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El amor de un padre,
Posted: 24 Jul 2013 07:13 PM PDT
El día que mi hija
nació, sinceramente, no sentí gran alegría. ¡Yo quería un niño! En pocos
meses me dejé cautivar por la sonrisa de mi Andreita y por la infinita
inocencia de su mirada fija y penetrante. Fue entonces cuando empecé a amarla
con locura. Su carita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis
pensamientos, la veía en cada niña, todo mi mundo, era ella.
Una tarde, mi familia
y la de mi amigo Raúl fuimos de picnic a la orilla de un río que había muy
cerca de casa. De pronto la niña preguntó a su padre:
- Papi, cuando cumpla quince años
¿Cuál será mi regalo?
- Pero mi amor, si
apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que todavía falta mucho para que
cumplas los quince?.
- Bueno papito, tu
siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por
aquí.
Todos reímos con la
ocurrencia de Andreita y seguimos disfrutando del picnic y hablando de otras
cosas.
Pasó el tiempo y una
mañana me encontré con Raúl frente al colegio donde estudiaba mi hija, que ya
tenía catorce años. Le comenté con gran orgullo las excelentes calificaciones
y los conmovedores comentarios que le habían escrito sus profesores.
Andreita ocupaba toda
la alegría de la casa, en la mente, en el corazón de la familia, y
especialmente en el de su papá.
Fue un domingo muy temprano
que nos dirigíamos a la iglesia, cuando Andreita tropezó con algo, eso
creíamos todos, y dio un traspié, su papá la sujetó de inmediato para que no
cayera. Pero ya instalados en la iglesia, vimos cómo Andreita fue cayendo
lentamente sobre el banco y perdió el conocimiento. La tomamos en brazos,
mientras su papá buscaba un taxi para llevarla al hospital; Andreita estuvo
en coma durante diez días y fue entonces cuando le informaron a Oscar que su
hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón. Le
dijeron que no era algo definitivo, y que debían esperar a practicarle otras
pruebas para llegar a un diagnóstico firme.
Los días iban pasando,
Oscar renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Andreita. Una mañana
Oscar se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:
-¿Voy a morir, verdad?
¿Qué te dijeron los médicos?
- No mi amor, no vas a
morir, Dios que es tan bueno no permitirá que pierda lo que más amo en mi
vida, respondió el padre.
-Cuando alguien muere,
¿adonde va? Desde donde esté ¿podrá ver a su familia? ¿Sabes si se puede
regresar? ... Preguntaba Andreita.
-Bueno hija... en
verdad nadie ha regresado de allá a contar algo, pero si yo muriera, no te
dejaría sola, estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme
contigo, si hiciera falta utilizaría el viento para venir a verte.
-¿Y cómo lo
harías?
- No tengo la menor
idea hijita, sólo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo,
cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus
mejillas.
Ese mismo día por la
tarde, llamaron a Oscar, la situación era grave, su hija se estaba muriendo y
necesitaban un corazón urgentemente, pues el de ella no resistiría más de
quince o veinte días.
¿De donde sacar un
corazón? ¿Como conseguir uno?.
Ese mismo mes,
Andreita cumpliría quince años. Y por fin, ocurrió lo que parecía imposible,
fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esperanza
iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar.
El domingo Andreita ya
estaba operada, todo salió como los médicos habían planeado. ¡Éxito
total!
Sin embargo, Oscar no
había vuelto por el hospital y Andreita lo extrañaba muchísimo, su mamá le
decía que todo estaba bien y que su papá estaba trabajando para sostener la
familia.
Andreita permaneció en
el hospital durante quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir
hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron.
Precisamente el día de
su cumpleaños, le dieron el alta médica, Andreita estaba feliz e ilusionada.
Al llegar a casa todos se sentaron en el sofá y su mamá con los ojos llenos
de lágrimas le entregó una carta de su padre: "Andreita, hijita de mi
corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón
fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los médicos
que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar
a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar
respuesta a una pregunta que me hiciste cuanto tenías diez añitos y a la cual
no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por
mi hija... Te regalo mi corazón, mi vida entera sin condición alguna, para
que hagas con ella lo que quieras. ¡¡Vive hija!! ¡¡Te amo con todo mi
corazón!!"
Andreita lloró todo el
día y toda la noche. Al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la
tumba de su papá; lloró como nadie lo ha hecho y susurró: “Papá, ahora puedo
comprender cuánto me amabas. Yo también te amaba y aunque nunca te lo dije,
ahora comprendo la importancia de decir "TE AMO", perdóname por
haber guardado silencio tantas veces".
En ese instante las
copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y una
suave brisa acarició las mejillas de Andreita, ella entre sollozos, sonrió,
alzó la mirada al cielo, secó las lagrimas de su rostro, se levantó y
emprendió regreso a su hogar.
Nuestros hijos son lo
más hermoso que podemos tener.
Ámales, dedícales tus
mejores momentos.
No descargues tus
frustraciones sobre ellos ni les pongas en medio de discusiones o situaciones
de tensión.
Cada día, a cada
instante exprésales tu amor de diferentes maneras, y diles que los amas,
aunque te cueste.


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