Hay una reflexión de Dolores Aleixandre
que creo que viene también muy bien en estos días
Cuando empiezo a ver anuncios de turrones,
bolas de colores y adornos en los almacenes,
siento la rebelión sorda de quien sabe
que le están robando la Navidad.
Temo que se me escape envuelta en espumillón,
en anuncios, en luces y en regalos
y quisiera apoderarme de su misterio
y escapar con él a algún lugar del mundo
donde fuera, por primera vez,
sorpresa y buena noticia que provoca asombro.
Mientras camino entre gente cargada de paquetes que me empuja,
trato de descubrir en sus rostros
algún destello de expectación o de gozo
pero sólo veo prisa, ansiedad y hastío.
Papá Noel ha reemplazado a Jesús
y los escaparates iluminados al resplandor de Belén.
Como Herodes o los fariseos de entonces,
están ajenos a lo que ocurre:
como los dueños de la posada de Belén
están cerrando las puertas a la alegría.
"Vino a los suyos y no le recibieron" (Jn 1, 11)
Y sin embargo, sé que hay una sed escondida
en lo secreto de muchos corazones,
como si detrás de la apariencia de saciedad,
se ocultara un gran vacío,
la nostalgia de que alguien les anuncie de nuevo
una noticia a la vez asombrosa y creible:
"Dios viene a nuestro encuentro,
no tengáis miedo, viene en la debilidad de un niño
pero en él está toda la fuerza
y toda la sabiduría de Dios"
Siento deseos de hacer el oficio de ángel,
de mensajera de buenas nuevas,
querría que mi voz fuera un himno
que, como el de aquella noche,
iluminara las tinieblas del mundo.
Querría escucharlo yo también
y volver a oír cuál es la "señal" que Dios nos ofrece:
un niño envuelto en pañales
y reclinado en un pesebre.
Querría que volvieran a recordarme
las señales extrañas de ese Dios
que nació en una cuadra
y que hoy sigue naciendo en lugares de intemperie.
La voz de los ángeles me señala en esa dirección:
un albergue de inmigrantes africanos,
una casa de enfermos terminales de SIDA,
una familia amiga, que todos están en paro,
un puñado de tiendas de campaña que reclama el 0,7% y más.
Ahí están los pastores de hoy.
Ahí está el pesebre de Belén.
Ahí se sigue escuchando la buena noticia
de que Dios nos entrega a su Hijo
hecho carne de nuestra carne.
Es ahí, en medio de esa noche,
donde la gloria de Dios se sigue revelando
a los que están en vela
y mantienen abierta la brecha de su esperanza.
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Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia,
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
Sólo Dios basta.
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