Gozo

Al saberme uno con Dios y con toda manifestación de vida, ¡irradio gozo!

La expresión de gozo a menudo es contagiosa. Una sonrisa genuina o una expresión honesta de felicidad inspira alegría a quienes están cerca. El gozo es una de las grandes recompensas de mi vínculo con Dios, con los demás y con toda expresión de vida. Al ofrecer dicha, la recibo también.

Cuando comparto un momento jovial con otra persona o sencillamente doy gracias por mis seres queridos, avivo mi gozo. Al dirigirme a mi interior, descubro con júbilo la tierna presencia de Dios y el placer sencillo de ser uno con Él. Mi tiempo en el silencio de la oración da un sentido de satisfacción a mi alma —el gozo me llena. Al regresar al mundo a mi alrededor, comparto mi gozo.

Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga; haga resplandecer su rostro sobre nosotros.—Salmo 67:1