Continuando mi habitual estado lleno de privaciones y de amargura, estaba pensando en la agonía de Nuestro Señor y Él me dijo: "Hija mía, quise sufrir en modo especial la agonía del Huerto para dar ayuda a todos los moribundos a bien morir. Fíjate bien cómo va de acuerdo mi agonía con la agonía de los cristianos: tedios, tristezas, angustias, sudores de sangre... Yo sentía las muertes de todos y de cada uno, como si realmente muriera por cada uno en particular, por eso sentía en Mí los tedios, las tristezas y las angustias de cada uno, y con éstos a todos les daba ayuda, consuelo y esperanza, para hacer que así como Yo sentía sus muertes en Mí, así ellos pudieran tener la gracia de morir todos en Mí, como dentro de un solo aliento con mi aliento, e inmediatamente beatificarlos con mi Divinidad. Y si la agonía del Huerto fue en modo especial para los moribundos, la agonía de la cruz fue para ayuda del último momento, precisamente para el último respiro. Ambas son agonías, pero una distinta de la otra. La agonía del Huerto llena de tristezas, de temores, de afanes, de miedos; la agonía de la Cruz llena de paz, de calma imperturbable. Y si grité 'Tengo sed', era sed insaciable de que todos pudieran expirar en mi último respiro; y viendo que muchos se salían de mi último respiro, por el dolor grité '¡tengo sed!' Y este 'tengo sed' lo continúo gritando a todos y a cada uno como campanilla a las puertas de su corazón: 'Tengo sed de ti, oh alma, ¡ah!, no salgas de Mí sino entra en Mí y expira conmigo'. Así que son 6 horas de mi Pasión las que di a los hombres para bien morir: Las tres del Huerto fueron para ayuda de la agonía y las tres de la Cruz para ayuda en el último respiro de la muerte. Después de esto ¿quién no debe mirar sonriente a la muerte? Y mucho más quien me ama y quien quiere sacrificarse sobre mi misma cruz."” (Vol. 9; 4/jul/1910) Una ocasión Luisa se sintió muy mal y creía morir, entonces escribe que: "para hacer que me pudiera encontrar en buen punto, le pedí al Señor que me cediera el ejercicio de su santa mente para satisfacer por los males que haya podido hacer con mis pensamientos; sus ojos, su boca, sus manos, sus pies, su corazón y todo su sacratísimo cuerpo para satisfacer por todos los males que haya podido cometer, y por todo el bien que debía hacer y no hice. Mientras esto hacía, el bendito Jesús vino todo vestido de fiesta en acto de recibirme entre sus brazos y me dijo: "Hija mía, todo lo que merecí lo cedí a todas las criaturas, de manera especial y sobreabundante a quien es víctima por amor mío. Así que ten, todo lo que quieres te lo cedo, y no sólo a ti sino a quien quieras tú."( Vol. 4; 3/sep/1902)” Aprendamos a hacer estos actos interiores que hacía Luisa para servirnos de los actos de Jesús para nuestro bien, ya que para eso los hizo. Al día siguiente, Luisa continuaba sintiéndose mal y por supuesto ella se quería morir - a lo largo de sus escritos se lee que morir para ella era el más grande anhelo que tenía, para nunca más separarse ni quedar privada de su amadísimo Jesús- pero en esa ocasión el confesor no quería que se muriera y le dio la obediencia de que Jesús la curara; ella se sentía inquieta por esa "extraña obediencia" que le impedía emprender el vuelo hacia su sumo y único Bien y Jesús al verla inquieta le dijo: "Hija mía, ¿qué haces? ¿No sabes que si la muerte te sorprende encontrándote inquieta, te deberá tocar el purgatorio? Porque si tu mente no se encuentra unida a la mía, tu voluntad no es una con la mía, tus deseos no son mis mismos deseos, por necesidad te corresponde la purgación para transformarte toda en Mí. Por eso está atenta, piensa sólo en estarte unida conmigo y Yo pensaré en lo demás." (Vol. 4; 4/sep/1902) Así que desde ahora hay que estar plenamente abandonados en la Voluntad amorosísima de Dios en cuanto al día, la hora, el modo de nuestra muerte, sin ninguna inquietud ni preocupación. Otra ocasión Luisa ve a Jesús y a la vez varias personas que temían mucho a la muerte y escribe: “Entonces yo, al ver esto dije: "Amable Jesús mío, ¿será defecto en mí este no temer la muerte? Ya que veo que mucho le temen los demás, y en cambio yo, al solo pensar que la muerte me unirá para siempre Contigo y pondrá fin al martirio de mi dura separación, el pensamiento de la muerte no sólo no me da ningún temor sino que me es de alivio, me da paz y hago fiesta, dejando de lado todas las demás consecuencias que lleva consigo la muerte." Y Jesús: "Hija, en verdad que ese temor extravagante de morir es tontería, siendo que cada quien tiene todos mis méritos, mis virtudes y mis obras como pasaporte para entrar al Cielo, habiéndoselos dado Yo en donación a todos, y mucho más si aprovechando esta donación mía ha agregado lo suyo; con todas estas cosas, ¿qué temor se puede tener de la muerte? Mientras que con este segurísimo pasaporte el alma puede entrar a donde quiera y todos, por consideración del pasaporte, la respetan y le dan el paso. En cuanto a ti, este no temer para nada la muerte es por haber tratado conmigo y haber experimentado cuán dulce y querida es la unión con el sumo Bien. Y debes saber que el homenaje más agradable que se me pueda ofrecer es desear morir para unirse conmigo, y es la más bella disposición del alma para purificarse y sin ningún intervalo pasar directamente por el camino al Cielo."(Vol. 4; 6/ene/1902) Así, debemos unirnos con Jesús desde ahora y agregar de lo nuestro: nuestros actos diarios hechos uno con los de Jesús. Tampoco basta con estar abandonados en Dios en cuanto a nuestra vida y nuestra muerte, sino que hay que desear la muerte para unirnos eternamente a Dios, como dice el último párrafo. Y aun más: ¿Por qué no hacer desde ahora por amor a Dios lo que deberemos hacer en el punto de la muerte? ¿Por qué no morir a todo y vivir sólo para Dios, en Dios, en su Voluntad? ¡Veamos lo que dice Jesús al respecto, en este otro capítulo 10 años después, en que Luisa escribe: “Me sentía un poco sufriente y decía a mi siempre amable Jesús: "¿Cuándo me llevarás contigo? ¡Ah, pronto, oh Jesús, haz que la muerte me quite esta vida y me reúna contigo en el Cielo...!" Y Jesús: "Hija mía, para el alma que hace mi Voluntad y vive de mi Querer no hay muertes. La muerte está para quien no hace mi Voluntad, porque debe morir a muchas cosas: a sí misma, a las pasiones, a la tierra; pero quien hace mi Voluntad no tiene a qué cosa morir, ya está habituada a vivir de Cielo; para ella no es otra cosa que dejar sus harapos, como si dejara los vestidos de pobre para vestirse con las vestiduras de reina para dejar el exilio y llegar a la patria, porque el alma que hace mi Voluntad no está sujeta a la muerte, no tiene juicio, su vivir es eterno: lo que debía hacer la muerte lo ha hecho anticipadamente el amor y mi Querer la ha reordenado toda en Mí, de manera que no tengo ya de qué juzgarla. Así pues, estate en mi Voluntad y cuando menos lo pienses te encontrarás en mi Voluntad en el Cielo". (Vol. 11; 9/jun/1912)” ¡Esto es lo más grande! Es vivir como Jesús pidió, como en el Cielo en la tierra: "Venga tu Reino, hágase tu Voluntad