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♣♣♣ LEYENDAS ♣♣♣: DUENDE DEL BOSQUE
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: ::::♥Aimar♥::::  (Mensaje original) Enviado: 29/04/2010 23:14

DUENDE DEL BOSQUE

Su dulce silbido penetra la niebla. Lo escuchas y no lo ves. Cuando por fin lo descubres, está tranquilo, perchando, moviendo lentamente la cabeza para observar cuanto lo rodea. Así es el quetzal, duende de los bosques de niebla del Mundo Maya.

Por Fulvio Eccardi

Cuando a fines de los años setenta don Miguel Álvarez del Toro, padre de la conservación en Chiapas, estado del sureste mexicano, me platicaba que "... allá en lo alto de las montaña, en un bosque de gigantescos árboles y helechos de quince metros de altura, se esconde el quetzal ..", se despertaron en mí la curiosidad y la fascinación: fue el principio de una aventura de varios años de investigaciones, pues para fotografiar al animal, primero tuve que conocerlo.

    Definida como el ave más bella del continente americano, el quetzal fue para las culturas mesoamericanas símbolo de fertilidad, abundancia y vida. En la cultura maya los adornos, estandartes y atuendos confeccionados con las iridiscentes plumas de quetzal eran símbolo de poder y de riqueza. Para obtenerlas, a los quetzales debía capturárselos vivos, se les arrancaban sus largas plumas (que crecerían después de su muda) y volvía a dejárselos libres. En el próspero comercio mesoamericano, las plumas de quetzal eran uno de los bienes más codiciados. De acuerdo a documentos heredados por el misionero español fray Bartolomé de las Casas (1474-1566), la captura o caza de quetzales estaba considerada una gran ofensa: "... ellos castigaban con la muerte a quien matara al ave de rico plumaje, pues era difícil de encontrar y sus plumas eran de gran valor porque las utilizaban como dinero".

    El quetzal (Pharomachrus mocinno), del latín pharo (luz) y macrus (grande), que significa ave de gran luminosidad, vive únicamente en los bosques de niebla, de los cuales hoy sólo existen unas pocas zonas diseminadas en las partes más altas de las montañas del Mundo Maya. La cubierta vegetal de los bosques es muy densa, con árboles siempre verdes, plantas como musgos, líquenes, bromelias, orquídeas y helechos que llegan a medir quince metros de altura. El jaguar, el tapir, el mono araña y el rarísimo pavón (un ave de gran tamaño, de negro plumaje y con un característico cuerno óseo de color rojo en la cabeza) son algunos de los animales que habitan estos húmedos ambientes. Pero el quetzal es quizá el representante más atractivo del bosque de niebla.

    Desde el punto de vista técnico, estos terrenos son difíciles para fotografiar: el altísimo grado de humedad pone fuera de uso las cámaras, empañando por dentro los anchos lentes frontales de los telefotos; gran parte del día la luz disponible es mínima y llueve muy seguido. Estos factores, aunados a lo problemático que resulta observar al quetzal, me obligaron a ser paciente y a permanecer en el bosque varios meses, en diferentes temporadas, para obtener imágenes de calidad. El quetzal macho mide aproximadamente treinta y cinco centímetros de largo y las plumas cobertoras de la cola cerca de noventa. Su color es iridiscente y varía de acuerdo con la incidencia de la luz: desde dorado hasta azul y verde esmeralda, contrastando con su rojo vientre. La hembra, al igual que otras especies de aves, es de colores menos vistosos (gris-verde) y no presenta largas plumas.

    Los quetzales se alimentan de frutos, principalmente de aguacates silvestres, pero gustan también de insectos y pequeños vertebrados como lagartijas y ranas. En los meses de febrero y marzo, época de apareamiento, los quetzales machos realizan espectaculares vuelos y piruetas, vocalizando para atraer a las hembras. Una vez formada la pareja, escarban su nido a unos diez o veinte metros de altura en un tronco podrido. En algunas ocasiones, utilizan nidos de otras aves que estén desocupados, como los de los pájaros carpinteros.

    Con ayuda de algunos habitantes de la región, recorrimos (mi equipo de trabajo y yo) la escarpada zona en busca de nidos de quetzal. Ya que localizamos uno activo, es decir, en proceso de excavación por la pareja de aves, fue necesario observar si realmente estaba ocupado y si la hembra pondría los huevos. Cuando confirmamos que así era, construimos un pequeño escondite, de manera que el ave no advirtiese nuestra presencia y se marchara. Con el paso de los días la observamos y, finalmente, la fotografiamos a través de un pequeño agujero, nuestra única ventana hacia el mundo exterior. La hembra puso dos huevos—cantidad común entre los quetzales—de color azul claro. Cuando el macho estaba dentro del nido, sus largas plumas posteriores quedaban colgando afuera y se confundían con las plantas que cubren los troncos. La hembra y el macho se alternaban en la incubación y a lo largo del día se relevaban un par de veces: breves y preciosos instantes en los que pudimos admirarlos y fotografiarlos. Cuando nacieron los polluelos, la pareja de quetzales les llevaba el alimento, con una frecuencia cada vez mayor, de acuerdo a la velocidad con la que crecieron y fueron teniendo más apetito. Así fue como nuestras oportunidades para fotografiarlos aumentaron. A las cuatro semanas, los pollos abandonaron el nido y se perdieron entre la niebla que, casi todo el año, envuelve mágicamente un verde universo de abruptas pendientes y escarpadas barrancas.

    En la región de El Triunfo, en la Sierra Madre de Chiapas, al igual que en algunas reservas como el Biotopo del Quetzal, en las montañas altas de Guatemala, se protege al bosque de niebla y a su fauna, pero todavía queda mucho por hacer para que, después de cientos de miles de años de vivir en los húmedos bosques del Mundo Maya, el quetzal no salga de la realidad para quedar solamente en una leyenda

CARIÑOS-AIMAR


 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: ॐSherezhadaॐ Enviado: 22/04/2013 18:14


 
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