicado en la causa de las escuchas ilegales cuando Mauricio Macri era jefe de gobierno.”
Gabriela Cerruti, Rodrigo Lloret, Laura Cortés y Juan Cruz Sanz dan cuenta inequívoca acerca de los estrechos vínculos entre estos oscuros personajes, empresarios millonarios, norteamericano uno y argentino el otro, volcados a la política, asumiendo proyectos marcadamente anti-populares.
Buenos Aires, 27 de octubre de 2016
*Profesor en la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires
|
|
|
|
Rispondi |
Messaggio 3 di 5 di questo argomento |
|
Il capo di tutti capi
Por Martín Granovsky
La escena transcurrió en Nueva York. Franco Macri volvía a su hotel cuando una limusina frenó al lado suyo. Se abrió una puerta del vehículo interminable y el empresario fue invitado a subir. Franco declinó el convite pero dos grandotes lo persuadieron. El jefe del clan Macri se dio cuenta de que algunas invitaciones son imposibles de rechazar. Entró.
Por esos días estaba satisfecho. Había cerrado trato para comprar una propiedad y construir un edificio de 124 pisos nada menos que en Manhattan. Su mano derecha Orlando Salvestrini, que durante su carrera junto a los Macri fue representante en los Estados Unidos del Banco Provincia, le había franqueado las puertas para poner un pie en la primera potencia del mundo.
Una versión dice que dentro de la limusina estaba Trump. Las consultas de Página/12 a personajes que conocen la historia de los Macri y a quienes frecuentaron los recovecos del poder en Nueva York dieron como resultado que Trump no fue el anfitrión del paseo. Sostienen que quien conversó con Franco era un neoyorquino de origen itálico vinculado a las grandes familias de la ciudad. Una historia para Los Soprano.
Lo seguro es que el señor fue convincente, porque Macri bajó del auto con dos certezas. Una, que no sería broker inmobiliario en Nueva York. Otra, que volaría de inmediato a Buenos Aires.
Amable, el anfitrión de la limusina lo compensó como para que se fuera con algo entre manos. Le prometió que los Macri serían contratados para azulejar las nuevas torres que se levantarían, sin ellos, en Manhattan. Un premio consuelo para el dueño de una de las grandes fortunas de la Argentina.
Franco se llevó otra sorpresa más. Había pensado que la resistencia podía estar en la comunidad judía de Nueva York. Hasta pidió a varios amigos argentinos con buenos contactos que transmitieran un mensaje: de ninguna manera él era un antisemita. Sin embargo no parece haber calculado que el problema no estaba en la tribu de Woody Allen. Quienes lo dejarían fuera del American dream eran paisanos suyos sin otra diferencia que el sitio al que habían emigrado. Los Estados Unidos en lugar de la Argentina.
Un capo
En 2005 Mauricio Macri relató a TyC Sports su participación en las negociaciones.
“¿Alguna vez en tu vida jugaste con un peso pesado, con un tipo muy importante para cerrar negocios?”, le preguntaron.
“Sí, con un tipo que se llama Donald Trump”, informó Macri. “Después quedamos amigotes y cada vez que voy a Nueva York lo visito, voy a comer con él, con la mujer...”
Macri también contó que para conseguir negocios se dejó ganar al golf por Trump y lo definió con admiración con una frase: “capo di tutti capi”. El jefe de todos los jefes. Trump no lo era, pero la frase del 2005 marca la visión del empresario Mauricio Macri sobre el empresario Donald Trump. Una visión distinta a la que dio este año siendo ya presidente y con Trump de aspirante a la Casa Blanca. “Está chiflado”, dijo. El chiflado ganó.
Según el periodista norteamericano Joe Goldman, en 1984 Trump visitó la Argentina y Mauricio Macri fue el encargado de pasearlos a él y a su esposa de entonces, Ivanna, y agasajarlos con algún buen asado en el campo.
Reinvención
La relación entre Trump y Macri la contó muy bien otro periodista norteamericano, Wayne Barrett, en una biografía aparecida en 1991 y reeditada este año con un título que, traducido al español, sería así: “Trump: el mayor show sobre la tierra. Los negocios, la caída, la reinvención”.
Un personaje clave de la historia es Conrad Stephenson, en aquella época jefe del área inmobiliaria neoyorquina del Chase Manhattan Bank. No es un área cualquiera. En 1982, cuando Trump tenía 36 años y Mauricio Macri 23, Stephenson, de 53 años, o sea uno más que Franco Macri, ya manejaba una cartera de 2700 millones de dólares. El Chase conocía bien a los Trump. Fred, el padre de Donald, había sido un cliente importante durante 20 años. El banco había financiado proyectos suyos en Brooklyn y Queens. La confianza en Fred era tal que en 1980 Conrad le abrió a Donald una línea de crédito por 35 millones de dólares sin necesidad de garantía alguna. En el 82 su objetivo era posicionar al Chase como el instrumento crediticio de la élite. Donald usó parte del crédito para el Hyatt y parte para el Trump Plaza de Atlantic City, el equivalente de Las Vegas en el Este.
Franco y Mauricio querían hacer un gran emprendimiento en Lincoln West, al Oeste de Manhattan. Costaría 500 millones de dólares y cobijaría 4300 departamentos.
Barrett cuenta en el libro que Franco veía el proyecto como el trampolín para convertir al grupo en una potencia internacional. Durante cinco años alquiló un departamento en la Quinta Avenida para visitas de una semana o tomaba una habitación de 800 dólares la noche en el Helmsley Palace para viajes más cortos. Narra que solía preguntarse delante de su abogado de Nueva York, Ralph Galasso, por qué Trump cautivaba al Chase más que él, pero que igual veía a Trump como símbolo del empuje que tenían los negocios en los Estados Unidos.
En una entrevista realizada en 1990 Franco mismo contó que en la Argentina Donald jugaba al golf con Mauricio y se mostró receloso porque Trump se comportaba “como el dueño de Nueva York y me veía como un principiante, como si yo fuera campesino bananero de Sudamérica”.
Recién llegaron a un principio de acuerdo en julio de 1983, cuando en los Estados Unidos gobernaba Ronald Reagan y en la Argentina el dictador Reynaldo Benito Antonio Bignone. El proyecto de los Macri, Lincoln West, se llamaría Trump City. Para financiarlo, el Chase impuso como condición que Trump y Macri contrataran a un broker inmobiliario, Joseph Comras, y a una compañía de seguros, Travelleres Insurance.
El acuerdo definitivo no prosperó porque Macri comenzó a buscar financiamiento alternativo y el Chase endureció su posición. Tras una serie de idas y vueltas terminaron firmando el 15 de diciembre. Franco fue sin abogados, acompañado de Salvestrini y de Diego Arria, firmó sin leer y le dijo a Mauricio que hiciera lo mismo. Curiosidad: el venezolano Arria es la misma persona que hoy integra el pelotón opositor a Nicolás Maduro.
Mauricio también firmó sin leer. Gabriela Cerruti contó en su libro “El pibe” que cuando le preguntó a Macri por sus actividades en esa época recibió esta respuesta: “Yo creo que me ayudó en esa negociación la audacia de mis veintipico. Trump era loco y caprichoso y yo llegaba tarde a las reuniones, se las cambiaba de horario”. Una frase de Macri según hace constar Cerruti: “No, Donald, salgamos con chicas esta noche y mañana reunámonos a la tarde”.
El actual presidente argentino confirmó de esa manera su participación precoz al lado de su padre en los negocios del grupo Sociedades Macri, Socma. Tuvo un protagonismo que se repetiría en la Argentina con Sideco y en Brasil con las empresas creadas por Fleg Trading, la compañía offshore cuyos movimientos le valieron una imputación por presunta infracción al artículo 303 del Código Penal, es decir lavado de activos, de parte del fiscal Federico Delgado en una causa que lleva el juez Sebastián Casanello.
Martínez de Hoz
Garrett escribió que Macri hizo la jugada de firmar sin leer para que Trump cayese en sus redes. El problema fue que cuando Franco leyó el texto se dio cuenta de que las condiciones admitidas eran peores que la carta de intención de julio. El otro problema fue que tanto Macri como Trump le escondieron a Stephenson que firmarían el arreglo. Y el tercer problema es que el banquero se enojó. Herido por la mengua de su autoridad sobre Nueva York, el Chase maniobró para que Trump se saliera del arreglo con Macri. Fue en una de las fintas posteriores que Franco empleó para una misión especial a una persona que, sabía, era de confianza personal de David Rockefeller, presidente del Chase hasta 1981: José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía en los primeros cinco años de la dictadura.
Ya en plena democracia, entonces, Martínez de Hoz viajó a Nueva York de incógnito y se encontró con Rockefeller. Nada que hacer. El propio David llamó a la oficina de los Macri en Manhattan para decir que no podía mover un dedo para reflotar el proyecto.
De inmediato surgió otro problema: el municipio de Nueva York agregó condiciones de último momento para dar el permiso definitivo de rezonificación y permitir la construcción en Lincoln West. Franco comenzó a sospechar de dos personas que tenía cerca suyo. Sospechaba de Abe Hirschfeld. Y sospechaba de Jim Capalino, presidente de Lincoln West Associates.
Capalino había sido asesor parlamentario hasta 1977 de una celebridad política, Ed Koch. Nacido en 1924 y muerto en 2013, Koch fue alcalde de Nueva York entre 1978 y 1989. Es decir que Koch era el alcalde mientras Macri, Trump, el Chase y la ciudad de Nueva York iban y venían, disputaban y se traicionaban, acordaban y combatían.
Por esos años crecía la influencia de otra figura destinada a ganar importancia. Rudolph Giuliani, nacido en Brooklyn en 1944, fue jefe de Gabinete del fiscal general de los Estados Unidos entre 1981 y 1983. En 1983 fue nombrado fiscal del Distrito Sur de Nueva York. Uno de los puestos más importantes de la carrera, porque se trata de la fiscalía que tiene a su cargo Wall Street.
Giuliani es el mismo Rudy que fue electo y reelecto alcalde de Nueva York entre 1994 y 2001.
Es el famoso Rudy Giuliani que convirtió en un emblema mundial la política de “tolerancia cero”, es decir que ni siquiera se admitía la impunidad ante la simple rotura de una ventana de un piedrazo. La baja de la violencia en Nueva York es atribuida por el propio Giuliani a esa estrategia. Los Clinton siempre sostuvieron que se debía a la baja del desempleo. Bill Clinton fue presidente parte de esos años, entre enero de 1993 y enero de 2001. Una tercera hipótesis es que Giuliani era el alcalde ideal para lograr que la mafia dejara a Nueva York como zona intangible si al mismo tiempo podía reciclarse en otros negocios y otros aires.
La popularidad de Rudy creció el 11 de septiembre de 2001, cuando se puso en primera fila en los operativos de rescate luego del ataque a las Torres Gemelas. Su sueño fue convertirse en presidente. En las últimas elecciones jugó fuerte a favor de Trump, quien lo buscó especialmente en el primer mensaje tras la victoria, en la madrugada del miércoles 8, y lo hizo subir al escenario. Podría ser el fiscal general (ministro de Justicia) de su gobierno. “Nadie en los Estados Unidos conoce ese organismo como yo”, dijo Giuliani, que en 2014 aceptó viajar a la Argentina invitado por Sergio Massa.
El jueves último Barrett concedió una entrevista a la periodista Amy Goodman de Democracy Now en la que conjeturó que Giuliani podría desatar, desde el gobierno, una persecución contra Hillary Clinton por el meneado caso del uso de una cuenta privada de mail para asuntos públicos cuando era secretaria de Estado. Barret recordó una frase de Giuliani: “Podría construir el caso judicial en dos meses, o en una semana”. Dijo el periodista que a Giuliani le gustaría hacerlo pero aclaró: “No creo que sea el camino en el que Donald quiera meterse”. Para Garrett, la prioridad número uno de Trump no será Hillary sino la lucha contra los inmigrantes. Eso a pesar de que, subrayó, la Associated Press informó que Melania, “la esposa del candidato presidencial que basó toda su campaña en la inmigración, es una inmigrante ilegal”.
Sospechas
En 1984, mientras Koch se consagraba y Giuliani trepaba en su carrera dentro del poder, Macri y Trump terminaron sin concretar nada. Luego Trump contrató a Ralph Galasso y así Franco agregó un sospechoso a su lista. Otro de los consultores de Macri, Stanley Friedman, según Garrett estaba directamente a las órdenes de Stephenson.
Capalino aumentó su influencia y en 1985 fue jefe de la última campaña electoral de Koch mientras en secreto asesoraba a Trump, que así reforzaba su cercanía con la administración municipal. Trump también contrató a otro abogado, Allen Schwartz, que era amigo de Koch desde 1965 y terminaría representándolo para contratos particulares.
Se aceptan apuestas sobre quién invitó a Macri a dar un paseo en limusina.
martin.granovsky@gmail.com
|
|
|
|
Rispondi |
Messaggio 4 di 5 di questo argomento |
|
Un dilema distinto
Por Martín Granovsky
A fines de los 70 y principios de los 80, cuando los Macri intentaron desembarcar en Manhattan, el dilema de Mauricio Macri era claro: cómo ser un número dos eficaz de Franco, su padre, el jefe del clan familiar y el holding empresario.
En 2016 el dilema de Mauricio Macri es otro: cómo gobernar la Argentina y estabilizar su poder en una economía global que ya era hostil y, quién sabe, podría ponerse peor.
La historia del desembarco fallido tiene mucho de película. Pero no es una ficción. Sería incomprensible sin colocarla en su época. En el último tramo de la dictadura el grupo Macri ya era uno de los más sólidos de la Argentina. Eran titulares, entre otras empresas, de Socma, Sevel y Sideco. Igual que otros grupos, entre ellos Acindar, ligada a José Alfredo Martínez de Hoz, licuaron sus pasivos con la estatización de las deudas privadas. De ese modo la suma de las deudas privadas engrosó una deuda pública que se convertiría en el azote de la transición democrática.
El Banco Central les cobró a las grandes empresas su deuda en pesos sin variar la tasa acordada mientras éstas se capitalizaban gracias a la variación fenomenal del tipo de cambio en un mil por ciento solo en un año.
Hubo una causa que se abrió y se cerró. Y en 2011 el fiscal Federico Delgado, el mismo que ahora investiga presuntos delitos de Macri en el marco de Panamá Papers, pidió otra reapertura más.
El proyecto de los Macri de invertir 500 millones de dólares en una megaconstrucción dentro de Nueva York tiene, al menos, dos explicaciones.
Una, la fe del grupo en que nada ni nadie impediría que recalase también en los Estados Unidos. Ni siquiera podría frenarlos la entente neoyorquina de demócratas y republicanos articulados con y por los negocios inmobiliarios y las grandes familias.
Otra explicación es que, además del financiamiento pedido al Chase Manhattan, el grupo Macri tenía cómo apalancarse con fondos propios. Que esos fondos fuesen aportados, en verdad, por los ciudadanos argentinos gracias a la maniobra del Banco Central era apenas una anécdota –un fenómeno natural como la lluvia o el viento– en el mundo de los capitanes de la industria.
En los Estados Unidos los Macri quisieron ser tan capitanes como los capitanes norteamericanos de la industria, las finanzas, el juego y los negocios inmobiliarios, cuyos intereses se habían ido entrelazando desde los últimos años del siglo XIX.
Como se cuenta en estas páginas, apelaron a todos los recursos. Incluso se hicieron los chiquitos cuando en realidad se consideraban tanto o más importantes que la familia Trump. Buscaron seducir. Imaginaron caminos. Soñaron con diagonales.
Es difícil saber cómo se cobrará Trump la mala praxis del Gobierno, mantenida hasta el último día, de exponer en público el corazón innecesariamente en la política interna de los Estados Unidos. No es un tema personal. Trump será el 20 de enero el jefe de Estado del país más poderoso de la tierra y los Estados como el norteamericano tienen memoria. Una memoria, por supuesto, que puede depositarse en un archivo o ser colocada a flor de piel de acuerdo con los intereses de cada momento. En todo caso la futura administración de Washington se quedó con una carta en la mano regalada por la administración argentina.
El problema más importante a futuro, sin embargo, es para qué mundo se prepara el Gobierno. La economía global ya no estaba en crecimiento y el comercio internacional sufre un parate. Si esta tendencia se profundiza en caso de que Trump desatara una guerra cambiaria el diseño oficial argentino será aún menos funcional que hoy.
Sin cerrarse de manera anacrónica, los países funcionan dentro de bloques. El Mercosur ya venía en una meseta y desde la asunción de Mauricio Macri primero y de Michel Temer después perdió densidad regional, para usar un concepto de Aldo Ferrer. La búsqueda de una pelea con Venezuela, además, solo debilita más al bloque y jaquea la importancia alternativa –respecto de los organismos como el Banco Mundial y el FMI– de los Brics, el grupo formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica que había empezado a construir herramientas de ayuda y financiación de obras públicas.
El dilema de hoy no es el futuro de un grupo sino de un país entero. Y no sería inteligente confundir una cosa con otra.
martin.granovsky@gmail.com
|
|
|
|
Rispondi |
Messaggio 5 di 5 di questo argomento |
|
Un cisne negro en aguas cenagosas
Las profecías equivocadas. Las celebraciones, las protestas, los temores, tal vez más certeros. Una elección con dos malas opciones. Trump hablando al corazón y al bolsillo. El programa moral: segregación y xenofobia en puerta. Días de júbilo para las derechas europeas. Macri, subido al tren de la victoria equivocado.
Por Mario Wainfeld
“Al elegir a Donald Trump, un predador ignorante, mendaz y matón, un racista que odia y teme a los latinos, a los musulmanes y a las mujeres, un hombre que no cree que el planeta esté en peligro de extinguirse por razones climáticas y que va a aumentar la aflicción y desventura de los habitantes más necesitados de su país y del mundo entero, América ha revelado su verdadero ser. Estoy, como tantos norteamericanos y tantos más en el mundo, estupefacto, pasmado, enfermo de asco. Y, sin embargo, si miro en el espejo y espejismo de mi vida, no debería sentir yo sorpresa alguna ante este desenlace apocalíptico”.
Ariel Dorfman. “América se revela”, contratapa de Página/12, 9 de noviembre
La razón por la que Hillary Clinton no logra articular sus objetivos políticos de forma atractiva es porque en buena parte carece de ellos. Es muy difícil movilizar a la gente alrededor de la idea de que en realidad ellos no pueden protagonizar grandes cambios en sus vidas y necesitan ser realistas. Al menos el partido Republicano tiene la decencia de mentir con mayor descaro sobre cuánto mejorará todo una vez que los ricos dejen de pagar impuestos. Y Trump puede hacerlo porque detrás de esa mentira dicha, sus votantes escuchan una verdad mucho más profunda: que la legitimidad de los ricos para imponer sus intereses sobre el resto es apenas una parte de un sistema de jerarquías más vasto en el que, aún si todos los votantes de Trump fueran a seguir siendo postergados, los blancos en general y los hombres blancos en particular volverán a disfrutar de la libertad negativa de saber que su posición relativa siempre será mejor que la de las minorías que dejan atrás.
Ernesto Semán. “La startup americana”. evista Anfibia.com
 Imagen: AFP.
Fallaron las encuestadoras, los análisis sofisticados, el olfato de casi todas las Cancillerías del globo. Tal se equivoquen menos (o nada) quienes festejan y quienes deploran que Donald Trump haya sido elegido presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Celebran el Ku-Klux-Klan, el Tea Party, las derechas racistas y expulsivas de Europa. Se movilizan y se aterran las minorías que habitan en suelo gringo, los mexicanos que tienen a Trump por vecino, los trashumantes de todo el planeta que buscan cobijo fuera de sus países para conseguir trabajo, paz, una vida pasable para sus familias. He ahí, digámoslo de antemano, una de las tesis de esta columna.
Se enfrentaban dos alternativas malas, prevaleció la peor. Ocurrió en la mayor potencia del planeta, es más que posible (jamás el futuro está escrito del todo) que el mensaje moral y la oleada victoriosa se traslade a otras geografías. En cualquier caso, fortifica a las derechas anti globales, xenófobas en cualquier latitud. Esa es una segunda tesis, que ojalá sea errada pero que exuda verosimilitud.
- - -
El contexto y los votos: Brexit en Gran Bretaña, el “No” en Colombia, Trump ahora. Todo en un solo año terrible, de la mano del voto popular.
Una elección en Estados Unidos repercute en todo el mundo, un cambio histórico lo haría (todo indica que así será) con más gravedad.
El autor de esta columna no es todólogo, como aspiran a ser tantos formadores de opinión. No incursionará en el mapa electoral norteamericano, en el corte de clases que favoreció a Trump. La mirada que se intenta se coloca lejos, en un confín sur del mundo. Tomará puntos de vista ya divulgados, renunciará a la profecía, tan lastimada en 2016. Solo señalará escenarios posibles, repercusiones. Lo que más le atañe y preocupa es la victoria de un programa de gobierno discriminatorio, racista, xenófobo, machista, homofóbico, ínsitamente violento en la mayor potencia del planeta.
Tres aspectos ahondan la desolación. El primero es el consenso que condensó el martes y que viene ganando posiciones en casi toda Europa, con picos altos en Francia, Alemania, Hungría, Holanda y siguen las firmas.
El segundo es que el programa de Trump exacerba tendencias ya existentes y en ascenso aún entre aquellos que lo confrontaron en las urnas.
El tercero, apenas la intuición de un observador, es considerar posible que la cruzada moral sectaria de Trump cale hondo, que se cumplan en el corto plazo buena parte de sus peores promesas. Sin dar por seguro nada porque la incertidumbre es uno de los signos de la etapa de la globalización.
- - -
Corazón amurallado: Trump les habló al corazón y al bolsillo de sus conciudadanos, como hubiera dicho un dirigente de otra comarca. En este abordaje, poco diremos de su propuesta económica y casi nada en lo referente a Estados Unidos. Apenas señalar que es más sencillo reducir los impuestos a los ricos y hasta a las clases medias que recuperar la actividad, generar trabajo, re-industrializar. Seguramente un país-continente tiene mejores perspectivas que otros menos ricos o poderosos. Pero de cualquier manera, la lógica del capitalismo del siglo XXI viene arrasando y es dura de matar.
Pinta como mucho más realizable el mensaje al corazón de millones de personas. Agrandar murallas, expulsar inmigrantes, sin hacerle ascos a reprimirlos. Relajar las reglas constitucionales que limitan el encarcelamiento de las personas, las penas sin juicio, el libre tránsito por el territorio. Confundir la prevención y la lucha contra el terrorismo con el señalamiento a priori de presuntos terroristas y asociarlo a pertenencias religiosas, países de origen o simplemente portación de aspecto.
Todos esos vicios y muchos más ya existen, Trump no es su inventor. Pero promete ahondarlos hasta el paroxismo, agravar los males, los hace su programa explícito. Lo suyo no es una acentuación sino un salto cualitativo, ligado a una mirada salvaje sobre el mundo y los derechos humanos.
En una columna publicada en Página/12 el jueves el académico Juan Tokatlian define al proyecto de Trump como “un ideal reaccionario” pues “(busca) regenerar una suerte de arcadia regresiva o edad de oro en el que país gozaba de esplendor material, la sociedad era bastante armónica y la nación resultaba más soberana”. Tokatlian señala que ese ideal “apela a los miedos, ansiedades y resentimientos anidados en una parte muy amplia de la sociedad estadounidense”.
- - -
El enemigo cercano: El establishment fue una de las bestias negras del discurso del presidente electo. Ese adversario lo tomó en solfa primero, lo dio por derrotado después, fue vencido en suma.
Los votantes, se presume, están hastiados del statu quo y sus portavoces. El problema ulterior es similar al de tantas derechas populares: la ofensiva no se detiene en los cuadros intelectuales o políticos de Washington ni en las grandes corporaciones. Elige como enemigo a quienes son en verdad otras víctimas, más visibles y cercanas para las personas de a pie que antes vivían mejor. Los mexicanos, los inmigrantes, los que tienen pinta de musulmanes, los diferentes. Los otros, que están a dos cuadras o en la misma ciudad o separados por una frontera que debería ser tan abierta como las del flujo de capitales.
Un regreso al pasado es, pongámoslo en fácil, imposible técnicamente. Pero los ensayos tienen prosapia y antecedentes. Las diferencias comparativas son colosales, solo con esa salvedad pueden enunciarse algunas sugerencias, más como propuesta para pensar que para equiparar.
En varios comentarios difundidos en esta semana se aludió a la República de Weimar, en la Alemania de entreguerras. No se trata de homologar, temeraria y anacrónicamente, a Trump con Hitler. Pero sí vale reparar en que las ofensas y dolores de los votantes no santifican sus pronunciamientos. La carestía, los abusos imbancables del Tratado de Versalles, la hiperinflación, daban contexto y motivo a la furia de los alemanes. La solución elegida fue espantosa y propagó su secuela en buena parte del mundo. Ojalá ocurra distinto esta vez… no es un hecho que así sucederá ni tampoco está dado que sea una mera pesadilla.
En un aconsejable artículo publicado en el diario inglés The Guardian (“La clase de Davos selló el destino de los Estados Unidos”) Naomi Klein define los términos de la contienda electoral. “La fuerza más responsable de crear la pesadilla en la cual estamos bien despiertos es el neoliberalismo. Esa visión del mundo –encarnada por Hillary Clinton y su maquinaria– no le hace competencia al extremismo estilo Donald Trump. La decisión de poner a competir a uno contra el otro es lo que selló nuestro destino (…) Mucha gente está adolorida. Bajo las políticas neoliberales de desregulación, privatización, austeridad y comercio empresarial, sus estándares de vida han caído drásticamente. Han perdido sus empleos. Han perdido sus pensiones. Han perdido buena parte de la seguridad social que permitía que estas pérdidas fueran menos aterradoras. Ven un futuro aún peor que su precario presente (…). Para la gente que asumía la seguridad y el estatus como un derecho de nacimiento –sobre todo los hombres blancos–, estas pérdidas son insoportables.”
“Trump le habla directamente a ese dolor. La campaña del Brexit le habló a ese dolor. También lo hacen todos los partidos de extrema derecha en ascenso en Europa. Responden a ese dolor con un nacionalismo nostálgico y un enojo contra las lejanas burocracias económicas, ya sea Washington, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la Organización Mundial del Comercio o la Unión Europea. Y, claro, responden a él atacando a los inmigrantes y las personas de color, vilipendiando a los musulmanes y degradando a las mujeres. El neoliberalismo de élite no puede ofrecer algo contra ese dolor, porque el neoliberalismo le dio rienda suelta”.
La cita que encabeza esta nota, del académico y ensayista argentino Ernesto Semán, rumbea en sentido similar. La alternativa dejaba mucho que desear y el neo conservadorismo ha arrasado con los vestigios del estado de bienestar sin dejar casi nada en pie.
El odio condensado enfiló a una suerte de bullying sociológico que también describe Semán. En un modelo de sociedad basado en la segregación la búsqueda de igualdad no es prioritaria: lo esencial es que alguien quede abajo, no ser el último orejón del tarro. Los blancos que ganaron la elección dudosamente recuperen al fordismo, a las fábricas, al empleo decoroso. Pero podrán volcar su furia y sus frustraciones en quienes designan como inferiores y a quienes anhelan castigar por los daños que le infligen otros (de nuevo: Washington, Bruselas, las elites políticas, académicas y financieras).
- - -
Desigualdad redoblada: El sistema constitucional norteamericano fomenta la exacerbación de las desigualdades. El sufragio voluntario, está comprobado empíricamente, promueve que participen en mayor proporción los estratos sociales más ricos, o más educados o las dos cosas. Una serie de vallas burocráticas- administrativas, selectivas, fomenta esa asimetría. En su nota, sugestivamente publicada antes de las elecciones, Semán recorre esas barreras fácticas. Que se vote un día hábil es una de tantas.
Es contracorriente elogiarlo, lo haremos: el sufragio universal y obligatorio, formidable institución de los partidos nacional populares argentinos, funciona como fomento a la participación de los más humildes.
Es capcioso el sistema de elección indirecta, en el que el ganador de un estado se queda con todos los electores, sin representación proporcional.
De ordinario, el que saca más votos, gana en el Colegio electoral. Esa regla reconoce contadas excepciones en la historia estadounidense. Las dos últimas ocurrieron en 2000 y 2016, en ambas los demócratas sacaron cortas ventajas de votos ciudadanos y perdieron en la suma de electores.
La injusticia se propaga en el mundo espantoso al que queremos “volver”. Ironizamos apenas cuando repetimos que todos los habitantes del globo deberían votar en las presidenciales norteamericanas porque influirán en su futuro.
- - -
Remembranzas: La historia no se repite pero registra tendencias o semejanzas. Flotan en el aire remembranzas de cuando Ronald Reagan goleó a James Carter, un dirigente más entrañable que la gélida y soberbia Hillary. Reagan se transformó en un líder de la “revolución conservadora”, un oxímoron que se hizo sentir y pisó fuerte.
Sin ser agorero, un presidente que desprecia a las mujeres, a los gays, a los “ilegales” y gana estimula a otras personas o autoridades a emularlo. Los tiranuelos de oficina, los policías mal arriados, os burócratas del estado tienen un paladín.
Las oleadas políticas son evidentes, las hubo en cantidad en las décadas cercanas. Desde el martes, Marine le Pen en Francia o los neonazis alemanes agrandan sus pretensiones, tienen modelos para copiar, se enancan en una tendencia cultural y triunfalista.
La historia, repetimos, está por hacerse y ningún desenlace es descartable por completo. Sin ir más lejos, la auspiciosa llegada del presidente Barack Obama a la Casa Blanca fue diluyendo en gran medida sus efectos benéficos.
El clima de época es preocupante y encuentra a nuestro Sur en consonancia, con el centro derecha regresando por las urnas o por el golpe blando en la Argentina y Brasil. Ajústense los cinturones porque esta historia continuará.
mwainfeld@pagina12.com.ar
|
|
|
Primo
Precedente
2 a 5 de 5
Successivo
Ultimo
|
|
| |
|
|
©2025 - Gabitos - Tutti i diritti riservati | |
|
|