Confiar en el amor después de haber sido heridos
El amor no es una cuestión de fe, tampoco una religión. El amor es una experiencia afectiva y emocional que suele llegar de improviso. Nadie puede amar a la fuerza ni puede dejar de querer cuando lo crea conveniente al no sentirse correspondido, por ejemplo. Y es quizá ahí, en esta pequeña sensación de falta de control, donde aparece el verdadero problema.
El amor a menudo nos sume en una envoltura de sutil fragilidad: todo lo que hace, dice, o no dicen nuestras parejas nos afecta de un modo más intenso, toda experiencia se vuelve más intensa y, en consecuencia, tanto la felicidad como el sufrimiento se experimentan de un modo mucho más fuerte. De ahí por ejemplo que muchas personas suelan actuar de un modo casi comprensible tras un fracaso sentimental: para evitar el dolor, es mejor huir. Lo que duele es mejor evitarlo. Puro condicionamiento clásico. Pero.. ¿Es esto lo adecuado? ¿Es mejor evitar enamorarnos de nuevo para no padecer?
Y más aún... ¿cómo podemos volver a confiar en el amor?
1. Cuando el amor duele y decepciona Existe una idea muy común que considera que el amor es sinónimo de sufrimiento. Pensamos que este sentimiento, como tal, está asociado únicamente a a la afectividad, y en consecuencia a la irracionalidad. Amar y sentir no va de la mano de "pensar".
Pero hemos de tenerlo claro, en ocasiones no basta solo con amar, el afecto no es el único pilar para que una pareja funcione. Hemos de ubicarlo, racionalizarlo y dominar en la medida de lo posible esa locura afectiva. Debe existir un equilibrio entre la pasión y la racionalidad, de lo contrario acabaríamos perdiéndonos a nosotros mismos.
Compromiso, comunicación, afecto, respeto, empatía y crecimiento personal, deben ser sin duda esos ladrillos diarios sobre los que edificar una pareja. Pero cuando algo de esto falla, cuando estos pilares se quiebran, es cuando aparece el dolor y la decepción.
Un proceso que solemos vivir las personas a lo largo de nuestra vida, es aprender que la confianza, a veces, se rompe. Cuando somos niños, nuestra tendencia natural, es confiar en los demás. Pero a medida que nos vamos haciendo mayores, la experiencia nos va enseñando que las personas no son perfectas, que son falibles, y que pueden hacernos daño queriendo o sin querer.
De algún modo, todos estamos expuestos al dolor. Y es más, nosotros mismos también podemos hacerlo a otras personas. Es algo que siempre debemos tener claro. Los expertos siempre nos recomiendan ante todo una cosa: la necesidad de ser realistas en el amor. No te dejes llevar por la idea de que la relación que tienes ahora va a ser siempre perfecta, piensa que es un largo proceso en el que encajar piezas, en el que negociar, a veces renunciar o defender... un proceso diario donde exista siempre la reciprocidad y la voluntariedad por parte de ambos en mantener esa relación. Se trata de ejercer un movimiento similar al de un péndulo, ir del "YO" al "NOSOTROS".
Si no la hay, si eres consciente de que alguno de estos aspectos no se dan, manten tu visión realista y evita que el dolor se alargue más de lo necesario.
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