El grado en el que puedo crear relaciones, que faciliten el crecimiento de otros como personas separadas, es la medida de crecimiento que he logrado en mi mismo.
--Carl R. Rogers
De niños nos hemos aferrado y modelado siguiendo a amigos, compañeros y, a veces, a nuestros padres. Imitamos con facilidad la forma de caminar y los gestos de nuestros amigos. A veces nos identificábamos demasiado y perdíamos el ego que era doloroso hacer conocer. Con igual frecuencia, alentábamos a alguien más a seguirnos. La pelea de ser plenos e individuales era exhaustiva. Sigue siendo exhaustiva inclusive hoy.
A menudo despreciábamos el desarrollo individual, eligiendo en su lugar una similitud con otros que desafiaba al amor real y endurecía el crecimiento. A menos que exploremos nuestra individualidad, no descubriremos ni seremos capaces de alimentar nuestros talentos, que son nuestros dones. Y la demostración más verdadera de nuestro amor es alimentar tal exploración en otros.
La paradoja es que finalmente solo podemos sostener el significado en nuestros momentos y horas compartidas si hemos cerrado la fuente de nuestra energía creadora estando separados.
Debemos celebrar el estar juntos y el separarnos para conocer el amor.
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Del libro: Digno de amor