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General: De Bergoglio a Francisco .... de Atilio Borón
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De: Ruben1919 (Mensagem original) |
Enviado: 19/03/2013 16:38 |
De Bergoglio a Francisco
Poco nuevo hay por agregar a lo mucho que ya se ha dicho sobre el Papa Francisco desde su sorpresiva elevación al trono de San Pedro. Trataré de sintetizar esta breve nota en torno a tres ejes: (a) las acusaciones sobre su actuación durante la dictadura genocida cívico-militar; (b) su política como Arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal; (c) el posible impacto de su pontificado sobre la realidad sociopolítica de América latina.
En relación al primer punto es indiscutible que su conducta se encuadró, en términos generales, en las deplorables líneas establecidas por la jerarquía católica. No fue un monstruo como Christian von Wernich, activo participante en la comisión de delitos de lesa humanidad y por ello condenado por la justicia argentina; o un troglodita medieval como el obispo castrense Antonio Basseoto, que propuso colgarle una piedra de molino al cuello y tirar al mar al Ministro de Salud Ginés Gonzales García por haber recomendado la utilización de preservativos. Pero tampoco fue un cristiano ejemplar como Monseñores Enrique Angelelli y Carlos Horacio Ponce de León, el Padre Carlos Mugica, los sacerdotes palotinos o las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, todos asesinados por la dictadura; o como los monseñores Miguel Hesayne, Jorge Novak y Jaime de Nevares, duros críticos del régimen militar. El por entonces Provincial de la Compañía de Jesús tuvo una conducta reprobable en relación a dos de sus directos subordinados, los sacerdotes Francisco Jalics y Orlando Virgilio Yorio, quienes ejercían su labor pastoral en una villa del Bajo Flores y que fueron secuestrados y torturados por la dictadura ante la inacción de su superior que los privó de su protección. Algunos testimonios, como el de Alicia Oliveira, rechazan estas críticas señalando su activa colaboración para salvar la vida de clérigos y laicos en peligro. Pero la evidencia documental -que no es lo mismo que una opinión- aportada en estos días por Horacio Verbitsky en Página/12 o lo que escribiera un eminente católico como Emilio F. Mignone lo tipifican como un pastor que entregó “sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”, en un caso al menos de un nieto que fue apropiado por los represores manteniendo oculta esta información por años. Lo más probable es que ambas actitudes sean ciertas, pero los buenos gestos destacados por algunos no alcanzan para opacar la gravedad de los otros. En un país en donde todos sabían de los crímenes perpetrados por el terrorismo de estado no se puede aducir ignorancia, menos que menos un sacerdote que administraba el sacramento de la confesión y en permanente contacto con el común de la gente. En su momento Bergoglio pidió perdón en nombre de la Iglesia “por no haber hecho lo suficiente" para preservar los derechos humanos ante la barbarie del terrorismo de estado; debería haberlo pedido, en cambio, por el explícito apoyo que la jerarquía le brindó a los genocidas y no por lo poco que hizo para combatirlos. ¿Neutralidad o tolerancia ante el terrorismo de estado? ¡Hum!, recordemos lo que dice el Dante en La Divina Comedia: “el círculo más horrendo del infierno está reservado para quienes en tiempos de crisis moral optan por la neutralidad.”
Pero supongamos que un examen exhaustivo e imparcial dictamine la absoluta inocencia de Bergoglio en los años de plomo. ¿Qué podemos decir de su actuación durante la reconstitución democrática posterior a la dictadura? A tono con la contrarreforma lanzada por Juan Pablo II con el apoyo y beneplácito de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, Bergoglio se asoció a las tendencias más reaccionarias de la iglesia argentina, lo que no es poco decir. Formado en el peronismo de derecha, militante de Guardia de Hierro en su juventud, durante su gestión como Cardenal Primado de la Argentina se alineó inequívoca y sistemáticamente en contra de todas las buenas causas: se opuso –sin éxito- al matrimonio igualitario; reaccionó con el furioso fanatismo de Tomás de Torquemada ante la muestra del artista plástico León Ferrari, que tuvo que ser levantada antes de tiempo; ha combatido con fiereza todo lo relacionado con la educación sexual, el control de la natalidad, la despenalización del aborto y los derechos de las minorías sexuales; mantiene dentro de la Iglesia y así le extiende su protección a criminales como Von Wernich, Edgardo Storni y Julio César Grassi (condenados los dos últimos por pedofilia); atenta contra el carácter laico del estado democrático y defiende con enjundia los privilegios que tiene la Iglesia en materia financiera y en el control sobre el proceso educacional, en abierta violación a lo dispuesto por la Constitución de 1994. En conclusión, un papa austero y alejado del boato del Vaticano con una marcada preocupación por la suerte de los pobres pero sumamente conservador. ¿Es esto novedoso? Para nada. El conservadorismo popular tiene larga historia, y no sólo en América Latina. A diferencia de su variante elitista y aristocratizante, los valores e intereses tradicionales que sostienen a un orden social injusto se refuerzan aprovechándose de la ignorancia y credulidad de los sujetos populares ganados por la prédica eclesiástica. Es un conservadorismo plebeyo, excéntrico en sus formas pero que presta un valioso servicio a las clases dominantes, como lo prueba la obscena explosión de júbilo de los genocidas en los juzgados cuando se conoció la designación de Bergoglio como pontífice; o la desbordante alegría de las más diversas expresiones y variados representantes de la derecha argentina; o la fenomenal campaña apologética de los diarios de la burguesía y del imperio –principalmente Clarín y La Nación , este último marcando la penosa involución moral de un periódico fundado por Bartolomé Mitre, un masón probado y confeso- ante las noticias procedentes de Roma. Con semejantes amigos, ¿cómo creer que Francisco va a imitar al santo de Asís, cuya renuncia a la riqueza y los bienes materiales fue total y absoluta? En compañía de estos ricos cofrades la “opción por los pobres” difícilmente pueda ser algo más que un lejano acompañamiento de sus sufrimientos y privaciones, pero cuidándose de enseñarles quién es el que los condena a transitar por este valle de lágrimas, padecimientos e infortunios. Hace casi medio siglo que Don Helder Cámara, obispo de Olinda y Recife explicó muy bien esta contradicción: "Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista." No basta con la humildad ni con la confraternización con los pobres: de lo que se trata es de enseñarles que la pobreza no es resultado de un designio divino o de un capricho de la naturaleza sino un producto histórico de una sociedad llamada capitalista, máquina implacable de fabricar pobreza y miseria y a la cual la Iglesia jamás tuvo la osadía de condenar a pesar de su intrínseca malignidad. De los dichos y los hechos de Francisco no se desprende que esto vaya a ocurrir. Es bueno que el esclavo se rebele contra su amo, pero como decía Lenin, el cambio sólo se producirá cuando aquél se rebele contra la esclavitud, contra el sistema y no sólo contra uno de sus agentes. ¿Alentará Francisco la rebelión anticapitalista de los pobres, dado que dentro del capitalismo su suerte está echada? Nada en su biografía autoriza a pensar en ese curso de acción; lo más probable será que estimule su mansedumbre y eternice su sumisión. Es que la “opción por los pobres” de la Iglesia que surge de la contrarreforma liderada por Juan Pablo II y que barrió con los avances del Concilio Vaticano II no es la que proponía la Iglesia de Carlos Mugica, Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Oscar Arnulfo Romero (Arzobispo de San Salvador), Sergio Méndez Arceo (Obispo de Cuernavaca, México), Samuel Ruiz García (Obispo de San Cristóbal, Chiapas), Pedro Casaldáliga y Don Helder Cámara (Brasil) y Ernesto Cardenal (Nicaragua) o, en nuestros días, los teólogos de la liberación como Frei Betto, Leonardo Boff, Gustavo Gutiérres o Jon Sobrino.
¿Será su pontificado una remake del de Juan Pablo II? Es muy poco probable. El Papa Wojtila fue un producto de finales de los setentas, cuando el mundo era muy diferente al de hoy. Fue el ariete que la burguesía imperial necesitaba para derrumbar a la Unión Soviética y los países el Este europeo. Pero esa estrategia fue eficaz porque aquellos regímenes padecían de un avanzado estado de descomposición moral, política, económica y social. En realidad, Juan Pablo se limitó a desencadenar la embestida final a un inmenso edificio que ya se venía abajo producto de sus propias contradicciones. Hoy el mundo ha cambiado mucho: el imperialismo ya no tiene, tal como lo reconocen sus propios intelectuales orgánicos, la gravitación del pasado. Los rivales son más numerosos y diversificados, y económicamente mucho más fuertes que lo que eran la URSS y los países de Europa Oriental. Sus aliados, además, son más débiles y vacilantes. La Iglesia, a su vez, se ha visto debilitada por una interminable sucesión de escándalos y carece de la credibilidad que había ganado en los años de Juan XXIII. Además, si se quisiera lanzar todo su peso para desestabilizar los procesos bolivarianos en Venezuela, Bolivia y Ecuador o las experiencias de transformación política en curso en otros países de la región la respuesta será muy diferente a la que hace más de treinta años se verificara en el Este europeo. Aquí se trata de procesos que cuentan con un enorme apoyo popular que ni remotamente existía allá, y por consiguiente el proyecto de las derechas latinoamericanas –organizadas, orientadas y financiadas por el imperio- de reutilizar el ariete eclesiástico que tan buenos resultados le diera en Europa Oriental para acabar con los gobiernos progresistas y de izquierda en la región terminaría en un rotundo fracaso. La “revolución de terciopelo” de Checoslovaquia nada tiene que ver con la revolución bolivariana de Venezuela, Evo Morales no es Lech Valesa, y Correa no es Ceacescu. No sólo los procesos y la época histórica son distintos: los enormes problemas que enfrenta hoy la Iglesia (crisis financiera, delitos económicos del Banco Vaticano, alianzas con intereses mafiosos, pedofilia y sus juicios, el celibato sacerdotal, la incorporación de la mujer al sacerdocio y el postergado aggiornamiento reclamado por Juan XXIII ) difícilmente le permitirán a Francisco dedicarle demasiada atención a lo que ocurra en los países de Nuestra América. Es un buen administrador y tendrá que poner la casa en orden. Es también un muy hábil político, y sabe que muy pronto deberá convocar a un Concilio que permita destrabar viejas disputas que están corroyendo a la Iglesia y aislándola cada vez más del mundo real. Hace exactamente quinientos años Nicolás Maquiavelo diagnosticaba en El Príncipe que para salvarse la Iglesia necesitaba una revolución. Tal cosa no ocurrió. Cuatro años más tarde, en 1517, estallaba la Reforma Protestante de Martín Lutero, y la revolución quedó congelada. Ahora, la revolución es muchísimo más urgente y necesaria que antes. Si Francisco fracasa en este empeño la suerte de las dos veces milenaria institución se verá muy seriamente comprometida. No hay que engañarse con las cifras manejadas por la prensa en estos días: de esos mil doscientos millones de católicos en todo el mundo los realmente practicantes son una ínfima minoría, que además se achica cada día. Pretender socavar los procesos emancipatorios en curso en América Latina y el Caribe sería una pérdida de tiempo, el pasaporte para una segura derrota y un esfuerzo que desviaría al Papado de su desafío fundamental. Tal vez por eso Leonardo Boff confía en que, pese a sus antecedentes, Francisco se abstendrá de seguir el curso que la derecha y el imperialismo le instan a seguir y elegirá en cambio el camino de la reforma. En pocos años la historia ofrecerá su veredicto.
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Tal vez por eso Leonardo Boff confía en que, pese a sus antecedentes, Francisco se abstendrá de seguir el curso que la derecha y el imperialismo le instan a seguir y elegirá en cambio el camino de la reforma. En pocos años la historia ofrecerá su veredicto" |
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El día que llegó a Papa, y muchos nos sorprendimos y nos indignamos:
SALUDOS REVOLUCIONARIOS  
(Gran Papiyo)
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No se equivocó, entonces, Leonardo Boff al confiar en que Bergoglio cambiaría el rumbo al convertirse en Francisco I.
Sorpresas te da la vida. No siempre las cosas son lineales. 
El día en que el Papa partió dejando su huella:
SALUDOS REVOLUCIONARIOS  
(Gran Papiyo)
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Francisco reveló que consultó a una psiquiatra durante la última dictadura
Cuando el Papa compartió detalles de su vida
"Eran tiempos difíciles porque estaba la dictadura, el problema de rescatar gente, la gente escondida... Había cosas que no sabía manejar bien", aseguró Bergoglio en una entrevista difundida tras su muerte.
E l papa Francisco compartió detalles íntimos sobre su vida personal y cómo manejó la neurosis a lo largo de su vida. En una entrevista realizada en 2019, y revelada ahora, Jorge Bergoglio contó que consultó a una psiquiatra durante la última dictadura militar en Argentina (1976-1983) y eso lo ayudó porque "había cosas que no sabía manejar bien".
"Eran tiempos difíciles"
En un diálogo con el periodista Nelson Castro, Francisco sostuvo que nunca hizo psicoanálisis pero que sí consultó durante unos meses a una psiquiatra, cuando se desempeñaba como superior de la Compañía de Jesús en Argentina. "Eran tiempos difíciles porque estaba la dictadura, el problema de rescatar gente, la gente escondida... Había cosas que no sabía manejar bien y fui a ver a una psiquiatra y me ayudaba con explicaciones, consejos. Me ayudó muchísimo", relató.
El Papa explicó que esa consulta lo ayudó para "clarificar ciertas cosas" y abordar ciertos "miedos" que le venían, por ejemplo, al llevar escondidos en su auto a personas buscadas por la dictadura y tener que pasar varios controles militares.
Bergoglio fue investigado por no haber ayudado presuntamente a los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, secuestrados por los militares. Pero él declaró años después que se reunió, por separado y en dos oportunidades, con los dictadores y miembros de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla y Emilio Massera, para interceder por los dos sacerdotes detenidos. El húngaro Jalics, fallecido en 2021, afirmó años después que se había reconciliado con Bergoglio y que no creía que lo hubiera delatado, aunque el uruguayo Yorio, que murió en 2000, sí lo acusó de haberlos dejado expuestos.
En otro tramo del diálogo con Castro, el Papa sostuvo que las neurosis "son compañeras de toda la vida". "Una vez leí un libro con el que me reía a carcajadas: Alégrese de ser neurótico. Es decir, conviene saber dónde chillan los huesos espirituales. La neurosis es querer hacer todo rápido. No, frenate. Uno las va conociendo (a las neurosis)", indicó. Respecto a la ansiedad, afirmó que la tenía "bastante domada" y había logrado "no dejarla entrar".
Consultado sobre qué lo afligía, Francisco respondió: "El dolor ajeno. Los chicos que están muriendo de hambre y en países que podrían solucionar el problema. Los chicos soldados. A mí el problema de los niños me toca mucho. Y el problema de los ancianos, también. Los ancianos abandonados". La entrevista fue realizada por Nelson Castro para el libro La salud de los papas. Según el diario Clarín, el Papa pidió a Castro que las grabaciones no fueran difundidas hasta después de su muerte.
"La muerte no es el fin de todo"
En otro documento revelado en las últimas horas, el Papa expresó que "la muerte no es el fin de todo, sino el comienzo de algo". En el prólogo de un libro del cardenal Angelo Scola que se publicará el próximo 24 de abril, Francisco expresó: "La muerte es un nuevo comienzo porque la vida eterna es el comienzo de algo que no terminará. (...) Viviremos algo que nunca hemos vivido plenamente: la eternidad".
Se trata del prefacio del libro del cardenal Scola, arzobispo emérito de Milán, titulado En espera de un nuevo comienzo. Reflexiones sobre la vejez y que estará disponible este jueves en las librerías. En el prólogo, Francisco también reflexionó sobre la vejez. "No debemos tener miedo de aceptar el envejecimiento, porque la vida es vida y edulcorar la realidad significa traicionar la verdad de las cosas", escribió antes de ser hospitalizado por una neumonía bilateral por la que estuvo ingresado 38 días hasta el 23 de marzo.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS  
(Gran Papiyo)
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