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General: LOS OESTERHELD
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Resposta  Missatge 1 de 6 del tema 
De: Gran Papiyo  (Missatge original) Enviat: 22/05/2025 01:23

Oesterheld, el historietista que dibujaba para calmar a sus compañeros en cautiverio

La tragedia de casi toda una familia desaparecida quedó retratada en una biografía coral. Las cartas, su secuestro y el de sus cuatro hijas, el testimonio de su mujer Elsa: del dolor a la reivindicación de sus ideas políticas.

 

 
 

Corría el año 1977 y Héctor Oesterheld se encontraba detenido en el centro clandestino El Vesubio, en Ciudad Evita. El historietista más grande de la Argentina estaba mal de los bronquios, muy deteriorado y con el maxilar destrozado. Ya le habían hecho saber que su hija Beatriz había sido asesinada, y Diana, la segunda, desaparecida. Aún así, el autor de El Eternauta se las arreglaba para hacer sentir mejor a sus compañeros: enviaba, a escondidas, una tira de papel con algunos dibujos y un diálogo cómico para levantarles el ánimo. El gesto trascendía su militancia montonera, y era más bien el ingenio creativo de una persona que siempre concibió las relaciones interpersonales desde un punto de vista más humano, para la cual El Eternauta fue apenas su mejor ejemplo.

“Los Oesterheld” (Sudamericana | 416 páginas | 349 pesos) es un gran rompecabezas que reconstruye la historia de una familia desgarrada, y con ella, la del más violento y triste período de la Argentina. En un chalet de Beccar -al norte del conurbano bonaerense- la familia de Héctor era un hervidero de ideas. Estela, Diana, Beatriz y Marina, sus cuatro hijas, empezaban sus estudios en arte, teatro y humanidades. Héctor Germán Oesterheld Puyol, geólogo de profesión, era uno más entre ellos: leía a Marx, Engels, Franz Fanon, lecturas obligadas de la época. Junto a sus amigos, como Pablo Fernández Long, conformaban una comunidad donde el living de la casa era lo más parecido a un club social de acaloradas discusiones políticas.

Estas alumnas destacadas de la élite de zona norte acompañaron el clima de época juvenil que ya no discutía el plan de estudios en la facultad, sino una cuestión mucho más radical, que era si adherir a la lucha armada o no. A partir de cuestionamientos propios, relaciones personales e inquietudes de los 70, adhirieron a Montoneros, por ser la corriente que pretendía interpretar al peronismo. Y fueron ellas, en gran parte, las que alentaron a su padre de la lucha revolucionaria.

La única que sobrevivió a los secuestros de la dictadura de 1976 fue Elsa -falleció el año pasado-, mujer del historietista, quien cargó con el dolor de tener que procesar la desaparición de toda su familia. Fue ella uno de los engranajes principales del libro que cuenta esta historia.

A través de 5 años de entrevistas, búsquedas de archivo y cartas personales -elemento clave de la investigación-, Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami se entremezclaron con los sobrevivientes para escribir una biografía coral, de todos los miembros de la familia. De aquel chalet en Beccar a la militancia en el monte tucumano de una de sus hijas, los miedos de Elsa y sus reparos con la violencia política, del primer Eternauta, Sargento Kirk y Mort Cinder, las transformaciones de Oesterheld se entienden más por su forma de concebir a las relaciones humanas que por su coyuntural militancia política.

- ¿Cómo fue la transformación de su familia de la casa de Beccar a la militancia?

Fernanda Nicolini (FN): El living era una pequeña comunidad. Era muy permeable a esas nuevas ideas. Se leía todo el tiempo, una de las chicas hacía teatro, otra pintaba, otra escribía. Inevitablemente, esa inquietud cultural después viró a una inquietud política. En Bellas Artes ya no se discutía la currícula de la carrera, se discutía si adherir a la lucha armada o no. Y por otra parte, a Oesterheld le interesaba contar historias con personajes humanizados: el soldado raso. Le interesaba mucho más la figura de un caudillo popular que uno mitrista, y eso aparece en tanto en su obra como en su vida cotidiana. Eso se transforma luego en militancia.

- ¿Cómo describirían a Estela, Diana, Beatriz y Marina?

FN: Las cuatro tenían esta cosa de ser lindas y con mucha potencia dentro. Estela era una persona “etérea”, según Elsa, su madre. Pero tenía mucha personalidad. Es la que se vuelca a lo artístico, y era muy maternal, porque era la más grande. Diana era la menos delicada, la menos femenina, aunque muy bella, también. Ella empieza a militar en Barracas, Capital, Movimiento Villero Peronista. Después se pone en pareja y se va a vivir a Tucumán, y allí los desaparecen, con ella embarazada. Beatriz, la tercera, es la que se casa con Miguel Fernández Long (hermano de Pablo) y la más cercana a la madre. De hecho, el día que Beatriz cae, se encuentran en una confitería en el Jockey Club, y cuando sale, a Beatriz la chupan. Elsa creyó que la habían seguido y que por eso la desaparecieron. Nosotras nos dimos cuenta por una fuente que está en el libro que no fue así, y nunca se lo pudimos decir a Elsa porque falleció antes de que le dijéramos. Marina era la más chiquita, más tímida, menos conformada. Empieza a militar con 15 años. Pero allí fue su gran crecimiento. Ella es la que se va con Héctor.

- Oesterheld era geólogo de profesión. ¿Cómo empieza su carrera como historietista?

Alicia Beltrami (AB): Empieza casi de casualidad. En el 43 escribe un cuento, y por un amigo de la facultad logra que se publique en el diario La Prensa. Con este mismo amigo empiezan a escribir como hobby para editorial Códex mientras trabajaba como geólogo en un laboratorio de minería.

FN: Hacía unos textos más de educación, instructivos. Después entra a Abril haciendo literatura infantil con una colección que se llamaba “Gatito”. Estaba Boris Spivacow (el fundador de la editorial Eudeba), que era un gran editor. Y ahí empieza a crecer con Cargamento Negro, Bull Rocket, Sargento Kirk. Empieza a hacerse un nombre como escritor de historietas.

Oesterheld quería que la historieta tuviese una función política


AB: Lo cierto es que cuando ya le empieza a ir mejor, piensa en su propia editorial. De hecho iban los nenes a tocarle la puerta de su casa para preguntarle cómo seguían las historietas, y él los recibía. Toda una generación creció leyendo las historietas de Héctor, y fue un antes y un después: puso a la historieta en el mapa mundial, y con historias que sucedían, precisamente en Argentina. El Eternauta está acá, aparecen escenarios como la cancha de River. Nadie hacía eso antes. Fue entonces que en 1957 armó la editorial Frontera. Y se lleva a casi todos los dibujantes, que eran buenísimos y les seduce la idea de irse con él, porque lo admiraban muchísimo, y ahí se da el gran boom con El Eternauta.

FN: De hecho, con la editorial Frontera ya aplica otra mentalidad, porque le propone a los dibujantes que conserven sus derechos, además de ofrecerles que dividan la ganancia de cada año, bajo una suerte de cooperativa. Eso era muy progresista en ese momento, y daba cuenta de sus ideales, y la intención de hacer las cosas de una manera más humana, más justa. En parte por tener esta visión hasta lo terminan estafando los imprenteros, como él no rompía los originales cuando se imprimían, ellos hacían de más y pirateaban.

- ¿Cómo y por qué se acercó a Montoneros?

AB: Por sus hijas, en gran parte. A él le fascinaba la juventud: por algo hacia historieta. Le generaba un montón de inquietudes e intereses. A la organización se sumó haciendo lo que sabía hacer, historietas, porque pensaba que en los jóvenes estaba el motor de cambio, y era un convencido de que la historieta era una gran herramienta de instrucción para los ellos. Y, sobre todo, que era popular.

- ¿Cuándo se da su viraje hacia lo militante?

FN: En Editorial Columba, cuando le empieza a ir bien económicamente -estaba fijo en Atlántida y tenía un sueldo- le deja de interesar ese tipo de historieta, y se concentra en la veta más militante. Coincide su bienestar económico con el viraje a algo más militante. Todo lo que él había ansiado, que era vivir tranquilo de la historieta, ya no le interesa más. Él lo que quería es que su historieta tenga una función política.

- ¿Y cómo se ve eso en su obra?

FN: Bueno, más allá de las historietas que él hizo en la prensa militante montonera, lo más característico es lo que él hace la segunda parte del Eternauta, en el 76. Él ya no estaba en su casa de Beccar, y ahí es como que el Eternauta cambia su paradigma. Ya el personaje principal es Germán: Germán era él.

AB: De hecho la muerte de su hija Beatriz está en un cuadro del Eternauta II. Cae a mediados del 76 y su nombre de guerra era María. Él narra la muerte de una chica llamada María.

Vos decís “El Eternauta” y todo el mundo tiene una idea. Eso es cultura popular

- “Cuando la lucha política pasa a ser ideología de violencia, deja de tener sentido” dice Elsa en el libro. ¿Estaba en contra del camino que había tomado su familia?

AB: Sí, estaba en contra. Pero en el último tiempo ella nos decía siempre que necesitaba recordar los momentos felices. Volver a hablar de algo que fuera alegre, porque era muy doloroso entrar en esos temas con ella. En ese ir y venir aparecía una mujer increíble que logra convertir todo su dolor en lucha, en amor. Tenía una vitalidad increíble y seguía pensando, en el fondo, con optimismo. En una época difícil.

FN: Le dio sentido a algo que, obviamente, no tiene sentido: perder a cuatro hijas. Algo sombrío se alivió en ella.

- ¿Era una mujer triste?

FN: No, para nada. Estaba muy contenta porque tenía bisnietos. Martín, el hijo de Estela que ella crió más como un hijo que como un nieto, tiene tres hijos, y eso, para ella que no había sido abuela sino madre (de Martín), fue una situación de renacimiento. Sus nietos la iban a ver los fines de semana, estaba rodeada de vida.

- ¿Qué aportó la historieta de Oesterheld a la cultura argentina?

AB: Su riqueza como escritor está en el talento para brindarle una complejidad a los personajes que no existía hasta ese momento, acá en Argentina. Por eso fue tan valorado inclusive afuera. La idea de que no necesariamente tiene que ser un superhéroe el protagonista de una historieta, sino en general, que son personas comunes a las que les pasan cosas extraordinarias.

FN: Vos hoy agarrás el Eternauta y te pone la piel de gallina. Te enganchás, lo lees y no necesitás ser fanático de las historietas para que te enganche. Ahí hay una esencia que trasciende cualquier generación y contexto histórico: ¿cómo lo logró? Tenía la capacidad de ir al nudo del ser humano, y transformarlo en una historia de aventura. El Eternauta está editado en Alemania, Estados Unidos. Hoy es un boom. Vos decís “El Eternauta” y todo el mundo tiene una idea. Eso es cultura popular. Y eso es difícil de lograr. Cuando cualquier persona se imagina algo cuando le decís “El Eternauta”, antes del kirchnerismo incluso y del “Nestornauta”, eso es ser parte de la cultura popular. Y yo creo que un objetivo de Héctor era ese: en un momento en el que ser un escritor prestigioso era ser parte de una élite, él quería ser parte de la cultura popular. Y, sin dudas, lo terminó siendo.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 

(Gran Papiyo)      



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Resposta  Missatge 2 de 6 del tema 
De: Gran Papiyo Enviat: 22/05/2025 02:02

De mi primera infancia, conservo, casi completa, la colección de cuentos infantiles "Mis animalitos". Mi padre me los compraba y en casa me los leían hasta que lo pude hacer por mis propios medios cuando empecé la escuela.

Estaba, sin saberlo, leyendo al mismísimo Oesterheld. Y recién ahora me vengo a enterar.

¿Será por eso que soy orgullosamente zurdo?


Nelly «Chikie» Oesterheld, la hermana de Héctor, trabajó muchísimo para la editorial Sigmar. Tiene una inmensa historia personal como autora e ilustradora de cuentos para chicos desde muy joven. Aquellos libros de cuentos cortos, troquelados en un extremo para darle forma y convertirlos casi en juguetes,  de animales rechonchos y sonrientes. Esa mano anónima que pintaba delicadamente los cuentos, es Nelly Oesterheld. Cuentos que serían hoy piezas de museo por tener la pluma de Nelly y la palabra de quien mas tarde se convertiría en un prócer de la historieta argentina: Héctor G. Oesterheld. De este tipo de libros de la colección “Mis animalitos”, Nelly escribió junto a su hermano unos 15 títulos.-“Tengo contados originales. Trabajaba sobre el pedido y como eran ilustraciones para cuentos y figuritas y valían por si mismos los originales, los entregaba todos.  No hacia borradores”– dice sin añoranzas ni nostalgias- “Los que me han quedado es porque después se le cambió el formato o la ilustración”.

Estos cuentos que  han sido escritos por el reconocido autor de la Historieta El Eternauta, y fueron publicados originalmente bajo la firma de Héctor Sánchez Puyol es en realidad nada menos que obra de Héctor Germán Oesterheld. Autor de personajes de historieta memorables como Ernie Pike, MortCinder y El Eternauta, Oesterheld también fue el autor de aventuras de miles de personajes infantiles como en este caso Moñito y Galopita, Porque, lejos de ser un autor para chicos ocasional, Oesterheld comenzó su larga carrera dentro de los estratos más populares de la industria editorial local escribiendo justamente esa clase de historias.

Según recuerda Elsa Sánchez de Oesterheld, su esposa, a Héctor le divertía escribir cuentos para chicos. “Para mí que le lavaba el cerebro, lo descansaba”, calcula Elsa, que cuenta que era un hobby que su marido tenía mientras estudiaba, y luego empezó a ser un trabajo que completaba el sueldo laboral. “Pero era una pavada lo que ganaba con esos libritos para chicos”, apunta. “Por eso eran sólo cosas cortas, nada comprometidas.” Mientras que por esa época quienes trabajaban para algunos oficios literarios populares –como las historietas, por ejemplo– solían poner a resguardo su buen nombre y honor detrás de un seudónimo, Elsa recuerda que Héctor se enojó cuando debió recurrir también a uno para firmar los cuentos que escribía, al mismo tiempo que trabajaba como geólogo en el laboratorio de minería del Banco de Crédito Industrial de la República Argentina. Sánchez Puyol fue el primero de los muchos seudónimos que Oesterheld utilizaría para firmar sus obras durante más de tres décadas de trabajo en la industria gráfica: Sánchez por el apellido de su mujer, y Puyol por el de su madre.

Una docena de títulos de la pequeña y económica colección Mis animalitos, originalmente publicados en 1955 y dedicados a los más pequeños, lleva escondida la firma de Oesterheld en su interior y su última edición se realizó en el año 2006. Además de estar perdidos en una vasta colección en la que aparecen libros dedicados a los personajes de Disney, ScoobyDoo o Las Chicas Superpoderosas, los encantadores dibujos originales de Nelly Oesterheld, la hermana del guionista, hace tiempo que parecen haber sido reemplazados por otros mucho más impersonales.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 

(Gran Papiyo)      


Resposta  Missatge 3 de 6 del tema 
De: Gran Papiyo Enviat: 22/05/2025 02:15

El día que Nelly dio su sangre para hallar al creador de “El Eternauta”

Nelly Oesterheld fue hermana de Héctor Germán, el autor de la historia que explotó en Netflix. Vivió en Trelew y en 2010 aportó una muestra genética para hallar los restos de su pariente desaparecido. Jornada recupera esa historia en homenaje a una familia que sufrió de primera mano una represión feroz.

www.diariojornada.com.ar
 
 
 

Ahora que “El Eternauta” explotó en Netflix, también resurge el vínculo estrecho de Héctor Germán Oesterheld, su creador, con Trelew. Es que su hermana Nelly vivió en la ciudad buena parte de su vida y formó una familia, pero pese al tiempo y la distancia, nunca dejó de buscar al célebre guionista.

En mayo de 2010, en Chubut medio centenar de personas ya habían dado sangre para buscar a familiares desaparecidos mediante la comparación de su ADN con restos NN para así intentar identificarlos y recuperarlos.

La idea se llamó Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas y en Argentina la impulsó el Equipo Argentino de Antropología Forense, que entre otros casos logró identificar los restos de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia.

 

Por esos días, Nelly llamó a un viejo conocido: el entonces subsecretario de Derechos Humanos de la Provincia, Juan Arcuri, para aportar su sangre e intentar recuperar los restos de su hermano, el genial guionista que profetizó con la historia de Juan Salvo la llegada de una brutal represión al país.

“Se me ocurrió que mi ADN era el único en el planeta que es igualito al de él, porque el resto está fallecido y los parientes que hay son todos mezclados. Los dos con mayor parentesco éramos él y yo”, le dijo su hermana a Jornada en una charla de mayo de 2010.

Oesterheld fue secuestrado en abril de 1977 y se presume que murió un año después. Se sabe que pasó por “El Vesubio” y “Sheraton”, centros clandestinos de detenciónde la época. También desaparecieron sus cuatro hijas: Diana, Beatriz, Estela y Marina. “Los únicos que quedaron son sus nietos, hijos de las chicas”, decía su hermana desde Trelew.

Nelly prefirió el silencio acerca del último destino de su hermano. “Es de ese tipo de cosas que uno trata de olvidarse”, advirtió.

Procedimiento


La mujer sí sonrió al contar su extracción de sangre. “Me pincharon una vena y como no salía, me pincharon otro dedo, así que tengo dos pinchazos en los dedos por culpa de mi hermano”. Fueron 6 gotas que se depositaron en tres soportes de un papel especial que permitiría almacenar la muestra por años, sin necesidad de congelación ni tratamiento especial.

“Tengo esperanzas de que puedan aparecer los restos para despedirlo como se debe. Con las creencias que uno tiene son restos y nada más, pero al menos uno sabe que eso era parte de mi hermano. Ni siquiera sé si servirá, pero yo siempre pensé que los restos se podrían identificar.Se me tendría que haber ocurrido antes”, reflexionaba en 2010. Los técnicos se llevaron tres muestras de Nelly y le pidieron paciencia.

Recuerdos


“De mi hermano recuerdo nuestro contacto de jovencitos en la casa paterna, porque después me casé y me vine a la Patagonia. La tragedia de su familia no la viví y me enteré porque también allá el asunto se puso bravo. Me volvieron del derecho y del revés para ver si con alguna infidencia mía averiguaban dónde estaba él, porque lo estaban buscando”.

Nelly recordaba ante Jornada que “había mucho miedo en todos lados. Incluso se dieron cuenta del para qué tenerme al tanto por carta o teléfono de todo lo que pasaba, si yo también corría riesgo aunque más no sea por portaciónde apellido. En fin…que sea lo que Dios quiera. Si sirve para algo, yo lo hice”.

Perfil propio


Pese a la sombra de “El Eternauta”, Nelly Oesterheld fue una reconocida ilustradora con peso propio. Se destacó en las décadas del ’50 y ’60 como una de las artistas más reconocidas en su género bajo el seudónimo "Chikie", como autora e ilustradora de la Editorial Sigmar, que se dedicaba a la publicación de libros de cuentos infantiles.

Era viuda del reconocido periodista local Manuel Porcel de Peralta. Y madre de Raúl Porcel de Peralta, el periodista con mayor antigüedad de Jornada, ya jubilado. Aunque no era hijo biológico de Nelly, Raúl la sentía como una madre con todas las letras y fue su compañero de ruta en las últimas décadas.

Nelly fue la autora de la en su momento famosa colección “Mis animalitos”, y además escribió junto a su hermano unos 15 títulos. En una entrevista con la revista Duendes, Nelly recordó aquellos años junto a su prolífico hermano: “Todos los hermanos –en total, cinco- éramos grandes lectores. Lectores de cuentos, novelas, de cuanta cosa impresa tuviésemos a mano”.

Murió en marzo de 2016 en Trelew. Tenía 94 años.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 

(Gran Papiyo)      


Resposta  Missatge 4 de 6 del tema 
De: Gran Papiyo Enviat: 01/06/2025 01:54
 
SALUDOS REVOLUCIONARIOS 
(Gran Papiyo)        

Resposta  Missatge 5 de 6 del tema 
De: Gran Papiyo Enviat: 08/06/2025 04:28

 
SALUDOS REVOLUCIONARIOS 
(Gran Papiyo)        

Resposta  Missatge 6 de 6 del tema 
De: Gran Papiyo Enviat: 08/06/2025 04:40

Tenía doce años años y compartió cautiverio con el creador de El Eternauta

"Aunque quisieron, a Héctor Oesterheld no pudieron callarlo"

Marcela Quiroga fue secuestrada después de que la dictadura asesinó a su mamá. Estuvo con Oesterheld en los centros clandestinos conocidos como Vesubio y Sheraton. Él le enseñaba literatura y, al despedirse, le aconsejó: "Estudiá".

 
 
                                                      Marcela Quiroga

 
 
Por Luciana Bertoia para Página/12

Marcela Quiroga tenía doce años cuando la dictadura mató a su mamá. Ella pasó casi tres meses cautiva en centros clandestinos, preguntándose qué había sido de sus dos hermanos. Pero dentro del horror encontró su tabla de salvación. Héctor Oesterheld, creador de El Eternauta –el cómic que Netflix convirtió en serie y en furor mundial–, buscó darle una rutina para que su vida no terminara de convertirse en un calvario: con las marcas del secuestro y la tortura a cuestas, él le enseñaba literatura y le recomendaba a “Marcelita” tomar algo de sol. “Esta gente –se refiere a los secuestrados con los que compartió cautiverio– me cuidó como una familia. Me estaban sosteniendo, cuidando de mí. No tengo palabras. Héctor era muy cercano a mí. Era con quien más confiada estaba”, dice en referencia al historietista que sigue desaparecido.

Marcela Quiroga avisa que llegará diez minutos más tarde a la cita. Propuso encontrarse en una cafetería ubicada en la Avenida Mitre. Está ubicada justo frente a la plaza central del partido de Avellaneda. Es el parque al que ella solía ir con su mamá, sentarse, comer golosinas, mirar las palomas volar. En esa plaza hay un banco que habla de las infancias victimizadas por quienes debían cuidarlas. Es una casualidad, pero ese banco –sin proponérselo– habla de la historia de Marcela.

Marcela es la hija de María Nicasia Rodríguez y Cipriano Quiroga. María había nacido en San Luis y se había mudado a Buenos Aires en la década de 1960. “Mary” y Cipriano se casaron. Tuvieron dos hijos: Marcela y Sergio. Vivían en el barrio Entre Vías de Avellaneda. Él trabajaba como mecánico y ella se acercó al peronismo cuando empezó a hacer tareas de limpieza en una unidad básica de la zona.

Al tiempo, “Mary” formó pareja con otro compañero, Juan Guillermo Fernández Amarilla, y con él tuvo su tercera hija, Marina, que nació en 1976. Para entonces, ya estaban en la clandestinidad. Fernández Amarilla fue secuestrado en septiembre de 1976 –un año antes de que la desgracia total se ciñera sobre la familia.

“Mary” alquiló una casita en Villa España, Berazategui. Vivía con sus tres hijos y un compañero de Montoneros, Arturo Alejandro Jaimez, a quien le decían “Silver”. Tenía 22 años, pero aparentaba ser mayor. En la madrugada del 6 de septiembre de 1977 hubo un operativo, orquestado por el Batallón de Comunicaciones 601 de City Bell, en el barrio. “Mary” despertó a sus hijos y les dijo que se metieran en el baño.

Marcela recuerda que ella gritaba que no tiraran, que había chicos. Los militares no parecían creerle hasta que uno de ellos lo confirmó. “Hay pichones en el nido”, avisó. Al rato, los separaron. A Marcela la interrogaron sobre su familia y los conocidos de su mamá. Se la llevaron. Sus hermanitos terminaron en una comisaría y finalmente fueron entregados a su familia. Comenzó un largo periplo, para ella, por el Regimiento de La Tablada y los centros clandestinos conocidos como Vesubio y Sheraton.


El héroe colectivo


A Héctor Oesterheld lo conoció en Vesubio, pero no tuvo tanto trato con él entonces. Se acercó más a otras dos secuestradas, Silvia Corazza y Elena Alfaro. Tenía especial simpatía también por María del Pilar García Reyes, a quien ella llamaba “Marita”.

 

Un día de octubre de 1976 le anunciaron que iban a trasladarla al “Embudo”. Las otras secuestradas le pidieron que no llorara y le aseguraron que iba a estar mejor, que no iba a comer el guiso seco que les servían como toda comida ahí dentro. Del Vesubio se la llevaron con los ojos vendados en un auto con Oesterheld.

–Cuando nos trasladan al Embudo, yo ya me pego más a Héctor porque era a quien más conocía, si bien después me uno al resto. Estaban Lali (Adela Candela de Lanzillotti), Sarita (Ana María Caruso), pero yo estaba cerca de Héctor sobre todo.

–¿Habías leído El eternauta?

–No, yo sabía que existía porque en casa de militantes se leían esas revistas. El padre de mi hermana, Guillermo, lo leía y comentaba cosas.

 

El “Sheraton” o el “Embudo”, como lo conoció Marcela en plena dictadura, era la subcomisaría de Villa Insuperable. Allí se aplicaba un tratamiento siniestro para los detenidos: a algunos les dejaban tomar contacto con sus familias, crecía la esperanza de recuperar la libertad, pero lo único certero era la muerte y la desaparición.

–¿Cómo es que armaron una rutina para vos dentro del Sheraton?

–Un día me llamaron mis compañeros porque había dormido mucho. Nosotros comíamos lo mismo que los policías. Entonces me dijeron: “Marcelita, te tenés que levantar antes de las nueve". Se me empieza a armar ahí una rutina de estudios. Héctor me enseñaba literatura. Sarita y Roberto (Carri) me daban otras clases. Había un libro de Juana de Ibarbourou, que a mí me gustaba. Tengo la imagen de Héctor sentado a los pies de la cama leyendo Selva o buscando otras lecturas para mí. A la tarde también tenía actividades. Héctor iba al patio, que era como un pulmón (de la subcomisaría) y me decía: “Vamos, Marcelita, al patio, que estás muy blanca”. Una vez, veía que él buscaba un palito e hizo una pelotita. Me dijo que atajara la pelota. Supe ahí que se llamaba hockey porque no conocía ese deporte.

 

–¿Cómo supiste que era el creador de El eternauta?

–Él me dijo que era el autor cuando estaba apoyado en los pies de mi cama. Como que no tuve ese asombro. Era, para mí, como un abuelo. Yo descubrí que me gustaba leer por él o que no me costaban las actividades de Lengua. Yo estaba cansada de la comida que me daban y Héctor me decía: “Marcelita tenés que comer algo de carne”.

–¿Lo viste escribir en el Sheraton?

–Él siempre estaba escribiendo algo, pero yo no preguntaba qué estaba escribiendo. Había aprendido eso en una casa de militantes. Él siempre estaba con su cuadernito, hojas y lapicera en mano. Yo también escribía cosas que pensaba, que pretendían ser poemas y hacían mención a mis hermanos.

 

–¿Te decía que le gustaba lo que escribías?

–No sé si le gustaba. Pienso que aparece un niño y te conecta con la vida. Humildemente yo creo que pude haber generado algo de eso en todos ellos, que tenían hijos o nietos. Cuánto de esa necesidad de volcar esos cuidados en sus propios hijos la volcaron en mí. Ahora lo pienso como adulta. Cuánto dolor. En medio de esa oscuridad aparezco yo, a quien tienen que cuidar, sostener y tratar de que vea las menos mierdas posibles.

–Fueron tu héroe colectivo…

–Desde ya. Son como mi familia paralela. Esa que te salva y te abraza, y te ilumina más allá de este mundo. Esta gente me cuidó como una familia. Me estaban sosteniendo, cuidando de mí. No tengo palabras. Héctor era muy cercano. Era con quien yo más confiada estaba. Estaba siempre atento. Si me quedaba en la celda, escribiendo sola, él venía. No me dejaban sola. Hoy, de adulta, siento que estaban pendientes de que no decayera.

 

Hacer memoria funciona


En noviembre de 1977, Marcela salió del Sheraton y fue a vivir con su papá a la zona de Wilde. Sus compañeros de cautiverio la abrazaron, besaron, peinaron para que saliera lo mejor posible. Oesterheld le recomendó: “Estudiá”.

Ella completó los dos años que le faltaban de la primaria en uno. “Lo hice con lo que aprendí ahí adentro”, dice. Fueron tiempos difíciles. A la noche no podía conciliar el sueño; solo dormía de día. A los quince años, se propuso levantar una pared y dejar su pasado atrás. Pero ese pasado seguía estando allí.

 

–Yo no sabía firmar. Firmaba y me trababa. Era una cosa de locos. Firmaba con mi nombre de casada, acostumbrada a firmar el cuaderno de comunicaciones de mis hijos. Como no sabía firmar, empecé a practicar mi firma sola. No podía escribir Marcela Quiroga. Al final, yo seguía desaparecida–dice.

Sin embargo, hubo fisuras. En los ‘80, ella trabajaba en un comercio y escuchó que alguien hablaba del Nunca Más, el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).

–No sé cómo me animé, pero lo pedí prestado. Me lo dieron. Me lo traje a escondidas a mi casa. Cuando empecé a leer, busqué el nombre de Héctor, que era el único que recordaba. Ahí me enteré de que le decían Sheraton al lugar y empecé a desbloquear porque me había propuesto olvidar.

 

Recién en 2001 se acercó a preguntar por las leyes reparatorias. En 2003, cuando hacía poco tiempo que había nacido su segunda hija, recibió una nota de la Secretaría de Derechos Humanos con el nombre de su mamá y un número de causa. “No entendía de qué me hablaban. Yo me senté y dije: ‘Ah, entonces me creyeron’. Empecé a armar el rompecabezas de mi vida, que estaba todo desarmado. Reconstruir todo eso fue totalmente reparador. Cuando inicié el camino de los juicios, muchos compañeros –hijos y sobrevivientes– me dijeron que era valiente. No soy valiente. Lo que pasa es que no es lo mismo enfrentarse a un juicio cuando hay un Estado que te protege, que te da garantías. No es lo mismo que ahora”.

Desde que se estrenó la serie, Marcela se siente revolucionada. Muchos recuerdos. “Es poquito lo que tengo que decir –se excusa–, pero es mucho lo que siento. Yo solo quiero que se sepa que yo estuve, que yo lo vi, que hasta noviembre de 1977 estuvo en el Sheraton. No quiero que esto quede acá”.

 

Marcela sale del bar. Camina por la Plaza Alsina, la misma que visitaba con su mamá. A las horas, manda un mensaje: “Algo que no expresé ayer y que siento y repito a diario: aunque lo hayan matado y terminado con su vida en este mundo, no lo pudieron callar. Y con él tampoco pudieron callar a los 30.000 por los que seguimos pidiendo justicia”.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 

(Gran Papiyo)      



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