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Hay momentos en la vida  que no tienen respuesta ni explicación;  sucesos, acontecimientos,  experiencias vividas,  tantas cosas que no sabemos  por qué suceden o por qué las debemos vivir.  Muchas veces nos quedamos estancados buscando las respuestas y no avanzamos, porque nos da miedo continuar  en medio de la incertidumbre que nos  produce el no entender y  no aceptar esas cosas  que nos han de pasar. Amores que llegan y se van sin avisar, heridas, vacíos, enfermedades,  caídas, pérdidas, caminos que se abren,  puertas que se cierran, circunstancias que afrontar,  decisiones que tomar.  todo ello invade nuestra mente, llenándola de preguntas inciertas  que no encuentran respuestas,  nos llenan de angustia,  atentan contra nuestra fe,  se convierten en la piedra en el zapato  que no nos deja seguir.  Muchas de estas preguntas se convierten en cadenas  que nos han de esclavizar,  nos aferramos a ellas,  y aunque quizás respondamos algunas,  formulamos otras,  porque nos hace falta buscar excusas que nos torturen y nos hagan dudar,  fabricando temores  que nos arrebatan la paz. No busquemos respuestas que quizás no llegarán,  hay cosas que suceden  porque así deben ser,  aunque no entendamos el porque y  sintamos que no tenemos  las suficientes fuerzas  de asumirlas y continuar. No hay más opciones que vivir, seguir, creer,  no perder la esperanza  de que vendrán tiempos mejores  que compensarán las luchas  que hemos asumido valientemente,  sin renegar por todo, sin rendirnos, sin renunciar. Por eso,  más que buscar respuestas,  démoslas nosotros mismos  con nuestro vivir y actuar,  que quien nos encuentre en el camino descubra en nosotros  que hay un Dios de amor que existe y  que se manifiesta en lo más sencillo y pequeño, aún en todo aquello que no entendemos y que a veces nos hace dudar.  No hay más respuesta  que la fe que nos da fuerzas y nos llena de paz. 
 Autor: desconocido 
 
  
  
  
  
  
  
  
  
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