| Ella, sin yo saberlo, quiso tocarme un día.Era su mano blanca, tímida, temblorosa,
 mano que, como un rayo de luz, se encendería
 al contacto más leve. La tarde, nebulosa,
 
 con olores a hierba cortada, y a retama,
 íbase diluyendo. Llegamos al postigo
 de su casa. Me dijo: ¿Sabes que hay un programa
 de música a las nueve? ¿Quieres verlo conmigo?
 
 Y en el salón desierto, ofrecimiento y acto,
 me descubrió misterios que ignoraba mi tacto.
 
 Brevería Nº 2026, de FAH                                                                 |