Hambre
Estos eran unos
naúfragos que fueron a dar a una isla desierta. Como no tenían qué comer,
decidieron echar a suertes quién se sacrificaría para que los demás se lo
pudieran comer. Pues resulta que se comieron uno... y otro... y otro... y nadie
llegaba a rescatarlos. Total que, al final, sólo quedaban dos: un flaco, y un
gordito. Echan suertes... y pierde el gordito. Ya lo va a matar el otro, cuando
se pone a gritar:
- ¡No me mates! ¡No me mates! ¡Yo sé donde hay un
montón de latas de frijoles escondidas...!
- ¡Desgraciado...! ¿Y por qué no
nos lo habías dicho?
- Es que a mí no me gustan los frijoles...
Suerte
- Es una suerte
que mi nombre sea Roberto.
- ¿Y eso?
- Por que es lo que me llama
todo el mundo.