HISTORIAS
Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía, o creía saber, que una estrella no puede ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando su estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dio unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la plaza destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.
Tiempo después me contó otra historia. Erase un hombre que amaba sin esperanza. Se había encerrado por entero dentro de sí e imaginaba irse consumiendo en la llama de su amor. El mundo desapareció para él. No veía el cielo azul ni el bosque verde, no oía el murmullo del arroyo ni los sones del arpa; dejándolo abandonado y miserable. Su amor creció, sin embargo, de tal suerte que prefirió consumirse y morir en su hoguera antes que renunciar a la posesión de aquella mujer. Y entonces sintió que su amor devoraba todo lo que en él había distinto, se hacía poderoso e imponía a la amada lejana su imperiosa atracción, haciéndola acudir a su lado. Pero cuando abrió los brazos para recibirla en ellos, la advirtió transformada, y vió y sintió, sobrecogido, que había atraído a sí, todo el mundo perdido. Estaba allí, ante él, y se le daba por entero, cielo, bosque y arroyo volvían a él, con nuevos colores, llenos de vida y de luz, le pertenecían y hablaban su lenguaje. Y en lugar de ganar tan solo una mujer, tenía el mundo entero en su corazón y cada una de las estrellas del cielo resplandecía en él e irradiaba placer por toda su alma... Había amado y, a través del amor, se había encontrado a sí mismo. La mayoría ama para perderse.
~Herman Hesses~
Libro: "Demian"
(Poeta y novelista alemán, nacionalizado suizo, 1877-1962)
(Premio Nobel de Literatura en 1946)

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