Ejercita tu memoria...
¿Cómo se llama esa película en la que trabaja esta artista que está buenísima?
¡Sí, esa! La alta, de pelo lacio, que salió una vez con este actor maravilloso, que se llama... que salió en una obra de teatro muy famosa.
¿ Ya sabes cuál digo, no?
Así comenzamos.
A partir de los treinta años, por lo general, empiezas a notar que tienes pequeños olvidos:
¿Cómo se llama este tipo? ¡Pero si lo conozco muy bien!!!!
¿A qué hora era la cita, a las 17:00 o a las 15:00?
¿Esto, cómo me dijeron que funcionaba?
Las llaves.
¿Dónde las dejé?
¿En qué piso me estacioné?
Pero nada como cuando exclamamos:
¡Me robaron el coche!!!! . sin darnos cuenta que salimos por la
puerta equivocada del centro comercial!!!
Aunque estos pequeños olvidos no afectan nuestra vida, nos producen ansiedad.
Con terror, pensamos que el cerebro empieza a convertirse en gelatina y
nos preocupa quedar como la tía Anastasia , que recuerda con lujo de detalles todo acerca de su niñez en Morelia, pero no puede acordarse de lo qué hizo ayer o esta misma mañana.
Si esto te suena familiar, no te preocupes, hay esperanza.....Existen muchos mitos en los que las personas equivocadamente relacionamos la edad con la falta de memoria.
Los neurocientíficos han comprobado que no necesariamente tiene que ser así, que las células se regeneran en el cerebro de los adultos y que, al contrario de lo que se pensaba, la pérdida de memoria no se debe a la edad o a que las neuronas se mueran, sino a la reducción en número y complejidad de las dentritas (ramas de las neuronas que, a través de la sinapsis, reciben y procesan la información de otras células nerviosas).
Esto sucede por una sencilla razón:
falta de uso.
Es muy sencillo así como se atrofia un músculo sin uso, las dentritas también se atrofian si no se conectan con frecuencia, y la habilidad del cerebro para procesar nueva información se reduce.
Es cierto, el ejercicio ayuda mucho a alertar la mente; también hay vitaminas y medicinas que aumentan la transmisión sináptica y fortalecen la memoria, sin embargo, nada como hacer que nuestro cerebro fabrique su propio alimento: las neurotrofinas.
Las neurotrofinas son moléculas que producen y secretan las células nerviosas, y actúan como alimento para mantenerse saludables tanto a ellas como a las sinapsis. Cuanto más activas estén las células del cerebro, mayor cantidad de neurotrofinas producen; esto genera más conexiones entre las distintas áreas del cerebro.
Entonces, ¿qué debemos hacer?
Lo que necesitamos es hacer pilates con las neuronas: estirarlas, sorprenderlas, sacarlas de su rutina y presentarles novedades inesperadas y divertidas a través de las emociones, del olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído. Además, retarlas con crucigramas, juegos
como rompecabezas o ajedrez, etc.
¿El resultado? El cerebro se vuelve más flexible, más ágil y su capacidad de memoria aumenta.
Al leer esto, casi seguro probablemente pienses:
Yo leo, trabajo, hago ejercicio y mil cosas más durante el día, así que mi mente debe estar muy estimulada!!!, pero la verdad es que la vida de la mayoría de nosotros se lleva a cabo dentro de una serie de rutinas.
Piensa en tu día o semana promedio.... ¿Qué tan diferente es tu rutina de la mañana, tu ruta hacia el trabajo, la hora en la que comes o regresas a la casa? El tiempo que pasas en el auto. ¿El tiempo y los programas que ves en televisión?
Las actividades rutinarias son inconscientes, hacen que el cerebro funcione en piloto automático; requieren un mínimo de energía y las experiencias pasan por las mismas carreteras neuronales ya formadas tiempo atrás. No hay producción de neurotrofinas.
Algunos ejemplos de ejercicios que expanden
substancialmente las dentritas son:
1. Bañarse con los ojos cerrados. Sólo con el tacto,
localiza las llaves de agua, ajusta la temperatura
del agua, busca el jabón, o el shampoo... Verás cómo
tus manos notarán texturas que núnca antes habías percibido.
2. Usar la mano no dominante. Come, escribe, abre la
pasta dentífrica, lavate los dientes,
abre el cajón
con la mano que más trabajo te cueste usar.
3. Lee en voz alta.
Se activan distintos circuitos
que los que usas para leer en silencio.
4. Cambia tus rutas. Toma diferentes rutas para ir al trabajo, a tu casa.
5. Cambia tus rutinas.Haz cosas diferentes.
Fuérzate a salir, conocer y charlar con personas de
diferentes edades, trabajos e ideologías.
Experimenta lo inesperado. Usa las escaleras en lugar del ascensor. Sal al campo, camínalo, huélelo.
6. Cambia las cosas de lugar. Al saber dónde está todo, el cerebro ya construyó un mapa. Por ejemplo, cambia el lugar de la caneca de la basura; verás la cantidad de veces que tirarás el papel al viejo lugar.
7. Aprende algo nuevo. Cualquier cosa puede servir, aprende fotografía, cocina, yoga, estudia un nuevo idioma. Si te gusta, arma rompecabezas, tápate un ojo para que pierdas la percepción de la profundidad, por lo que el cerebro tendrá que confiar en otras vías.
8. Identifica las monedas. Pon en tu coche una taza con varias monedas diferentes y tenlas a la mano para que, mientras estás esperando en el semáforo, con los dedos trates de identificar la denominación de cada una.
9.- Péinate, báñate y lávate los dientes con la mano izquierda (o derecha si eres zurdo)
10.- Cambia el ratón de la computadora al lado contrario de donde lo usas comúnmente.
¿Por qué no abrir la mente y probar estos ejercicios
tan sencillos que, de acuerdo a los estudios de Neurobiología del
Duke University Medical Center, amplían nuestra memoria?
Y si tenemos suerte y funcionan, nunca más volveremos a preguntarnos: ¿Dónde dejé las llaves?
