“Ay de aquellos que aun en sueños siguen planeando maldades, y que al llegar el día las llevan a cabo porque tienen el poder en sus manos. Dice el Señor: Voy a enviarles una desgracia…!”. Miqueas 2:1-4.

Hasta donde puede llegar un hombre que tiene en el dinero y en el poder su único Dios. Es capaz de pasar por encima de todos lo sentimientos pues su única preocupación es como hacer realidad los mas siniestros deseos, con tal de tener su ambición, capaz de corromper todo y todos los que esta a su alrededor, su prepotencia y ambición no conoce limites ni prejuicios, y lógicamente, los mandamientos de Dios son los “algo” anticuado”.

Pero todas estas injusticias no quedan ocultas a los ojos de Dios, al contrario, esta es la denuncia que Dios hace a través del profeta, por su malicia imperdonable, opresores del débil, a través de cualquier medio, que su poder les concede.

Ante todo, estos pecados contra el prójimo llenan de indignación a Dios, quien toma la causa del pobre y oprimido y les anuncia: querían poder, ahora serán destruidos por otro pais, y perderán sus propiedades, quedando en la miseria y concluye Dios:

“Por eso ustedes no tendrán parte en el Pueblo del Señor.” (Miq. 2:5).

Ah, porque todavía esperaban estos opresores que les “tocara parte en la tierra del Señor”. En esos tiempos de Miqueas estamos muy lejos de hablar del cielo y vida eterna, pero ya se entreveía.

Hoy sabemos “que tener parte en el pueblo del Señor” significa “ir al cielo” para vivir eternamente con el Señor.

¿Pero que tan seguros estamos de que no hemos sido, “contaminados” por esta tentación y ambición?

¿Realmente en todas nuestras actividades buscamos servir a Dios a través de los demás?

Reflexionemos en silencio.

Del Salmo 9: Señor, no te olvides de los pobres.