La vida, parece que se dedique a tirarte e intentar que no te levantes; te enseña quien llena realmente tu corazón de alegría y felicidad en Navidad, te hace ver que, en París, no hay cigüeñas, y que mucho menos vienen volando hasta aquí... como estas cosas, muchas más. Conforme creces, tu felicidad cambia y pasa de un juguete a buena salud, menos guerras, menos hambre... comienzas a hacerte preguntas como: ¿qué hay después de la muerte?, ¿que hago aquí?... preguntas que en el mundo de armonía y felicidad, del que la vida te va sacando bruscamente, no cabía plantearse.
Realmente me gustaría ser más superficial y sumergirme en el mundo de la ignorancia capitaneado por políticos adoradores del Dios capitalismo, que premia el consumismo, la despreocupación, el mal, la ira, la codicia, la avaricia... Realmente me gustaría encontrar la felicidad en las manzanitas mordidas y el papel pintado con el que las conseguimos. Realmente me gustaría decir que me da igual que haya después de la muerte. Realmente me gustaría decir que me da igual que muera gente de hambre y de guerras (las guerras no son de los que mueren en ellas).
Realmente me gustaría decir que aún creo en utopías, pero sería mentira. Realmente me gustaría ser más ignorante, o quizás lo soy demasiado. Siempre he sido muy creyente, todas las respuestas que me faltaban las encontraba en mi religión. Pero es ahora, que parece que he perdido las dos cosas más importantes de esta vida, la fe y la esperanza, lo que me lleva a escribir estas líneas, esperando que alguien me diga que estoy equivocado y que la vida no es sinónimo de dolor.
Colaboración de Emiaj Oclaf
España