¿Por qué y para qué decir NO?

Un acto de respeto y amor que podemos realizar por la energía del otro es, simplemente, decir “no”.

Frecuentemente, decimos que sí a los pedidos de nuestros seres amados y en ocasiones del entorno en general, postergando los propios deseos para cumplir con bondad y amor las peticiones de los demás. A esto le llamamos “ser bueno” y “ayudar a los demás”.

Cuando permanentemente hacemos por otros y nada por nosotros mismos, pueden suceder dos cosas: 1. Que comencemos a reclamar que otros hagan por nosotros tanto como hacemos por ellos. Si no lo hacen, sentiremos rencor y vacío.

2. Dar hasta enfermar. Que el desgaste sea tan grande, que acabemos enfermos y resentidos.

Ayudar sin límites

Por supuesto que ayudar a quién nos pide ayuda es positivo, sin dudas. Pero siempre en la base del equilibrio y el respeto por las propias fuerzas. De nada sirve comprometerse a ayudar si luego el tiempo, la energía, la voluntad no nos permiten hacerlo a un 100% y el otro al que quisimos apoyar se siente defraudado.

Ayudar sin esperar nada a cambio no equivale a ayudar más allá de las propias energías. Ayudar incondicionalmente, es disfrutar de la ayuda que se brinda… y hacerlo requiere que estemos brindando la ayuda que podemos y queremos dar, sin que sea un peso o una carga. El otro requisito es, ayudar a quien nos pide ayuda. De lo contrario, intervenimos en su libertad (aunque sea con buenas intenciones).

La bondad con uno mismo

Nos preocupa demasiado ser buenos ante los demás. Que nos reconozcan como buenos y digan frases como “qué bueno es fulano, se sacrifica siempre por todos y siempre está ayudando a todo el mundo”.

Cuando escucho estas frases me pregunto: ¿Será que fulano es igual de bueno consigo mismo?

Ser bueno con uno mismo requiere antes que nada, valorarse. Si no me valoro, voy a ir a buscar que otros me valoren. Si no me acepto, haré todo para ser aceptado por otros.

Y muy posiblemente, me olvidaré de mis propios sueños y deseos, para cumplir los de otros. Esto es no ser bueno con uno mismo.

No ser bueno con uno mismo, entonces, es dejarse a un lado, es relegarse siempre a otros a los que se da prioridad. Así jamás habrá igualdad.

Debemos ser buenos con nosotros mismos, respetando las propias capacidades, deseos, intenciones, la propia voluntad. Esto enriquece al alma, y sólo un alma rica puede brindar riquezas a otras almas.

No te relegues, ayúdate y sé bueno/buena contigo…

Tamara Gallegos