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General: Salvador Allende: compañero, camarada
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Respuesta  Mensaje 1 de 7 en el tema 
De: Nobotuma  (Mensaje original) Enviado: 11/09/2012 03:19
Les dejo un escrito que hice para Allende en septiembre del 2010, a su memoria:

      SALVADOR ALLENDE: COMPAÑERO, CAMARADA
 
En 1970 surgió para Chile una nueva esperanza,
para Chile y todos los pueblos de América
Salvador Allende
Compañero, camarada
fue electo Presidente.
Todos pensamos
que era posible
apartar el fuego,
disipar el dolor
al ver morir y caer a tantos combatientes
¡Se puede triunfar con el voto¿
pensamos, soñamos
Transcurridos tres años
nos mataron el sueño
Salvador,
el Salvador latinoamericano quedó allí,
tendido
abrazado por su bandera.
¡qué dolor!
¡Cuánta pena!
Salvador sembrado en la conciencia
de los que soñaron
allá en Chile
que el Socialismo corría libre
por aquellas calles
¡cuánta ausencia!

Nobotuma....

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/fotos/allende_salvador.jpg


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Respuesta  Mensaje 2 de 7 en el tema 
De: Nobotuma Enviado: 11/09/2012 03:36
Otro escrito que hice para el aniversario del golpe chileno: 11-09-2008

       SALVADOR, SALVADOR

Sudores que se confunden
relámpagos abriendo,
sin piedad,
las puertas de la libertad.
Salvador de la Patria
con decisión infinita
abrazaste el frío metal
para defender una Patria
que se escapaba
cual paloma herida
por aquellas inmensas ventanas
de la Moneda.
Salvador, Salvador
hermano, compañero
Presidente, camarada
creíste en la inocencia de los hombres,
creíste ver realizado tu sueño libertario,
el sueño de los que nunca tuvieron esperanzas.
Salvador, Salvador
hermano, compañero
Presidente, camarada
tu cuerpo quedó allí
en lo que llaman palacio
tendido, adolorido,
cubierto con la Bandera
por un último amigo, camarada.
Hoy sigues recorriendo caminos
sembrando esperanzas.
Neruda anda contigo
escribiendo poemas de la no renuncia.
Víctor Jara también con su guitarra
lleno de esperanza por la vida ¡digna!
Los pueblos te vimos caer,
hoy te hemos levantado,
te hemos hecho gigante
al lado del Ché.

De Nobotuma 

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/fotos/allende_salvador.jpg


Respuesta  Mensaje 3 de 7 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 11/09/2012 12:02
Muy lindos poemas Nobo ... Algún día Allende será nuevamente Presidente ...en un gran hombre que encarne los anhelos hoy frustrados de ese noble pueblo .-
-------------------------------------------------------------------------
 
Allende Sin Pedestal

Por: Manuel Cabieses Donoso

Director de la Revista Chilena Punto Final

El escritor Fernando Alegría lo comparó con un gallito de la pasión. Y en realidad tenía la pinta: pechugón por su tórax de nadador, un plumaje brillante -de chaquetas, camisas y corbatas de marca- y un aire bizarro al caminar. Pero no era la pura pinta. Allende también tenía el coraje y la sangre indómita de un gallito de pelea, como lo demostró hasta el último respiro. Se midió de igual a igual con generales traidores y rastreros que el 11 de septiembre mandaron tropas, blindados, artillería y aviones a atacar por tierra y aire al indefenso palacio de gobierno. Los jefes sediciosos inútilmente le intimaron rendición y hasta intentaron engañarlo con la oferta de un avión para él y su familia. Pero esos palurdos con condecoraciones de las guerras de nunca jamás -cobardes, ladrones y miserables, cuyos nombres escupirá la historia-, se encontraron ante una fuerza que era desconocida para ellos. Desafiándolos con un fusil en las manos, se encontraba un hombre de honor que había jurado lealtad a su pueblo, a la Constitución y a las leyes de la república. Justamente lo que no enseñan en la escuela militar. El presidente de Chile ni siquiera se dignó a tratarlos como jefes militares, lo cual habría significado reconocerles una pizca de honorabilidad. Y los derrotó con su gesto final que puso en evidencia lo que eran: bestias carroñeras que tuvieron que conformarse con hozar los despojos del héroe de La Moneda y asesinar, luego de infligirles horrendas torturas, al puñado de valientes que se jugaron la vida en defensa de la libertad.

allende

El heroísmo de Allende, que no alcanza a superar ninguno de los militares que aparecen en la historia épica de Chile, tampoco lo esperaban muchos políticos que combatieron a su gobierno y otros que lo apoyaron, incluyendo temibles “revolucionarios” hasta el día anterior, que a temprana hora del 11 hacían cola en las embajadas pidiendo asilo. Unos y otros tenían la visión de un Allende articulador de acuerdos y compromisos, un experimentado parlamentario, duro en la polémica pero amistoso y tolerante en el trato personal. En su trayectoria apenas existía el lejano antecedente de una decisión extrema: el duelo a pistola, en 1952, con Raúl Rettig, que después fue su gran amigo y embajador en Brasil.

Era fácil engañarse con Allende, y muchos dirigentes de Izquierda se equivocaron. Desconfiaron de su consecuencia revolucionaria porque le reprochaban sus gustos personales, sus modales de caballero, su distancia del estereotipo proletario o del guerrillero. Confundieron su larga lucha por la unidad de la Izquierda y del pueblo con la ambición personal. El mismo bromeaba: “El epitafio de mi tumba será: aquí yace el futuro presidente de Chile”. Los que midieron a Allende por las apariencias, se equivocaron. No percibieron la madera de inmortalidad con que estaba tallado ese hombre.

En Punto Final lo escuchamos en la intimidad de conversaciones sinceras. Algunos compañeros eran sus amigos de confianza, sobre todo Augusto Olivares, Jaime Faivovich, Jaime Barrios, Alejandro Pérez y Carlos Jorquera. Allende se presentaba a veces en las reuniones que el consejo de redacción de PF hacía en el departamento de Jaime Faivovich -abogado y taquígrafo de la Cámara de Diputados, cuyo salario le permitía ponerse con ostras en los meses sin erre-. Pero no siempre lo hacía para compartir el análisis de la coyuntura política. A veces iba a criticarnos una portada o algún artículo. El reproche estaba dirigido a mí, director, y a Mario Díaz, jefe de redacción, que éramos responsables de la edición. Y se armaba la discusión. Era claro que existían diferencias entre la línea editorial de Punto Final y las opiniones de Allende. Pero sus críticas nunca impugnaron lo esencial de nuestra política. La influencia ideológica de la Revolución Cubana y el ejemplo ético del Che servían de sustento al pensamiento político de ese grupo y esto lo compartía Allende. Existía una base muy sólida para tratar las discrepancias en el marco de una relación fraternal y respetuosa. Desde las páginas de la revista sosteníamos un enfrentamiento -que iba subiendo su diapasón a medida que hervía la lucha de clases- con las tendencias reformistas y electoralistas que entonces, como ahora, predominaban en la Izquierda. Eso, sin duda, entorpecía el trabajo político de Allende, decidido partidario de la vía pacífica al socialismo. Así llegó el 4 de septiembre de 1970 y el triunfo del cual muchos dudábamos. Aunque votamos por Allende, lo hicimos jurando por lo bajo que sería la última vez. Olivares, Faivovich, Barrios y Jorquera fueron llamados a ocupar cargos en el gobierno. Pero la identidad política y la amistad del equipo fundador de PF se mantuvo inalterable. Con Allende estuve dos o tres veces durante su gobierno. Una cena en la residencia de Tomás Moro en la que también participaron Tati Allende y el novelista Jorge Edwards (Edwards, que iba a abrir la embajada de Chile en La Habana, relata este episodio en su libro Persona non grata . Pero su imaginación y anticomunismo me convierten en un frío e inescrutable “comisario político” al que Allende habría invitado para visar su designación diplomática. La verdad es que yo no tenía idea ni me importaba lo que hiciera o dejara de hacer el tal Edwards). Otra visita a Tomás Moro fue una noche acompañando a dirigentes del MIR. Casi fuimos testigos de la muerte accidental del presidente. Eduardo Paredes, director de Investigaciones, mostraba a Allende una pistola-ametralladora israelí, nueva y reluciente, y se le escapó un rafagazo que por suerte no hirió a nadie, aunque causó conmoción en la guardia presidencial. La última vez vi a Allende en La Moneda; yo presidía el sindicato de trabajadores del diario Ultima Hora , propiedad del Partido Socialista, y habíamos votado la huelga. El presidente llamó a la directiva sindical para pedir que no paralizáramos el diario y nos hizo ver la cantidad de problemas que agobiaban a su gobierno. Desde luego, accedimos y creo que así le proporcionamos un momento de una alegría que ya escaseaba en La Moneda. Pero Allende ignoraba que de ningún modo íbamos a ir a la huelga. Sólo queríamos presionar a la empresa para que aceptara nuestro pliego de peticiones.

En la mañana del 11 de septiembre de 1973, desde la terraza de Ultima Hora -donde, oh ingenuidad, ¡preparábamos una edición especial llamando al pueblo a resistir!- vimos el ataque aéreo a La Moneda. Era la notificación brutal de que los golpistas estaban dispuestos a todo para arrancar de cuajo lo que Allende había sembrado en la conciencia de los trabajadores chilenos.

Han pasado los años, las sombras del olvido empiezan a cubrir el terrorismo de Estado de militares y empresarios vende-patria, la lucha clandestina, la resistencia y sus miles de héroes y mártires. Se desgranan, uno a uno, los pusilánimes y monótonos años de corrupción y oportunismo de la Concertación. Sin embargo, la admiración y respeto por el compañero Allende han crecido. Su valor y consecuencia de estadista y revolucionario alientan a retomar la lucha por el socialismo. Es cierto que vivimos en un mundo muy distinto al que conoció Allende. Pero los objetivos por los que luchó -y que conquistaron amor del pueblo chileno y admiración universal-, son los mismos. En América Latina han surgido nuevos líderes. El sueño socialista y democrático de Allende ha prendido. Y aunque estos gobiernos afrontan las mismas dificultades y amenazas imperialistas que encaró la experiencia chilena, sus pueblos están luchando. La epopeya de Allende confirmó lo que anticipaba el Che: que en una revolución verdadera, como la que se desencadenó en Chile, se triunfa o se muere. Es la lección de Chile. El pueblo de Allende, sin duda, volverá a luchar por una sociedad más justa sin olvidar esa enseñanza.

(Editorial de revista Punto Final”, edición Nº 665, 26 de junio de 2008, Centenario del Presidente Salvador Allende)


Respuesta  Mensaje 4 de 7 en el tema 
De: Margarita Enviado: 11/09/2012 12:10
La batalla de Chile
Llueve sobre Santiago

Respuesta  Mensaje 5 de 7 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 06/09/2020 01:39

Posteo esta nota, más allá que me resulta exageradamente pretenciosa la idea de igualar a Joe Biden con Allende.

Cincuenta años más tarde, la victoria chilena todavía nos habla

Hace cincuenta años, la noche del 4 de septiembre de 1970, me encontraba, junto a una multitud de mis compatriotas, bailando en las calles de Santiago de Chile.


 

Celebrábamos la victoria de Salvador Allende y su coalición de izquierda en los comicios presidenciales de ese año. Fue un triunfo que trascendió las fronteras nacionales. Hasta entonces, todas las revoluciones habían sido violentas, impuestas por la fuerza de las armas. La Unidad Popular proponía usar medios pacíficos y electorales para construir el socialismo, proclamando que no era necesario reprimir o eliminar a nuestros adversarios para alcanzar una justicia social duradera, que cambios estructurales de la economía podrían efectuarse dentro de los confines y promesas de la democracia.

Fue un privilegio haber vivido plenamente ese momento en que soñar lo imposible no era una mera consigna. Recuerdo al pueblo chileno, los trabajadores que habían construido ese país sin disfrutar de sus riquezas recorriendo con sus familias el centro de la ciudad que siempre les había parecido ajeno, recuerdo cómo su presencia rebelde y alegre pronosticaba un orden social que los reconociera como protagonistas y motores del porvenir.

¿Cómo podría haber evolucionado el mundo, cuán diferente sería, si los militares no hubieran derrocado a Allende tres años más tarde, si otras naciones hubieran podido adoptar ese modelo de una revolución no-violenta para satisfacer sus propias ansias de liberación e igualdad?

Conmemorar este aniversario no debe entenderse, sin embargo, como un ejercicio de nostalgia personal. Ese momento que auguraba un futuro que nunca llegó importa más que nada porque sigue hablándonos de múltiples maneras. Hay lecciones que aprender de aquel 4 de septiembre supuestamente remoto, especialmente en los Estados Unidos que afronta hoy su propia elección de dimensiones históricas.

Por cierto que nadie en USA propone el socialismo como una opción este 3 de noviembre venidero, por mucho que el delirante Trump describa a sus opositores como izquierdistas enfurecidos. Lo que sí va a decidirse es si la patria de Lincoln va a implementar reformas fundamentales o si va a empantanarse en el cenagal sofocante del pasado. Si Joe Biden, como parece más que probable, gana la contienda electoral que se avecina, los ciudadanos norteamericanos --y yo soy ahora uno de ellos-- tendrán que plantearse, como lo hicimos nosotros en Chile hace tantas décadas, una serie de preguntas acerca de cómo llevar a cabo aquellas reformas. ¿A qué ritmo deben realizarse? ¿Qué medidas deben cumplirse aceleradamente para asegurar que no haya posibilidades de una regresión conservadora? ¿Cuándo es mejor reducir la velocidad para obtener el apoyo de tantos votantes que temen excesivas alteraciones a su vida cotidiana estable, el fundamento de su identidad? ¿Cuándo negociar, cuándo insistir en reformas que no admiten espera? ¿Cómo contentar a la legión de impacientes e inspiradores activistas que frecuentemente confunden sus deseos con la realidad y quisieran avanzar con más rapidez de lo que la mayoría de la nación puede absorber? ¿Y cómo aislar a los antagonistas más fanáticos y bien armados que no van a ceder fácilmente sus privilegios y que, contando con inmensos recursos financieros, estarán dispuestos a desatar la violencia para socavar las reglas democráticas cuando éstas ya no les sirvan?

Si hubiésemos sabido resolver esos desafíos en Chile, se podría haber evitado la catástrofe de una dictadura militar y diecisiete años de represión brutal cuyos efectos todavía vivimos hoy. Pero más allá de los errores que pudimos haber cometido, hay otro factor que determinó el fracaso: los Estados Unidos promovieron ferozmente el derrocamiento de Allende y luego apoyaron y dieron aliento al régimen de terror que lo suplantó.

En un momento en que protestas masivas han sacudido a los Estados Unidos, exigiendo que el país enfrente la forma inhumana y sistemática en que tantos ciudadanos, pobres, negros, latinos, inmigrantes, mujeres, pueblos originarios, han sido maltratados y brutalizados, parecería también imperativo reconocer el sufrimiento impuesto a otras naciones por la incesante y desfachatada intervención de los Estados Unidos en sus asuntos internos. ¿Y qué mejor instancia que la actual para asegurar que tales injerencias no volverán a suceder?

Chile no es el único ejemplo de este desprecio flagrante hacia la soberanía ajena. Ahí están las democracias destruidas de Irán, Guatemala, Indonesia, el Congo. Pero la desestabilización de Chile, el asesinato de la esperanza con que bailamos en las calles de Santiago hace medio siglo tuvo consecuencias particularmente perversas.

La muerte de la democracia chilena --simbolizada en la muerte de Salvador Allende en el palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973-- no sólo dio inicio a una tiranía letal sino que también convirtió el país en un despiadado laboratorio donde se ensayaron a mansalva las fórmulas del capitalismo neoliberal que pronto prevalecerían a nivel global. Es precisamente ese paradigma de desarrollo salvaje --la creencia ciega de que el mercado disipa todos los problemas, de que la avaricia es buena, de que la obscena concentración de riqueza y poder en manos de unos pocos beneficia a las grandes mayorías-- que hoy se cuestiona tan vigorosamente en los Estados Unidos y, maravillosamente, en el Chile actual, donde un movimiento rebelde popular ha sacudido las cimientos del sistema político que sustentala supremacía capitalista, revindicando el legado de Allende.

Sería ingenuo sugerir que si Allende hubiera tenido éxito ese modelo neoliberal no hubiera conquistado de todas maneras el mundo. Como sabemos desgraciadamente, otras naciones estaban prontas a llevar a cabo ese tipo de desmedido experimento. Es, no obstante, sombrío pensar que, de no haberse frustrado la tentativa de Chile de crear una sociedad justa y digna, tendríamos hoy un ejemplo radiante de cómo emerger de la crisis de desigualdad que nos aqueja, las divisiones que nos afligen.

Cuando los que ahora son mis compatriotas norteamericanos bailen en sus ciudades, como lo pienso hacer con mi mujer Angélica, la noche en que otra victoria electoral presagie el amanecer de una nueva era, me gustaría que algunos de ellos recordaran que no se encuentran solos, que érase una vez una tierra en que otros hombres y mujeres bailaban hacia la justicia, una tierra que, después de todo, no es tan lejana.

* Ariel Dorfman es el autor de La Muerte y la Doncella y, más recientemente de las novelas Allegro y Cautivos y el ensayo Chile: Juventud Rebelde. Vive en Chile y en Carolina del Norte, donde es un distinguido profesor emérito de Literatura en la Universidad de Duke.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 

(Gran Papiyo)      


Respuesta  Mensaje 6 de 7 en el tema 
De: adamar okoye Enviado: 06/09/2020 18:55
SALVADOR ALLENDE MURIO COMO UNA RATA CASTRO SIEMPRE LOS DESPRECIO PORQUE NUNCA USO EL FUSIL QUE LE REGALO PERO HIZO COMO SIEMPRE LOS COMUNISTAS HACEN DARLE VIDA A LOS MARTIRES QUE MATAN PRIMERO.

Respuesta  Mensaje 7 de 7 en el tema 
De: Margarita Enviado: 06/09/2020 22:42
Tú no sabes lo que dices y apoyas a un presidente que es racista y votado por racistas y por idiotas como tú.





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